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El príncipe estudiante

Drama. Comedia. Romance Karl Heinrich, sobrino del rey de un pequeño país y príncipe heredero, se traslada a estudiar a Heidelberg acompañado por su tutor, el doctor Jüttner. Allí se enamora de Kathi, la sobrina del dueño de la posada en la que se alojan. Karl Heinrich es feliz, pero el rey muere y debe regresar para ocupar el trono. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
1 de marzo de 2008
33 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
De tanto en tanto necesito una especie de reforzante de mis planteamientos cinéfilos. Algo así como vitaminas que me devuelvan las energías perdidas entre películas mediocres y actuaciones superficiales. Y en mi botiquín personal procuro llevar siempre unos cuantos comprimidos de Lang, de Wilder, de Murnau ó de Lubitsch. Únicamente ellos me devuelven el humor y el amor por esta herencia maravillosa de los Lumière.

¿No los conocen? En la farmacia pueden preguntar ¿Tienen pastillas para soñar? No tienen ni que mirar el prospecto. Su efecto es instantáneo y con toda seguridad recién las hayan tomado (con una basta) se sentirán nuevos, renovados, optimistas y soñadores. Y como su efecto es prolongado seguro que mantendrán la sonrisa muchísimo tiempo. Ahora, eso si, no deben mezclarse con artificiosos bodrios, especialmente si en su composición abundan las carreritas de coches, los efectos infernales ó locuelas buscan locuelos para vivir vida loca.

El príncipe estudiante es una JOYA donde Lubitsch derrocha un poquito menos de ironía y muchísimo más romanticismo de lo habitual en él. Tal vez por ello se afirmó que era una película para mujeres. ¿Para ellos las pistolas y para ellas las muñecas? ¡Por favor! ¿Es Sunrise de Murnau también para mujeres?.

Esta disquisición me parece absurda y me disgusta. Prefiero hablarles de esta película. Un consejo: Si tienen ocasión véanla. No tienen ni que elevar el volumen porque estamos hablando de una película muda (con una música excepcional que acompaña cada acción y cada movimiento). ¿Muda? Si. Si. Pero de esa mudez que no para de hablar con gestos, con miradas, con sonrisas, con llantos, con sombreros que se agitan, con jarras de cerveza que se alzan, con brindis, con lágrimas que se enjuagan, con campos llenos de flores de amor y campos desflorados llenos de tristezas...

Ramón Novarro, con su aire eternamente aniñado: Perfecto. Norma Shearer, decidida, resuelta, sensible: Perfecta. Jean Hersholt, como el tutor: Genial e imprescindible. Lubitsch, como director, como creador, como genio: Sublime. En lo más alto. Si hay un Olimpo de los dioses cinematográficos búsquenlo allí. Seguro que lo encuentran.
FATHER CAPRIO
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25 de septiembre de 2010
28 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿De qué va?:

Un joven príncipe heredero se enamora de una sencilla camarera mientras cursa sus estudios fuera de su ciudad natal, pero el rey muere y debe volver inmediatamente para ocupar el trono...

Crítica:

En ocasiones veo muertos, no lo puedo evitar, en lugar de ver la última peli de la Coixet o una nueva entrega de Harry Potter (AKA Harry Cipotter), o incluso la enésima comedia del Apatow como haría cualquier persona honrada y decente, me pongo a ver películas en las que hasta los niños de cinco años que salen huelen a ciprés desde hace un par de décadas. Pero es que este acercamiento a tanto muerto resulta que me suele reportar pingües beneficios, ya que me reencuentro a menudo con valores cinematográficos que se han perdido, algunos se perdieron con la llegada del sonoro y otros se perdieron con la llegada de los cálculos mercantiles el día que estos le ganaron la batalla al arte.

El príncipe estudiante es una gran película de la etapa muda de Ernst Lubitsch, de un lirismo tremendo, aunque a los republicanos convencidos no les hará mucha gracia, porque al fin y al cabo es una apología de la abnegación monárquica y una reflexión sobre la servidumbre que provoca tener la sangre azul en vez de roja como todo el mundo, pero sobre todo es una película sobre un amor imposible, el de un futuro rey y una sencilla camarera, ¿cómo iba a prosperar un amor como ese?, sería algo así como si a un príncipe hoy en día se le antojara casarse con... ¿qué sé yo?, con la presentadora del telediario, por poner un ejemplo.

Cómo han cambiado los tiempos, coño.
triforme
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10 de mayo de 2009
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elegantísima película muda de Lubitsch. En manos de cualquier otro director quizás hubiese quedado entre cursi y almibarada, pero Lubitsch tenía estilo. Y vaya estilazo. Y si no lo creen, vean este glamouroso film.

La historia que se cuenta es archisabida, más que nada porque luego ha habido muchos films contando lo mismo. Vamos, es una de esas que supongo que están vetadas en el Palacio (ejem, más bien chalé) de la Zarzuela, no sea que recuerden que ciertos privilegios absurdos comportan también obligaciones absurdas. Y que conste que no estoy en contra de lo absurdo.

No lo he contado, pero apostaría mis títulos nobiliarios a que salen en esta película no menos de cien sombrerazos. Y los ves con simpatía. Eso sólo lo puede hacer un genio.

Me quito el sombrero.
Gilbert
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31 de diciembre de 2006
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lubitsch sigue acumulando éxitos tras su llegada a América, en este caso, es un drama romántico para la metro, sobre un amor imposible entre la realeza y el pueblo, el cual, es un precursor del posterior éxito de Wyler, para regocijo de una jovencita Audrey Hepburn: "Vacaciones en Roma".
La historia está muy bien relatada, evitando caer en los tópicos y simplismos, así como en la lágrima fácil (si bien el film se reconoce como un claro ejemplo de drama hecho para mujeres).
El director juega con la cámara y el montaje, consiguiendo grandes planos y efectos innovadores, que poco deben envidiar a los grandes maestros en esta técnica como Einsenstein o Murnau.
El film será motivo de un remake allá por los cincuenta, pero como suele pasar en estos casos de mucha menor factura.
o0_oscar_0o
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21 de octubre de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace un tiempo hacia la distinción entre cine mudo y cine sonoro, quiero justificarme y si es posible redimirme, pensando que eso le ha debido pasar a mucha gente. Yo afortunadamente, después de ver unas cuantas y estupendas películas mudas, he constatado mi tremenda ignorancia. Si alguna distinción hay que hacer, es entre el buen cine, que es más bien poco, y el malo o mediocre que es una gran mayoría. Después están también los bodrios, los delirios de algún presunto genio, los panfletos que pretenden adoctrinar, y otros especímenes diversos, los cuales abundan en exceso, y de los que hay que huir como de la peste. Está es una película de esas que me ha ayudado a comprender lo obvio, a la vez que ha conseguido transportarme al cine de cuando era adolescente, a aquellas películas que hacen que amemos este ( a veces) arte con reverencia, y al que nos sentimos muy agradecidos cuando nos entrega muestras tan esplendidas. Una película como esta contribuye además a otorgar a las siguientes que visionemos, el crédito necesario para esperar, incluso a veces demasiado, hasta que llegue a nosotros otra obra de este calibre. Aunque quizás nunca es demasiada la espera si al final la recompensa es una obra de arte, o por lo menos una cinta de gran categoría.
Es una delicia su visión, ignoro si se debe al famoso toque Lubitsch, a la maravillosa, preciosa y encantadora Shearer, al extraordinario y entrañable tutor, que más que profesor parece un padre, a los innumerable brindis con esas curiosas jarras con tapas en su parte posterior, a las que por supuesto llenan de cerveza, a los numerosos bailes de sombreros, al ingenuo y elegante Novarro, a la nada original pero excelente historia, a los toques de humor, al romanticismo del que está impregnada, al amor puro, limpio, libre e imposible, al realista epilogo, o a todo ello tal vez, o quizás simplemente tenía mi día tonto, no lo sé, pero lo que importa es que me lo pase de maravilla y me pareció exquisita.
Ya sé que la han tachado de ñoña, de que ha envejecido muy mal, de que magnifica a la monarquía, y de algunas cosas más, puede ser, pero yo, a pesar de declararme republicano, algo descafeinado, eso sí, pero republicano, no me creo nada de todo ello. Lo que si manifiesto sin ningún temor ni recelo es mi condición de devoto amante del buen cine. Y me pregunto ¿será tal vez esa la causa que me agradara tanto?
picais
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