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A mí no me mire usted

Comedia Anselmo, un maestro de escuela es despedido por su afición a hipnotizar a la gente. Sin embargo, la noticia de que ha heredado una gran fortuna en América le consuela y decide emprender un viaje hacia el otro lado del Atlántico. Allí descubre que la famosa herencia es insignificante pero conoce a un vividor que le enseña a utilizar sus dotes de hipnotizador y acaba teniendo un gran éxito. Convertido en millonario, regresa a su pueblo. (FILMAFFINITY) [+]
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
30 de agosto de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es lo que me producido esta modesta y desternillante comedia costumbrista, dirigida por Sáenz de Heredia al que se le suele asociar con el régimen franquista, pero que también tiene comedias estupendas como “El destino se disculpa” o “Historias de la radio”. Desconocida por la mayoría de los espectadores, “A mí no me mire usted” goza de un argumento disparatado aparentemente de pura evasión sí, pero no es menos cierto que bajo su humor anárquico y absurdo que podría haberlo escrito el mismísimo Grouxo Marx, esconde una loable fábula moral y humana sobre el amor a la enseñanza de un maestro humilde, consciente de sus limitaciones, le gustaría crear un gran centro cultural para los niños de su pueblo y que sueña con amores imposibles de una joven mujer que le admira, sólo como ser humano.

Con un grandioso Valeriano León encarnando a un maestro de escuela rural con poderes hipnóticos. Ha recibido un telegrama de América, reclamándole para hacerse cargo de una herencia recibida de un lejano pariente. Anselmo Carranque (Valeriano León) y (Viriato Garrido) Fernando Fryre de Andrade con sus rostros tan singulares, que el destino unirá conformando perfectamente a dos perdedores, dos pillos sin suerte en la vida, que terminan haciendo un buen negocio gracias a la picaresca en la gran metrópoli. Una buena comedia si nos liberamos de prejuicios ideológicos, para juzgar las obras de cada autor por sus méritos artísticos y no por sus ideas políticas.

La película es, una comedia llena de ternura, de ironía y humor negro, que no elude el realismo social de la época, como tampoco rehúye la mezquindad humana. El rechazo al ser humano singular, el halago interesado del alcalde que primero lo defenestró para luego recibirlo como héroe benefactor por zafios intereses bastardos. La radiografía social de un pueblo que va a recibir a su hijo predilecto, pero que él prefiere llegar sin homenajes ni falsos acontecimientos locales para disfrute de sus hipócritas “fuerzas vivas”. Situaciones delirantes, diálogos ingeniosos y divertidos dejando un sensible poso humano de amargura.
Antonio Morales
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31 de agosto de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia de Sáenz de Heredia en la tradición del humor de Jardiel Poncela, Mihura o Tono. Un argumento disparatado al servicio de gags verbales o visuales que rozan siempre el absurdo.

Un maestro (Valeriano León) que tiene poderes hiptónicos y consigue que sus alumnos se sepan siempre la lección por "inferencia". Un maestro que dice las lecciones en verso y cuya ilusión es convertir la pocilga en la estudian sus alumnos del pueblo, en una escuela modelo con jardines, patio limPio... Si no fuera Sáenz de Heredia el director y guionista -falangista de pedigrí- nos parecería que ese maestro es un discípulo de la Institución Libre de Enseñanza, que en los años que se rueda la película están siendo purgados: expulsión de la enseñanza pública, cuando no cárcel...u otras cosas todavía peores.

Pero el subconsciente es libre..., y ni siquiera parece respetar al primo de Primo de Rivera Jr.

Así que este maestro hipnotizador por buena causa es expulsado de su cátedra y de su pueblo por las fuerzas vivas (alcalde, cura, médico e inspector). Expulsado de su puesto y alejado de su amor por una bella maestra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
GonzaloyGracias
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5 de mayo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una comedia que juega al registro delirante, llegando a rozar el absurdo. Pese a tener momentos magníficos -que destacan especialmente en relación con la insulsez de las comedias españolas de la época-, no consigue mantener un tono homogéneo a lo largo de todo su desarrollo. Sin embargo, proporciona una aceptable diversión. Lo mínimo que se puede decir de ¡A mí no me mire usted! (1941) es que se trata de una película cuando menos estrambótica: que un maestro de escuela rural hipnotice a sus alumnos en su afán por hacerles aprender la lección para, más tarde, dar el salto a Estados Unidos e intentar rentabilizar allí, previo cobro de una herencia, su extraña habilidad, no es, digamos, un argumento usual en el cine español de los años cuarenta. Sin embargo, vale la pena destacar el influjo que tendría dicho título en producciones nacionales posteriores.

Por una parte, ¿qué decir del recibimiento que le dispensan al bueno de don Anselmo Carranque sus antiguos vecinos de la villa castellana de Luján a su regreso de América? Pues que se hace inevitable pensar en Bienvenido Mister Marshall (Luis García Berlanga, 1953). ¿Y ese sonsonete con el que los colegiales recitan los temas de geografía, aritmética o historia que el profesor acierta a poner en sus bocas con tan sólo aguzar la vista? Por el tono general disparatado y casi surrealista a uno se le viene enseguida a las mientes el pueblo en el que, décadas más tarde, se situaría la acción de Amanece que no es poco (José Luis Cuerda, 1989).
Claro que también es fácil rastrear en qué debería estar pensando Sáenz de Heredia al escribir el guion: ¿tal vez en parodiar cintas clásicas del expresionismo alemán como El gabinete del Dr. Caligari (Robert Wiene, 1920) o la serie sobre el doctor Mabuse de Fritz Lang (1922-1933)? Porque no cabe duda de que los ojos saltones de Valeriano León bien pudieran considerarse el reverso bufo de dicha tradición. En algún momento puede incluso parecer que hay lugar para la crítica social. Baste ver, si no, las palabras de la joven maestra Matilde Castro (Rosita Yarza): "En vez de preocuparse de reformar el casino, [el alcalde] debiera preocuparse de esto. Da pena ver que a estas criaturas les falta todo lo indispensable para aprender de verdad. El sueño de mi vida es tener algún día el dinero suficiente para coger todo esto, quemarlo, y decirle a mis pequeños: ¿Qué queréis, qué necesitáis? ¿Clases calientes y acogedoras? ¿Jardines y césped repletos de juegos? ¿Piscinas, gimnasios? Pues ahí lo tenéis. Porque yo lo tengo, y yo me gozo en daros lo que es vuestro".

En todo caso, de lo que no cabe la menor duda es de que el dúo que forman Anselmo y Viriato (interpretado por Fernando Freyre de Andrade, indispensable actor de reparto del cine cómico de los cuarenta) demuestra poseer en ¡A mí no me mire usted! una considerable vis histriónica, ligada en ambos casos a un físico bastante peculiar. En definitiva, una obra que, puede que en su día resultara entretenida, eso es hoy po hoy, muy difícil de conseguir. L e doy un 5 de pasable.
Mag61
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31 de agosto de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosamente esta película no consigue anular tu voluntad, sino que resulta demasiado anodina y repetitiva, además de que la historia desvaría bastante.
Lo único destacable, la cara de Valeriano León cuando pone su don en práctica, así como ver que el inglés de los rótulos - de lo que se supone una ciudad norteamericana - están mal escritos (véase ese "Jhonson and Blicox").
Lo dicho, no molesta pero tampoco hipnotiza.
Luis Miguel
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8 de enero de 2018
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película fue un encargo que Sáez de Heredia escribió para el cómico Valeriano León, que por aquellos entonces era toda una estrella del teatro de vodevil “Días de radio”, 1955).

Sáez de Heredia tiene dos “yoes”: un “yo” de director de comedias interesantes e incluso hilarantes en las que destacó como un realizador exitoso y bueno; y el otro “yo” que aglutina su ímpetu ideológico afín al franquismo con películas cuyo paradigma es Raza (1941) basada en una novela homónima de Francisco Franco y guión de su puño y letra. El caso y la conclusión es que, el “Yo” franquista de Sáez de Heredia, ahogó y se impuso al “yo comediante” y de cineasta de este prolífico director.

Esta película pertenece a la faz de comediante. Tiene un argumento surrealista y un disparatado humor del absurdo donde Sáez de Heredia se encuentra cómodo, con un guión del propio Sáenz que muy bien podría haber sido escrito por Groucho Marx. Con la intención de hacer pasar un buen rato, el film, en su humor “loco” y desatinado en el mejor sentido, encierra una fábula moral y humana sobre el amor a la educación y la pedagogía de un pobre maestro humilde que sueña con crear un gran centro cultural para los niños de su pueblo.

Es una película desestructurada que parte de una disparatada premisa, con un maestro paranormal en un extraño pueblo donde todos están muy preocupados por la educación de sus hijos (algo curioso y poco o nada habitual). Todo ello en un contexto de ruralismo extraño que mezcla pueblo con una gran ciudad, con un escenario y unos personajes de los que podría pensarse, vista hoy con otros ojos, que está inspirada en el teatro del absurdo de Samuel Beckett: personajes que provienen de los bajos fondos pero que hablan muy bien y con expresiones rimbombantes, todos ellos un tanto bizarros y en extremo incautos.

La música de Modesto Romero Martínez pasa el corte y no está mal para la época la fotografía en blanco y negro de Francesco Izzarelli.

El reparto, hay que decirlo bien alto, es genial. Un Valeriano León cómico, muy expresivo, con ojos grandes y ondulantes que sabe llenar pantalla. Hace pareja con un genial Fernando Fryre de Andrade que actúa con su propio estilo y gran vis cómica. Quiero destacar también a Irene Caba Alba, que saliendo escaso tiempo en la cinta, se hace con el público que queda marcado con su presencia fugaz pero rotunda.

Valoro esta película como una comedia tierna, con su carga de ironía y un humor en muchos casos negro. Es igualmente un film propiamente del realismo social de la época, que analiza la mezquindad humana. El rechazo al ser humano único, singular; el rendibú cicatero del alcalde que primero se porta muy mal y acaba como protagonista benefactor, todo ello por cerriles intereses inconfesables.

En resolución, la radiografía social de un pueblo con más de un hipócrita por medio, y a lo largo del film, situaciones delirantes, diálogos ingeniosos y divertidos, con un sensible sedimento humano de aflicción.
Kikivall
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