Verano de una familia de Tokio

Estas películas son un remake de aquella obra maestra de Ozú llamada 'Cuentos de Tokio', a mi me encantan, el ritmo pausado que tiene la película, los actores, el tempo. Es una película a la antigua y se nota desde el primer minuto. Me encantan las actuaciones sobre todo la de Isao Hashizume, el abuelo, que acaba dándole un aire a la película único y original que muestra cómo en otra parte del mundo la mayoría de cosas son diferentes.

La historia al principio le cuesta arrancar, y te pone una sub trama que realmente poca solución le va a dar Yamada, pero que cuándo arranca la trama principal llega a emocionar.Es una comedia, pero también es una película triste, te cuenta una historia y sabe cómo contártela, y juntado a una excelsa banda sonora acaba haciendo que en momentos se te humedezcan los ojos. La película es muy japonesa, desde su humor hasta su tempo, y es algo que te tiene que gustar porque si no, vas a pasar las casi 2h más aburridas de tu vida.

Si por otra parte disfrutas con este tipo de películas, desearás que haya 2 o 3 cada mes para poder verlas en el cine. Esta película no es la típica película de humor simplón japonés que a veces parece ser en los trailer, cómo comenté arriba esta película tiene su parte de drama, y te habla de la soledad de la vida, y del paso del tiempo, cosa que hace muy bien.

En definitiva, si te gustaron las anteriores películas sobre una familia de Tokio esta te va a encantar, si no te chista el cine japonés alejate, no es para ti. Yo lo pase muy bien en el cine.

En la actualidad existen dos veteranos y pletóricos directores de cine que parecen querer emular al matusalén – ya fallecido – del cine, el portugués Manoel de Oliveira (1908-2015), y mantienen una lucha encarnizada e incruenta para convertirse en los más longevos e incombustibles cineastas en activo: el californiano Clint Eastwood (de casi 88 años) y el japonés Yôji Yamada (camino de sus 87 primaveras). Aparte de esa carrera por alcanzar una loca e improbable meta que cada vez parece más incontenible y bíblica, comparten una mirada humanista y cálida hacia los seres humanos, llena de afecto, complicidad y ternura por cada uno de los diversos especímenes que retratan en sus obras.

En Occidente, del decano japonés quizás lo más reconocido sea su denominada trilogía de Samuráis – “El Ocaso del Samurái” (2002), “The hidden blade: la espada oculta” (2004) y “Love and Honor: El catador de venenos” (2006), basadas en tres novelas de Shuhei Fujisawa – pero en realidad es un afanoso director que lleva en activo desde 1961, con más de 80 irregulares títulos en su filmografía y que casi siempre ha trabajado para el estudio Shochiku. Es decir, una laboriosa y perseverante hormiguita que casi todos los años ha realizado más de una obrilla, por lo general para uso y disfrute del archipiélago del Sol Naciente, aunque cosechando al mismo tiempo premios y reconocimiento en festivales y mercados de todo el orbe.

Ahora nos llega una secuela de otra secuela de lo que en su origen había sido un inesperado y triunfante homenaje a “Cuentos de Tokio” (1953) del maestro Yasujiro Ozu: “Una familia de Tokio” (2013). Eso nos muestra que parece más interesado en estirar hasta la extenuación el chicle del éxito que no en contarnos una historia de nuevo cuño o en explorar terrenos desconocidos. Volver una y otra vez sobre lo mismo – ya tiene terminada una sub-secuela – acaba produciendo algo de fatiga y pereza.

Es una pena que la veterana ‘abuela’ Kazuko Yoshiyuki (de 82 años) apenas haga acto de presencia – lo cual es una decepción, porque su papel resultaba el más entrañable de todo el dispar elenco familiar – y quizás se centre en exceso en las peripecias peripatéticas del ‘abuelo’ Isao Hashizume (de 76 años) – el personaje más plasta e histriónico de todos ellos, que me hizo pensar en un indestructible Paco Martínez Soria nipón – pero la verdad es que aunque sea una mera regurgitación fruto del modesto éxito local de las películas precedentes, tiene una factura y un porte, una frescura chusca y burlona que resultan afectuosas y simpáticas.

¿Prescindible? Sin duda... Pero también llena de un inexplicable encanto.

A sus 86 años Yôji Yamada sigue muy en forma y cosechando los mismos éxitos que obtuvo en su juventud. Ahora nos presenta la segunda parte de aquel homenaje que hizo de la película del gran Ozu “Cuentos de tokyo”, titulada en nuestro país “Una familia de Tokyo”, con la que obtuvo la espiga de oro en la Seminci. Y ojo aparte de este segunda parte se ha anunciado que en mayo se estrenará en Japón la tercera titulada “No al divorcio”

Vuelve a contar prácticamente con el mismo elenco de actores, la historia se vuelve a centrar en su mayor parte en Shuzo el patriarca de la familia, que sigue teniendo los mismos problemas matrimoniales, y el matrimonio sigue haciendo cada uno la vida por su lado, mientras que la mujer se va de crucero por Escandinavia para ver la aurora boreal, el aprovechará para reencontrarse con viejos amigos y amigas.

Aquí aparte de las típicas discusiones entre familiares y los problemas que van surgiendo, la trama se pone un poco más dura y cruda, y toca otros temas más complicados como son la soledad de las personas mayores y también está muy presente la muerte.

Aunque para mi gusto no funciona tan bien como su predecesora, es una comedia amable, que conecta a la perfección con todo tipo de público, que desde el primer momento pasará un buen rato. También tenemos que destacar la música, obra de Joe Isaishi.

Los momentos más divertidos se producen cuando todos los miembros de la familia le quieren quitar al abuelo el carnet de conducir porque ya está muy mayor y puede tener un grave accidente.

Lo mejor: Te hace pasar un buen rato
Lo peor: Es inferior a la maravillosa “Una familia de Tokyo”

No vi las anteriores dos películas sobre esta estrafalaria familia. Dicen que esta es la peor de las tres entregas de la saga nipona. A mí me resultó divertida, con ese humor un tanto chusco, a lo Cantiflas, con personajes lelos e inocentones y risotadas propias de las comedias poco refinadas. Con todo, me río y hay fases de la película que tienen continuidad en lo que a humor se refiere. Por lo demás, actores que cumplen, humor blandito y blanco. Otro cine japonés, vaya.

Secuela de Maravillosa familia de Tokio que ofrece más de lo que podríamos esperar. Tiene un contrapunto dramático en su parte final que la hace superior a su antecesora.
Yamada da un nuevo giro dramático ofreciéndonos una cinta con un punto melancólico que pocos podrían esperar.
Pese a todo, sigue siendo una comedia ligera de caídas ridículas y absurdas de rápido consumo. Película amable.