Haz click aquí para copiar la URL

Brasserie Romantic

Comedia. Drama. Romance El día de San Valentín, la tensión es palpable en Brasserie Romantic, el restaurante de Pascaline y Angelo. Mientras la noche de Paul y Roos va cuesta abajo, Walter está tratando de ligar con Sylvia. Y justo cuando la noche está en pleno apogeo, llega Frank, el antiguo amante de Pascaline. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
12 de febrero de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos habituados a la invasión machacona de nuestras carteleras por comedias románticas estadounidenses que vanaglorian el nacimiento del amor, y atentan contra tan noble sentimiento identificándolo con el enamoramiento juvenil. Películas que evitan cualquier desviación imaginativa y culminan con un final feliz besucón ignorando todo lo que nace a partir de este momento. Acostumbrados a tan terrible exposición monodimensional en una pantalla que nació en dos dimensiones y ha alcanzado ya la tercera, siempre es de agradecer el acercamiento al mismo tema desde otras latitudes. Así que ya sólo por su procedencia del Flandes belga, merece atención la llegada de esta comedia gastronómica.

Viajar, se dice, abre las mentes. Y entrar en una sala de cine para ver «Brasserie romantiek» permite inmiscuirse en las conversaciones de parejas neerlandesas que celebran la noche de San Valentín en un restaurante de postín de la ciudad de Gante.

El argumento está interpretado con solvencia tanto por actores como por el ritmo de su fluido guión, mientras la trama transcurre casi en su totalidad en el interior del restaurante. De hecho, la estructura parecer beber más de la comedia televisiva que del teatro, origen de las artes escénicas. No se espere de este film, por tanto, ningún descubrimiento visual o avance cinematográfico porque ello está muy lejos de las intenciones de su debutante director.

Si bien se aborda una representación coral de múltiples parejas, donde unas nacen, algunas permanecen y otras se deshacen, la visión presentada abunda en el desencanto y no hay una sola pareja que haya superado la cuarentena sin separación. Y probablemente esto sea gracias a su origen diferente a la dictadura hollywoodiense del happy end. El mensaje destila bastante pesimismo y alude más bien a la fugacidad de esa descarga tan placentera como intensa que se atenúa muy rápidamente hasta desaparecer, según sentencia uno de los personajes.

Entre medias, comprobaremos que la fiebre de los programadores españoles de televisión por la gastronomía no es particular sino que ya habitaba Francia, ha llegado a Bélgica y como mínimo a Irlanda. Recuérdese al respecto «Amor en su punto», otra comedia romántica gastronómica estrenada hace menos de un año y protagonizada por Leonor Watling, cuyo recuerdo contribuye a la consideración de «Brasserie romantiek».

Así que esta simpática ópera prima, cuyo estreno en España coincide con la víspera del 14 de febrero, distrae y entretiene, revela capacidad para el retrato de personajes y pone en cuestión una leyenda urbana. Si el festejo de San Valentín fue creación en El Corte inglés, qué hacen los belgas saliendo a cenar en su propio país en lugar de peregrinar al hipermercado más cercano.

Inaki Lancelot
Inaki Lancelot
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
28 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una comedia romántica, con algún ribete dramático, en un restaurante belga el día de San Valentín. Lo regentan dos hermanos, uno chef con una hija preadolescente y su hermana Pascaline, ayudantes de cocina y un camarero. La trama empieza a desarrollarse cuando van llegando los comensales al restaurante, matrimonios, una mujer sola, un hombre que espera su cita de internet, parejas de novios y sobre todo un ex amor de la dueña del local, que hacía 23 años que no veía, que reaparece con una sorprendente propuesta para ella. Allí empiezan a dar vida a las historias de cada uno de los comensales, con sus rollos, penas, angustias, alegrías. Hay algunos diálogos irónicos y graciosos, otros medio tontos, disparatados otros, siempre con una atmósfera fría, (lástima que se acuerden de poner música de fondo después de la mitad de la película), esperando más chispa, sólo ofrece tensión en alguna escena específica pero sin más.
Es agradable de ver, podría haberse sacado más jugo de los personajes, las actuaciones son buenas y correctas. destacándose la dueña del restaurante, Pascaline, pero no te ofrece nada más. No tiene la envergadura ni la estructura de una comedia americana (que tampoco garantiza que vaya a ser buena), pero tampoco desentona, cumple bien, te saca alguna sonrisa y entretiene.
Carolina
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
15 de febrero de 2015
Sé el primero en valorar esta crítica
Relata diversas historias de amor que confluyen en un restaurante.
Guión lleno de tópicos, sin mucho interés aunque desarrollado de manera digna.
Bien interpretada por sus actores.

Fotografia del montón.

Una película agradable pero totalmente prescindible.
Solidad
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
25 de febrero de 2015
Sé el primero en valorar esta crítica
Para quienes pensamos que la cocina es una habitación inútil en una casa, una película de ambiente culinario es como si nos estuvieran hablando de ciencia-ficción. Ése es, pues, el contexto entre fogones en que se mueve Brasserie Romantiek (2012), de Joël Vanhoebrouck, una película belga (sí, más allá de Bruselas existe un país), que se une a otras del mismo país que han llegado recientemente a nuestras pantallas, como Hasta la vista (2011), de Geoffrey Enthoven, parcialmente rodada en Torremolinos y con título original en español, basada en hechos reales e inmensamente humana, galardonda como mejor película en los Festivales de Valladolid y Montreal, Premio del público a la Mejor película europea en los Premios del cine europeo; o Dos días, una noche (2014), de Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne, basada en varios cientos de millones de historias reales, y que cuenta también con un impresionante glosario de nominaciones y premios internacionales, de los que sólo mencionaré los Premios Guldbagge a la Mejor película extranjera, o el de Mejor actriz a Marion Cotillard en los Premios del Cine Europeo.

Situadas mínimamente, pues, las coordenadas culturales, podemos referirnos ahora a las temáticas, de las que la cocina constituye la principal, y se inspira, por lo tanto, en un amplia muestra de películas del mismo género, de las que recordaré El festín de Babette (1987), de Gabriel Axe, Como agua para chocolate (1992), de Alfonso Arau, Chocolat (2000), de Lasse Hallström, Chef (2014), de Jon Favreau, o la castiza Fuera de carta (2008), de Nacho G. Velilla, entre una lista que es extensísima, si bien no todas las producciones de la misma calidad, obviamente. El lado perverso de la gastronomía lo constituye, sin duda La gran comilona (1973), de Marco Ferreri.

Algo que sí ofrece de diferente Brasserie Romantiek sobre las producciones más recientes de temática similar es que lo que sucede en el comedor es tan importante o más que lo que ocurre en la cocina, que cumple la función de realidad entre bastidores. No se trata, por lo tanto, de una desazón de chefs por lograr el mejor plato o subir en la jerarquía de las guías especializadas al respecto, sino de las vivencias de los clientes del restaurante. En ese sentido, podría parecerse algo a El festín de Babette, donde las secuencias de los comensales son esenciales, pero en la película de Vanhoebrouck lo verdaderamente interesante es todo el juego de relaciones en cada una de las diversas mesas.

Se trata de la cena del Día de San Valentín y se ofrece una cena sólo para parejas, entre las que hay de todo: historias que se mantienen, aventuras contra natura, el recuerdo de viejos amores, amores de internet, matrimonios que han terminado, relaciones que se desvanecen, ilusiones que no cuajan, interacciones con la plantilla del restaurante, etc. Si bien, de manera cuantitativa, predominan los finales desgraciados, por lo que bajo un tono de celebración aparente, asistimos a toda una galería de desacuerdos de pareja, por lo que, lo que comienza con un tono agradable se encamina hacia finales más bien sombríos. Caramelos con corazón amargo, pero no podemos aplicar en propiedad la etiqueta de tragicomedia, sino que se trata más bien de una comedia dramática en una noche en que San Valentín se sentía poco motivado, estaba con la depre, o simplemente se sentía guasón.

Y podemos así aproximarnos a esta película bajo la óptica de los filmes con protagonismo colectivo, que es lo que realmente ocurre en ella, así como dos piezas esenciales de la piel de todo, como La colmena (1982), de Mario Camus, Tiovivo C. 1950 (2004), de José Luis Garci, y por supuesto Short Cuts (1993), de Robert Altman . Cabe señalar, sin embargo que en el caso de Brasserie Romatiek, se eluden los espacios abiertos y se limita casi todo al salón comedor o a la cocina.

Y hasta ahí puedo contar, no porque no quiera desvelar datos de la trama, sino porque realmente no hay nada más que contar.

Al iniciar esta saga de artículos me propuse hablar sólo de las películas que me gustaran, y es lo que he hecho con todas las que he citado en relación con Brasserie Romantiek. Por eso he citado tantas, y otras muchas que se han quedado en el tintero.

Ay, ay, ay, si es que ya ni San Valentín es San Valentín, ni las tragicomedias son tragicomedias, ni los corazones son como los que cantaba Willy de Ville. Total, que me van a permitir ustedes que, en cuestión de escenas de ambiente culinario, me quede con la de Meg Ryan y Billy Cristal en Cuando Harry encontró a Sally (1989), de Rob Reiner.
Fco Javier Rodríguez Barranco
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow