La prisionera

Una vez más se cumple la regla de que las ultimas películas de los grandes directores no suelen ser precisamente las mejores. En su primera (y última) película en color, Clouzot se adentra en el mundo del voyerismo y el sadomasoquismo, aunque a veces da la impresión de que todo es una simple excusa para poder desarrollar su pasión por el arte cinético (muy en boga en los años sesenta) y sus derivados cinematográficos, lo cual ya intentó en su inacabada y frustrada película anterior (que se iba a llamar El Infierno). Por lo demás, la película se deja ver, pero está lejos de películas como Las Diabólicas o La Verité.

Clouzot en su última película, moderniza y deconstruye uno de sus temas preferidos: los amores tormentosos.
Lo peor: le pasa lo que a casi todos los que han retratado este tipo de temas, a la hora de cerrar la historia les quedan tres caminos: el cursi, el trágico o el policial, en general ninguno termina siendo del todo satisfactorio. Clouzot elige el primero, raro en él que casi siempre se decantaba por lo trágico en sus melodramas amorosos. Hay una incapacidad en enfrentar el tema, en darle mayor profundidad, todo se siente como a medias, y los tres protagonistas tiene una evolución bastante incoherente, sobre todo Stanislas, que termina desdibujado por completo.
Lo mejor: para un hombre de más de 60 años, que se había formado en otra manera de hacer cine, intentar absorber una manera de narrar diferente, y meter escenas muy potentes e intensas con muchos colores, siendo que esta era su primera película a color, también experimenta con los sonidos, etc. Hay que reconocer que el tipo se arriesgó todo lo que pudo en lo formal, e incluso elegir un tema como el sadomasoquismo también, aunque no esté muy bien retratado que digamos, pero 55 años después tampoco saben cómo hacerlo, esta por lo menos es mucho más decente y adulta que los bodrios eróticos como 50 sombras de Grey.