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Reverón

Drama. Romance Se trata de una historia de amor que transcurre entre 1924 y 1954 a la orilla del Mar Caribe donde descubrimos el universo del gran artista plástico venezolano Armando Reverón, su relación con Juanita su musa e inseparable compañera, los amigos que los frecuentan, la construcción y recreación de los objetos que forman su mundo, su obsesión por la luz del trópico que lo enceguece. Veremos el desarrollo de su enfermedad mental y el ... [+]
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
18 de agosto de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un film que invita a navegar atravesando mareas turbulentas y luces embravecidas; dejarse invitar al teatro alucinógeno de la vida del maestro Reverón ofrece el tiquete para internarse en viajes oníricos con destino a otros mundos inflamados de insólitas danzas en libidinosas fiestas, donde las cadenas dejan oír dolorosos anhelos de libertad.

Los tormentos de este artista son materia prima de su exótica obra; sus goces delinean los planos del enclave que fundó su desaforada imaginación. Reverón creó un nuevo mundo, lo pobló con sensuales muñecas de trapo, con los fantasmas que lo aturdían, con la vocación que celebraba a diario a través de rituales místicos-lascivos. Sus rutinas masturbatorias aunadas al amor tragicómico por su mujer disputaban el tiempo a su producción artística, tan prolífica como retadora.

Sus trazos de genialidad no eran negociables, tampoco su honesta amistad. Compartía pero no vendía; eso no lo puede perdonar el Estado ni sus manuales de buenas costumbres; si hubiera agradecido con adulación los premios, seguramente no lo habrían internado a la fuerza en esos centros para torturar espíritus denominados institutos psiquiátricos; seguramente no hubieran sancionado su ingenio, no habrían intentado amarrar sus dones, no lo hubieran sometido cruelmente al imperio de la cordura gris.

La fotografía retrata la alucinación que destella una biografía apasionante; no urge conocer la fidelidad del guión con la vida y obra de Armando Reverón; sería desconsiderado con esa otra gran obra que resulta ser el film. Los diálogos fluyen desprovistos de pretensiones frusleras anclándose a una narrativa tierna y salvaje al mismo tiempo; el lenguaje se torna cálido y luminoso como mensajes entre amigos entrañables, como los que se dejan ver participando en los delirios del loco de Macuto: sin vanos juicios morales, incluso conociendo sin prejuicio sus perversiones. Éstas se afincan en las voces tortuosas del padre que transmite la brisa salina, versiones del padre, pero también otras versiones del mundo, de la sociedad, del poder, del amor...sub-versiones.

El film es otra versión performativa del espíritu iconoclasta del mago, chamán y artista. El trabajo de actores y la recreación escénica de la aldea real-imaginaria donde vivió sus luchas Reverón (su Castillete), logra trasladar el gran sentimiento y la atracción por las luces del caribe del pintor.

Además de la extraordinaria actuación del protagonista Luigi Sciamanna , bueno es ver participaciones tan sobrias como dicientes en los personajes interpretados por Antonio Delli, Adrián Delgado, Mirtha Borges, entre otros. Si algún homenaje hace el director, no es a una sucesión de datos biográficos, es a la locura, aquella disposición de visiones del ánimo que aparte de iluminar la realidad y colorear la triste cordura, permite revolucionarla y proponer un mundo mejor, dibujado con matices liberadores. Todo acto ingenioso responde a un llamado de locura; la trascendencia de los actos humanos en la historia han sido impulsados por ese más allá, por ese ímpetu visionario de quien transita lo real sin desatender sus símbolos, sin dejar de imaginar. Ello hablando de la locura irreverente, reveladora, a lo Reverón. Otra cosa es la locura encubierta de quienes suelen traicionarla para percibir beneficios del sistema de control a que se pignoran. La salud de todos no sin la locura de cada quien. Reverón es un nombre muy sonoro, que indica revelación, que se conjuga con la irreverencia; su locura no tuvo precio, por eso lo encerraron en un manicomio. En los mensajes de sus imaginarios portentosos encontraba lo-que-cura: su arte: es así: su arte lo-cura: "a mí la pintura me salva y me cura". Se abona que no hayan querido encasillarlo en estructuras clínicas, que no lo hayan mostrado como un demente “psicoseccionado”, aunque sí enarbolan su locura. Ocurre que esa locura irredenta es la composición del gran cuadro de la vida de Reverón que nos aporta el film.

Otro aporte destacable es la iluminación, teñida de tonos añejos, sepia, pero resaltando claroscuros, para luego capturar los colores febriles del caribe, así como la fuerza y serenidad de su azul; tal esfuerzo refleja la complejidad psíquica del artista y consecuentemente su agradecimiento a la luz: "todo es luz, el teatro es luz, la pintura es luz, la música es luz" . La locura siempre ha sido reprimida por temor a que ilumine los tiempos que se transitan.

Es una alucinante película que habla de la bella locura de un pintor en su santuario-teatro, El “Castillete” que él mismo erigió; su magia y su arte. El teatro para los tormentos de Reverón donde “se pinta como danzando” revela la maestría iconoclasta y al tiempo devota de nuevos símbolos, de un pintor o mejor Artesano, para quien el mejor lienzo es el cuerpo de una mujer, y el acto de pintar, un proceso dramatúrgico. En el teatro-Castillete se pude escenificar desde un permiso para amar disfrazando a un mico de sacerdote, hasta una sociedad que como norma, organiza orgías semanales. Un teatro erótico para bailes carnestoléndicos alrededor de la muerte. Verla sin pre-juicio, jugar a descubrir algo en ella, produce la magnificación de lo inesperado: cuando sólo se espera un docu-drama a través de un canal público de tv, en una mustia noche de viernes esperanzada sólo en el sueño, de un sacudón puede extinguirse el tedio, al visionarse una expresiva película, imponente en su relato, que incita a datarla, a promocionarla, a reseñarla.

Se puede ver en “Reverón” una puerta abierta a la imaginación sin trabas, aún a través de los muros de la cárcel para la imaginación que representan los manicomios; allí el Artesano de la luces del caribe, pintó su escape, su puente a la libertad, tal como los pintaba en su aldea y tribu reales-imaginarias, sobre el fique, bajo la lluvia y meciéndose en un columpio. Es una película Fantástica, delirante, dolorosa, onírica…
LEONDELPLATA
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20 de abril de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mas destacable de esta cinta es la interpretación del protagonista, increíble el personaje que construyo, si esta película fuera gringa estaríamos de seguro ante el próximo ganador del Oscar, solo por esa actuación vale la pena verla

Del resto, hay cosas que no me terminaron de convencer como la duración, muy larga, mucho metraje gratuito que no se justifica por que con 30 minutos menos de duración se puede contar todo lo que se cuenta sin ningún problema, lo otro es ese desfile de personajes que van pasando a lo largo de la película y que no aportan mucho a la trama, solo son relleno, a mi modo de ver el personaje que mas aporta sacando a los 2 protagonista es el de Oscar Yanes que por medio de la escena de la entrevista ayuda a explicarle al publico la personalidad del atormentada pintor

Pero en conclusión, con todo que no soy amante de los biográficos, la mejor de este genero en lo que va de fecha en el cine venezolano
Seijas
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28 de abril de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
«La pintura, el cine, la música, todo es luz…».

La locura, siempre ha podido ser diagnosticada sin reparos en aquellos individuos que, por ciertas conductas o pensamientos recurrentes, se diferencian parcial o absolutamente a la mayoría aceptada y reconocida. La genialidad, se atiene al mismo concepto básico; personalidades distintas que, en vez de ser rechazadas y recluidas a habitaciones blancas, son rechazadas o no, pero siempre permanecen profundamente respetadas, a lo menos. Es así que realizar una distinción entre genialidad y locura, es, para muchos, una cuestión demasiado subjetiva; o, por otro lado, demasiado dicotómica.

Sin embargo, es una cuestión que llega a la mente de manera indudable para aquél/aquella que ve con suficiente interés la obra de Diego Rísquez del 2010, titulada simplemente, y con la mayor fuerza poética, «REVERÓN». Una obra que, al menos, pone en duda, la percepción de la realidad que se tiene sobre las cosas ¿Por qué? ¿Acaso transcurre con varios discursos filosóficos? ¿Escenas dramáticas que se sirven de una nostalgia por lo que nunca se vió? El único discurso que dice el propio protagonista se resume en esas tres palabras: todo es luz. Y, aún así, en sus lágrimas, por la falta de comprensión del resto en lo que respecta a lo que él verdaderamente sentía por su arte, es cuando uno comienza a vislumbrar esa duda que lo deja a uno inválido, deshecho, postrado frente a la cuestión que, si se resolviera, evitaría muchas nostalgias y sufrimientos: ¿Qué distingue a la genialidad de la locura? ¿Su manifestación? ¿Su expresión?

Pero «REVERÓN» es mucho más que el retrato singular de un artista subestimado con creces, es el intento de un rapto. Sí, Rísquez intentó con maestría el rapto de nuestra atención, e incluso de nuestra voluntad… Sin importar que el público fuese extranjero o nativo, aparte de cuestionar la percepción sobre las cosas en lo que respecta a los juicios que se puedan construir con base a determinadas ideas o conductas, plantea el desinterés y la crueldad con la que se pretende rechazar o ignorar lo que verdaderamente le es común a uno; el arte propio o aprendido, que se manifiesta desde y en las entrañas de la tierra propia, donde uno pertenece, por haber nacido dentro de ciertos límites geográficos. Y este último planteamiento no se hace directamente, eso es cierto; es más una idea que surge cuando, al ver la originalidad/genialidad del personaje que se intentó describir en la obra, puede reconocer uno la propia ignorancia o indiferencia que generalmente aplica a las cuestiones referidas a las ideas surgidas y desarrolladas en las personas que, vivieron o aún lo hacen bajo un mismo territorio. Y no es cuestión de mero patriotismo, sino de la justa apreciación que debería de tener cualquier manifestación artística, sin importar la región geográfica a la que pertenezca su autor(a).

Por otra parte, hay un discurso pronunciado a través de la actuación de Sciamanna, y es uno que se podría atribuir a numerosos artistas esteticistas que, explican el por qué del sentir de Reverón con su pintura, a través de sólo una frase: el arte por el arte. Es decir, bajo la óptica de este pintor y otros artistas, el arte sólo debería darse con el fin de exaltarse a sí mismo; y, bajo esta perspectiva, es más que aborrecible la idea de crear algo, pensando sólo en la retribución económica. ¿Debe entonces vivir el poeta del aire con el pronuncia sus versos? ¿Debe el pintor vivir de la luz y la oscuridad que inspira sus cuadros? ¿Debe el músico vivir del baile que se provoca a sí mismo, con sus melodías? No, eso tampoco es lo que se quiere decir. Es esencial que se pueda tener cubiertas las necesidades básicas propias, pero, lo que sí se proclama con firmeza, es que no se puede pretender vivir del arte; porque éste en sí mismo, es una necesidad que requiere ser cubierta, y no debiera ser asumido condicionalmente como un medio para satisfacer las otras necesidades que se pudiesen tener.

[Continúo en «spoiler»...]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sebastian Arena
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10 de junio de 2016
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Cuando te metes a una sala de cine y no sabes de que va la película, entonces pueden ocurrir dos cosas, la primera lamentarse por no haber leído la sinopsis del filme, ni haber buscado una filmografía de su director, de su elenco, de su equipo de rodaje. A tragar por casi dos horas la osadía de la ignorancia. La segunda y la más extraña es toparse con un mundo abierto, y empezar a preguntarse ¿Quién es este director? ¿Este personaje será real? ¿Qué carajos es esta película tan maravillosa? Reveron sin pensarlo mucho cae en la segunda categoría. Mi primer contacto con el cine venezolano me deja un sabor de boca riquísimo (aun ando en busca de Pelo Malo), porque la distopia y la singularidad de lo que se cuenta en el filme y como se cuenta, tomo toda mi atención. Debo confesar que al inicio me costó conectarme con la historia, pero luego las excentricidades del personaje central (gran actuación de ) me fue metiendo poco a poco a un mundo lleno de utopías artísticas, visiones románticas y discursos de desapego mundano. Ahí es donde Risquez copiando un poco el estilo de dirección de Jodorowsy pega en el clavo narrativamente, el filme es una visión personal sobre uno de los artistas más interesantes de Venezuela. La naturalidad de las actuaciones, la falta de ostentosidad en la puesta en escena, la química de los personajes, el buen y puntual humor hacen de Reveron un filme que vale todo lo que ofrece. Hacia el final del filme queda la satisfacción de ver un buen producto, pero además de dejar conocimiento, porque la mayoría de veces el buen cine nos deja nuevas cosas que aprender.
CINELOCURA
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