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Reyes y reina

Drama. Romance. Comedia Simbiosis de tragedia, comedia y melodrama que muestra la historia sentimental de Nora (Emmanuelle Devos), una madre burguesa que lleva una galería de arte, y de su antiguo amante, un violinista (Mathieu Amalric). (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
28 de diciembre de 2006
33 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última película del francés Arnaud Desplechin comienza con una elegante secuencia en la que una dama de buena posición desciende de un taxi en medio de un luminoso bulevar parisino bajo los acordes del mítico Moon river. Nora se muestra sonriente, segura de sí misma, y empieza a hablarnos en una voz en off completamente mansa, casi melosa, como si se encontrara en el momento de mayor tranquilidad de su vida, como si nada enturbiara su felicidad y se dispusiera a vivir sin sobresaltos el resto de sus días. Nos resume en un par de frases la historia de su vida, sus tres relaciones de pareja, su hijo huérfano antes de nacer, su actual posición dominante respecto a su inminente esposo... Todo parece indicar que el tiempo ha asentado las cosas y Nora puede dedicarse a disfrutar y vivir con absoluta tranquildad.


Sin embargo, nada es lo que parece en esta película que nos habla, con una sinceridad aplastante, de lo falso de las apariencias, de las murallas que nos construímos para sobrevivir, intentando negar aquello que nos persigue y nos hace un daño irreparable, del peso de la memoria, de la conciencia, de nuestros sueños reprimidos, del amor... (Spoiler 1).

En paralelo a la historia de Nora se nos cuenta la de su segundo marido, Ismael, que ha sido recluído en un centro psiquiátrico por razones que en principio desconocemos. Pero a Desplechin no le interesa ocultarnos información o provocar algún tipo de suspense argumental; él pone todas las cartas sobre la mesa y nos introduce en los sentimientos más íntimos de los dos protagonistas. Para ello juega con el espacio y el tiempo, fragmenta los planos y utiliza todos los recursos formales que el cine pone a su disposición con el fin de que podamos comprender mejor a dos almas que debaten sobre la existencia de su propia alma. Conforme avanza la película vamos comprendiendo cómo es posible que esos dos personajes, en apariencia tan contrapuestos, hayan sido pareja en algún momento de su vida.

Reyes y reina es una película sobre la soledad y la necesidad de comunicarse. Está poblada de fantasmas, de verdades y mentiras sinceras, donde la comedia y el drama se engarzan de manera invisible, donde se nos muestra la vida en su más pura esencia, donde parecen confluir todas las virtudes del cine francés surgido tras la Nouvelle vague, y donde podemos atisbar la auténtica emoción como único elemento narrativo.

(Spoiler 2)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Daniel Quinn
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4 de noviembre de 2007
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra vez el cine francés, espero que no me oigan, dándonos una lección. Sí, para todos los que pensaban que el cine ya sólo se podía justificar mediante alardes técnicos, investigación formal y cosas por el estilo, para todos a los que no se les ocurre otra cosa que revisar obras anteriores adaptando los peinados de los personajes para actualizarlos a la moda del momento. Van los jodidos franceses y nos plantan esto en la cara. Oigan señores, que todavía quedan historias por contar, que están ustedes ahí dándole la última vuelta de tuerca al dramón de medio pelo y se estaban dejando este guión en el trastero.

Comedia, drama, romance, dureza, sensibilidad, belleza... lo tiene todo.

La historia, los personajes, evolucionan de forma coherente y al unísono. La transformación de las relaciones, muy especialmente la de padre e hija, están llevadas con tanta inteligencia que en ningún momento nos sentimos ante la típica película para trapecistas dando volteretas y giros de guión a cada cual más inverosímil.

Un defecto, quizás el personaje de Ismael sea un poco excesivo, aunque las conversaciones de la parte final con el niño no tienen desperdicio y no estarían de más como complemento a esos cursos que proliferan para padres novatos.

En fin, felicitaciones a director, actores/actrices, guionistas, productores...


PD: ahora viene el típico sabelotodo, se saca una versión original de no sé donde y me jodió la crítica.
ibán
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8 de agosto de 2008
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante aunque muy extraña mezcla de drama que se rompe con toques de comedia, donde se tratan varios temas y se da vueltas a la realidad de la enfermedad terminal, las relaciones famliares y las dificultades de las relaciones de pareja. Se trata de un largometraje que se hace largo en su última media hora final y éste es quizás su peor inconveniente, porque el resto no deja de tener interés. Hay escenas de fuerte carga emocional y sobresale la interpretación de un esforzado Mathieu Amalric. Habrá que estar atentos, si es que tenemos la suerte de que llegue a estrenarse, a su última obra, "Un conte de Noel".
enyel
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22 de enero de 2010
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, esta vez me ha tocado practicar el arqueamiento de cejas con Desplechin, que me maravilló con Un Cuento De Navidad pero que aquí me ha dejado un tanto frío. Aquí el francés reincide en sus camas redondas de tragedia y comedia pero con mucha menos fortuna. Desplechin abusa del exceso, de las peculiaridades de sus personajes y de su propio ingenio, que aquí no luce tanto y puede llegar a irritar en ocasiones. Su sana afición a los maremotos familiares brilla aquí con menos fuerza y sus hachazos emocionales resuenan más flácidos, y en este punto incluso tendría que llamar la atención al cuarto árbitro por el posible uso del calzador en determinados momentos. Mucho menos eufórica y más reposada que Un Cuento De Navidad, y curiosamente menos fluida, más desequilibrada e irregular, uno va advirtiendo poco a poco, y con contundencia en la media hora final, que Desplechin deja aflorar aquí su lado más, no diré moral, pero sí didáctico, y pocas cosas hay más desagradables que un franchute con una cámara dándoselas de didáctico, Dejad De Quererme es un ejemplo que todavía me invita a la cólera cuando la recuerdo. Aunque Desplechin lo lleva bien, hay que reconocerle el talento, a pesar de que en esta ocasión su labor tras los mandos, con ese estilo fraccionado de montar las secuencias, con microsaltos de un segundo, cambios de plano continuos que me parecieron aleatorios más que incisivos y la ocasional cámara al hombro, no me ha dejado satisfecho en absoluto, no. Ni la peculiar, peculiar es la palabra, utilización de la música, que a pesar de todo va a la par con el conjunto. Las dos horas y media que en Un Cuento se me pasaron en un suspiro aquí me han pesado más de la cuenta, aunque el personaje de Almaric, de nuevo la rutilante estrella de la función, tan histriónico y excesivo como en aquella, aligera la carga con sus salidas de tono, como cuando preguntado por una psiquiatra, una testimonial Deneuve, por su definición del alma, éste responde, exaltado, una polla y dos huevos, eso es para mi el alma. Con todo, el conjunto es interesante, no cabe duda. Por lo pronto, me guardo la guillotina, le concedo al tipo el crédito ganado, y me lanzo a por Esther Kahn.
Peter Gabriel 77
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16 de julio de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ismael (Mathieu Amalric), tras una visita de unos médicos, es conducido a un hospital psiquiátrico. Lejos de ahí, en Grenoble, Nora va a visitar a su padre, hospitalizado en urgencias, le diagnostican un cáncer terminal. Nora quiere volver a París para dejar a su hijo y regresar a Grenoble antes de que su padre muera; quiere encontrar a toda costa a Ismael. Ahí es cuando los dos personajes, Nora e Ismael se van a cruzar.

“Me gustaría que fueras su padre”, esa es la propuesta de Nora a… (No digo más para mantener el suspense).
“No soporto que me sobrevivas”, declara (de nuevo, no digo para no desvelar) en su testamento vital., en una de las escenas más frías de la película.

Película montada en varios planos: Nora y Amalric; presente y pasado; París y Grenoble; hospital del padre y hospital de Amalric.

Ese baile crea en muchos casos confusión (o complejidad innecesaria). La cámara en mano no ayuda a facilitar la comprensión.

Porque, al final, ¿qué nos quieren contar? Son personas que buscan afectos, una familia no tanto de sangre, sino afectiva. Hay que saber dejar el pasado atrás; siempre nos quedan los recuerdos, como le dice Ismael al pequeño Elias.

“Ahora estoy en paz”, declara Nora al final, cuando ha aclarado su relación con el padre y con Ismael (su antigua pareja). Lo declara frente a la cámara, como al principio. El círculo se cierra, la cámara ha sido el testigo de esta historia de búsqueda de amor, que puede provenir de padres, maridos, hijos, amantes… Y como fondo, suena “Moon river”.

Emmanuelle Devos es clara, dulce y luminosa. Mathieu Amalric, un poco exagerado, pero carismático.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Francesca
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