Ley de raza

"La playa de las seducciones" y "Ley de raza" componen la escueta filmografía de José Luis Gonzalvo en el campo del largometraje. Aunque son dos películas muy diferentes en el tono y en el ritmo coinciden en algo y eso es lo profundamente detallista que es la puesta en escena de Gonzalvo quien procura también en "Ley de raza" no desaprovechar ninguno de los elementos que componen cada fotograma hasta el punto de que muchos de estos fotogramas constituyen estampas estéticas dignas de ser admiradas por el espectador que se interesa por esta rareza. A todos los elementos tanto del paisaje como de las escenas de interiores con cierta insistencia en los planos de gente comiendo tortilla de patatas o huevo frito les saca Gonzalvo un sentido estético adicional. El estilo narrativo puede parecer desangelado en los primeros momentos pero luego va sorprendiendo poco a poco pues tiene una serenidad muy particular y además no aparecen esos excesos en los que pudo caer dada la naturaleza del argumento. Se evitan los tópicos que no podian ser ajenos al tema del amor truncado entre un campesino y una gitana. Incluso el tema del amor contrariado por causas ajenas que ha sido tan tratado está abordado aquí con más acierto que en producciones españolas que son más famosas. Película especial con un reparto muy bien manejado además.

Sencilla, al menos en apariencia, película española de finales de los sesenta, narrada con corrección, bastante fragmentada por numerosos y continuos flash-backs, para ir conociendo a los diversos personajes y lo que aconteció en el pasado para comprender el actual estado de ánimo del atribulado protagonista.
José Luis Gonzalvo, el realizador, merece el respeto del espectador pues la cinta es muy digna, pero en mi opinión algo parca en cuanto a intensidad dramática, por lo que su interés es grande pero los resultados finales, relativos.
No creo que al final convenza a la mayor parte del respetable, quien ve una película digna, seria, muy sobria, pero sin que le apasione en ningún momento ni haga suyos los personajes, algunos presentados algo superficialmente.
Bien los intérpretes, excelente escena del baile entre Antonio y La Chunga y mejor el aspecto técnico del filme, con una bella fotografía de Francisco Fraile e imágenes de los lugareños del pueblo de Daroca, Zaragoza en sus quehaceres habituales.

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