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Viaje sin destino

Comedia La agencia de viajes "Panorama" tiene graves problemas financieros, pero a uno de sus empleados se le ocurre una original idea: organizar viajes sorpresa cuyos usuarios ignoren el destino. El primer grupo de turistas va a parar a una misteriosa mansión, donde no sólo empiezan a suceder hechos extraños, sino que uno de los viajeros es asesinado. (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
21 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más, ¿podemos prescindir de las alusiones explícitas o implícitas al franquismo cuando se juzgan películas rodadas desde 1939 a 1975? ¿No es mejor ver el cine como solo cine?
Es el caso. Una comedia de corto metraje, puro juego, simple entretenimiento, que no es poco. El viaje de ese autobús turístico, que asegura el miedo a los participantes, es una buena invención de José Santugini, aquí guionista, realizada por la mano, ya experta, de Rafael Gil.
Como no hay mucho metraje, Gil va al grano, lo que es una virtud encontrar de esa morosidad innecesaria tan propia de mucho cine que se hace hoy.
Antonio Casal demuestra una vez más su versatilidad, su gracia, su capacidad para hacer verosímil la ocurrencia más inverosímil, como hizo también en “En el hombre que se quiso matar”.
Cuando escribo esto la película tiene más de setenta años, pero resulta más fresca que muchas de estos últimos años. Y sin necesidad de culos-tetas-pollas y de decir cada dos por tres “de puta madre”.
yoparam
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4 de mayo de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una agencia turística que organiza viajes empieza a tener problemas de financiación. En este punto, a uno de sus empleados se le ocurre la original e insólita idea de programar viajes sorpresivos, en los cuales, los turistas ignorarán su destino. Cuando se lleva a cabo el primero de estos grupos, todos van a parar a un recóndito caserón donde acontecen hechos extraños.

Ya he comentado otras películas de uno de nuestros cineastas más importantes de los años cuarenta y cincuenta que fue Rafel Gil, como El clavo, 1944; o Camarote de lujo, 1957.

Pues bien, en esta película consigue Rafael Gil un cuasi imposible, que es mezclar el sainete costumbrista español con el cine gótico propio de los estudios norteamericanos. Lo hace de una forma divertida y sorprendente. Es una de sus primeras películas, pero ya tenía un gran bagaje cinematográfico. Había hecho su primer film, “El hombre que se quiso matar” (1942), y después la “Huella de la luz” (1943), dos obras por las que fue muy reconocido. Estas películas crearon un género, una formulación de “cine-comedia-dulce” en la que se quería transmitir en aquel tiempo de posguerra, que la juventud podía prosperar, que se podía labrarse un futuro feliz.

Sin embargo, con esta película que ahora comento, hace algo diferente que rompe con sus obras precedentes, hace una especie de juego de espejos, una film castizo-fantástico que según Gil pudo hacer sin coacciones y que fue fruto de sus sueños largamente guardados, como él mismo declaró.

Jugó un papel muy importante en esta película el gran guionista José Santugini, un hombre casi desconocido en nuestro cine pero que sin él no podríamos entender el cine de posguerra y no podríamos entender el cine de Ladislao Vajda. A pesar de formar parte de la saga de humoristas de la generación del ´27 (como Jardiel Poncela, Edgar Neville o Miguel Mihura), la carrera cinematográfica de Santugini (“Una mujer en peligro”, 1936) se vio interrumpida con la Guerra Civil en 1936, lo que paró el estreno de esa película e interrumpió su breve trayectoria de director. De manera que a partir de los ‘40 se reinventa con esta cinta a modo de guionista con referencias al cine hollywoodiense, donde estrena su primer y magnífico guión.

Esta película sirve a modo de tratado del cine de la época que mezcla géneros canónicos como la tradición española del sainete costumbrista, el cine norteamericano basado en la comedia de enredo -un género escapista ante tanta adversidad como se vivía entonces-, y hay también cine romántico y elementos del cine mudo o intriga policíaca..

En el reparto tenemos a Antonio Casal como excelente protagonista en su categoría de ser uno de los grandes galanes del cine español, con gran físico y llevando toda la comicidad de la obra, muy bien acompañado por Luchy Soto, que ya en esos momentos era toda una estrella, y unos maravillosos secundarios que son los que le dan el tono a la película.

El gran valor de la película es su sentido del humor y la comicidad que se mantiene setenta y cinco años después. Es una película divertida y entretenida. Por supuesto que hay que hacer abstracción del régimen político en que se hizo la cinta. Además, tampoco encierra mucha carga ideológica. Es una obra en esencia de esparcimiento con una buena música de Juan Quintero, excelente fotografía en blanco y negro de Isidoro Goldberger y cuidada ambientación y puesta en escena.
Kikivall
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23 de junio de 2019
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Una película que asimila con gracia y cierto talento las influencias de films norteamericanos que mezclaban el terror con el humor de esos que se realizaron especialmente en los años 30 pero sin perder la esencia típica de lo español en la plasmación del atractivo proyecto que era relativamente novedoso dentro del cine español de aquel momento. Así la historia de unos pasajeros perdidos que deciden alojarse en un sitio aislado está llevada con ingenio y habilidad por lo que la condición de sucedáneo de la obra queda dignificada por haber conseguido paradojicamente un resultado personal y es que Rafael Gil ha sido un cineasta irregular pero con más títulos atractivos dentro de su filmografía de lo que parecía en principio. La importancia de Gil en la historia del cine español es ahora indudable y hasta incluye obras maestras como "Una mujer cualquiera". "Viaje sin destino" está protagonizada por dos estrellas de moda en esta fase del cine nacional y están acompañadas por secundarios eficaces que intentaban ofrecer al espectador ingenuo de la época un entretenimiento digno. Pero el encanto que tiene esta curiosa realización se mantiene actualmente y esto hace que el film pueda interesar no sólo a quien sienta curiosidad por el cine español de los años 40 sino a un tipo de público más amplio ya que el film no aburre y tiene los recursos necesarios para que a quien lo visiona le pueda parecer especial.
Cromatico
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26 de junio de 2022
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La agencia de viajes está al borde de la quiebra. El solemne consejo de administración está reunido en la sala de juntas y toma una arriesgada decisión, llamar a uno de los últimos empleados para escuchar su propuesta.
Se trata de un aficionado a las novelas baratas de miedo, Federico Poveda (Casal), que propone una idea bastante original. Una idea que hoy triunfaría sin duda, y si no que se lo pregunten a la Orquesta Mondragón o al tren de la Bruja.
Algo así como en "El gran salto" (J. y E. Coen, 1994), solo que aquí el presidente no se lanza al vacío desde la ventana ni se inventan en hula-hop, se trata simplemente de organizar viajes de auténtico terror.
Estamos ante una comedia de enredo desarrollada a través de un guion bastante flojo en el que sobran en nuestra opinión las escenas iniciales del ligue en la playa o en la pista de patinaje con la bella Rosario (Soto).
La verdadera trama comienza con el viaje de ocho personas en autobús que acaba en un tétrico hotel solitario en medio del bosque. Por momentos recuerda un poco la célebre novela de Agatha Christie, por cierto publicada por primera vez solo tres años antes del estreno de la cinta.
Naturalmente, hecha con la extrema modestia de medios que disfrutaba el cine español en plena posguerra.
La película alterna con gracia los momentos cómicos con los de un "terror" de andar por casa.
Lo mejor es la interpretación de los actores que mantienen en todo momento el interés del relato.
Una obra digna, que entretiene. Desde luego muy recomendable para los estudiosos de nuestro cine. No tanto para quienes deseen pasar un rato a carcajada limpia.
Lafuente Estefanía
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16 de octubre de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antonio Casals es un empleado de una agencia de viajes al que le aceptan la iniciativa de organizar un viaje sin programa pero que promete que se pasará de miedo. Se publicita la oferta en prensa y ocho viajeros se apuntan al viaje hacia un destino misterioso. Los personajes acaban en un apartado caserón donde se suceden los fenómenos inexplicables. En este sentido, quede avisado que no vamos a alucinar con los efectos especiales que, comprendámoslo, estamos hablando de una producción recién finalizada la guerra.

Con este escenario se ensayan diálogos y situaciones de escasa complicación pero que dibujan magníficamente el plantel de actores que está soberbio, haciendo convincentes sus personajes y salvando los trastos de tan pánfilo guion. Sus actuaciones es lo único que podemos disfrutar de esta nadería que, está claro, se confeccionó como producto de evasión para unos espectadores inmersos en una terrible posguerra y que por eso evita cualquier atisbo de miseria, necesidad o reflexión social. Gente despreocupada interpretando un sainete.
Producto adecuado para su propósito y que hoy podría contemplarse solo por curiosidad y también para despejar la cabeza de las preocupaciones cotidianas.
telemendenge
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