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Maquis

Drama Homenaje a las mujeres de la posguerra ambientado en la rebelión de los montes por parte de los maquis en los años posteriores a la Guerra Civil. Mientras en el monte sigue la guerrilla, en el llano las mujeres sufren la represión. En cada casa hay un conflicto del que nadie quiere hablar; algunas prefieren olvidar y otras, seguir luchando.
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
29 de agosto de 2020
25 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Las voces calladas

La trayectoria de Rubén Buren le avala dentro de la historia en torno a la memoria histórica y las consecuencias de la Guerra Civil por su labor artística. Además, al ser bisnieto de Melchor Rodríguez, El Ángel Rojo, ha dedicado parte de su obra a la recuperación y homenaje de las víctimas de este episodio de la historia española. De esta manera, con Maquis, realiza su debut cinematográfico con un film que habla sobre las mujeres y su posición durante el período de post-guerra en España. Por un lado, divide la historia en varios episodios, como si se tratara de una novela, pero manteniendo una unión bien llevada entre cada una de las partes. A pesar del marcado carácter político que se observa en la cinta, también se puede ver cómo posiciona el punto de vista en el sufrimiento de las mujeres, sea cual sea su bando.

No es extraño, por lo tanto, que a lo largo de la película se muestren personajes enfrentados por su condición social y su pensamiento, pero que a la larga compartan los dolores de la pérdida. Aun así, el libreto tampoco es un panfleto propagandístico, sino que, a través de las protagonistas principales, se puede ver esa realidad muchas veces ocultas. Por lo tanto, se valora que den lugar también a las mujeres que buscaron su propia libertad y reivindicación en tiempos donde parecía que su imagen seguía ligada al hogar. No obstante, se hubiera esperado mayor crudeza en la represión sufrida que se narra, aunque se deja caer de forma sutil, según transcurre la cinta. Después, al desengranar las formas de vida de aquellos años, se puede ver una polarización interesante, que puede convertirse, paradójicamente, en un buen reflejo de la herencia social actual.

*En ambos bandos

Lo más interesante de Maquis es el haber contado con un reparto formado solamente por mujeres. Por lo cual, no se ve ningún hombre en ninguna de las escenas, aunque se haga mención a ello. De alguna forma, recuerda al estilo de Federico García Lorca y su cuidado de la feminidad, en obras como “La casa de Bernarda Alba”. En esta ocasión, Paloma Suárez en la encargada de mostrar ese matriarcado histórico. Mientras que hay escenas en las que emociona al espectador, hay otras en las que no llega a la naturalidad esperada y se queda demasiado encorsetada. Lo mismo le ocurre con la dicción, trabándose en varias líneas de diálogo, incluyendo la equivocación, durante una de sus escenas, en el nombre de uno de los personajes. Por suerte, su presencia ante la cámara le permite suplir las flaquezas previamente nombradas.

*El pueblo

El despliegue técnico que se produce en Maquis parte de una producción más sencilla y donde cuenta con un presupuesto más limitado. En consecuencia, el film juega en una concepción artística que, en algunas partes, no termina de consolidar los acabados artísticos, sobre todo, en las primeras secuencias del film. Por alguna razón, al principio de la película, se observa una falta de cohesión entre escenas, con transiciones algo bruscas. Lo mismo sucede con la edición de sonido durante estas secuencias, que dejan silencios abruptos de poca duración y da una inestabilidad que llama la atención. En cambio, después de este lapso de tiempo, remonta y el montaje tiene en sí mismo una coherencia técnica, que se mantiene hasta el final. Realmente, es una pena, porque pese a no durar demasiado, se hace presente.

La utilización del blanco y negro se ve justificada por un final poético, visualmente, que funciona a la perfección. Por ese motivo, hay una metáfora artística, que cobra su sentido al ver toda la película. Luego, sería importante subrayar la fotografía que contiene el film. Por una parte, se utilizan unos planos llenos de belleza, aprovechando la naturaleza y los exteriores, que se conjugan perfectamente con esos espacios interiores más asfixiantes. De ahí que haya un contraste estético que causa interés y contiene en sí mismo el ADN de la película. Asimismo, la dirección de arte goza de una buena puesta en escena en los escenarios, con la excepción de no reparar en pequeños detalles que hubieran elevado todavía más este trabajo. En último lugar, el montaje es notable, pero hay ciertos errores, que ralentizan el ritmo y le quitan equilibrio. Podrían pulirse para dar un efecto más certero.

*Conclusión

Maquis es una película sugestiva sobre la posición de la mujer en el período de la post-guerra española. A través de un guion que parte de la cotidianidad, se le da voz a aquellas que estuvieron en segundo plano. Además, pese a su marcado carácter político, hay pinceladas en torno al sufrimiento por la pérdida, sin demonizar a ningún bando. Después, a nivel interpretativo, brillan con naturalidad Zaida Alonso y Fátima Plazas, junto con un reparto coral grato. No obstante, la artesanía de la imagen y el sonido no está equilibrado, lo que provoca que el efecto cautivador de la cinta mengue y no se suplan ciertos puntos de la narrativa. A pesar de ello, ofrece un film interesante y con personalidad. La lucha tapada de las mujeres, que merecen ser escuchadas y éste se convierte en un buen principio.

Escrito por Diego Da Costa
Cinemagavia
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1 de septiembre de 2020
14 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena realización, buena historia, excelente relación coste-beneficio (no olvidemos que la película no ha recibido ningún tipo de subvención pública y ha sido posible gracias a una campaña de crowdfunding). Las interpretaciones muy buenas, y brilla con luz propia Zaida Alonso. Veo opiniones de usuarios que agreden la película sin siquiera verla, por una mera cuestión política. Evidentemente la película tiene un trasfondo político. Pero es que el cine siempre ha sido político, y hay que saber valorarlo más allá de los corsés ideológicos.
Leito
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6 de septiembre de 2020
5 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Maquis”, la òpera prima de Rubén Burén, es una película, sobre todo sorprendente, muy sorprendente en varios sentidos diferentes y divergentes, a cual mejor:

1.- Primero por abordar un tema tan poco usual en nuestro cine como los maquis (desgraciadamente, es tan vergonzosamente desconocido en nuestra sociedad que la película hace bien en comenzar con la acepción en el diccionario de la citada palabra para las generaciones presentes, y no sólo presentes, que opinan sin saber y sin conocer).

2.- En segundo lugar, por tratar el tema a través de las mujeres que están en el pueblo apoyando desde el mismo a los que se echaron al monte (una película en la que no existe un solo personaje masculino, en el que no aparece un solo actor). Las mujeres se apoyan entre sí, pero también se vigilan y se acusan, según los bandos bien marcados y bendecidos en misa, con un cierto aire a Bernarda Alba sobrevolando las habitaciones llenas de espejos de esa recia casa castellana totalmente asfixiante.

3.- Por rodarse íntegramente en blanco y negro, en un blanco y negro (un alarde técnico imprescindible como finalidad narrativa de Eugenio Tardón) quemado en sus huecos al exterior por la luz de sol que todo lo achicharra y, sobre todo, que todo lo ilumina, porque en esos pueblos castellanos de 1949 nada se oculta, todo es público, todo se fiscaliza, todo se comenta, todo se censura, hay que poner luz sobre todo, no cabe rincón oscuro y privado alguno.

4.- Y, finalmente, sorprendente por el nivel interpretativo de su elenco actoral, absolutamente sublime en su conjunto, todo compuesto exclusivamente de actrices, pero donde refulge con luz propia, brillando por encima de todas las cosas, Fátima Plazas y su eterno personaje de Sagrario, un ser humano lumínico que representa el bien intentando sobrevivir entre océanos de mal, la inocencia luchando contra lo retorcido, la pureza contra lo enrarecido. Sagrario es un personaje difícil de olvidar gracias al milagro que Fátima Plazas alcanza en esta cinta, secundado por una interpretación de Zaida Alonso como Adela igualmente luminosa pero aderezada con una capa impagable de rebeldía y coraje. Es imposible no enamorarse de Sagrario, pero es igualmente imposible no empatizar con Adela.
Mientras que Paloma Suárez es la matriarca, la Bernarda Alba de esta casa sin hombres en un pueblo donde los hombres siempre están fuera de cámara y micrófono, donde se sabe de ellos por referencia, por la sombra que proyectan sobre unas mujeres dominadas y cosificadas como un elemento más del ajuar doméstico, situación contra la que Sagrario y Adela pretenden rebelarse, cada una por un camino diferente pero concurrente.

Todo ello, además, aderezado de un continuo juego de reflejos en los espejos de los personajes que permiten una polivisión de los mismos maravillosa, un alarde de Rubén Burén en su ópera prima que demuestra que es un director de talento y de futuro. Junto con “Una vez más” de Guillermo Rojas, “Papicha, sueños de libertad” de Mounia Meddour y (seguramente confirmado en cuanto la vea) “Las niñas” de Pilar Palomero, las asas donde agarrarse para sobrevivir a este infernal 2020.

Una estructura dividida en episodios con un título formado por una dicotomía de palabras unidas por una “y” todos ellos, que ayuda a crear una estructura unitaria en la que jamás se cae en el aspecto discursivo político, sino en el dolor humano de las mujeres y en su reacción diferente ante el mismo en cada una de ellas, con la violencia física siempre fuera de campo, siempre intuida y no mostrada, lo cual la hace mucho más terrorífica y creíble para el espectador.

Y su escena final, su impagable escena final, cuando el telón baja y el color vuelve a la cinta, y entendemos todo lo que pasa dentro del personaje acunados por una canción tristemente impactante. Y sabemos que hemos visto una película NECESARIA, insisto, NECESARIA en estos tiempos que corren.
Sergio Berbel
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2 de septiembre de 2020
5 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un detalle relevante de la película: la única mujer que viste con ropa distinta, más propia de labores «masculinizadas», es la que colabora como enlace de los guerrilleros. Un claro reflejo de la condición «impolítica» —conservadora de facto— a la que la división del trabajo ha venido relegando a la mujer, en tanto encargada del trabajo no directamente social, o «doméstico». Algo a cuyo reflejo ayuda, ciertamente, la puesta en escena naturalista de la película. Sin embargo, la inserción del feminismo en ese contexto no puede sino resultar anacrónica —empezando por la inserción del símbolo de venus en el cartel, algo propio del feminismo radical a partir de los sesenta—, y habla más de la perspectiva subjetiva con que el autor o sus agentes mediáticos la proyectan, así como la voluntad del feminismo por dotarse e ingresar en el continente de la «memoria histórica». Recordemos que los maquis, sobre todo en la época de la película (primer franquismo), estaban organizados, principalmente, por el Partido Comunista de España, hasta que cambia su estrategia en 1956 con su declaración «Por la reconciliación nacional, por una solución democrática y pacífica del problema español» [http://www.filosofia.org/his/h1956rn.htm]. Así, pese a que el antagonismo entre mujeres impolíticas (conservadoras) y politizadas (progresistas) está inevitablemente presente, también hace acto de presencia en el guion otra oposición aparentemente más grata al relato feminista: la de «el mundo y las cosas de los hombres» (la guerra civil y el conflicto social, en general) frente al de las mujeres (la romantizada cohesión social apolítica y costumbrista). «Entre los unos y los otros, siempre pagamos las mismas», llega a afirmar un secundario. De este modo, la vulgata del feminismo de la diferencia engrosa la «cultura de la Transición», donde a la condena del franquismo desde el estricto y actual lugar común demócrata, le acompaña un relato de la guerra civil que la despolitiza cual episodio accidental de histeria colectiva, frente a una «tercera España» pacífica, paciente y sufriente. Es decir, la narrativa en un principio hegemonizada por el Partido Socialista Obrero Español, quien, enfriados los tiempos tardofranquistas y desgastada como relato demodé (testigo recogido por Ciudadanos), la ha ido reorientando hacia una reivindicación más beligerante del bando republicano, como parte de esa «batalla cultural» memorialística cuya traducción política no es, ni más ni menos, que el liderazgo en la representatividad del Estado constitucional posfranquista como proyecto político de sociedad —en el mismo sentido que la operación de reciclaje de la Casa Real—.
ManuFdez88
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4 de octubre de 2020
8 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los titiriteros de extrema izquierda nos obsequian en esta ocasión con una bazofia cinematográfica donde nos presentan a la banda terrorista maquis, controlada por el Partido Comunista de España desde 1944, en una organización de "luchadores por la libertad". No es decente homenajear con dinero público a quienes pretendían instaurar en España la "dictadura del proletariado", que aplicó a lo largo del siglo XX cerca de 100 millones de asesinatos.

Rubén Burén, que se autodenomina director de cine para recibir subvenciones públicas, trata de imitar con bastante torpeza a Georgi Aleksándrov y nos adereza esta basura de cine comunista con el tema del feminismo. Nos habla del dolor de las mujeres de los represaliados republicanos, pero ni una palabra del dolor de las mujeres que sufrieron la represión en la zona republicana. La narrativa de la película en episodios resulta inconexa en muchas ocasiones, y el empleo de la fotografia en blanco y negro es para dar una falsa sensación de documental.

- "Madre, ¿los rojos van al cielo?"
- No hija, los rojos españoles de antes iban a Francia a esconderse y hoy van a cualquier lugar donde haya subvenciones públicas.
Genon
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