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Pickpocket

Drama. Romance Michel es un carterista que no roba por necesidad como tampoco lo hace por vicio; no es cleptómano, roba para darse a sí mismo un valor, porque el robo es el medio de expresar sus sentimientos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 63
Críticas ordenadas por utilidad
22 de diciembre de 2005
149 de 164 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las secuencias de los robos y los entrenamientos parecen un documental sobre los carteristas, rodadas con precisión y sin énfasis en los casi inexistentes movimientos de cámara. El estilo Bresson se desarrolla así: buscando la esencia, la transcendencia y la pureza tanto en la acción a mostrar como en el mensaje que se quiere hacer llegar (términos, todos estos, abstractos, poco precisos, casi molestos; pero que deben ir ineludiblemente unidos a cualquier acercamiento a la obra de Bresson).

La forma de llegar al espectador es fría y calculada, es una cinta que ha de vivirse de forma intensamente emocional. No tiene otro sentido, ya que narrativa o interpretativamente el afán del cineasta francés es el de reducir al máximo, sin reproducir "realidades" narrativas o suspender la incredulidad.

El uso de la elipsis encaja particularmente bien con la economía de este estilo, eliminando lo accesorio e, incluso, lo no tan accesorio. Bresson trató de alejarse de lo teatral empleando un montaje injerente, usando el fuera de campo, etc. Es decir, usando recursos puramente cinematográficos y rechazando de un cine clásico más explicativo y redundante. Con ello busca “completar” la realidad sin desvirtuarla, reducirla al autor, controlarla: mostrar lo eterno (como decía el propio Bresson) y transcender aquello que se muestra.

Más allá de su inspiración dostoyevskiana (esa “justificación” del crimen, la negación de la mediocridad...), la trama está reducida al mínimo, sin detalles en la investigación policial o en la descripción de personajes. Los personajes están, no actúan (actores no profesionales), fluyen en torno a miradas esquivas y gestos fatigados perfilando el archiconocido "modelo" actoral bressoniano (recurso que compartió con Dreyer, por ejemplo). Modelo que desasosegará a buena parte de los aficionados al cine, pero que constituye el gran hallazgo de su estilo.

El diálogo, según Bresson, podría privar a sus imágenes de autenticidad al despojarlas de “neutralidad”, y no lograr alcanzar la esencia que buscaba y que iba mucho más allá de una mera interpretación creíble o con la que el espectador pudiera conectar; el espectador debía tener una “revelación” más que una conexión. Por ello los actores debían ser “modelos” y no intérpretes, y el director ha de tratar de aprehender lo que esos modelos esconden y no trabajar un personaje (que es lo que normalmente se hace) inventándolo.

Pickpockett es uno de los films más accesibles de Bresson (y por ello seguramente uno de los más famosos, inevitable tarde o temprano en cualquier filmoteca que se precie). Una buena cinta para iniciarse en el particular estilo, o voz, de este cineasta. Como digo, uno de los estilos más personales de la historia del cine. Para el que se quiera interesar en ese tipo de cosas, que ya supongo que no será todo el mundo...
Bloomsday
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22 de abril de 2008
118 de 124 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película comienza con un aviso del director:
"Este no es un film policíaco. El autor quiere exprimir, a través de imágenes y sonidos, la pesadilla de un joven empujado por su debilidad a la aventura del hurto, para la cual no estaba hecho. Sólo esta aventura, atravesando caminos desconocidos, reunirá dos almas que, sin ella, probablemente nunca se habrían conocido".
Por la relación del protagonista con el delito, el argumento se emparenta con el de "Crimen y castigo", de Dostoievski: Michel, un joven intelectual nihilista, vive entre libros en una mugrienta buhardilla parisina, y no tiene intención de buscar empleo. Piensa que en toda sociedad hay individuos excepcionales, superiores, que no tienen por qué obedecer las normas generales. Incluso se lo discute a un comisario con quien suele coincidir en el bar.
Para comprobar si está por encima de la ley, se inicia en el carterismo, aplicándose a fondo, dispuesto a aprender, a perfeccionarse como un prestidigitador.
Al mismo tiempo, intenta mantener trato de apariencia normal con un amigo honrado, con la joven Jeanne (Marika Green, de belleza angélica) y con el policía.
Michel juega con fuego, apura la comprobación de su inmunidad, su presunta bula de individuo superior.

Con sobriedad imponente, "Pickpocket" trata del libre albedrío: la responsabilidad moral sobre los actos individuales, ante la sociedad y ante la propia conciencia.
El credo jansenista de su director influye en una óptica cinematográfica orientada a lo preciso y exacto antes que a lo bello. Nada de efusiones ni lirismos. Tampoco psicología ni símbolos. Ni teatralidad: para atajar cualquier sofisticación, Bresson trabajaba con actores no profesionales; amigos suyos o gente escogida por la calle.
Un montaje implacablemente dirigido a la máxima simplificación encaja con rigor cada pieza en su sitio, al milímetro. Algunas secuencias funcionan como un ballet, cronometrando cada movimiento, hasta los de manos y dedos, como ocurre en las descripciones-reportaje de las operaciones coordinadas de los carteristas.
La escenificación, austera hasta el límite, vuelve casi abstracto el relato, que en verdad no puede resultar más ajeno a lo policíaco o lo realista, aunque no por ello deja de ir ganando tensión en su desarrollo.
En el mundo de Bresson los lacónicos personajes se mueven hieráticamente, como si más que caminar se deslizaran. A menudo, sin terminar sus breves conversaciones callan y echan a andar hacia el fondo, muy derechos. Durante esos silencios la película se carga de enigma.
Es un mundo de severa y desnuda poesía, derivada del enfoque trascendente del autor.

Una propuesta, pues, muy seria (a veces rígida por lo demasiado seria), sin concesiones. Pero si el espectador se mantiene atento a la 'aventura' narrada, puede vivir una intensa y profunda experiencia, de un orden más espiritual que estético.
Archilupo
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21 de diciembre de 2005
60 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escrita y dirigida por Bresson, se inspira en "Crimen y castigo", de Dostoyesvki. Rodada en París con un presupuesto modesto, fue finalista al Oso de Oro de Berlín.

La acción tiene lugar en París a finales de los 50. Narra la historia de Michel (Martin La Salle), un joven que se dedica a robar carteras, bolsos, relojes y pañuelos. No lo hace por necesidad (tiene aptitudes para otros menesteres), sino como medio de sentirse importante. Al visitar a su madre enferma, conoce a una muchacha, Jeanne (Marika Green), con la que entabla amistad. La película hace uso de una estética sobria, austera y depurada, con preferencias por los ambientes oscuros, marginales y sórdidos. El autor opta por actores no profesionales; diálogos dichos con notoria neutralidad de tono y timbre; un vestuario modesto y gastado por el uso; una expresión corporal contenida y fría; y por un discurso narrativo que somete a un proceso de depuración y abstracción admirable. Bresson dice lo que se propone con el menor número de palabras y gestos. Exalta las habilidades del protagonista, que eleva a algo parecido a un arte. Como Raskolnikov, el protagonista de "Crimen y castigo", Michel cree en el orden superior de su moral jansenista.

La música, tomada de Jean-Baptiste Lilly, compositor francés del XVII, aparece en momentos culminantes de la obra con fragmentos orquestales de gran solemnidad, que elevan el tono de la obra. La fotografía resalta los gestos, las miradas, los movimientos imperceptibles, de los personajes, extremando la atención por el detalle. Se centra en el interior de la pantalla y usa con frecuencia la juxtaposición de planos breves y rápidos para describir, con maestría, una secuencia de acción larga. Los actores, no son profesionales y no usan maquillaje. El director los somete a un trabajo agotador de repetición de tomas, hasta conseguir el resultado deseado. El guión elabora un relato sencillo, hecho de pequeños detalles, gestos y sonidos, narrado con brevedad y una economía de medios que sorprende y fascina. Los personajes, tomados de la calle y de la vida real, se acercan a los del neorrealismo italiano. La interpretación es correcta y se ajusta a los objetivos del autor. Martin La Salle triunfó en Méjico y Marika Green apareció en "Emmanuelle" y en unas 30 obras de cine y TV. La dirección consigue una película que sobresale por la sobriedad narrativa y por la magia de las elipsis.

Una de las películas más asequibles de Bresson y, a la vez, una de las más depuradas y más apreciadas de las 13 que dirigió. En ella descuella, de modo admirable, el poder de la sugerencia. Imprescindible para los amantes del gran cine de autor.
Miquel
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5 de octubre de 2010
52 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son una rareza, es cierto, pero hay algunas películas que acaban siendo memorables, curiosamente, no tanto por lo que tienen como por aquello de que carecen, como si sus autores se hubieran empeñado, a la hora de realizarlas, no sólo en despojarlas de todo artificio innecesario sino en ir directamente en contra de la larga lista de normas y convenciones no escritas que, al menos en teoría, vertebran y configuran el lenguaje cinematográfico como código estético orientado hacia la función de espectáculo público. Un cine que renuncia y elude, que calla y pasa página sin dar explicaciones. Un cine seco y austero, que muestra más que narra, sin énfasis ni efusiones, y se retira cuando acaba sin hacer ningún ruido. Un cine que, como un intransigente eremita, le arroja al mundo una desafiante mirada de menosprecio mientras se encierra en sí mismo en busca de una revelación.

La primera vez que uno ve “Pickpocket” siente que le están escamoteando algo, que conoce las piezas que hay esparcidas sobre la mesa pero que, por algún extraño motivo, no es capaz de encajarlas: una peli de carteristas que transcurre en los escenarios habituales del género (metro, hipódromos, estaciones de tren) pero sin apenas intriga o tensión, en la que los polis se sientan con los ladrones a tomarse unas copas y a charlar de filosofía existencial; una peli rodada en escenarios reales y con actores no profesionales que apenas traslucen emoción alguna y que dan la impresión de no estar actuando, pero que contiene escenas tan extraordinariamente ejecutadas que hacen que no pueda, sin embargo, ser considerada un simple documental. No es extraño que desconcierte, que incluso llegue a defraudar. Nuestros hábitos de espectador se sienten violentados y reaccionan con desazón. Acostumbrados, como niños malcriados, a los manteles de hilo, las copas y los cubiertos, la espartana comida que el asceta Bresson nos ofrece en su caverna nos parece pobre, fría y desaliñada. Hay que verla varias veces para comprender que caverna, comida y eremita son la misma cosa, que forma, fondo e incluso autor se explican coherentemente entre ellos.

Si hay una palabra de la que desconfío cuando la veo escrita es “poesía”. Se ha usado tantas veces que ha acabado por no significar nada, o significando tantas cosas a la vez que ha quedado desvirtuada, por no decir directamente inservible. Pero en esta historia de extrañamiento e inadaptación, que resigue el doloroso camino de un alma en pena en busca de redención para su incapacidad de establecer vínculos emocionales con nadie, creo percibir, cada vez que la veo, la belleza misteriosa, hermética y opaca de cierta clase de poesía, desnuda y radical, que se basta para justificarse a sí misma, sin necesidad de análisis o explicaciones que entorpecen más que facilitan su comprensión. Lo que queda cuando ya no queda nada, así definía la poesía uno de sus más devotos creyentes. Y sospecho que Bresson no cambiaría una coma. O callaría, quién sabe.
Normelvis Bates
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11 de julio de 2007
55 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Había oído maravillas sobre esta película, y sabía de su más que notable prestigio, con lo cual iba directo a ver una obra maestra, pero quizás por esperar demasiado me he llevado un pequeño chasco. Y digo pequeño porque la película me ha gustado bastante, pero no me ha deslumbrado ni me ha hecho llorar, sensaciones que me suceden con algunas obras maestras. Procedo a hablar de ella.

Un hombre que no ha triunfado en la vida, comienza a practicar el oficio de carterista. El protagonista tiene fuertes convicciones respecto a la sociedad, o más concretamente sobre el reparto de ella: mientras que gente brillante tiene que quedarse en la pobreza o conformarse con algo más pequeño de lo que merece, hay incompetentes que triunfan en la vida. La razón por la que se dedica a robar, no es ni por necesidad ni por enfermedad, es casi por joder, diría yo, ya que no le ha tocado lo que a su juicio merece. No acepta las migajas que le ofrece la vida y decide pasar por un derrotero más digno.

Toda esa parte está narrada con precisión y maestría por Bresson, contando los datos exclusivamente necesarios en la historia descartando el resto. Rueda con un dinamismo espectacular el proceso de los robos, dotándolos de una elegancia deslumbrante. La idea de Bresson creo que se trataba de hacer cine exclusivamente, llevándolo a una especie de naturalismo al parecer algo radical, pero creo que lo hace alguien con conocimiento de causa, que tiene cosas que contar y sabe cómo hacerlo, es alguien con un talento palpable en esta película.

Ahora bien, yo creo que corta más información de la que necesito para meterme en la historia, ya que las razones del protagonista las comprendo perfectamente, pero no me creo su relación con el amigo y, mucho menos, la historia de amor, que yo diría que es donde se sitúa el verdadero peso de la historia. Creo que Bresson no confía en los actores a la hora de hacer un film, y con su cámara pone él la emoción por ellos, al contrario de lo habitual. Pero con la amistad y el amor a mí me parece que la cámara lo único que puede hacer es registrar las miradas, los silencios, sus diálogos, sus expresiones, cualidades que la cámara sólo me puede mostrar, son los actores los que se encargan de transmitirlo.

Bresson, sin embargo, prescinde del trabajo interpretativo, que en esta película yo diría que era bastante limitado lo cual le honra, pero impide que yo me llegue a identificar con la historia de amor. El muy significativo plano final es una indicación de que ahí es cuando tenía que haber llorado, pero yo ahí no estaba del todo metido en la historia. A lo mejor vosotros tenéis la información que necesitáis para adentraros en la peli, pero a mí me falta. Con todo, es una película a la que le sobra cine del bueno, característica que cuesta un huevo apreciar en el cine, y me parece un trabajo muy meritorio, pero algo cojo.
GVD
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