Decálogo 7 (TV)

Centrado en el mandamiento que ordena no robar, este episodio no se fija en el común robo de objetos, la sustracción de bienes materiales valiosos, sino en el de esencias de identidad y atributos de la persona, no por inmateriales menos reales por ello.

El caso escogido para mostrar esta clase de robo es el de una peculiar familia, compuesta aparentemente por padre, madre y dos hijas. En realidad, la hermana pequeña es hija de la hermana mayor, que la tuvo de adolescente, aún menor de edad. La abuela, todavía joven, se ha apropiado de la nieta como si la hubiera parido ella (eso dicen los documentos, falsificados para cubrir el expediente).
Llega un día en que la verdadera madre no puede más y se rebela, dispuesta a recuperar lo que considera suyo: la hija y la condición de madre.
Comienza un pulso difícil, que se carga de patetismo al estar una niña de por medio.

Este duro episodio indaga en las tiranías y abusos que alguna vez se dan en el interior de unidades familiares, aunque ante la sociedad se presenten como grupos normales y corrientes.

Drama tristísimo, los planos finales se ven con el corazón en un puño.

¿Cómo robar algo que te pertenece? Gracias a este séptimo capítulo, el relativo al mandamiento “no robarás”, Kieslowski nos brinda la historia más intrigante, tensa y asfixiante del decálogo visto hasta el momento. Majka vive atormentada por la peculiar relación entre su madre y su hermana. Sin embargo, pronto descubriremos un submundo oculto dentro de esa aparente vida normal de otra familia más de esos bloques grisáceos varsovianos que ya forman parte de la historia del cine.

‘No robarás’ es la historia de una muchacha de la que se aprovechó su ególatra madre en su juventud. Un robo que trató de guardar las apariencias, de no destrozar vidas futuras y de subsanar complejos irreversibles. Es la historia de un dolor profundo que inundó de aflicción la vida de esa solitaria joven. La soledad y melancolía vuelven a ser las grandes compañeras del dueto polaco (Kieslowski, Piesiewicz), inundando de ellas la pantalla, tocando la fibra sensible. Un drama con mayúsculas, que cala hondo, realizado de manera magistral por nuestro admirado cineasta polaco, con su siempre intachable envoltorio.

El séptimo capítulo de esta obra maestra del gran director polaco está a un nivel más bajo que los otros capítulos anteriores pero aún así no deja de ser un capítulo realizado y planteado con auténtica maestría.

El capítulo plantea un tema realmente agobiante psicológicamente y con un planteamiento moral complejo y diverso, ¿se considera robar aquello que te pertenece?

No robarás va mucho más allá del simple planteamiento físico, Kiesloswki se adentra en el tema moral de robar sentimientos que a uno le pertenecen, robar un hijo y apoderarse del papel materno, Kiesloswki es realmente complejo.

A pesar de que nos aleja de los bloques comunistas de los barrios de Varsovia, el director polaco lleva sus cámaras a las afueras y los campos donde desarrollará su historia, pero el agobio sobre el tema no deja indiferente al espectador y plantea el tema de tal manera que nos coloca en el papel de la hija que actúa de madre desterrada de su territorio.

Kieslowski plantea el papel de la madre-abuela que se quiere apoderar de su nieta y adoptarla como hija, ¿se puede conseguir?, ¿cuál es la conciencia de la abuela?, ¿cómo es posible explicarle a un niño que su hermana es su madre?, los niños no atienden por términos sino por sentimientos y ellos todavía no entienden el sentimiento de rencor que la hija puede tener hacia su madre al haberle robado a su hija biológica y ver que ya no es posible recuperarla.

Como podemos ver estamos ante un capítulo complejísimo pero bello pues el ambiente creado es magnífico, Kiesloswki baja el nivel de angustia creado en capítulos anteriores pero se recrea en un ambiente un tanto diferente, un toque realista, en donde los espectadores se pueden sentir identificados o quizás solamente entender la moral de los protagonistas.

Este capítulo, breve y conciso, sobre los desajustes que se pueden dar en el orden filial, se trata de un ejercicio de comprensión y aproximación a unos personajes descarrilados, que deambulan solitarios por las tangentes de la existencia. A medida que va sucediendo la historia, vas acercándote o alejándote de ellos quedando finalmente en un estado de perplejidad imparcial.

El motivo de tal desbarajuste es la lucha por la posesión real o ficticia de una niña, con todo lo que ello conlleva, a través de la supresión de un origen/pasado desafortunado. La maternidad se da en distintos grados y a través de tres generaciones llegando al extremo de la maternidad usurpada desencadenante de la situación.

La historia del padre también resulta ciertamente curiosa, pues debido al caso dejó atrás su vocación para acabar convirtiéndose en un fabricador de ositos de peluche y esconderse tras ellos en su pequeña casa de campo. Alejado de todo, el vínculo sano aunque forzosamente olvidado con la hija –estimación real y no egoísta- le hará tener un papel decisivo en el futuro de ésta.

Séptima entrega de la serie de diez capítulos de aproximadamente, sesenta minutos de duración, que el director Krystof Kieslowski realizó sobre los diez mandamientos, para la televisión polaca junto con el guionista Krzystof Piesiewicz.

Menos auténtica, con mayor ausencia de fuertes emociones y sin el misterio que envuelve al resto de cintas de la serie, esta puede ser una de las películas menos sentidas del realizador polaco en esta saga, pero su visionado es igualmente recomendable, pues como en todas las cintas del decálogo cumple con su función de entretener desde las buenas interpretaciones del reparto y la tensa atmósfera existente en todos los capítulos. Este episodio, que hace alusión al mandamiento “No robarás”, habla de un robo no material, sino físico, protagonizado por una polémica familia en la que Ewa (Anna Polony) ejerce de madre sobre una chiquilla que en realidad no es suya, y que en realidad pertenece a la verdadera y única hija de Ewa, Majka (Maja Barelkowska), que dio al bebé a luz cuando tenía 16 años, llegando entonces a un acuerdo con su madre para que la susodicha se hiciese cargo de las funciones maternas sobre la niña. La palabra “robo” entra en acción cuando, paradójicamente, Majka decide que ya es lo suficientemente responsable como para hacerse cargo de la niña y la arrebata del poder de su madre para llevarla consigo.

Si bien no consigue crear la incertidumbre que nace al final del resto de los capítulos, dando lugar al espectador a hacerse todo tipo de preguntas filosóficas y planteándose cuestiones sobre la condición humana, esta sencilla y hasta predecible película gusta por su amable desarrollo y sagaz desenlace.

Zbigniew Preisner vuelve a la batuta con los compases de la banda sonora de esta producción, que recuerda a todas las realizaciones del compositor en esta saga hasta el momento, sin lograr a cobrar el gran protagonismo que en capítulos anteriores habían conseguido sus melodías.