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Las manos de Orlac

Terror Orlac, un pianista famoso, pierde ambas manos en un accidente. Los médicos deciden trasplantarle las manos de Vasseur, un asesino condenado a muerte. La operación es un éxito, pero desde ese momento el pianista comienza a verse embargado por impulsos criminales. Tiene pesadillas y ve el rostro de un hombre que cree que es Vasseur... (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
22 de febrero de 2009
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El Gabinete del Dr.Caligari" es una de las películas más inquietantes y pesimistas en la inicial historia del cine, tanto por su argumento como por su estética expresionista sobreabundante en ángulos, sombras y espacios claustrofóbicos. Años después, cuando el fugaz genio precursor de Robert Wiene realiza "Las manos de Orlac", parece haber querido redimirse de los reproches que suele achacar el público más convencional a un director: la falta de final feliz y la ambigüedad propia de lo fantástico.
El interesante argumento de "Las manos de Orlac" tiene en cuenta esos dos aspectos y además pone su acento en el amor de una pareja, que en su anterior película no podía consumarse pero aquí se convierte en el sostén principal.
El inicio mismo de la película es el texto de una apasionada carta donde Orlac, que se encuentra lejos dando un recital de piano, recuerda a su esposa que falta apenas un día para el reencuentro, en el que subraya el deseo. Mientras ella espera las caricias prometidas y llena de flores los espacios sombrios, nos enteramos a través del montaje paralelo de que ha ocurrido un choque de trenes.
El drama se desencadena al comprobar que uno de los pasajeros es Orlac y sus manos han quedado destrozadas. Ante la desesperación de su mujer, el cirujano decide trasplantarle las manos de alguien que acaba de morir, Vasseur, un asesino.
El dilema del protagonista es doblemente abismal: la parte fundamental para el ejercicio de su arte ha sido reemplazada por la de un extraño. Pero lo peor no es eso sino que esas manos han cometido un abominable crimen. Los dilemas morales y la angustia siguen in crescendo pero el desarrollo del guión reserva sorpresas que cambiarán radicalmente la perspectiva. Esto se consigue sin apelar a la magia sino a un discurso racional, donde se justifica cada una de las nuevas e inesperadas líneas argumentales. Estos argumentos funcionan como en los cuentos de Edgard Allan Poe: el horror es menos horrible si se puede entender, explicar, es una de las formas por las que Wiener se inclina para atenuar tanto dolor y escepticismo. Una película indispensable del expresionismo alemán que sirve para completar la cosmovisión de este cineasta que luego debió exiliarse ante el avance del nazismo.
rouse cairos
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12 de mayo de 2008
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las señas de identidad del expresionismo alemán cabe buscarlas en la utilización de la luz, los decorados y en el juego expresivo del claroscuro. En cuanto a las temáticas se diferencia entre aquellas sobrenaturales y épicas de otras más o menos realistas con argumentos simples e interpretaciones sobrias y donde los rótulos explicativos son casi innecesarios.

Las manos de Orlac es una película de Robert Wiene claramente expresionista. No en vano Wiene con su obra El gabinete del doctor Caligari está considerado el padre, en el aspecto cinematográfico, del expresionismo alemán. Pero, a mi juicio, no se trata de un film señero en este género. Su excesiva teatralidad y una cierta falta de ideas originales que permitan mantener ese tono extraño y sobrenatural, devalúan un tanto la obra. En cualquier caso su visión resulta interesante e incluso necesaria si lo que queremos es aproximarnos a uno de los géneros cinematográficos más sugerentes, enigmáticos e inquietantes del cine mundial.

La interpretación de Conrad Veidt como el pianista Orlac, ha ratificado la buena impresión que me dejó este actor tras su actuación en El Espía Negro, película de Michael Powell de 1939 y en conjunto la película resulta interesante y deja ese gusanillo por las películas de Wiene, Murnau, Wegener o el mismísimo Lang.

Las incursiones en lo sobrenatural resultan fascinantes y atrayentes para el espectador. Pero es necesaria una coherencia global que destierre salidas fáciles y convencionales. No expliquemos lo inexplicable. Es mucho más atractivo.
FATHER CAPRIO
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14 de marzo de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la segunda década del siglo pasado, la corriente artística conocida como el expresionismo alemán, sentó las bases de lo que después llegaría a ser el cine policíaco y fantástico de la actualidad. En dicho periodo se crearon numerosas obras que han permanecido grabadas en la retina de varias generaciones. Sin duda alguna, la fuerza de éstos clásicos del cine es su original argumento. La historia de Orlac y sus manos injertadas han sido objeto de múltiples remakes a lo largo de los años. Sin olvidar que esta película se rodó 27 años antes del primer trasplante de órganos realizado en el mundo. Por aquel entonces todo lo relacionado con este tipo de operaciones era muy misterioso y sobrenatural, por lo tanto no es insólito el enorme impacto mediático que obtuvo.

El director de origen alemán Robert Wiene, creador de obras tan conocidas como El Gabinete del Dr. Caligari (1919) o Genuine (1920), tuvo a bien dirigir esta surrealista producción. Donde la paranoia y la traición sumergen al espectador en un mar de sentimientos contradictorios. No es difícil imaginar la conmoción que generaban este tipo de producciones en la estricta sociedad de la época. Con frecuencia eran censuradas e incluso destruidas obras de gran calidad. The Hands of Orlac no fue menos y tampoco se salvó de la implacable cercena. Desde que se dio por finalizada, tuvieron que pasar varios meses de dificultades burocráticas para poder ser distribuida con normalidad.

Para el personaje de Orlac la productora contó con Conrad Veidt, un curtido actor poseedor de una prolífera carrera de marcada relevancia internacional. El hombre que ríe (1928) y El Gabinete del Dr. Caligari, donde repitió colaboración con Wiene, son sólo algunos de sus trabajos más representativos. Aquí, Veidt realiza una interpretación de acentuada profundidad psicológica y consigue que el bueno de Orlac, sea un personaje creado para perdurar en el tiempo. Mención especial merece la excelente fotografía a cargo de Hans Androschin y Günter Krampf. Avanzados a su momento en varios lustros, muestran un nivel de calidad superior a lo acostumbrado en aquel periodo.

Paul Orlac es un virtuoso pianista de reconocido prestigio. Debido a un desgraciado accidente ferroviario pierde la herramienta de trabajo más valiosa que posee, sus manos. Desesperado, acude a un profético cirujano para someterse a una complicada intervención quirúrgica y así restituir sus maltrechas extremidades. No tardará en descubrir que sus recién adquiridas manos, pertenecieron a un sanguinario asesino ejecutado pocos días antes.

Película que roza la excelencia dentro del cine clásico de terror. Pocas veces queda tan bien revelado un argumento sin mediar ningún tipo de diálogo. Resulta sorprendente la claridad comunicativa y el innovador trabajo técnico, que atesora la cinta de Robert Wiene. Muy recomendable para todo incondicional del cine negro alemán, realizado a principios del pasado siglo.

http://www.terrorweekend.com/2012/10/the-hands-of-orlac-review.html
TerrorWeekend
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14 de noviembre de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
5 años después del Gabinete del Doctor Galigari Robert Wiene vuelve a un expresionismo no tan acusado y nos conduce por un viaje al interior de una mente intelectualmente avanzada (como es la de un genio del piano) que se vuelve paranoica y psicótica cuando, después de sufrir un grave accidente, le trasplantan las manos de un asesino recién ajusticiado, hasta el punto de incapacitarlo por completo y llegar a arruinar su vida.

Para reflejar todo el tormento interior, se nos muestran unas interpretaciones especialmente descarnadas y teatralmente exageradas (el trabajo de Conrad Veidt es espectacular). Es destacable la atmosfera que crea la utilización de algunos escenarios acusadamente góticos como la casa del padre de Orlac o la taberna que sirve de encuentro con el asesino devuelto de la tumba.

Diferente y más moderna en sus intenciones que sus sucesoras versiones cinematográficas: La magnífica adaptación de Karl Freund (“Mad love” de 1935) con un impactante y perturbador Peter Lorre, y la fallida de Edmond T. Gréville (1961) con Mel Ferrer, que son, a su vez, menos arriesgadas pero más comerciales y fieles a las convecciones del género de terror.

Ésta es, pues, una película que indaga en un terror no tanto físico, fantástico o sobrenatural (del que renuncia en su desenlace final), si no de un terror que surge del interior de la mente, el único lugar donde puede alojarse el verdadero infierno.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Roderick Usher
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1 de marzo de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Orlacs Hände (Las manos de Orlac, 1924) es una de las películas que dirigió el genial director Robert Wiene, más conocido por ser el director de la magnífica película Das Kabinett des Dr. Caligari (El Gabinete del doctor Cagliari, 1920). Desgraciadamente, la fama de esta última película citada ha eclipsado el resto de su trayectoria, y en ocasiones se ha minusvalorado al cineasta afirmando que la mayor parte del trabajo y éxito del filme se debía a su equipo técnico. Sin embargo, en Las Manos de Orlac, nos volvemos a encontrar una película que demuestra que si bien Robert Wiene no era el genio de Cagliari, si era un director con un estilo y personalidad a tener en cuenta. El trágico final del director, desplazado en el año 1933 de su Alemania natal por el ascenso de los nazis, truncó en parte los años maduros del cineasta, que definitivamente terminó el 1938, cuando murió de cáncer. La obra, Las Manos de Orlac, está basada en la novela homónima de Maurice Renard.

La película está considerada como una de las prototípicas del cine expresionista alemán, y ciertamente el filme reúne numerosas características que nos permiten aseverar tal afirmación, como el tema del doble (una constante en el expresionismo alemán), una estética esquizofrénica que juega con los contrastes de luz y sombra, y un argumento delirante que toca el terror en numerosos momentos.

El argumento nos presenta a un músico, pianista, interpretado por Conrad Veidt, quien tras volver de un concierto acaba perdiendo sus dos manos. En una operación quirúrgica, el doctor que interpreta Hans Homma, decide trasplantarle unas manos de un cadáver (aparece por primera vez en el cine la figura del científico loco, que se irá repitiendo con fuerza en los filmes de género posteriores). Desgraciadamente, este cadáver es en realidad un asesino, y al enterarse, nuestro protagonista empezará a obsesionarse con la posibilidad de convertirse el mismo en uno de ellos. Evidentemente esto revertirá en su situación familiar, y la relación con su esposa, interpretada por Alexandra Sorina, se verá afectada de la manera trágica.

Cometeríamos un error si tratáramos de analizar la película desde una perspectiva racional. Evidentemente es absurdo pensar que por tener las manos de otra persona esto pueda inducirnos a cometer crímenes y transferir la personalidad del otro. Pero la propia película se aleja de la ciencia para acercarse a la fantasía y al terror. De hecho, es el personaje quien se empieza a preocupar una vez se ha enterado a quien pertenecían las manos, es decir, se congestiona él mismo. El proceso que emprende la película mostrando su locura y decaimiento es aterrador alcanza cotas de gran calidad y se trata de un proceso in Crescendo

Uno de los grandes apartados de la película es su atmósfera y ambientación, quienes son los encargados de dotar y afirmar el carácter esquizofrénico que tiene la película, tal y como también pasaba con El Gabinete del Doctor Cagliari. El filme juega con el claroscuro para crear las tensiones psicológicas, inundando de sombras cuando es necesario. Además el filme introduce numerosos elementos que tienen relación con el mundo esotérico y que eran bastante habituales en los cineastas expresionistas del cine alemán de los años veinte. No es casual la inclusión de numerosos elementos que aparecen en la película con una importancia llamativa, caso más claro el de la estatua clásica en una importante secuencia.

Hay que destacar la interpretación de Conrad Veidt, uno de los mayores genios del género mudo, y que en el filme lleva todo el peso con éxito. Veidt ya había participado en El Gabinete del Doctor Cagliari y ahora volvía a colaborar con Robert Wiene. Veidt, una de las caras más icónicas del expresionismo alemán, resume con su interpretación en Las Manos de Orlac el arquetipo de personaje típico de este género. Atormentado por la posibilidad de haberse convertido en un asesino, Veidt nos muestra todos los recovecos de una personalidad que empieza a deslizarse lentamente hacia la locura. El tema del doble, simbolizado con las manos trasplantadas, convierte a nuestro personaje poco a poco en un sociópata. Veidt, que se especializó durante el cine mudo en parte a interpretar estos personajes mentalmente inestables, cumple a la perfección con el papel, siendo terrorífico y a la vez empatizando con el espectador, que se compadece de su suerte.

Es cierto que el final del filme resultó decepcionante ya en su época, con una resolución demasiado complaciente. Aún así se puede apuntar numerosas cualidades y logros de la película: Por una parte, la ya comentada atmósfera, que si bien no está al nivel de las mejores obras expresionistas alemanas, no desentona en exceso, algunas innovaciones iconográficas y una interpretación ya clásica.

https://neokunst.wordpress.com/
Kyrios
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