Brumas de inquietud

Producida por Joseph Kaufman ("Asalto a la Comisaría del distrito 13) y E.M. Smadley Aston, es una obra de bajo presupuesto, rodada en B/N y en estudio. Está inspirada en una novela de Leonore J. Coffe.

La acción tiene lugar en 1945 en Londres y en la localidad costera de St. Gilles (Cornualles). Una bella reportera norteamericana, Sara Scott (Lana Turner), corresponsal del "New York Satandard" en Londres, conoce al periodista de la BBC, Mark Trevor (Sean Connery), con quien entabla una relación amorosa apasionada. Tras la muerte de Mark en accidente de aviación, Sara sufre una crisis que requiere tratamiento en un centro psiquiátrico, del que sale decidida a revivir sus recuerdos. El drama se asienta en el hecho que Mark, un hombre indeciso, se siente atrapado entre el amor a dos mujeres: su esposa Kay (Glynis Jones) y Sara. A ésta le oculta que está enamorado de su esposa y sólo se lo revela después de que ella le haya confiado su decisión de romper el compromiso que tenía con Carter Reynolds (Barry Sullivan). La confianza y sinceridad de Sara contrasta con la confesión tardía de Mark, realizada poco antes de trasladarse a París. La mujer es la víctima de la falta de lealtad y la tardía sinceridad del hombre. En la segunda parte, la obra muestra cómo Sara busca alivio en el recuerdo de Mark. Con ello no consigue su objetivo, sino que el dolor y la angustia se hacen mayores y el drama de su vida se prolonga sin sentido. La película muestra que, si bien no se puede ni se debe olvidar el pasado, hay que afrontarlo y aceptarlo para poder mirar hacia el futuro, en el que todo vuelve a empezar, incluso el amor.

La música corre a cargo de Douglas Gamley, de 35 años, en su segunda intervención en cine. La canción "Another time, another place", de Livingstone y Ray Evans, suena como tema principal de una música puesta al servicio de la acción. La fotografía fue dirigida por Jack Hildyard, que el año anterior había realizado la de "El puente sobre el río Kwai". Se recrea en el rostro de la actriz y en su elegancia, con movimientos de cámara precisos y sugestivos. El guión se encomendó al debutante Stanley Mann, que posteriormente obtendría una nominación al Oscar por su participación en el guión de "El coleccionista". La interpretación de Sean Connery, en su cuarta intervención en cine, luce naturalidad y magnetismo. Lana Turner, protagonista indiscutible, realiza un buen trabajo, en ocasiones algo frío, enmarcado siempre en su gran belleza. Luce un vestuario, sobrio y elegante, de Laura Nightingale. La dirección no consigue evitar que algunas escenas resulten artificiosas y teatrales.

Película de serie B, realizada para aprovechar el tirón de Lana Turner, que en aquellos momentos se hallaba inmersa en un romance tormentoso con Johnny Stompanato, que poco después moriría asesinado por Cheryl Crane, hija adolescente de la actriz. El juicio de Cheryl, que terminó en absolución, marcó el inicio de la decadencia de la actriz.

Drama adecuado de tono B, obra clásica de segunda fila, respetable pero olvidable. Un correcto trabajo algo artificioso y poco creible.

Sin embargo, Brumas de Inquietud es una película a reivindicar ya por el mero hecho de contar con la gélida belleza de Lana Turner. Una fría presencia envuelta en un tormentoso y mafioso romance que acabaría con su excelsa carrera.

En conclusión, una obra elegante y correcta. Digno melodrama.

Nada resulta creíble en este melodrama rodado en bellísimos interiores y con un reparto más que discreto encabezado por una Lana Turner a punto de emprender el camino a la miseria por culpa del famoso asesinato de su amante. Guión increíble y casi debut de Sean Connery como poco creíble periodista conquistador. Poco más.

Todas las películas que recuerdo de Lana Turner son de una mujer torturada por el amor, más que por el amor, por las circunstancias que rodearon el amor de su vida, que imposibilitan su desarrollo emocional por cauces ordinarios y trillados. Nada más sencillo que amar y ser amado, pero nada más difícil que conseguir que esa normalidad sea la divisa de la relación, porque la normalidad hay que respetarla y quererla.
La guerra desde luego debe ser un buen lugar para enamorarse, no porque presente las condiciones ideales, que no es el caso sino todo lo contrario, sino porque, más probablemente, porque el ser humano debe experimentar una increíble sensación de fragilidad y de necesidad de vivir, de potenciarse por lo que pueda pasar.