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Las cruces de madera

Drama. Bélico Durante la Primera Guerra Mundial, un grupo de reclutas franceses, entre los que se encuentra un joven estudiante idealista, se une al ejército para defender a su país. El infierno de las trincheras enfría poco después el alegre fervor patriótico de los jóvenes, que viven realidades terribles de la guerra, traiciones y decepciones. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
16 de octubre de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Primera Guerra Mundial destacó por la lucha en las trincheras, entre otras cosas. Éstas formaban verdaderos laberintos, en los que las condiciones de vida eran terroríficas. Enfermedades, insalubridad, confinamiento hasta la llegada de los relevos...
Las cruces de madera, título de la película, alude a los inmensos campos llenos de cruces en las que reposan tantos soldados y que pueden visitarse aún hoy. Las batallas en el Somme y en Verdún fueron un verdadero infierno.

En la película se describe con realismo la vida de un grupo de soldados: sus días de permiso, los que transcurren en las trincheras, en los ataques, cuando están sitiados...Existe cierta crítica a los dirigentes (permanecer en la posición a pesar de un inminente peligro, etc.).
Especialmente angustiosas son las escenas en las que sucede lo nombrado anteriormente, así como todos los avances de los soldados entre miles de morteros, ametralladoras, bombas, minas, disparos, bengalas...Los compañeros caen, unos antes y otros después, y no existe casi un segundo para llorarles porque la muerte les rodea a todos. Apenas puede socorrerse a los heridos sin perder la propia vida, y la mayoría de ellos yacen hasta morir en los campos. Campos que antaño eran verdes, ahora teñidos de sangre, destrozados por cráteres, convertidos en un amasijo de muertos, alambradas, lodazales...
Impresionan las escenas en las que los soldados se refugian en las tumbas del cementerio de un pueblo derruido. Y destacable es el sonido atronador e imparable de las armas, que no cesa en las escenas de combate, hecho que sumerge al espectador en la desesperación, el terror y la locura que estas personas debieron sufrir. Todo esto, y más, es capaz de trnsmitir esta película.
Finalmente, destacar que, según la carátula del film, el reparto está compuesto principalmente por veteranos de la Primera Guerra Mundial.
Elena
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20 de febrero de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Afortunadamente, a pesar de los esfuerzos hollywoodienses y los efectos de la propaganda militar, si nos fijamos en la historia del cine las películas bélicas que mejor han trascendido nos ofrecen argumentos para cuestionar y combatir las guerras. Les croix de bois se inscribe entre las pioneras de este género, toda ella impregnada de un profundo humanismo.

En el apartado técnico hace gala de un exquisito uso del blanco y negro con abundantes planos distantes, que permiten un desarrollo natural de las escenas así como capturan la belleza de los paisajes, incluso encontrándose estos bajo las bombas y la artillería. Es justo reconocer que tanto la historia como la forma de abordarla remite a All Quiet on the Western Front (Sin novedad en el frente), dirigida por Lewis Milestone un par de años antes. Sin embargo, casi nos atreveríamos a decir que en este film todo llega un poco más lejos: la belleza de las imágenes y la profundidad de su argumento. En todo caso se trata de dos películas absolutamente recomendables independientemente de las preferencias de cada cual.

Refleja muy bien el contraste de la guerra: el desquicie y la solidaridad entre los soldados rasos y los cuadros intermedios frente a la distancia, hipocresía y crueldad de los altos mandos; la alegría bañada en alcohol que sirve de válvula de escape para la frustración y la dureza del frente; la nostalgia de los seres y lugares queridos y la presencia de la muerte siempre presente que se combaten con la compañía y los gestos generosos. Todo con un cierto aire de brutalidad física más que espectacular, en comparación con las guerras ulteriores, ya que predominaba el cuerpo a cuerpo a las bravas, con fusiles y bombas de mano principalmente y esas imágenes de hombres deambulando por inmensas llanuras plagadas de trincheras. En todo momento queda patente el sin sentido de la guerra, bajo órdenes y situaciones absurdas que hacen peligrar tantas vidas con pretextos que se revelan inútiles e injustificados. Quizás sea la guerra la incongruencia del autoritarismo llevada a su máxima y devastadora expresión.

En definitiva, un film que destaca en todas sus vertientes y que merecería mayor repercusión dado que parece haber pasado injustamente inadvertido.
Vertex
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3 de septiembre de 2022
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
287/38(31/08/22) Estremecedor drama bélico francés, que he visto con motivo del 90 Aniversario de su estreno (17/03/1932), me he encontrado una película a reivindicar en su fuerza emocional, de los mejores films sobre la Gran Guerra que se han rodado. Un sutil alegato antiguerras realizado en el periodo de entreguerras donde hubo cintas tan aclamadas en su sentido pacifista, poniendo el foco en el sin sentido de esta guerra, en su deshumanización, en como las tropas eran peones de unos jugadores que movían las piezas desde lujosos palacios, con obras de tanto calado como “Yo acuso!”, “El Gran Desfile”, “Sin novedad en el frente”, “Adiós a las armas”, “Remordimiento” o “La Gran ilusión”. Esta es una película francesa dirigida por Raymond Bernard, con guion propio y de André Lang, adaptando la novela “Les croix de bois” de Roland Dorgelès de 1919, inspirada en la experiencia vivida por su autor durante la Gran Guerra Mundial, narrando la vida cotidiana de los soldados del ejército francés durante esta guerra, donde se exponían los horrores de una guerra arbitraria, orquestada desde las alturas por gente que no le importaban las vidas humanas (la WWII fue diferente, pues había unos nazis invasores), poniendo en primer plano a los soldados de infantería que peleaban en las asquerosas trincheras. Para dotar de mayor realismo el escenario, Bernard se rodeó de actores y extras que habían sido soldados durante la Gran Guerra, rechazando a los jóvenes reclutas que le ofrecía el Ejército, encontrándolos el director sin experiencia y poco creíbles. Asimismo, se filmó en el lugar de las trincheras reales de Fort de la Pompelle y Mount Cornillet. Fue también un rodaje difícil, en el escenario de los combates reales, y sucedió que afloraron cadáveres de soldados y proyectiles sin explotar. Todo ello adornado por diálogos extraídos directamente del libro, emitiendo naturalidad y frescura, para una película salpicada de grandes momentos, y coronada por un *final estremecedor, a la altura de el de la mencionada “Sin novedad en el frente” en su mensaje contra todas las Guerras.

El viaje de un escuadrón en el corazón de la Gran Guerra. En 1915, Gilbert Demachy (Pierre Blanchar), un estudiante de derecho y voluntario, se unió a su sección en Champagne, en el 39º regimiento de infantería. Idealista e ingenuo, se convierte en el protegido de Sulphart (Gabriel Gabrio), un alegre obrero, y del cabo Bréval (Charles Vanel), un pastelero que se desespera al recibir una carta de su esposa.

Relato rutinario de las vivencias en duras condicione de estos combatientes, donde vemos el terror, lo ordinario (las cartas que llegan de la retaguardia, las comidas, el temor a la muerte, …), el compañerismo, los permisos, el dolor, los sacrificios, la desesperanza, el sufrimiento, las muertes, y sobre todo el Averno de la Guerra en su máxima expresión con combates extraordinarios en su verité, sobre todo tenido en cuenta cuando se rodó.

El comienzo es ya toda una declaración de intenciones, cuando vemos a un gran grupo de soldados alineados en firmes, y esta imagen se transforma en un campo de cruces blancas, que va tornando en diferentes infinitos líneas de cruces de colores, hasta que aparece una en primer plano que pone ‘In Memoriam’, refiriéndose de modo diáfano a la dedicatoria a los caídos en la Gran Guerra.

Tras ello nos embarcamos en el (manipulado por gerifaltes) idealismo pasional de con el comienzo de las hostilidades en 1914 incontables civiles hicieron colas para alistarse en los ejércitos, en este caso el foco es en el francés. Tras ello seguimos al protagonista epítome de todos los reclutas, Gilbert Dimachy (buen Albert Blanchard), un pipiolo estudiante de derecho que cree en una guerra romántica, que se unió al ejército por idealismo patriótico y allí se encuentra con la dura realidad de lo fútil del belicismo. Allí se encontrará en medio de una compañía, el escuadrón del Trigésimo Noveno de Infantería al que seguiremos meses de 1915 en el distrito de Champagne. Siendo un claro reflejo de la sociedad gabacha, desde el dicharachero, el mesurado, o el melancólico, como el cocinero, un agricultor, un borracho, son arquetípicos, porque son todos los que combatieron. Hábilmente nos cuelan pequeños flash-backs para ofrecernos el agrio contraste entre la vida civil y la del frente de Guerra.

Nos embarcamos con diferentes fases de la Guerra, emanando la camaradería, la solidaridad, los momentos efímeros de alegría con el alcohol, las bromas, o los permisos, con ellos conviviremos sus temores (intenso el tramo en que se enteran en la trinchera que están haciendo los germanos un túnel bajo ellos para poner bombas), sus frustraciones, su dolor, su angustia, todo ello tiene su clímax en las impresionantes batallas en campo abierto, colosal recreación. En contraste cuando saltamos a los que en sus espaciosas habitaciones de palacios dirigen a los soldados a muertes cual juego amoral, exponiendo la hipocresía y demagogia de los poderosos.

Para los soldados el panorama es de presencia latente de la muerte, ello reflejado en multitud de momentos, ya desde el omnipresente símbolo de las cruces, también durante un desfile ‘triunfal’ ante un General, maravillosa y líricamente vemos a los militares marchando mugrientos, con los uniformes embarrados y rotos, se superpone sobre ellos una marcha celestial de muertos; asimismo, vemos los traslados de muertos en medio de borracheras, donde los saltos de trincheras para a tacar son auténticos suicidios, pues a pecho descubierto avanzan contra bombardeos y ametralladoras, y que tenga suerte el que sobreviva, con combates frontales, con esa imagen de las bolsas de granadas a lanzar, con los cráteres de las explosiones que sirven paradójicamente para esconderse, con esos muertos que sirven de parapeto, lo más metafórico es cuando se refugian en tumbas, potenciales muertos en sus nichos de muerte ya envasados (¿?)... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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