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The D Train

Comedia. Drama Con su vigésima reunión, Dan no puede desprenderse de sus inseguridades del instituto. Intentando sin éxito demostrar que ha cambiado, Dan reaviva una amistad con el chico popular de su clase y vive una noche salvaje que toma un giro inesperado. (FILMAFFINITY)
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
20 de septiembre de 2015
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
O algo por el estilo podría ser la traducción del título en cuestión.
Jack Black me cae bien; no es que sea un gran actor pero, como un buen artesano que se dedica sólo a fabricar un mismo tipo de producto de calidad, ha sabido mantenerse a flote. La peli en cuestíon es quizás la menos Jack de su carrera.
La crisis de los 40 pega duro en las sociedades occidentales y bajo la excusa de la tan americana(y bastante creciente en nuestro país) moda de las reuniones de antiguos alumnos para refregarse por la cara las miserias de la vida; nos trae un comedía bastante ácida sobre las pulsiones insatisfechas de la vida adulta.
Poco te vas a reír, la verdad, y más de uno se va a ver identificado con alguno de los lamentables personajes que pueblan esta desconcertante historia. No estar satisfecho con lo que se tiene, la fama, popularidad, la paternidad como paso inevitable en la vida más que como estado deseado...esto y más es lo que vas a encontrar en este 'vagoneta' que no alcanza más nota por lo manido de alguno de sus pasajes.
Recomendable para curiosos interesados en el funcionamiento de los mecanismos de la vida adulta.
ghaliano
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12 de septiembre de 2015
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa película que con la excusa del melodrama nostálgico, construye una compleja trama dramática capaz de desconcertar hasta el mas experimentado de los videntes. La estructura de "The D Train" se basa en aprovechar la estructura de otras películas mas convencionales para vehicular algo que nada tiene que ver con lo convencional. Pronto nos damos cuenta que esta no es la típica película de humor de Jack Black (como tampoco lo era "Bernie") y que aquí todo vale para desconcertar y obligar al espectador a tomar parte y escoger una conclusión. Si cogemos la primera y la ultima escena, "The D Train" es una película tan convencional como la que mas, pero si nos detenemos en los constantes giros y transgresiones, nos damos cuenta que su nudo es lo menos convencional que hemos visto en el cine comercial de los últimos años. "The D train" es un bromance en toda regla como también lo era "Brokeback mountain" solo que aqui los debutantes Jarrad Paul y Andrew Mogel (autores también del guión) se dedican a disfrazar de falsa comedia lo evidente y darle un puñetazo en eel estomago del espectador justo a media película.¿Es "The D Train" una buena película? Puede que si, pero yo no la he disfrutado al 100% porque me he encontrado siempre fuera de mi zona de confort (como espectador comercial). Por supuesto que consumo cine de todo tipo pero "The D Train" comienza como algo comercial que pronto abandona los tópicos y se adentra en ese bromance de intensidad emocional que desconcierta demasiado. Una buena película, de eso no cabe duda. Una película totalmente desconcertante. Y si lo que buscáis es una nueva comedia de Jack Black mejor ni comencéis a ver esta bizarrada totalmente recomendable..
El Criticón
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28 de septiembre de 2015
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una reunión de antiguos alumnos, un personaje famoso, el feo, el tonto, el malo y otro más absurdo viendo el típico tópico que intenta desmarcarse de productos similares, pero a duras penas lo consigue.
Adolece de cierta calma, imprescindible para que cuando surge la comedia desmadrada, podamos aceptarla sin sentirnos estafados por un producto mil veces visto. Ni me he reído, ni me ha sorprendido. No la valoraré con una nota muy baja porque aunque el intento ha resultado fallido, reconoceremos el esfuerzo.

Un 4
ANHELL
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27 de septiembre de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Cuando te mientes a ti mismo, mientes al mundo entero"; hacer algo a lo grande, lograr impactar para ser recordado, ¡por fin triunfar!, sin saber ni darse cuenta de que ya lo estás realizando.
La clave de la película, su atractivo enganche es su protagonista, su honestidad narrativa y su contagioso y ligero ritmo, y no me refiero a Jack Black, también productor de la misma que deja sus acostumbradas bufonadas e interpreta ¡para variar!, si no a ese compañero de colegio o facultad de quien decimos “hubiera hecho cualquier cosa por ser su amigo”, idealizada figura, prototipo de la perfección a conseguir que, tras años y una vida recorrida, sigue perpetuo e indemne en ese pedestal de nuestra archivada memoria, protegida de las desilusiones del día a día y a salvo de la decepción de lo que soñaba con ser y acabó siendo.
Hermosa figura de cristal que se rompe y deja de brillar si te acercas demasiado, embelesada estatua de hielo que se derrite al establecer contacto, al hacerlo humano e intentar obtener algo de calor y afecto del mismo pues “no significó nada para mi” es su emblema de vivencia para lucir una existencia, increíble y molona, ¡a tope! hasta que se quita las gafas, se sincera y muestra sus cartas, sus fracasos y penas y comienzas a ver al hombre perdedor, estrellado -que no estrella-, y empiezas a apreciar lo que tanto esfuerzo te ha llevado y tan poco has valorado, tú y todos aquellos que rodean y aman a tan importante persona.
Es divertida y alocada, esa parte funciona bien, armónica pareja la formada por el guapo de la clase y su compinche inesperado de juerga que amenizan con placer, credibilidad y osadía la aventura ocurrida en L.A.; sigue el plan previsto de entretenimiento y curiosidad tras su desembarco en pequeña ciudad de inolvidable cuadro de antaño, esa postal de añoranza de tiempos pasados donde todo se recuerda con sonrisas y abrazos, la función esquizofrénica de quien era el amigo exclusivo del rey/ahora olvidado y relegado a uno más conserva el apetito mantenido durante todo el recorrido de la cinta -lástima que no incurriera más a lo “Carrie” y únicamente insinuara la presencia de su espíritu-; el sermón final, de piedra filosofal descubierta tras tropezar y caerse en ella, malogra parte de la buena sintonía establecida hasta el entonces.
Porque el discurso de Oprah Winfrey “agradezcan lo que tienen y tendrán aún más; si se concentran en lo que no tienen, jamás en la vida tendrán suficiente” de remate espiritual, que abre los ojos y sanea el alma, empobrece el ameno apetito del argumento mantenido hasta entonces -amén del personaje del hijo, que flaquea por todos lados- pues, en un principio, tenemos un guión difícil de clasificar ya que vende comedia, drama, humor negro y vergüenzas propias, todo envuelto en candidatos tópicos de cliché estudiado pero que se comportan con alevosía e intrepidez y, exhiben un atrevimiento inusual para este tipo de trabajos.
Los 40, la edad cumbre para una crisis recordatoria de lo que somos, lo que vendemos ser y lo que insinuábamos con vivir y experimentar, la excusa de la reiterada reunión de ex-alumnos y Jack Black actuando y dejándose de tonterías, en excelente camaradería con un seductor y fascinante James Marsden, más una soltura dialéctica que expresa momentos de veracidad sorprendente y una mezcolanza de tiempos actuales y clásicos que, como el propio actor, del gran anuncio nacional que todo lo pone en marcha,alude y confiesa: “..., pruebo un poco de todo, sin definirme por nada”
Ciertos puntos emocionales los clava, en otros se queda cojo de ideas y eficiencia pero, en general, posee un encanto y deslumbramiento que te lleva a seguirla con devoción y a difrutar de sus pasos con excelentes ganas, incursión en la que, aún certificando sus reparos donde se estanca y no progresa, su dictamen es de abrazo grato, valoras su resultado con ese optimismo de salir contenta y haber pasado un buen rato.
¿Sobre definirla?, creo que es mejor ir directo a verla, como el buen gazpacho tiene ingredientes varios, la base es fija y luego añades tantas novedades como quieras incorporar según gustos y apetencias pero, el veredicto es unánime, apetece su sabor, el conjunto gusta.
Llegar a cumbre, acariciar la gloria durante un instante para darse cuenta de que sólo era humo envolviendo y adornando la tristeza de su presente; dejar de ser un seguidor, de mendigar por un amigo para reforzar el carácter.
Sobria, narra con desparpajo, sin desarrollar todo su potencial pero, marcando el paso con la firmeza de dejar huella.
“The D train”, seudónimo de hombre modesto y corriente de atributos dignos y decentes; no fuel el rey del instituto pero, por fin ¡lo es de si mismo!
Enamora brevemente.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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17 de octubre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre se ha dicho que los niños son bastante cabrones y malas personas, como queriendo hacer una clara diferenciación o distinción con los adultos y su exceso de benevolencia, supongo. Pero cuando maduramos y empezamos a ver cómo funciona el mundo de verdad, o cómo nos dicen que ha funcionar, seguimos de hecho sujetos al pasado y las vivencias, al menos todo el que se acuerde de ellas. Uno no abandona su pasado en términos de personalidad, ¿o sí?

Imagino que todo se debe a que se trate del inicio. Si alguien se acordara de su propio nacimiento, seguro que su vida sería un sufrimiento, aunque de hecho debería verla como algo positivo, porque tras esa lucha por salir —o permanecer— dentro del cuerpo de otro ser, cualquier cosa que se nos revele tiende a ser mejor. Y ya no digo si nos acordáramos de antes, de cuando tuvimos que salir del testículo de otro (cuánta insignificancia), algo que reduciría aún más nuestra existencia si se meditara, aunque nos engañen hablando de que desde entonces fuimos ganadores (cuánta grandeza).

Jack Black protagoniza The D Train, una película normal y particular, aunque algo diferente y muy corriente. No es una comedia, aunque a veces nos riamos, ni tampoco es algo serio, o no en exceso. Es una rareza que no se sale de lo general. Una película algo deprimente, si se toma en serio, aunque optimista si se toma a broma. No es estúpida, a pesar de corroborar su estupidez en su protagonista, un hombre que no ha superado su niñez y juventud porque algo de entonces aún persiste en su vida, alejado de lo personal, pero encajado en su parte más social.

The D Train esconde en su ligereza argumental —un hombre se encuentra con el guay de su colegio con la intención de organizar una reunión escolar— varios temas de mayor calado espiritual, por decirlo de algún modo. Es un tema recurrente y del que, de hecho, yo ya he hablado en esta web alguna vez: que haya gente que irradie una personalidad y un carácter que impregna a los demás, personas a las que nadie dice «no», que lo llenan todo, que lo agrandan, que hasta lo revalorizan.

Y no es una cuestión adolescente, sino que avanza y se adapta hasta que somos demasiado viejos o estamos demasiado centrados en nuestra propia realidad para recordarlo y tomarlo en serio. Nos gusta estar con otros humanos, que nos hagan sentir más valorados y nos den más confianza, aunque sepamos que es mentira. Y a partir de aquí depende únicamente de cómo tú lo cuentes como director y guionista. Si Jack Black hace un papel cómico de serio, si James Marsden cumple como guapo y atrayente, si se crea una situación entre rara y desternillante, incómoda o agradable, dependerá, sobre todo, del papel que desempeñe el espectador en el conjunto.

Si acepta el juego al que asiste, si asume que el inicio y el final de esta obra son bien simples, pero no su desarrollo, y no rechaza entrar de lleno, entonces disfrutará con The D Train, si no soporta o no le gusta meditar e ir más allá de lo que le proponen en esta distracción, no encontrará otra cosa que el aburrimiento.

Yo entré, y no por la puerta de atrás precisamente. Acepté su humor carente de humor, su comicidad cercana a la seriedad y me alejé de la película como un producto que se vende bajo un género genérico. Quizás sea un mal sueño, todo lo que queda entre el inicio y el final, pero es lo mejor de The D Train, lo esperpéntico y lo inusual en una historia corriente, modesta y muy normal.
Fendor
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