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El emperador del norte

Drama Oregón, 1933. Entre los vagabundos sin trabajo que, durante la Gran Depresión, se desplazan de un estado a otro viajando clandestinamente en los trenes, el número uno es el Emperador del Norte (Marvin), llamado así por su astucia para burlar a los ferroviarios. Dos hombres aspiran a arrebatarle el título, pero para ello tendrán que llegar a Portland en el tren de Sack (Borgnine), un sádico e implacable maquinista. Inspirada en las ... [+]
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
3 de febrero de 2009
26 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ambientada en los duros años de la Depresión económica de Estados Unidos, el film nos cuenta una historia ferroviaria de la lucha entre un revisor especialmente celoso de su tren y con un odio especial a los vagabundos (interpretado por Ernest Borgine), y uno de estos vagabundos que se hace llamar "el número uno" (interpretado por Lee Marvin).

El director Robert Aldrich enfrenta a dos representantes de las dos clases sociales: los humildes representados por el "numero 1", y los poderosos representado por Stack, un revisor, que aunque evidentemente tiene el mismo origen que los vagabundos que apaliza, asume sin complejos el papel de perro guardian. Sin embargo a Aldrich no le interesaba realizar un film social cargado de mensajes político-sociales de denuncia.

En realidad esta diferenciación le sirve para acentuar las diferencias y y provocar el inevitable choque entre un revisor que considera suyo el tren que le ha tocado vigilar, y el verdadero protagonista, que desafía el poder del revisor simplemente por burlarse de él. Aunque en la medida en que el enfrentamiento tiene daños colaterales en acompañantes y amigos, el enfrentamiento deviene en un asunto personal. Aldrich se muestra brillante cuando la cámara viaja en el tren, y sobretodo en los diversos lances que nos muestran con los enfrentamientos a todo tren.Sin embargo, cuando sus protagonistas se bajan del tren, éste se vuelve un tanto aburrido y con secuencias algo absurdas y de relleno.

De hecho, toda la tensión del film se basa en un choque personal (magníficamente interpretado tanto por Borguine como por Marvin), y de alguna forma tiene que rellenar las escenas de tensión con secuencias que hacen las veces de "anticlimax" para dar algún descanso al espectador. Interesante film, bien planificado (en especial las escenas rodadas en los trenes), y que gana muchos enteros cuandos su protagonistas viajan en tren.
manulynk
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15 de agosto de 2011
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
230/22(21/07/11) Notable drama de aventuras realizado por un director infravalorado, Robert Aldrich, un especialista a la hora de transmitir atmósferas sombrías (Que fue de Baby Jane? o ‘Canción de cuna para un cadáver’), un experto en las cintas de aventuras-acción- bélico (‘Ataque!’, ‘Doce del patíbulo’ o ‘El vuelo del Fénix’), si a ello le sumamos que se basa en un relato corto con tintes autobiográficos del aventurero Jack London, un trío de actores en estado de gracia, Lee Marvin, Ernest Borgine y Keith Carradine, y una puesta en escena llena de realismo nos da esta fascinante película. Sucede durante los duros años de la Gran Depresión americana y tiene como escenario Oregón, más concretamente una vía de ferrocarril de carga que cruza las montañas del estado, los alrededores están poblados por colonias de vagabundos que van y vienen en los vagones, los ‘railroad men’ pero hay un tren, el 19, regido con mano férrea por Shack (Gran Ernest Borgine), un despiadado y brutal revisor que no duda en aplastar con un martillo cráneos de los polizones que suben a ‘su’ Tren, es un Ogro, un pobre hombre que con uniforme se transforma en una despiadada bestia, este representa al poder que oprime y asfixia al que solo intenta sobrevivir, en el otro lado está el llamado Nº 1 (enorme Lee Marvin), un vagamundo que aspira al oficioso título de ‘Emperador del Norte’, o sea ser Rey de la Nada, ser importante entre los desheredados de la tierra, su objetivo viajar en el 19 para sentirse alguien importante, es un tour de forcé en todos los sentidos, dos fuerzas de la naturaleza desatadas, dos actorazos inmensos, transmiten todo el vigor y la rabia de sus personajes, dos tipos que creen en lo que hacen y sienten que uno de los dos sobra, dos titanes que nos regalan dos actuaciones soberbias, su fuerza vital traspasa la pantalla, lo siento mucho por Keith Carradine que está en medio, lo hace bien pero queda anulado por dos tornados imparables, su pelea final sobre un vagón es de una épica mastodóntica, sus golpes nos duelen, su dolor nos toca, dos dinosaurios que se resisten a dejar su territorio.
Continua en spoiler sin spoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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11 de marzo de 2009
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por uno de los mejores, más recios y profesional de los directores que en Hollywood han sido (en sus mejores tiempos, prácticamente una obra de arte por año), nos encontramos ante una verdadera joya de culto, que por derecho propio es una de las mejores y más entretenidas películas rodadas sobre la depresión del 29.
Aparte de la magnífica dirección, tenemos un guion que adapta una obra de ese gran aventurero, cuya vida era una novela de por sí misma, llamado Jack London (esta editado un libro que se titula “Vida de Jack London. Un soñador americano”, escrito por Alex Kershaw, que es una delicia), un casting en estado de gracia, Ernest Borgnine, como el sadico jefe del tren núm. 19, compone un papel inolvidable, así como un Lee Marvin en la cima de su carrera, interpretando al mítico núm. 1, el vagabundo que viajaba adonde y cuando quería, al que no hay tren que se le resista y rematando la función un pipiolo Keith Carradine (por aquellos tiempos era solo el hermano de Kung fu, aunque ya había hecho un pequeño papel con Robert Altman), como el inexperto y fanfarrón vagabundo que acompaña a Lee Marvin en el duelo a muerte ferroviario al que irremisiblemente se ven abocados (mientras los desheredados de la ruta, cruzan apuestas a lo largo de la vía férrea, sobre quien impondrá su ley).
Absolutamente recomendable.
tiznao
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15 de marzo de 2011
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Yo soy el señor de las vías. El tren es mi hotel y nadie se sube en él. No acepto socios, soy el rey de los vagabundos. El emperador del norte. Tú puedes llegar a ser un hombre, puedo enseñarte, tendrás que aprender a obedecer y a que los golpes no te duelan”.

“Las estrellas de este camino las he puesto yo”. Cuando un tío en lo alto de un vagón te dice eso mirando al cielo mientras el jefe del tren va hacia él con un martillo en la mano, no cabe duda que es un romántico de esos perdidos en el tiempo que la gente toma por locos. El emperador del Norte es una película brutal, nos dice mucho de la gran depresión que sufrió el país, del miedo y de la supervivencia de los pobres. Una grandísima película con una banda sonora muy apropiada y dos actores prodigiosos en sendos papeles que se te quedarán en la memoria. Lee Marvin como siempre, infalible; y Ernest Borgnine, temible; de lo más expresivo. Keith Carradine pivotando perfectamente entre esos dos monstruos de la actuación. Mención especial para Ernest Borgnine que queda de lo más propio en esta película de trenes inolvidable.
floïd blue
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20 de mayo de 2012
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en un relato de Jack London, la historia se contextualiza en el estado de Oregón en 1933. En la época de la Gran Depresión, los vagabundos y sin trabajo de Estados Unidos viajan como polizones en los trenes de mercancías, en todos, menos en uno, donde un brutal y despótico jefe de convoy (Borgnine) tiene como orgullo el que nunca nadie haya viajado escondido en su tren. Entre estos vagabundos, el número uno es el emperador del Norte (Lee Marvin), llamado así por su astucia para burlar a los ferroviarios.

La película es un duelo titánico, épico, entre dos hombres, uno de ellos el “héroe”, encarnado aquí en la figura de un desheredado de la tierra, y el otro el “villano”, el jefe de tren. Pero también es un auténtico duelo de actores. Un Ernest Borgnine en un papel de sádico y malvado que borda y un Lee Marvin sosegado e irónico, como siempre excelente en su papel (qué gran actor).

Una película impactante, con escenas de una violencia enormemente bien filmada y mostrada, que mantiene al espectador aferrado al asiento hasta el exultante final. Uno de los puntos culminantes de la filmografía de Aldrich, con una carrera plagada de títulos corrosivos marcados por la violencia física y psíquica, así como por una ácida visión de la sociedad.
Juan Marey
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