En el bosque de la luz de las luciérnagas

El triste fallecimiento de Satoshi Kon nos dejó huérfanos a los que aún creíamos en el anime como un medio de expresión válido más allá del mercantilismo al que se ha visto sometido en las últimas décadas. Si bien su hueco sigue sin haberse llenado, poco a poco van emergiendo realizadores que destacan y sientan unas bases, marcan un estilo y unas pautas, y por tanto se convierten en una referencia dentro de este otro tipo de producciones. Takahiro Omori es responsable, entre otras cosas, de la adaptación televisiva de Baccano y el pasado año dirigió este mediometraje que plantea un viaje iniciático que lleva a cabo una joven muchacha, narrándose la historia de cómo de pequeña conoció al que parecía ser un espíritu del bosque y la relación que mantuvo con él a lo largo de los años, con la particularidad de que nunca pudieron tocarse: de haber sido así, él habría desaparecido.

"Hotarubi no Mori e" se inicia así en el presente y va dando saltos hacia atrás, desde la infancia de esta niña que descubre al espíritu hasta que se fue cumpliendo esa promesa del regreso anual al lugar del encuentro. A medida que pasan los años vemos cómo evoluciona la vida de la primera, su personalidad cambia pero mantiene ese sentimiento de unión con su amigo espiritual, derivando esto en una especie de amor no correspondido dado el handicap previamente mencionado. La forma en la que Omori aborda la narración es digna de elogio porque prescinde del melodrama y decide optar por el camino más complicado: el de dar credibilidad a sus personajes sin trucos de ilusionismo. Con un estilo de dibujo muy elegante, repleto de verde y naturaleza (es fácil acordarse de "Mushishi") y un tono más bien contemplativo, cercano al de "Only Yesterday" de Ghibli, y sólo unas gotas de humor para condimentar el drama, todo funciona hasta un climax final hermoso, triste, pero que cierra perfectamente el círculo. Un oasis entre tanta niña mágica, guerrero lanzador de bolas de energía o criaturas adorables que forman el grueso de producciones niponas.

No se como llegué a ver esta película. Era corta y me aburría. La verdad es que tuve que pararla un par de veces para no llorar (soy de las que lloro en casi todas las películas).

Gin es maravillosamente especial. Y Hotaru le respeta, siendo tan lanzada como es, le respeta porque le quiere. Y es capaz de no hacer lo que desea por él.

Se hace más corta de lo que en realidad es. Una narración amena, una historia preciosa y una moraleja fantástica.

Una maravilla.

Esta era una de mis películas pendientes, cuando veía listas de las películas anime favoritas (sin incluir el estudio Ghibli porque sino llenaría la lista) esta era una constante. Cuando vi que solo duraba 40 minutos decidí que tenía que verla. Solo eran cuarenta minutos, hay episodios de series más largos, y cuando los acabas crees que has perdido tu tiempo. Pero Hotarubi no Mori e, no es así, logra que en ese corto tiempo consigas encariñarte con sus personajes, que conozca un poco de su pasado, y cuando llegas a su final, no puedas entristecerte por tener que despedirte de esta pareja. La relación idílica de estos personajes, como evoluciona a lo largo de los años, como ansían que llegue el verano para poder volverse a ver, y como desean solo tocarse solo una vez... ha sido un ejercicio impresionante abarcar todo esto y a la vez ser entretenido.

Un agradecimiento a Karisato que ha doblado esta película, gracias a ellos personas que desconocen el idioma y que no puedan leer los subtítulos por diversos problemas, pueden disfrutar películas como esta.

En conclusión, una de las mejores películas románticas que he visto. Este tipo de amor platónico no es muy común actualmente, además de la forman que lo han representado es fascinante. Como ves solo tengo halagos para esta película, seguramente puedas hacer un pequeño hueco para poder disfrutar de esta gran historia.

Simplemente precioso. Con este pequeño relato de fantasía perfectamente confeccionado,Takahari Omori consigue emocionar a través de una narración sencilla y emotiva. No incurre en el error habitual de convertir una bonita historia en un pastelón histriónicamente endulzado quedándose así en un más que suficiente azucarillo. Totalmente ausente de manierismos y subtramas innecesaria, el director se centra en la esencia y la transmite sin estaciones intermedias.

Desde un principio sabes lo que va a ocurrir al final de la película, pero aun así, la dulzura de los protagonistas consigue mantenerte enganchado hasta el final.
He llorado como una magdalena con esta película, por su candidez que no empalaga a pesar de todo.
Muy recomendada.