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Kabei: nuestra madre

Drama Drama familiar basado en la Segunda Guerra Mundial, situado en Tokyo en el año 1940. La familia Nogami tiene una vida pacífica pese a lo ocurrido últimamente, pero de repente el cabeza de familia, Shigeru, es acusado de ser comunista y es detenido por ello. Su esposa trabaja día y noche frenéticamente para poder dar de comer a sus dos hijas con el apoyo de Hisako, la hermana de Shigeru. La Segunda Guerra Mundial arroja horribles y ... [+]
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
18 de abril de 2009
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras su excelente trilogía sobre samuráis, Yoji Yamada nos ofrece un film cotidiano y contemplativo, un monumento al cine convencional japonés y una obra cargada de sentimiento y sensibilidad. Tras 80 películas y rondando los 80 años, Yoji Yamada parece que vive en la más agradable armonía cinematográfica.

Shigeru Nogami, llamado afectuosamente "Tobei", es el padre de una familia humilde del Japón de los años 40. Todo parece ir bien para la familia Nogami a pesar de no tener mucho dinero, pero una noche Tobei es arrestado por la policía por supuestos delitos de pensamiento, es decir, acusado de "Rojo" y traidor en plena guerra contra China y a punto de entrar en guerra contra norteamérica.

Cuando Tobei fue arrestado, sus hjas Hatsu-bei tenía 12 años y Teru-bei sólo tenía 9. Kabei, su madre se tuvo que hacer cargo de todo, cuidar a sus hijas y trabajar duramente para sacar la familia adelante en una época convulsa y difícil. Pero Kabei no estará sola, ya que encuentra la estimable ayuda de Yamazaki Toru (Tadanobu Asano), un ex-alumno de Tobei.

"Kabei: Our Mother" es una película sobre las personas, sobre el amor, el sacrificio, la bondad, la amistad y sobe una época en la que los acontecimientos corrían más que las personas. Yamada ha creado un film hermoso, una sencilla obra de arte, un retrato sobre una familia encantadora que vive, cada cual desde su propia perspectiva, una serie de acontecimientos que les superan y que les marcarán para ser una familia unida.
Sersolo
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7 de diciembre de 2008
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
* Sobre las penurias de una familia, y la inquebrantable voluntad y fuerza moral de una mujer, cuyo marido es encarcelado durante la II Guerra Mundial por su ideología antibelicista.

* Con “Kabei: our Mother”, Yamada recupera de golpe aquello que lo ha encumbrado dentro del cine actual, pese a llevar varias décadas haciendo cine. Lo único que podríamos decir que diferencia los personajes de “Kabei” de los de sus últimos films, es el contexto. Seguimos viendo una elegante, poética y apasionada glorificación del amor, el honor, la lealtad, la humildad… pero ahora, no en referencia a un contexto psicosocial y cultural que se debilita, donde ciertos sentimientos, actitudes, modos de vida, o determinaciones, dominantes hasta entonces, son cada vez menos apropiados, no recibiendo la respuesta que antes provocaban; sino que ahora nos los sitúa en un mundo tan caótico, tan desesperantemente desquiciado e impredecible, que dichos comportamientos pasan simplemente desapercibidos, dándose esto siempre en el contexto del mundo de Yamada, en este caso la II Guerra Mundial, cuya recreación es solo un referente, siendo el verdadero mundo de Yamada sus protagonistas, su entereza y dignidad, la misma, independientemente de la época que pinte el maestro.

* De nuevo, la sencillez lírica de la inconmensurable belleza en la calidad humana de sus personajes, y el minimalismo en el retrato que representa cada secuencia. Fuera de esto, de la exquisita y incontestable perfección formal de su película, lo realmente inmenso en esta película vuelven a ser los protagonistas. Se intuye un afecto tan incuestionable de Yamada hacia sus personajes que es imposible no sentir lo mismo. A destacar los personajes de Kayo y el Sr. Toru (interpretado por el incansable Tadanobu Asano). Este último personaje, un poco esperpéntico para el tono del film, pero encantador.

* Algo crucial en “Kabei”, y en cualquier film de Yamada, son las diferentes ópticas, intelectuales, ideológicas, culturales, o de edad, desde donde se observa el discurrir de la actitud y el comportamiento de los protagonistas principales. Centrándonos en la situación que se narra, me gusta como la incapacidad de la pequeña para comprender en toda su amplitud y profundidad lo que ocurre a su alrededor, y sobre todo para entender y estimar la abnegación de su madre, por la inconciencia, inmediatez y actitud particularmente egoísta de todo niño, sea extensible, por las mismas razones, y en mayor o menor medida, a todo el mundo que los rodea, desde sus más nimios vecinos, hasta los responsables de los sinsentidos y aberraciones de ese época. Virtuosos personajes, luchando por sus semejantes, ante la tiranía salvaje de infantiles mentes ofuscadas por el poder. Todo un retrato del sacrificio… muy Mizoguchi.
irian hallstatt
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27 de abril de 2009
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando aparece el título de la película en caracteres orientales sobre un fondo de tela de saco, Yamada pone el listón muy alto. Durante las dos horas juega a ello con la cámara: planos secuencias de lujo, abertura de espacio, pasillos, personas, comidas, humanidad…

Pero hay algo que Yamada no puede recuperar: Kôgo Noda.

La película va perdiendo es aura de simplicidad para cargar unas dosis excesivas de dramatismo.

La inocencia, incomprensión y sencillez de Teru-bei (Miku Sato) es el personaje regalo y por ello Yamada lo usa en su escena final.
Chagolate con churros
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19 de noviembre de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yoji Yamada, un fotógrafo e impresor de la familia y los seres humanos, con “Kabei: our mother”, relata una historia de vida (real) o de vidas en Japón durante la segunda guerra mundial, vista y vivida por la familia de un hombre que es encarcelado por “llevar demasiado lejos” esto del “libre pensamiento”, al no llamar cruzada sino guerra, a la invasión de China por el estado Nipón, cuando este se había montado en el bus del poder y la expansión en la segunda guerra mundial…ese es el delito de pensar! Con la guerra como tema, y la familia como sujeto de esta historia se podría hacer ya algunos imaginarios de sucesos a acontecer. Sin embargo, lo propio de esta película es el modo de contar e ilustrar la historia. Contada por varias voces, aquí Yamada nos muestra una familia con un padre ausente, la cena, el comedor, los juegos entre hermanos, las visitas (a la casa familiar y a la cárcel!!) y ese don de ser mamá. Esta es una película para nosotros los amantes de la cotidianidad, para contemplar y cuyo recurso de poesía es Kabei, la madre, o mejor nuestra madre, pues de nuevo aquí se reafirma como los sentimientos son universales y están por encima de la expresión cultural; Kabei una madre japonesa que representa a cualquier mamá de cualquiera de nuestros países. Es importante hacer mención a este personaje, es una madre y una esposa entregada a su familia, con todo ese amor y dulzura propio de las madres. También es una mujer noble, llamada para la época, a la sumisión del hombre y la sociedad. Magnífica interpretación de la actriz que encarna a Kabei. Es un drama sí, en ese sentido la guerra no tiene matices. Pero esta historia, también está acompañada y aderezada con un personaje entrañable. Yama, es la persona a evocar la ingenuidad, la esperanza, las situaciones que te hacen sentir algo tierno y dulce en el corazón, dibujando tímidas pero reconfortantes sonrisas.

.................................................................................................................Continuo en el Spoiler...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
LAHETITIA
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31 de agosto de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
De la ausencia del padre nacen cartas escritas que son censuradas, con una especie de barrotes negros, borrones de tinta que ocultan algo de lo dicho, que permanece secreto.

Nada hay oculto para los niños en la casa de nuestros protagonistas, todo se habla en alto o está a la vista, pero la época de preguerra censura la obra del padre escritor hasta apartarlo de su familia, llevándolo a la cárcel. La ausencia se suple en la medida de lo posible con la escritura de cartas cruzadas, que son sistemáticamente censuradas con esos listones negros. La hermana del padre encarcelado, la tía de las niñas, estudia bellas artes y dibuja, pinta. Teru-bei, la hija más pequeña que cuenta con 9 años en 1940 donde se sitúa el inicio del relato (los mismos que Yamada en esa fecha) es la que cuenta la historia. Su tía le deja sus lápices y pinturas cuando tiene que volver a Hiroshima a cuidar de su madre (donde muere a causa de la bomba).

Quizás la secuencia más emocionante del film es el momento en que las niñas están escribiendo la carta a su padre en presencia de la madre, les pide que le lean lo que llevan escrito y finalmente ella improvisa una carta no escrita en la que le habla a su marido de sus hijas, emocionándose y rompiendo a llorar.

La lectura de las cartas del padre también se hace en alto dentro de la familia, y lo único que no se dice es lo que imposibilitan esos borrones negros. Teru-bei, ahora profesora de dibujo desvela la imagen primordial del film: El dibujo nace aquí de la tinta que oculta esas palabras escritas nunca dichas. Figura extraida al borrón, también pintura. Barrotes frontera y sin embargo apoyo, soporte de lo imaginario, lo oculto, lo de atrás, lo que el relato intenta revelar. La obra plástica está en las puertas del lenguaje, según Alfred Tomatis. Puertas correderas y de papel aquí, negras verticales como la persiana de la prisión que permite las comunicaciones con la esposa, como los tachones del texto censurado. La escritura y el trazo están íntimamente ligados en la cultura japonesa. La voz emocionada de la madre, rota, abierta ante el cuerpo-escritura del padre. Escritura ante el espejo negro del borrón del censor que completa aquí esa figura dual de lo paterno.

Carta censurada con trazos de tinta negraTerubei enseñando dibujo

Yamazaki, el personaje del alumno del padre, medio sordo y con mala vista es invisible e inaudible para el estado, para “el padre malo” (el de los tachones), aparece en la casa de la familia ante la encarcelación del padre, como promesa, como criatura que crece en presencia de ese útero que es la prisión. Cuando el padre entra cadáver en la casa-madre, esta criatura parte hacia la guerra como quien va a arrojarse a un volcán en sacrificio, pues el premio es la encarnación.

http://buscandoelhilo.com/2014/04/kabei-nuestra-madre/
Ignacio Collado
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