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Eloísa está debajo de un almendro

Comedia. Intriga Cuando Fernando regresa a su casa natal después de varios años estudiando en Bruselas, encuentra una extraña nota de suicidio escrita por su padre diez años antes. Después descubre el retrato de una mujer supuestamente asesinada en la casa y una misteriosa caja de música. La casualidad lo lleva ante la casa de la excéntrica familia Briones, donde vive Mariana, una joven que es la viva imagen del retrato y que tiene una caja de música ... [+]
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
21 de abril de 2010
29 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia del realizador Rafael Gil (1913-1986), es su cuarto largometraje sobre un total de más de 80. El guión, de Rafael Gil, adapta la obra de teatro del mismo título, estrenada en 1940, de Enrique Jardiel Poncela (1901-52). Se rueda, entre el 30/VI y el 6/X de 1943, en escenarios montados en los Estudios Sevilla Films (Madrid) por Enrique Alarcón, colaborador habitual de Rafael Gil, con un presupuesto total de algo más de 1 millón de PTA. Gana el cuarto premio de la sección de cine del Sindicato del Espectáculo. Producido por Enrique Balader para Cifesa, se estrena el 21-XII-1943 en el cine Alcázar (Barcelona) y en el Rialto (Madrid).

La acción dramática tiene lugar en un lugar no determinado (no muy alejado de Madrid) a lo largo de un tiempo indeterminado (de varias semanas o meses) de 1943. Fernando Ojeda (Durán) regresa en tren a su casa, tras doctorarse en Bruselas (Bélgica) y tras más de 10 años de ausencia. En su casa es recibido por su tío Ezequiel (Romea) y el sirviente Dimas (Prada). Ezequiel le entrega una carta cerrada, dirigida a él, escrita por su padre hace 10 años, poco antes de morir. El contenido de la carta es el detonante de la acción, en la que intervienen Mariana (Ribelles), Clotilde (Muñoz Sanpedro), Edgardo Briones (Espantaleón), Micaela (Siria) y otros personajes. Fernando es elegante, serio y resolutivo. Mariana es joven, alta, esbelta, atractiva y lista. Clotilde, mayor que Mariana, es espontánea, ingenua, simpática y divertida. Ezequiel es poco comunicativo y misterioso.

El film suma comedia, comedia negra, misterio, terror e intriga. Lo dirige un joven Rafael Gil, de 30 años recién cumplidos, en el inicio de una larga y prolífica carrera, en la que combina los oficios de guionista, productor, realizador y crítico. Aficionado al cine con pasión, conoce y admira el cine americano y europeo de su época. Distribuye sus preferencias entre Murnau, Chaplin, Keaton, Ford, Hawks, Borzage, Vidor y Capra (Cf. Wikipedia). Su interés por Capra queda acreditado en el film que comentamos. En su trabajo posterior (“El clavo”, 1944), deja constancia de su admiración por Hitchcock, Borzage y McCarey. Cuenta en éste y en otros films con la colaboración eficaz como ayudante de dirección de José Antonio Nieves Conde (1911-2003), dos años mayor que él.

El film construye un humor nuevo en el país, dejando de lado el de los sainetes de siempre, de los que explícitamente se aleja. Evita el tipismo, los estereotipos castizos, las referencias definidas de las circunstancias de tiempo y lugar, etc. De la mano de Jardiel Poncela, que escribe los diálogos, da forma a una obra de humor surrealista, absurdo e inverosímil, que se apoya en personajes extravagantes y en situaciones alocadas. Incluye papeles destinados sólo a la creación de comicidad, como Práxedes (Novalón). El resultado es una comedia disparatada, entretenida y de evasión, fresca y gratificante.
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Miquel
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15 de abril de 2013
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la divertidísima pieza teatral homónima de Enrique Jardiel Poncela, material que sirvió al ex-crítico Rafael Gil para llevar a cabo su quinta experiencia tras la cámara. Importante en la historia de la dramaturgia española debido a la revolución humorística que proponía, donde frente al sainete y a la alta comedia imperantes a principios del siglo XX en el teatro español, Eloísa... apostaba por la evasión de la realidad a través de lo inverosímil, donde cobra especial importancia la fantasía casi surrealista y un humor más intelectual o inteligente. La adaptación de Gil se pretende hasta cierto punto fiel y rigurosa al texto original, sin duda, tratando de aprovechar las virtudes de unos diálogos que contienen los grandes apuntes cómicos de la función. Pero lejos de llevar a cabo una académica y obvia traslación a imágenes de las páginas de Eloísa..., Gil demuestra con su cámara la agradecida intención de evitar un estatismo cinematográfico de clara servidumbre teatral, introduciendo ligeros y óptimos cambios en la escritura de su película, y obteniendo una cinta profundamente ágil y acelerada, en la que si bien pervive la comicidad de la obra original, también se advierte una lograda asimilación de referentes cinematográficos para ordenar los elementos narrativos en aras de generar una auténtica intriga cinematográfica, a la que confiere no poco movimiento interno gracias a un pormenorizado trabajo de planificación.
De este modo, Eloísa está debajo de un almendro, versión cinematográfica, no puede ser simplemente tachada de comedia de enredo, basada en algunos lugares comunes en el género (confusión de identidades, por ejemplo), sino que para clasificarla es necesario, por lo menos, añadir a comedia el calificativo negra o incluso fantástica. Éste último es harto más adecuado cuando atendemos a la clara inspiración gótica que se desprende de prácticamente toda la escenografía creada por Enrique Alarcón para una película rodada íntegramente en estudio, donde destaca la concepción de la imagen del castillo del personaje protagonista, en medio de un lago repleto de bruma o el laberíntico y barroco, visiblemente lúgubre, diseño de su interior. También la labor de fotografía de Alfredo Fraile gira en torno a esta sensación, logrando a través de un sinuoso y casi aterrador juego de luces y sombras hacernos olvidar en más de un momento que estamos ante una comedia, confiriéndole a Eloísa está debajo de un almendro el aspecto de una película de o con fantasmas, nada menos adecuado si tenemos en cuenta que el fin último de su protagonista es esclarecer un crimen.
La comedia, propiamente dicha, se cuela por la pantalla en el dibujo de las rocambolescas y absurdas situaciones en las que se contextualizan los personajes secundarios de la función, la mayoría de ellos pertenecientes al clan de los Briones, de imperdurable efectismo humorísitico incluso cuando la cinta cumple ya la friolera de 70 años. Así, se mantiene vivo el espíritu del autor y su decidida intención de inventar un nuevo y estimulante género cómico. La inversimilitud de algunas situaciones, unido a la extravagancia de unos personajes que cabalgan en todo momento por el límite de la cordura, son otros de los grandes hallazgos de esta joya a la que espectadores actuales, de inocencia corrompida, podrían tachar fácilmente de naif, obviando que se encuentran ante una película que pese al paso inmisericorde del tiempo, mantiene intacta la frescura y el encanto que la llevaron a convertirse en una de las más célebres comedias de su época.

http://actoressinverguenza.blogspot.com
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Juanma
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8 de julio de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) le debemos esta joya del humor absurdo, burlesco y desenfadado, inverosímil e ilógico, pero generoso en el ingenio. Rafael Gil, uno de los cineastas más prestigiosos de la época, adaptó estupendamente, aunque sin ser totalmente fiel a la obra homónima del dramaturgo, al que gustó mucho dicha adaptación, dentro de una corriente de adaptaciones literarias que se prodigaron durante los años cuarenta que gustaban dentro del mercado español y era bendecido por el régimen político.

Fernando Ojeda (Rafael Durán) regresa a su casa, tras doctorarse en Bruselas (Bélgica) y tras más de 10 años de ausencia. En su casa es recibido por su tío Ezequiel (Alberto Romea) y el sirviente Dimas (Prada). Ezequiel le entrega una carta cerrada, dirigida a él, escrita por su padre hace 10 años, poco antes de morir. El contenido de la carta es el detonante de la acción, en la que intervienen Mariana (Amparo Rivelles), Clotilde (Muñoz Sampedro), Edgardo Briones (Juan Espantaleón), Micaela (Siria) y otros personajes.

Argumento enrevesado con ese humor característico del dramaturgo, añadiéndole el cineasta un cierto tono de misterio, suspense y hasta terror gótico. Hay también en el film claras reminiscencias del film de Hitchcock, “Rebeca” que había causado un gran impacto en Rafael Gil (algunas escenas están fielmente calcadas, como el caserón con su espectro siniestro, la mujer muerta y reaparecida, las brumas, el personaje de Micaela como la Sra. Danvers, ama de llaves de Rebeca, la confusión entre Eloisa y Mariana). También tiene influencias de la comedia clásica americana, muy querida por el cineasta, estupendos actores con diálogos vertiginosos, situaciones descabelladas e ingeniosas, jocosas y ágiles, una comedia negra muy digna, con una economía narrativa envidiable, dentro de las posibilidades que ofrecía el cine español.
Antonio Morales
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7 de julio de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Opino que esta versión cinematográfica de "Eloísa está debajo de un almendro" no puede estar más completa en 73 minutos, aunque ello no quiere decir que me parezca completa. De hecho, creo que a diferencia de otras comedias, le falta un poco de metraje que explique la peculiar relación entre Fernando y Mariana. No obstante, es de agradecer que hayan suprimido el largo y empalagoso diálogo entre ellos que aparece en el texto de la obra de teatro.
Incluso alterando el orden de los actos y resumiendo muchísimo la divertida escena del cine, en esta película sí pueden disfrutarse algunos momentos míticos y surrealistas que especialmente se desarrollan en la casa de los Briones (ver spoiler), con lo cual se mantiene la esencia principal que caracteriza a Jardiel Poncela.
Mi nota: 6,7
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Luis Miguel
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12 de julio de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Eloísa está debajo de un almendro» es uno de los mayores títulos-spoilers que puedo recordar. Pero, ¿sabéis que es lo curioso? Que ni te enteras.

Me he quedado con unas ganas terribles de leerme la obra homónima de Jardiel Poncela, porque realmente es impactante el alarde de originalidad que presenta la historia. A quien dice de forma un tanto atrevida que está todo inventado, querría ponerle yo una película o un libro como estos. ¿Todo inventado? Jamás. Cuando creemos que lo hemos visto todo siempre se nos aparece algo nuevo, en este caso antiguo. Setenta y cinco años han pasado desde el estreno teatral en aquel Madrid de los cuarenta. Imaginemos el momento. Es literario en sí mismo. Y como este ejemplo tiene que haber hoy, estoy segura, creadores e inventores que están inventado lo que nadie jamás ha inventado.

La locura o, como dice uno de los personajes, estar «desquiciadillo» se muestra en esta adaptación de 1943 desde el maravilloso prisma de lo surrealista, de lo cómico y de lo castizo en el mejor sentido del término. A medida que iba descubriendo a la familia Briones, más me introducía en este misterio de mentes trastornadas y crimines sin resolver. ¿Un viaje en tren desde una cama? ¿Todos los muebles metidos en una misma habitación? «¿Sí? ¿No?» ¿Una mujer reaparecida dentro de un armario? Lo imposible se hace posible con toda naturalidad mientras los espectadores nos quedamos anonadados de tanta simpática inventiva. Esto sí es de verdad diferente.

Por el contrario, «Eloísa está debajo de un almendro» no es en lo que se dice para partirte de risa, aunque haya mucho sentido del humor, también negro. Entre lo gótico, el thriller y la comedia, la película se desarrolla sin perder el rumbo aunque todo parezca patas arriba. Necesitaría más minutos para ser más compacta y redonda en el guión, que por momentos da la sensación de ir a saltos. Rafael Durán no es de mis intérpretes favoritos y Amparo Rivelles tiene mucho estilo, pero aquí son los secundarios quienes se llevan la gata (sí, la gata) al agua: Guadalupe Muñoz Sampedro, Juan Calvo, Alberto Romea y Joaquín Roa serán quienes nos desquicien a nosotros.

Sentémonos bajo el almendro.
Kaori
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