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The Duke of Burgundy

Drama. Romance La pasión de una mujer por el estudio de las mariposas y las polillas pone a prueba la relación con su amante. Día tras día, Cynthia (Sidse Babett Knudsen) y Evelyn (Chiara D'Anna) interpretan un provocativo ritual que que consiste en castigar a Evelyn con una sesión de placer y sadomasoquismo fetichista. Cuando una de las dos desea una relación más convencional, entonces la obsesión erótica de la otra se convierte en una adicción incontrolable. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 29
Críticas ordenadas por utilidad
9 de noviembre de 2015
55 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Les habrá ocurrido alguna vez que de repente un día se dan cuenta de que la rutina compartida ha contaminado una relación que los años deberían haber fortalecido. Vuelven la mirada y todo parece permanecer exactamente en su lugar… en algún punto del universo ahora separado de ustedes por un abismo.

El tiempo a menudo nos da espacio y el espacio perspectiva, capacidad de enfoque y libertad. O no. No siempre. Porque habrán sentido, también, en algún momento puntual, esa dependencia afectiva que nos vincula a un “otro” determinado -a un “alguien” particular, ingenuo perturbador de nuestro “todo”- transformando el deseo en necesidad y haciendo del amor una patología. Un sentimiento que Evelyn verbaliza en un efímero momento de debilidad, refiriéndose, en principio, a un juego sexual de roles consensuados, perfecto ejemplo de esa cadena invisible que asfixia las relaciones: “Mientras soy tuya permanezco viva”. Y Cynthia asiente calladamente. Silente. Asumiendo, luctuosa y resignada, la dimensión de tal sentencia. Comprendiendo, finalmente, que es ella quien vive en cautiverio.

Habrán padecido, además, en sus carnes, pobres víctimas de relaciones perseverantes , ese ahora en que hacer el amor ya no es hacer el amor porque el idilio ha caducado. Ni siquiera follar es follar porque la pasión se ha domesticado y la fascinación inicial ha dejado de deformar la realidad a su (de ustedes) capricho, dejando tras la retina cierto poso de decepción, porque aquel “otro” ha empezado a ser este “nadie”.

Llega un momento en el que el erotismo de una pareja se reduce a, simplemente, abreviar las noches, a utilizar el sexo cual herramienta, arma, escudo o moneda de cambio… como un simple lastre con el que hacerle trampas a la balanza.
El equilibrio no existe. No existe porque es imposible. Y no es posible porque ni siquiera en ese escenario suspendido en el tiempo, habitado únicamente por mujeres -qué más da, podrían ser hombres, la cuestión es que no hay diferencias genéticas sustanciales con las que estereotipar a los protagonistas de esa constante lucha de poder que es una pareja, o excusas que justifiquen reacciones desiguales-. Ni en esa realidad embellecida, digo, es factible la armonía porque somos a una vez verdugos de la voluntad ajena y víctimas incapaces de escapar del redil de nuestros instintos.

Habrán descubierto ya que todo es mentira. Que la vida es pura aleatoriedad y que refugiarnos en el bucle de la costumbre es una forma de conformismo, de resignación y de transigencia. Que la sumisión es un terreno demasiado próximo a la desilusión y que el amor muere siempre desgarrándonos las entrañas. Que las mariposas se desvanecen por muy entomóloga que una sea y que la soledad, cobarde ella, huele tanto a exilio que nos devuelve una y otra vez al ovillo.
María
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3 de julio de 2016
29 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Secuencia inicial: una mujer recorre en bicicleta las verdes vías de un bosque. Planos detalle intercalados de larvas retorciéndose libres en la tierra húmeda. Fin de créditos. La mujer llega a su destino, una casa cubierta por la hiedra en cualquier villa rural británica, allí otra mujer la espera y le ordena limpiar el salón. Nuevos insertos sobre la acción principal, esta vez las larvas se han transformado en mariposas solo para ser disecadas y expuestas en vitrinas: el libre albedrío transformado en sometimiento, la lujuria de la vida encapsulada en cubículos de cristal. Apenas han pasado cinco minutos del comienzo de The Duke of Burgundy y ya su director, Peter Strickland (Reading, Reino Unido 1973), ha plasmado en imágenes, a través de esa metáfora visual, la idea principal de su película: la elección entre la independencia y la opresión, entre las pulsiones opuestas de vida y muerte. Esa pulsión que lleva a su protagonista, Evelyn, a establecer un juego de poder con su autoproclamada ama, la dominante Cynthia. Pero ¿quién es realmente la sometida?¿quién la que marca las reglas del juego?

No parece casual que sea, precisamente, en sociedades tradicionalmente educadas en la disciplina y en la imposición (Reino Unido, Japón, Alemania) donde el cine, imitando a la vida, haya reflejado más historias sobre relaciones de carácter sádico. Es una tendencia obvia reproducir, en nuestro entorno personal, los valores que se transmiten culturalmente en nuestro ámbito global, crear pequeños microcosmos de ese gran Universo social al que llamamos “carácter nacional”. En ese sentido podríamos decir que The Duke of Burgundy es, sólo puede ser, un film británico. No por plasmar en la pantalla esa ya mencionada querencia “brit” al sadomasoquismo, que también, sino por sus obvias elecciones estéticas o su frialdad a la hora de mostrar las relaciones sexuales. Casi al mismo tiempo que, en la mucho más carnal Francia, La vida de Adele celebraba el sexo como el cúlmen de la experiencia vital, difundiendo sus delirios en gozoso primer plano, aquí, en la otoñal Gran Bretaña, Strickland rueda la pasión como un esteta, alejado de la acción, como si su cámara estuviera al otro lado de una puerta de cristal biselado. De nuevo el vidrio se significa, como en las alevillas de los títulos de crédito, en barrera de lo sintiente, convirtiéndonos a nosotros, espectadores, en observadores de una naturaleza muerta, en voyeurs de mujeres/mariposas atravesadas por el alfiler del embalsamador. Sí, hay cierta crueldad en contemplar las bellas imágenes de The Duke of Burgundy y, al igual que en un mariposario, resulta imposible no sentir cierta piedad por las criaturas allí expuestas: tan hermosas, tan muertas, tan frías y solitarias.
Talamasca
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1 de septiembre de 2015
35 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como ya me ha sucedido otras veces la opinión de los críticos sobre algunas películas, y ya es la segunda de lesbianas en que me ocurre, me deja estupefacta. Todo lo que puedo decir es que la película es rara, rara. Imposible situar la película en un momento concreto, podría ser el siglo diecinueve a veces, la década de los cuarenta otras, la de los cincuenta en ocasiones, e incluso los sesenta. La música es una tortura (sonidos que pretenden imitar la naturaleza que aturden), en otras se inspira en las películas de los sesenta, igual que algunas imágenes desenfocadas, otras con doble imagen e icluso imágenes caleidoscópicas utilizadas no sé con que propósito y que en realidad resultan insulsas e incómodas. La película no tiene una estrutura narrativa, y se limita la mayor parte del metraje a repetir escenas, literalmente. Su mejor baza es reflejar en esa repetición una cierta evolución de la relación de las dos mujeres protagonistas y prácticamente únicos personajes de la cinta (el resto, siempre mujeres, son sólo fiigurantes) tanto es así que en los títulos de crédito se enumeran todas y cada una de las especies de mariposas que aparecen. En fin, prescindible en todos los sentidos. Cuando la película acaba, una tiene la sensación de haber visto una película propia del erotismo experimental de los años sesenta. Y ni siquiera resulta excitante.
beabar
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21 de diciembre de 2016
19 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lamento discrepar de muchos críticos autorizados y comprendo que "para gustos están los colores". Cada cual tiene sus cánones estéticos. A mi me ha parecido una película apta para fetichistas muy muy pacientes. Indudablemente no se ha intentado "épater le bourgeois", porque desde luego y a estas alturas sería prácticamente imposible. Relatar en cine es sumamente difícil, máxime si no se tiene claro el hilo ni el ritmo adecuado para el relato.Para muestra, este botón.
Apopotato
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21 de marzo de 2017
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
He leído muchas críticas al respecto, van desde las que afirman que este producto es una hermosa poesía convertida en séptimo arte, hasta quienes le dan un uno de calificación diciendo que es una basura y por tanto incitan al espectador a no perder su tiempo viéndola.
Mi calificación se queda en el término medio, le daré un cinco o un seis, aún no lo decido. Imposible que yo valuara esta cinta con un uno cuando el lenguaje cinematográfico es agradable, la música es elegante, los paisajes se encuentran a la altura de la atmósfera lúgubre que envuelve a toda la película, pero al mismo tiempo refleja el contenido del alma de nuestras dos protagonistas.
Es un ejercicio interesante pero bastante pretencioso que al final resulta lento y repetitivo.
Sin tantas vueltas al asunto y dicho de una manera bastante coloquial, lo que Strickland quiso expresar de una manera bastante retorcida, fue la dinámica de una relación de pareja que podríamos ser nosotros, ustedes, o cualquiera; porque todas las parejas somos proclives a caer en la rutina, en el aburrimiento, en el descontento, en el sacrificio, en la infidelidad, en el te juro que voy a cambiar y la realidad es que nadie cambia y es muy sencillo confundir amor con coodependencia.
Y aunque resulta bastante interesante conocer las parafilias de Evelyn, terminamos juzgando la dinámica de la pareja, porque recordemos que todos somos libres de ejercer las prácticas eroticoafectivas que se nos vengan en gana pero siempre y cuando la otra parte se encuentre de acuerdo. Lamentablemente para Evelyn, Cinthya deja de sentirse cómoda y con su aburrido juego "erótico" y entonces caeríamos en la hipocresía como críticos al decir que está bien, porque no, está pareja de mujeres enfrenta una tremenda crisis en su relación amorosa e incluso existe maltrato psicológico por parte de la sumisa hacia su dominatrix.
Me parece hipócrita que cataloguen está cinta como algo Wow y escriban cualquier cantidad de cosas malas para 50 sombras. De hecho ni siquiera son comparables, aunque es imposible no pensar en ello.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Patricia_Brewster
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