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Bestias de la ciudad

Cine negro. Drama. Thriller Tulio Renata (Robert Loggia), un lider del Sindicato Internacional de los Trabajadores de la Moda, lucha por integrar en el sindicato a los empleados de la fábrica textil de Walter Mitchell (Lee J. Cobb); pero éste, para impedirlo, contrata a Artie Ravidge (Richard Boone). El hijo de Walter, Alan Mitchell (Kerwin Matthews) vuelve a casa y se incorpora a la empresa tras la sospechosa muerte del socio de su padre. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
18 de julio de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Encuadrar Bestias de la ciudad en el género del cine negro resulta un tanto traído por los pelos. Las voces en off, el B/W o la violencia, siendo elementos definidores del noir, no justifican por si mismas esta calificación. Por su argumento puede incluirse más bien dentro de un cine de denuncia social de las condiciones de trabajo y de la explotación laboral.

En una línea similar a La ley del silencio, contando también con la presencia de Lee J. Cobb, y cambiando el sector de la estibación portuaria por el textil, la película es un retrato, algo idealista, del enfrentamiento entre un sindicalismo naciente y unos empresarios agarrados férreamente a sus márgenes de beneficios. Y en el paisaje de este retrato las mafias a sueldo al servicio del capital.

Lee J. Cobb es un empresario del sector de la moda radicalmente contrario al sindicalismo laboral. El regreso de su hijo de Europa con la pretensión de trabajar en el negocio paterno coincide con una crisis de violencia laboral. Los diferentes puntos de vista de padre e hijo determinarán los acontecimientos subsiguientes.

Dirigida por Vincent Sherman con una pequeña participación de Robert Aldrich, la cinta no saca demasiado partido a un tema socialmente interesante. Es probable que el entorno de restricciones y censuras del momento en que se rueda - Código Hays y macarthismo tardío - condicione el film hasta el punto de desaprovechar las oportunidades que ofrecía el guión. Algunas escenas capitales quedan “en off” por miedo a una apología de la violencia y eso lastra sobremanera el film. El toque moralista es asimismo el propio de la época.

La presencia de Richard Boone y del gran Lee J. Cobb, en otro de sus típicos papeles “bravucones” eleva, aunque no demasiado la nota de un film interesante pero mediocre. Como curiosidad, la presencia de una Gia Scala, tan hermosa como aficionada a la botella. Cuentan algunas crónicas que tal afición condicionó el final de la película, evidentemente acelerado, como si les hubiese entrado prisa. ¿Se acabó el dinero o las botellas? That,s the question.
FATHER CAPRIO
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13 de septiembre de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta producción de la Columbia se desarrolla en el complicado mundo de la fabricación de ropa, donde uno de sus principales empresarios, Walter Mitchell -enérgicamente interpretado por Lee J. Cobb-, trata de impedir la entrada de los sindicatos del textil en su fábrica, a los que considera unos aprovechados, lo que le llevará incluso a enfrentarse a su propio hijo y darse cuenta de que las cosas no son exactamente como él cree.
El encargo original de la película fue para el ácido y desencantado director Robert Aldrich que posteriormente fue sustituido por el gran artesano Vincent Sherman, lo que ha dado pábulo a la leyenda de que Sherman- uno de los represaliados por la “caza de brujas” de los años 50- la convirtió en una propuesta más complaciente, que la propia brutalidad y violencia de la película desmienten, por no hablar de la favorable visión del sindicalista Tulio Renata (Robert Loggia).
Con una cierta influencia de “On the waterfront” (1954) de Elia Kazan, rodada 3 años antes- no sólo por la presencia de Lee J. Cobb- esta áspera y seca propuesta, de ramalazos, por momentos, televisivos, en la que amenazas, asesinatos, extorsión y violencia comparecen con inusitado prosaísmo posee una destacada viveza y un gran ritmo donde el fuerte carácter y la explosiva personalidad de Lee J. Cobb impide que el resto de actores, que no son un gran qué -con la honrosa excepción del excelente Robert Boone como malvado mafioso Artie Ravidge-, puedan hacerle sombra pese a que la natural belleza de Gia Scala nos regala una inaudita escena en el bar con Kerwin Matthews, mientras da el pecho a su hijo. Aunque resuelta de modo rutinario y con personajes un poco de cartón-piedra, se deja ver con gran interés.
Gould
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30 de marzo de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a que en los créditos aparece como director Vincent Sherman, hay que reconocerle parte de la autoría a Robert Aldrich, el cual fue despedido debido al tono excesivamente crítico con el que estaba dotando la obra.

Y es que el film toca un tema delicado como es la lucha por parte de los empresarios para evitar los sindicatos en sus fábricas, viendo obligados a ponerse en manos de organizaciones criminales, de cuyos drásticos métodos acaban siendo cómplices. Walter Mitchell (Lee J. Cobb) es uno de esos fabricantes, el cual recibe a su hijo, recién llegado de Europa, en plena guerra con los sindicalistas. Sin embarog, su hijo, Alan (Kerwin Mathews) no acaba de ver muy claro el hecho de ser cómplice de unos criminales a quienes tiene que pagar para evitar tener que pagar al sindicato.

Según el propio Aldrich, Sherman, siguiendo órdenes de los productores, desmontó todo el sentido crítico del film, dejando en meramente un esbozo la actuación del sindicato, y dulcificando el tono general del film, proporcionando más protagonismo a Theresa (Gia Scala), la mujer de un sindicalista especialmente beligerante. De esta forma, el film queda en un enfrentamiento entre padre e hijo, por las formas de dirigir la empresa, así como un acercamiento de éste hacia Theresa, grácias a determinadas circunstancias. La sensación general es que todo termina encajando de una forma demasiado evidente y facilona.

Esto no quita para que Aldrich nos dejara en el film un buen puñado de excelentes escenas, entre las que destacan las escenas violentas del film que tienen indiscutiblemente su marca. En algún caso, son excesivamente violentas para la época. Posiblemente, dichas escenas se consintieron al ser un film de serie B. Sin embargo, es perceptible como en el último tramo del metraje hay una tendencia a rebajar la tensión, así como una aceleración de los acontecimientos, que provocan una resolución rápida y "limpia". Sherman demuestra también su buen hacer, forzando la situación lo suficiente como para cambiar la dirección pero no tanto como para que parezca algo inverosímil.

En realidad todo son especulaciones. No hay forma de saber que clase de film hubiera firmado Aldrich si le hubieran dejado. Nos queda un relato negro, no exento de interés, con la presencia de uno de los grandes secundarios del cine, como fue Lee J. Cobb.
manulynk
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13 de mayo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
ay algo que falla, tiene buen planteamiento, el desarrollo parece correcto, y, sin embargo, no llega a cuajarse como una gran cinta. El potencial es grande, los actores sinceros, el metraje adecuado, el guión tiene gancho, pero no sé qué tiene que no se muestra con todo lo que puede dar.
El mundo de la moda y el sindicalismo más salvaje, buena confinación. Lo que naufraga es la presencia del hijo, que llega de la nada y se coloca del lado de los sindicalistas, cosa rara y poco creíble.
Además la novia del padre no juega el rol que se supone que debía jugar, algo no encaja. El reencuentro del hijo y el padre esconde algún tipo de relación turbia anterior, que sólo se insinúa, probablemente tras la muerte de la madre.
Los primeros veinte minutos son muy buenos, pero encuentra un valle de media hora que lastra la cinta. Pudiendo ser espléndida se queda en interesante.
ÁAD
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16 de junio de 2022
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Con un guion excelente, se documenta el intento de un grupo mafioso por controlar la industria de la moda de Nueva York, aunque finalmente el argumento se centra en una empresa concreta. El tono crudo y realista del relato resulta convincente, desde los falsos sindicalistas introducidos por la mafia en los sindicatos que defienden los derechos de los trabajadores hasta los crueles asesinatos de todos los que estorban.
El pulso narrativo es magnífico y mantiene bien la tensión de los enfrentamientos entre gansters y miembros del sindicato, así como entre un empresario textil que detesta el sindicalismo (Lee J. Cobb) y su hijo que lo defiende (Kerwin Mathews).
El desenlace adolece de cierto triunfalismo, muy bien elaborado, pero que posiblemente no se corresponde con la realidad. Mas el duro precio que se paga por derrotar a los criminales ofrece toda una lección de cine negro.
Destaca Richard Boone, en su papel de matón sin escrúpulos.
"Bestias en la ciudad" pertenece a una larga serie de films moralizadores contra la corrupción filmados en los años cuarenta y cincuenta, como "La ciudad cautiva" o "El imperio del terror". Tanto Sherman como Aldrich, a pesar de la censura, lograron un buen título de este género.
Luis
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