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El día del fin del mundo

Ciencia ficción. Fantástico. Terror Las peores pesadillas se hacen realidad para un grupo de siete personas, que han sobrevivido a un holocausto nuclear. Desde su refugio en la montaña observan cómo plantas y animales empiezan a sufrir monstruosas mutaciones por efecto de la radiactividad. La supervivencia del grupo depende de su inteligencia para enfrentarse a grandes mutantes caníbales. (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
11 de julio de 2009
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante la primera película de ciencia ficción firmada por el gran Roger Corman (si bien es cierto que poco antes figura como codirector de “The Beast with a Million Eyes 1955”) y quinta de las rodadas en su primer año (1955) como director, donde se nos cuenta una historia post-apocalíptica, en la que 5 supervivientes del holocausto nuclear que ha acabado con prácticamente toda la humanidad, convergen en una casa habitada por Jim Maddison (Paul Birch) y su hija Louise (Lori Nelson), la cual al estar situada en medio de un valle en el que abundan las minas de plomo se ha salvado de la destrucción.
A partir de aquí, con padre hija y los 5 supervivientes reunidos bajo el mismo techo, los cuales son: Tony Lamont y Ruby (Mike Connors y Adele Jergens), un impresentable tipejo y una rubia sueltecilla, Rick (Richard Denning), un tipo duro que aparece cargado con Radek (Paul Dubov), un contaminado al que recogió por el camino y Pete (Raymond Hatton), un viejo buscador de oro que llega con su burro “Diablo”, tenemos una pasable (siendo pelín generoso) película de ciencia ficción, en la que la trama gira en torno a los problemas derivados de la convivencia y el racionamiento de provisiones (con el desagradable Tony Lamont metiendo la gamba continuamente) y de la existencia de unos caníbales mutantes (se alimentan de carne contaminada y lucen una cabeza con 3 ojos y varios cuernos) que andan por la zona.
A día de hoy y a diferencia de muchas otras obras del Corman (le podemos ver en una foto enmarcada junto a Louise en varios fotogramas de la película) de la época, me temo que solo pueda tener interés como curiosidad de ver una de las primeras películas de este maestro de la serie B.
tiznao
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3 de junio de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Supongo que igual que yo, la mayoría llegan aquí atraídos por el nombre de Roger Corman, alguien que si alcanzó cierta fama fue por sus adaptaciones de textos de Allan Poe, de la mano del grandísimo Vincent Price, y no precisamente por películas bienintencionadas como este "El día del fin del mundo". Hay poco que destacar en esta historia post-apocalíptica, poca calidad. Se trata de una mera curiosidad, una película hecha con la intención de sobrepasar escasamente los sesenta minutos y orientada a formar parte de las dobles sesiones de la época. Una casa en un valle rodeada de depósitos naturales de mineral de plomo es la excusa para que en ese espacio se recojan los aparentemente únicos supervivientes de una catástrofe natural. ¿Se pueden tener mejores intenciones?; desde luego el punto de partida es interesante, si pasamos por alto que el plomo pueda hacer de repelente de la radioactividad. Lo que sigue es a menudo ridículo, está repleto de clichés, se ve venir a años luz lo que va a suceder y no hay lugar para la sorpresa.

Hasta que aparece el bicho mutante, tal cual vemos en la maravillosa carátula de la película, un monstruo humanoide con cuernos, unos cuantos ojos, una boca horrible y muchas ganas de fastidiar a los protagonistas. ver a ese bicho es genial. Me ha recordado a Ed Wood y su fantástico imperativo "positivar!!". Pero la peli es mala, no voy a engañar a nadie, y entre actuaciones mediocres de los actores y ciertos hechos incomprensibles, llega ese final que Corman siempre quería que fuera potente para que el espectador se quedara con buenas sensaciones sin que acabe de funcionar. Ni el monstruo ni lo que va antes ni después, "El día del fin del mundo" es una muestra de inicio más bien flojo como director de uno de los grandes nombres del cine. Corman produjo más de 400 películas, se dice pronto, así que no es un don nadie precisamente. Sin embargo, aquí no hay mucho que destacar, de la mano de Vincent Price sí llegarán grandes cosas.
Luisito
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27 de agosto de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El segundo inicio de la humanidad, tras un desastre postapocaliptico, será, según Roger Corman, sin relaciones interraciales. En el grupito de supervivientes del film no había ni negros ni orientales que pudieran procrear con blancos. No es de extrañar, cuando en los años 50, en algunos estados de los USA eran delito los matrimonios interraciales. Asi que el guionista evita un problema. Fuera otras razas o etnias. Y dentro de los blancos, Corman elige al puro WASP rubio, educado y temeroso de Dios como nuevo Adán frente al moreno ítaloamericano, delincuente, cobarde y descreido, que acabará como mandan los cánones. Y, para rizar el rizo, se muestra el conflicto vida rural/urbana, asi la nueva Eva es una chica sana de campo, mientras que la chica de ciudad es fumadora, alcoholica y bailarina de striptease, vamos que no hay nada mas en las ciudades, cueva del vicio.
En conjunto, el filme es un catálogo de fobias, discriminaciones y filias de la sociedad estadounidense de aquellos años. La Scifi aparece, por decir algo, en el argumento y los monstruos mutados de todo a 100 que les acosan, pero poco. El peor enemigo del hombre es uno mismo.
Quinto Sertorio
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18 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un desastre nuclear ha acabado con el mundo. 7 supervivientes se refugian en una casa, protegida por las montañas de la radiación. No pueden salir, y además están rodeado por los seres mutantes resultantes de la radiación. Pero el mayor peligro, son ellos mismos. Una trama que puede parecer simple, pero que mola y funciona realmente bien.

Una película interesante, de pura supervivencia, y donde todos vivirían mejor sin cierto individuo... pero ahí sigue, en fin, si no no tendría gracia la historia.
No está nada mal, tiene su intriga, su drama, su misterio, su monstruo... entretiene lo suyo. Buena ciencia ficción de los 50.
TANOMUERTO
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29 de mayo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fábula del fin de los días, la hecatombe ha sucedido y las ciudades son amasijos de escombros.
Con todo esto da comienzo el amanecer de una nueva era según la visión de uno de esos directores clave para entender la "sci-fi" de los '50 en adelante.

Además se halla en un momento importante. Roger Corman tiene 29 años y ha dirigido ya, oficialmente, dos películas, en el género que menos le atraía de todos: el "western". Es una parte más de la ínfima productora A.R.C. propiedad de Samuel Arkoff, James Nicholson y Alex Gordon, y va a ser contratado para ocuparse de su primer largometraje de ciencia-ficción escrito por el guionista todoterreno Lou Rusoff, cuñado Arkoff, tras ocurrírsele a Nicholson el título. Con exteriores situados en Los Angeles e interiores precarios el joven director se hizo con un presupuesto holgado, para lo que estaba acostumbrado (de 70.000 a 90.000 según las distintas leyendas).
Unos títulos de crédito llamativos, lo que sería una de sus señas de identidad para la posteridad, nos meten de cabeza en un entorno provocado por lo que parece ser una 3.ª Guerra Mundial con agravante atómico. Tema estrella de aquellos tiempos debido a la crisis de la Guerra Fría, era cuando Eisenhower y sus asesores planeaban respuestas nucleares contra la U.R.S.S. y se anunció que los comunistas podrían haberse infiltrado en la C.I.A., tiempos de pánico donde aún se respiraban las nubes radioactivas de Hiroshima y Nagasaki, haciendo que en la ficción esto se tradujera en historias de fantasía apocalíptica.

Pero el más directo predecesor de "El Día del Fin del Mundo" lo marca "Cinco", pequeño clásico de Arch Oboler pionero en proponer un entorno post-apocalíptico ocupado por unos pocos supervivientes. La principal desemejanza, además de que éste se filmó en exteriores, es que su cierta audacia presentando a un grupo heterogéneo lo pasa Rusoff por el filtro de lo convencional y lo fantasioso (al estilo de un John Wyndham, por ejemplo). También se permite licencias pues el tiempo de rodaje (menos de dos semanas) no dejaba márgenes para desarrollar la trama ni los personajes.
Ahora éstos aumentan a siete y se reúnen, al mismo tiempo y llegados de no se sabe dónde porque no se nos explica, en la morada del científico militar (o lo que quiera que sea) Maddison y su hija Louise, bien protegida en un cañón contra la radiación exterior. En primer lugar: ni las montañas protegen de la radiación ni por culpa de ella se producen mutaciones monstruosas, que será uno de los elementos clave de la historia, pero esto es horror/ficción de entretenimiento y no de base científica. La importancia recae en la relación de los seres humanos cuando no queda civilización a la que aferrarse, tema típico de estas historias e interesante si sabe llevarse a cabo.

El problema son esos convencionalismos del guión, que asigna a cada actor un rol de estereotipo algo farragoso, sin salirse demasiado de la norma: el sensato líder que a lo Noé acoge en su arca a los desamparados en el diluvio nuclear (un "johnwayniano" Paul Birch); el adonis valiente y romántico (Richard Denning); la chica pueblerina de espíritu puro (actriz de Universal Lori Nelson), en oposición con la mujerzuela de ciudad, desgraciada, lujuriosa y envidiosa (la actriz clásica de comedias Adele Jergens, y la más auténtica del acartonado grupo); el buscador de oro simpático pero cínico (la estrella del mudo Ray Hatton); y el italoamericano buscaproblemas que crispa el ambiente (repelente Mike Connors).
No cuesta averiguar, desde su aparición, quiénes van a quedar en pie; preferentemente aquellos con buenas intenciones, evocadores de la creencia religiosa y la fe, cristianos bondadosos. Por supuesto es la chica dispuesta a asumir los tradicionales votos nupciales la destinada a vivir; a la otra le espera lo que pide: un destino trágico. Los pecaminosos, brutos o egoístas no tienen ninguna posibilidad (cuando en la vida real sería al revés); el séptimo en discordia es un pobre tipo (inquietante Paul Dubov) afectado por la radiación que poco a poco irá mutando en una criatura humanoide violenta, a quien todos evitan con miedo.

Maddison incluso planea su asesinato sin pararse a pensar en la utilidad de observar los efectos para aprender. Durante un buen trecho de trama, como la base narrativa está establecida, no habrá casi movimiento ni sorpresas lejos de las rencillas entre los supervivientes encerrados; se forjan algunos misterios con respecto a las mutaciones y crece la paranoia y el miedo a la amenaza exterior, como si no fuese suficiente la amenaza interior, haciendo que no sea realmente necesaria la aparición de un monstruo extraño (mejoraría, dado las pobres técnicas y maquillaje, que éste se mantuviera oculto al ojo del espectador, insinuándose pero no mostrándose).
Valía más construir un elaborado drama humano. Pero esa no era la intención de los productores; tampoco de Corman, cuyas habilidades de cineasta no habían aflorado aún, quejándose muchos de los actores de su falta de dirección. Y es que éste no sé sentía entonces ni mucho menos un artista, sino un trabajador que deseaba poner sobre el tapete los resultados gastando lo menos posible; lo importante para él era ésto, el resultado final, no el proceso de realización...y esta falta de tacto en los detalles, de desgana en la calidad creativa, provoca la mediocridad en líneas generales.

Aun así, por alguna razón incomprensible, a pesar de todas esas flagrantes limitaciones y errores (¿no debería haber tenido el papel de Radek más protagonismo dramático?), el producto consigue entretener con su mezcla bizarra de suspense, melodrama negro de andar por casa, distopía, horror fantástico y romance.
Es esa curiosa habilidad mágica del nativo de Michigan de extraer algo bueno de donde aparentemente no lo hay y enganchar hasta el final. Desde luego funcionó en aquel momento, recaudando en sesiones dobles más del quíntuple del presupuesto; artista o no, sólo un genio logra eso.
Chris Jiménez
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