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La guerra de los botones

Comedia Los niños de dos aldeas vecinas francesas mantienen una rivalidad eterna que les enfrenta en batallas donde los botones son el precio de la derrota. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
28 de julio de 2010
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entrañable película francesa, que logra el difícil cometido de trasladar al espectador adulto hacia los momentos más triste y felices de su infancia. Efecto que no pasará la barrera del tiempo ya que las nuevas generaciones no se identificarán en lo absoluto con este tipo de niñez “al aire libre”.
La película trata de un grupo de niños que luchan en todo el sentido de la palabra con sus pares de un pueblo vecino. Al ir creciendo esta “batalla” y en el transcurso de la misma irán asimilando importantes facetas de la vida adulta, aprendiendo compañerismo, trabajo en equipo, economía, libre comercio, política, estrategia, liderazgo, organización, disciplina, matemáticas, geometría, arquitectura; viven en carne propia los dos extremos de una guerra, la dulce victoria y la amarga derrota, van entendiendo conceptos tan difíciles de confrontar por los adultos como el de la justicia y la injusticia.
A propósito o no, aprenden los preceptos de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad.
Como mensaje final nos lleva a reflexionar que cuando el hombre, sin importar su edad, pelea con sus semejantes cae en lo más bajo de la estupidez humana.
Dr.Juventus
DrJuve
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31 de marzo de 2007
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película realizada por Yves Robert, basada en la novela "La guerre des boutons" (1912), de Louis Pergaud, adaptada por el realizador y François Boyer. Se rodó en escenarios naturales de la campiña francesa con un bajo presupuesto. Ganó el premio Jean Vigo. Producida por Yves Robert, León Carré y Danièle Delorne, se estrenó el 18-IV-1962 (Francia).

La acción tiene lugar en los aledaños de los pueblos de Longeverne y Verlans (Francia) durante las vacaciones escolares de verano de 1961. Al finalicar el curso, los chicos de Longeverne, liderados por Lebrac (André Treton), y los de Verlans, liderados por L'Aztec des Gués (Michel Isella), armados con espadas de madera, tirachinas y palos, se enfrentan en juegos de guerra, como todos los veranos.

La película es una comedia para niños, que junto a la sencillez e ingenuidad del relato incluye referencias de interés general. El protagonismo infantil retrotrae al espectador a una época de su vida de la que guarda recuerdos entrañables, cosa que agradece. Explica cómo se organizan los grupos sociales, los valores que los articulan (lealtad al grupo), concepciones que los inspiran (igualdad), normas obligadas de conducta (disciplina de grupo), distribución de cargas colectivas (aportaciones personales), infracciones sancionables (revelación de secretos) y castigos (azotes con vara). Los enfrentamientos se hallan sometidos a códigos de máximos, aceptados tacitamente por ambas partes. Los oponentes que caen prisioneros son objeto de escarmiento que afecta a lo que consideran el bien más preciado de una persona, el honor. La deshonra se inflije mediante el corte de botones, ojales, cintas, cordones y tirantes, de las prendas de vestir, lo que provoca sentimientos de vergüenza ante los iguales y de indefensión ante la familia. Los combates se planean de acuerdo con tácticas encaminadas a mejorar rendimientos y minimizar costes. Las peleas sin ropa evitan el corte de botones. La incorporación de una chica, Marie Tintin (Marie Catherine Faburel), a uno de los grupos para tareas de intendencia (coser botones, desgarrones, etc.) evita los reproches de las madres. La violencia y crueldad con animales (zorro) producen rechazo y tensionan el clima del relato. La incorporación de novedades tecnológicas (tractor) eleva la capacidad ofensiva y distorsiona el mapa de límites establecidos. El comportamiento de los padres no es ejemplar (borrachera del pequeño Gibus), ni inteligente (reproducen y agravan las tensiones de los hijos). La obra constituye un documento sobre la vida en aldeas rurales a principios de los 60 en Francia y, por extensiòn, en Europa. Es, también, una sátira sobre la guerra, con una velada crítica de las armas nucleares.

La música acompaña la acción con marchas, fanfarrias, temas idílicos y secuencias dramáticas, de excelentes factura. La fotografía, en B/N, ofrece imágenes cautivadoras de notable composición. Película menor, de gran interés.
Miquel
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30 de diciembre de 2008
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debí de ver "La guerra de los botones" cuando tenía unos 10 años y no la había vuelto a ver hasta hace 15 días, casi cuarenta años después. Busqué está película por que la recordaba como la que más me había gustado siendo niño. Pensaba que, después de tanto tiempo, mi memoria seguramente me gastaba una mala pasada o simplemente me sentiría embarazado de mi pueril sensibilidad infantil. Nada más lejos de la realidad. Es una obra de arte. Alguien ha escrito más arriba que es una obra menor y no estoy de acuerdo. Es un peliculón dirigido de forma magistral con un argumento y una trama que engancha. Vi la película con mis hijos (9 y 6 años) que no sólo experimentaron ningún choque generacional sino que rieron y se apasionaron en cada escena. A final ellos cantaban "Mi pantalón, ..." y volvieron a pedir verla a los pocos días. Mi sobrina Elena (9 años) se quedó enamorada de la película.
Ángel
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21 de abril de 2010
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
126/09(11/04/10) Entrañable y maravillosa oda a la infancia perdida, un nostálgico viaje al pasado en el que nos convertiremos en niños por hora y media, donde todo estaba por descubrir, almas puras de espíritus inocentes en el que los juegos eran cosas serias y lo serio era un juego. Es una cinta de niños pero su fuerza radica en su carácter universal, no es una historia para niños, es para todo el mundo, no cae en la cursilería, ni en el maniqueo fácil. Posee un guión magnífico dotado de diálogos deliciosos, es una divertidísima sátira de la guerra, que toca temas primarios, como la amistad, la lealtad, la traición, el honor, incluso trata de política. La sinopsis trata sobre la rivalidad de los niños entre dos pueblos, en la idílica campiña francesa, los de Longeverne y los de Verlans, a mediados del Siglo XX, dirimen sus disputas en el campo por medio de batallas con espadas de madera, donde el peor deshonor es caer atrapado y te despojen de los botones y te corten los tirantes, en Longeverne el líder de los chicos es Lebrac (excelente André Treton), decide organizar a ‘sus muchachos’ en una minirepública para generar ingresos que les permita comprar botones. Los niños realizan unos trabajos actorales sublimes, con lo difícil que es esto, ya lo decía Hitchcock <No se puede trabajar con animales, ni con niños, ni con Marilyn Monroe>, en este caso actúan de modo magnífico, traspasa la pantalla sus conmovedores interpretaciones. La cinta está plagada de escenas de gran ingenio, de un humor enternecedor en marcada en un escenario rural que roza lo idealizado, la cinta es casi un sueño de una persona en el ocaso de su vida y que quiere sentir esa sensación que solo se siente una vez en la vida, la inocencia de la niñez. Recomendable a los que gusten de un cariñoso pasaje por la infancia. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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27 de febrero de 2007
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta dificil sustraerse al tópico del cine por paises. Pero sin duda existe. La guerra de los botones es sin duda una película francesa, de la que destacaría esa perfecta forma que tienen los galos de manejar a los personajes. Trabajar con niños es una de las labores más difíciles que existen en cine. Y aquí los diálogos, y las actuaciones de más de 50 niños está muy bien conseguida. Es una de esas películas posiblemente menores pero que se dejan ver con gran agrado. Un obra menor para un cine grande.
Sin grandes pretensiones. Recomendable e interesante.
TodoPuedeCambiar
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