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Solo nos queda bailar

Drama Merab lleva ensayando desde que era muy joven en la Compañía Nacional de Danza de Georgia con su pareja de baile, Mary. De repente, su vida da un vuelco cuando aparece el despreocupado y carismático Irakli y se convierte en su rival más poderoso, pero también en su mayor objeto de deseo. En una atmósfera conservadora, Merab se enfrenta a la necesidad de liberarse y arriesgarlo todo en el empeño.
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
20 de octubre de 2019
42 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque haya situaciones problemáticas y condiciones humanas menos convencionales, que podríamos catalogar como complicadas, lo cierto es que no es lo mismo padecerlas en unas u otras partes del mundo. En Georgia, país con unos componentes tradicionalistas y religiosos que justifican los comportamientos homófonos es prácticamente un suicidio salir del armario y los caminos de la liberación, que son los que quiere transitar Merab, están llenos de maleza y zarzas, cuando no directamente de minas anti persona.

El director de orígen georgiano, aunque de nacimiento sueco, nos contaba en la rueda de prensa de esta 64 Seminci, que la idea de la película le surgió hace años cuando un día del orgullo gay una cincuentena de valientes quisieron manifestarse en la capital (Tiflis) y fueron casi linchados por un millar de ortodoxos que arremetieron contra ellos. Él, Levan Akin, desde su confort sueco, consideró que debía apoyar la causa de estos auténticos héroes.

Pero el segundo largometraje de este joven realizador no es tan solo un justo alegato a favor de las distintas orientaciones sexuales, es también un retrato de una sociedad desconfiada, harta de invasiones, que se envuelve en sus tradiciones para defenderse del exterior, porque el miedo y las guerras han acortado sus posibilidades de vuelo, y muchos jóvenes prefieren convertirse en “gordos y borrachos” antes que huir de la grisura a la que conducen la falta de libertad y oportunidades.
Hay que ser fuerte y osado para romper las cadenas y no todos encuentran en la oscura soledad, tras las puertas cerradas, el camino que conduce hacia la luz.

Los actores, novatos los principales, mantienen siempre encendida la llama de la credibilidad.
Sinhué
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23 de febrero de 2020
39 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con ésta contundente declaración de principios negaron, desde la escuela nacional de danza de Georgia, cualquier tipo de ayuda o colaboración al director sueco de ascendencia georgiana LEVAN AKIN en el rodaje de ésta excelente película que tuvo que ser llevada a cabo entre excepcionales medidas de seguridad por el peligro real que corrían todos los miembros que componían el set de rodaje.

Ayer, después de verla y antes de escribir mi crítica, me dispuse a ver toda la información que circula en internet sobre la homofobia en Georgia y los países europeos más cercanos a la órbita rusa ; Bielorrusia, Armenia, Bulgaria…etc. El resultado fue aterrador, creo que no somos muy conscientes del peligro inminente y real que corre toda la comunidad lgtb en éstos países solo por el mero hecho de visibilizar sus afectos y sus modos de vida en una sociedad donde el 90% se declara abiertamente en contra del colectivo “gracias” a la postura intransigente de la iglesia ultra-ortodoxa, el pensamiento conservador de buena parte de la sociedad, los movimientos ultraderechistas muy arraigados y la inmisericorde propaganda rusa anti-gay representan. Un cóctel siniestro y muy peligroso.

La parte positiva es que se agotaron las entradas en los tres días que duró en cartelera y eso pese a las impresionantes manifestaciones de rechazo en la misma entrada de los cines donde pudo exhibirse en Georgia ésta película pequeña pero deliciosa y muy fácil de ver, aunque dadas las circunstancias creo que su valor es mucho mayor que su indudable calidad artística y la capacidad de su valiente actor-bailarín principal Levan Gelbakhiani, para atrapar nuestra atención desde el minuto uno.

Imprescindible
kawenzotz
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17 de noviembre de 2019
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que destacar la elegancia con la que va introduciendo la curiosidad y el miedo a ser diferente. Dentro de este puzzle de una sociedad conservadora, hace que el espectador sea capaz de empatizar con esa inocencia y candidez de los sentimientos. Realiza un viaje emocional que no deja indiferente. Además, termina por hacer una reflexión introspectiva de la propia familia, de la comprensión y lo contrario, la discriminación. Por lo cual, esa búsqueda incesante de identidad. Hace una construcción de las relaciones personales muy enriquecida, con sus claroscuros y sus imperfecciones. Por último, destacar la crítica social que hace con la necesidad de avance en las libertades sexuales. La manera de exponerlo es tan perspicaz que el público conectará fácilmente, aunque no se haga de una forma obvia. Una historia con una sinceridad intrínseca que permanece en la mente de la audiencia una vez terminada.

*Sutileza, delicadez y vigorosidad

Levan Gelbakhiani es el alma indiscutible de And Then We Danced. El actor debuta con este film y lo hace por la puerta grande. Realiza un ejercicio visceral y lleno de sensibilidad. Por suerte, no cae en el dramatismo excesivo y muestra las taras de su personaje al público de una forma muy expresiva. Se mimetiza con la personalidad de Merab desde el comienzo y soporta la carga emocional de una manera brillante. Recuerda mucho al realismo y a la pasión que realizase en su día Adèle Exarchopoulos en la famosa “La vida de Adèle” o Timothée Chalamet en “Call Me By Your Name”. El actor sabe manejar con maestría la expresión no verbal y la coreografía en escena. Realiza una labor actoral impoluta, con una verdad y un desasosiego que culmina durante su secuencia final. Es arte en estado puro.

Bachi Valishvili también realiza un trabajo interpretativo que se aprecia desde sus primeras escenas. El actor domina la energía que se palpa en escena y fabrica una estabilidad que acerca todavía más al espectador. Tiene ese aire de seductor que embauca a la audiencia, una naturalidad ingeniosa. Sabe contenerse en las escenas de mayor exaltación y dibuja junto a Gelbakhiani un combo que se combina a la perfección. Valishvili como Irakli es una gran carta de presentación en el mundo del cine. Por otro lado, destacar la gran interpretación de Ana Javakishvili como Mary. La actriz queda en un segundo plano, pero se convierte en fundamental. Sorprende esa potencia tan fuerte y frágil a la vez, esa contrariedad del sentimiento. Pese a no ser un personaje principal, el espectador se quedara con su interpretación por ese empuje sensitivo que da al film. Un equipo actoral sobresaliente.

*La composición del lienzo

Lo que diferencia a And Then We Danced de otros filmes es la calidad de su realización técnica. Hay un cuidado por cada uno de los elementos en escena, que no queda nada a la improvisación. Para empezar, las secuencias de bailes regionales se enseñan con mucha pasión, arte y respeto. Al igual que se hiciese con “Cisne negro” y el ballet, recrean ese universo asfixiante y exigente como vehículo expresivo. Por otro lado, ese contraste con escenas de baile en otro contexto y otro estilo musical, aporta riqueza a la composición narrativa. Las coreografías son impresionantes y para la parte del público que no conozca la cultura georgiana, servirá como aliciente para meterse dentro de este universo. Plantean el debate sobre qué es la masculinidad y lo hacen a través del propio baile, por lo que no es una simple circunstancia del personaje.

Después, hay que aplaudir la dirección fotográfica que crea realmente planos que son de un nivel elevado. Tienen un significado artístico muy atractivo, con carácter y muy atrayente hacia el público. El manejo de la iluminación, esa manera de mezclar la gama de colores… Hacen sentir al espectador de una forma tan sutil. Se puede ver el gran esfuerzo creativo que hay detrás. Lo mismo ocurre con la dirección artística, es alucinante como han sabido dar importancia a cada uno de los escenarios en los que se desarrolla la acción. Tanto interiores como exteriores son alucinantes. Lo mismo ocurre con el vestuario de los personajes, lo que podría ser únicamente una manera de posicionar a los personajes socioculturalmente, también se emplea para hablar de la identidad de lo que se está viendo en pantalla. Inteligencia artística muy elevada.

*Conclusión

And Then We Danced es una película muy profunda que se aleja de romanticismos y hace una metamorfosis completa de sus personajes. Plantea diversos frentes emocionales que consiguen atrapar al espectador desde el principio. La calidad del guion es muy alta. Levan Gelbakhiani realiza su debut cinematográfico por todo lo alto y da una interpretación brillante. Es el alma de la película. A nivel técnico, hay una composición muy bella, con un cuidado y un detalle tan sensible, que enamora al público. Destacar las escenas de baile como vehículo sensitivo y expresivo. Es una danza que comienza con sutilidad y va en “crescendo” hasta que se convierte en una explosión de emociones y sentimientos, que quedará marcada en cada una de las personas que ha disfrutado de esta obra tan personal.

Escrito por Diego Da Costa
Cinemagavia
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5 de enero de 2020
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que reconocer la valentía que se esconde entre todos y cada uno de los fotogramas de esta película, rodar una película que gira sobre una relación homosexual, en un país reticente a abandonar las tradiciones más conservadoras es toda una odisea, y una demostración de las posibilidades que tiene el cine como amplificador global de unos sentimientos que se resisten a ser encerrados en la oscuridad de un armario. Aunque la historia de ese inquietante descubrimiento, del temor a ser diferente y de la posterior autoaceptación ya nos ha sido contada varias veces, se agradece que en esta ocasión tenga lugar en un entorno casi exótico para nosotros como es el de la cultura de un país como Georgia, tan cercano y lejano a la vez para cualquier europeo, y que sirve de bello contrapunto para la intensidad emocional que desprenden sus protagonistas, a los que el hecho de no ser profesionales no les ha impedido dar lo mejor de si mismos.

Lo mejor: La poética escena final en la que el protagonista utiliza la ultraconservadora y gloriosa danza georgiana como mecanismo para reivindicar la belleza de lo diferente

Lo peor: La sensación de que el eje narrativo que articula la película ya lo hemos visto repetido últimamente.

www.aluCINEando.com
aluCINEando
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25 de noviembre de 2019
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película muy conmovedora del del director sueco Levan Akin, con el conflicto de la identidad sexual en un país como Georgia.

La historia sigue al joven bailarín Merib, que trabaja en una compañía de danza georgiana. Su  instructor le dice continuamente que es muy flojo, no es suficientemente masculino. Entonces aparece un  nuevo bailarín, Irikli que se une a la compañía, Merib se vuelve aún más inseguro y reticente a que el sea mejor. Pero lo que en principio es una rivalidad, poco a poco salta la chispa y se van encariñando el uno del otro.

El trío de protagonistas Levan Gelbakhiani, Ana Javakishvili y Bachi Valishvili hacen un excelente trabajo ya que son bailarines y no actores, siendo este el primer debut ante las cámaras. (Gelbakhiani) gano el premio al mejor actor en el Festival de Valladolid de este año.

"Y luego bailamos" podría ser un cruce entre "Black Swan" y "Call Me by Your Name" pero el director le aporta una identidad propia a este melodrama romántico muy interesante ambientada en Tbilisi, una parte del mundo que no vemos mucho en pantalla.
Destino Arrakis.com
videorecord
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