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Zarabanda, bing, bing

Comedia Un valioso cetro hallado en el fondo del mar es codiciado por una heredera americana. (FILMAFFINITY)
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
15 de diciembre de 2019
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
José María Forqué siempre ocupará un lugar de honor en la historia del cine español por su Atraco a las 3, una comedia muy divertida, que también era una radiografía de la España de principios de los 60, algo que se le escapó a Madame Censura. Pero conviene no exagerar. Tras su interesante etapa de los 50, y a continuación de la película que hemos mencionado, su arte empieza a declinar y se instala en un cine más acomodaticio, más comercial, ramplón, incluso casposo. Yo he visto cosas del realizador aragonés que dan ganas de llorar (Estudio amueblado 2.P. El diablo bajo la almohada, pese a la presencia de la bergmaniana Ingrid Thulin y los galanes Maurice Ronet y Gabriele Ferzetti; o No es nada, mamá, sólo un juego, espeluznante delirio edípico, que ni siquiera David Hemmings consigue salvar del desastre). Pero con Zarabanda Bing Bing toca fondo. Se trata de una deplorable parodia de las películas de espionaje tan en boga en aquella época, todas deudoras de la saga Bond, carente de la menor gracia. Al ser una coproducción con Francia e Italia, amuebla el disparate con una serie de actores tan despistados como el proverbial pulpo en el proverbial garaje. Francia aporta el concurso de Jacques Sernas, galán ya desteñido, pero cubierto de capas de bronceado, muy lejos de sus gloriosos días de Helena de Troya, y la vivaracha Mireille Darc, que hasta sale fea, pobrecita mía. Sus diálogos son horrendos. Por parte italiana, acceden al desaguisado Venantino Venantini, en su habitual composición de playboy de charca, y la suculenta Marilú Tolo, con esos ojos verdeazulados hipnóticos y su cuerpo de diosa. Una pena que no eligiera bien sus películas. Además, la colaboración desinteresada de Daniela Bianchi, chica Bond en Desde Rusia con amor. Otro homenaje es la aparición de Harold Sakata, el lanzador de mortíferos sombreros de Goldfinger. En cuanto a la aportación española, José Luis López Vázquez en uno de sus más ridículos cometidos ante una cámara, y Guillermo Marín, elegante al menos. Lo de Mercedes Muñoz Sampedro, mejor no meneallo. La trama, por decirlo de alguna manera, gira alrededor de un cetro que se exhibe en el museo de Etnografía de Ibiza, si no recuerdo mal, y que se disputan diferentes facciones. Ah, y eso, sale ya la Ibiza pre hippy, con su sol y su mar y sus mujeres vestidas de negro, y parece que toda la troupe se lo pasó muy bien en semejante entorno, cobrando por rodar una memez. Nada, pero nada recomendable. Y la música... Oh, Dios mío, la música...
Eduardo
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