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La ciudad sin ley

Western Después de veinte años como sheriff, manteniendo la ley y el orden en una ciudad del estado de Texas, Frank Patch descubre que los caciques de la zona quieren destituirlo para poner en su lugar a un sheriff más manejable. Película dirigida por Don Siegel y Robert Totten, bajo el seudónimo Alan Smithee. (FILMAFFINITY)
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
5 de enero de 2011
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Richard Widmark protagoniza de forma destacable este acertado Western dirigido hábilmente por Don Diegel. Una historia de odios, venganzas y cobardías en un pueblo que va hacia el siglo veinte y desea modernizarse, con un sheriff que conoce todos los rincones y vida de todos sus moradores.
Es un estudio psicológico de personajes, a base de primerísimos planos y encuadres muy efectivos con una excelente fotografía.
Todo el reparto cumple adecuadamente, donde podemos ver a actores secundarios muy conocidos.
A lo largo del film en versión española (doblaje) se observan fecuentes cambios en la voces de los actores y que corresponden a absurdos y ridículos cortes de censura efectuados en la época de su estreno y que hoy podemos contemplar integramente, pero con otros dobladores diferentes a los del primer doblaje de esta producción del año 1969 que es el figura en la película actualmente.


José Antonio ZG
Jose Antonio ZG
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3 de noviembre de 2011
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Widmark demostró a lo largo de su inmensa carrera su excelencia interpretativa en el western, es este uno de esos casos, la infravalorada "Death of a Gunfighther" es un western que cuenta las últimas horas de un sheriff que se niega a abandonar el cargo porque unos políticos corruptos se lo exigen, estos acabaran tomando la ley por su mano, pero tendrán que pasar sobre la ley de Frank Patch encarnado por un Widmark soberbio en el final de su carrera, dos años después encabezó el reparto de otro western crepuscular del rodeo "Cuando mueren las leyendas", de Stuart Millar, en la que Widmark encarnó a un viejo cowboy, una interpretación considerada por los críticos como una de sus mejores interpretaciones.
rañeces city
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16 de mayo de 2013
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La ciudad sin ley" es un western con su propia leyenda: parece ser que Don Siegel recomendó a Robert Totten para que éste dirigiera la película, pero, en pleno rodaje, por presiones de Richard Widmark, y de Lew Wasserman, Siegel tuvo que sustituir a Totten como director. Como Totten no quiso figurar como director en los títulos de crédito (Widmark se opuso a ello) y Siegel, que había rodado menos días que Totten, hizo lo mismo, la DGA propuso un pseudónimo colectivo, Allen Smithee, que a partir de entonces se convirtió en un pseudónimo para los directores que, por la razón que fuera, no querían figurar como tales en los títulos de crédito.

Aparte de esto, creo que se trata de un film infravalorado, con una música estupenda, y una gran planificación para el inicio (rodado por Siegel), un inicio que es a la vez el final. Richard Widmark llena la pantalla y está perfecto en su papel, y si hay algo que lamentar es que haya que ver esta película en versión doblada, con voces diferentes en los momentos donde actuó la censura. La breve aparición del entrañable John Saxon, como comisario de origen mexicano, también es digna de reseñar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pedro Triguero_Lizana
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19 de mayo de 2010
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mayoría corrupta de un pueblo se confabula para quitar de su puesto al que ha sido el sheriff durante las últimas décadas. Pero éste fiel a una palabra que le dieron se niega a abandonar su trabajo como defensor de la ley. El asunto se complicará en un reguero de muertos que el sheriff irá dejando a su paso tras los continuos ataques que irá sufriendo por aquellos que le odian.

La película no deja de ser uno de esos westerns de bajo presupuesto con el atractivo de ver algunas caras conocidas entre los actores. Widmark hace un trabajo correcto pero limitado, sin llegar a lucirse. Y quizás lo más remarcable es la presencia de la actriz negra Lena Horne en uno de los pocos papeles secundarios en el que la dejaron lucirse un poquito.

El film pese a estar basado en una novela presenta muchas carencias argumentales, ya que lo único que queda claro es que se producen un montón de muertes gratuitas, sin que se explique demasiado bien quién es quién en ese carrusel de muertes (las pocas pistas que se dan son bastante vagas y explicadas tan escuetamente que llegan a tener algo de infantiles). El espectador no puede identificarse con el sheriff porque no llega a entender los motivos que le influyen a actuar de la manera que actúa, ni tampoco con los habitantes del pueblo que desean acabar con éste.

Lo más remarcable del film es esa idea del progreso que parece ya haber llegado al pueblo hace algunos años, en la que el sheriff no parece encajar porque los tiempos del lejano oeste parecen haber llegado a su fin.
Vigo
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16 de enero de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El siglo XX ha llegado a las tierras del salvaje y viejo Oeste, y la tendencia dominante en esta moderna era es seguir los vientos de cambio, pero para seguirlos es necesario deshacerse de todo lo que impide el progreso.
Un hombre se verá forzado ante esta situación, un valiente sheriff que lo dio todo por defender la justicia relegado ahora a "un vaquero fanfarrón con las pistolas humeantes"...

En efecto el final de una era, tanto dentro de la pantalla como fuera. Los últimos estertores de los '60 estaban próximos y durante la década el "western", género rey del clásico Hollywood, se había acercado poco a poco al inevitable comienzo de su ocaso; paradójicamente sería John Ford el iniciador de este movimiento con "El Hombre que Mató a Liberty Valance", seguida el mismo año por "Duelo en la Alta Sierra", título esencial de lo que después habría de llamarse "western" crepuscular, realizado por el maestro Peckinpah, quien remataría el decenio con su apocalíptica "Grupo Salvaje".
Pero esta emblemática obra no sería la única en resaltar en ese "nuevo" cine del Oeste que tanto reclamaba ruptura y libertad; también en 1.969 Joseph Calvelli adaptó a la pantalla la novela "Death of a Gunfighter" de Lewis B. Patten, uno de los más prolíficos autores en el "western" (y que además colaboró en el guión). El puesto tras la cámara sería ocupado por Robert Totten, veterano en la industria de la televisión que no logró la simpatía del productor Lew Wasserman ni de Richard Widmark, quien encarnaba al protagonista de la película (y del propio rodaje); el problema se zanjó con el despido de Totten y el contrato de Don Siegel.

Un Siegel que tuvo que encargarse de filmar durante la última semana de producción bajo las órdenes del actor, lo que le llevó a rechazar su nombre sustituyendo al de su predecesor; la Director's Guild determinaría entonces usar un alias para tapar a sus desertores artífices, dando lugar a la creación de Allen Smithee, mítico e infame pseudónimo (aún usado hoy día) adoptado por esos cineastas que rechazan la autoría de sus proyectos. Así aparece en los créditos de "La Ciudad sin Ley", cuyo inicio ya es claro representativo del ocaso del género, con un tren que penetra en el pueblo como una cuchillada de modernidad y una mujer que predica furibunda contra las injusticias del gobierno.
Melancólico y amargo tono que permenecerá hasta el final. La acción nos sitúa en un pequeño pueblo de Texas donde algunos de sus ciudadanos desprecian al duro e implacable sheriff Patch, perfecta encarnación de una era desfasada y rancia, acusado por su uso excesivo de la fuerza para aplicar una justicia demasiado estricta y nada acorde a los nuevos y democráticos tiempos; un asesinato en defensa propia será la gota que colma el vaso para esos "políticos" que abogan a toda costa por el progreso y el despido de Patch, defensores de una paz que paradójicamente defenderán con más violencia que el propio agente de la ley al que culpan.

"La Ciudad sin Ley" toma los más viejos códigos y elementos del "western" y los tergiversa, incluso degenera a su antojo, llevando a cabo un doble gesto de muerte y renacimiento del género, reflejando por el camino una dura realidad política y social acorde con la vivida en EE.UU. en la época, que declaradamente se ha vuelto violenta, explosiva (así, el caballo, animal incónico del Oeste, será a menudo relegado a un segundo plano por los coches, que toman las calles del pueblo, la chica inocente y cristiana quedará convertida en una zorra viciosa, el párroco en un interesado desalmado y el sheriff, símbolo de ley y orden, será vilipendiado por sus vecinos y hasta disparado por la espalda).
Cobardes y desagraciados que ocultan bajo la humildad de sus hogares sucios secretos imposibles de compartir en público, todos y cada uno culpables, todos bajo el signo de la vergüenza, cuya conciencia maldita es a un tiempo protegida y ajusticiada por Patch; a medida que avance el metraje el clima se tornará más hostil y desasosegante en el pueblo, haciendo mella en el sheriff, quien, presionado por la situación, empieza a revelar su lado más oscuro y violento, sobre todo tras la llegada del comisario Trinidad y un personaje que incluye una tremenda historia trágica en la que se debería profundizar mucho más.

Intrigas y conspiraciones que derivan en un trepidante y brutal enfrentamiento donde la moral y la ética quedan aplastadas por la violencia, descendiendo el ser humano a unos niveles de sadismo y deshumanización indescriptibles y donde la película radicaliza y en cierto modo se burla de "Solo Ante el Peligro" (muchos de los sucesos de aquella sufrirán una desfiguración conociendo el clásico de Zinnemann su reverso de pesadilla), tratándose en un sentido muy liberal del callejón sin salida existencial de toda justicia personal y del frío horror de la venganza del Estado (la élite del pueblo).
Todo ello coronado con un desgarrador desenlace inscrito en la tradición del mejor "western" crepuscular donde la bandera americana, que ondea al fondo, se convierte en testigo mudo de los despiadados acontecimientos; Totten añade oficio tras la cámara y Siegel su pesimista visión del género (la misma que en "Un Extraño en el Camino"), mientras el plantel brinda unas buenas actuaciones, destacando Lena Horne, Jacqueline Scott, Larry Gates, Carroll O'Connor y un jovencísimo John Saxon (en un papel que podría aprovecharse más), aunque nadie logra eclipsar a ese magnético Richard Widmark, imponente desde todos los ángulos.

Conocida sobre todo por su propia leyenda tras las cámaras (el nacimiento de Allen Smithee) y atravesada por ráfagas de humor negro y un profundo romance, "La Ciudad sin Ley" permanece como uno de los films del Oeste más amargos y descorazonadores que se han rodado, y situándose entre los más emblemáticos de 1.969 junto a "Valor de Ley", "El Oro de McKenna", "Dos Hombres y un Destino" y la mencionada "Grupo Salvaje".
Chris Jiménez
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