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Cuando leas esta carta

Drama Teresa (Juliette Greco) estaba a punto de ingresar en un convento, pero debido a la muerte de sus padres decide dedicarse a cuidar de su hermana Denise (Irene Galter), que ha sido violada por Max (Philippe Lemaire). Teresa intenta que Max repare el agravio, pero lo que ocurre es que Max acaba enamorándose de ella. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
3 de febrero de 2012
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de encargo sin ser óbice por ello, para observar paralelismos con su anterior trabajo (Les enfants terribles, 1950) en el uso del espacio cerrado, y germen de sus posteriores trabajos policíacos. Extraño melodrama de amour fou, con carga sugestiva malsana, donde la cámara raspa en los primeros planos, la emoción contenida de la escena. Mucho tiene que ver en ello, la “pomulosa” faz de la actriz y cantante Juliette Greco (Teresa), cuya mesura mostrada en cada escena contradice su mirada en pantalla. Ya lo dijo Bresson:

Dos personas que se miran a los ojos no ven sus ojos sino sus miradas. (¿Razón por la cual uno se equivoca sobre el color de los ojos?)

La solemnidad de Teresa, contrasta con la efusividad de su hermana Denise (Irène Galter). Melville aprovecha para captarlas desde prismas completamente distintos, usando una fotografía oscura y con muchos contrapicados para la primera, y escenas más luminosas en presencia de Galter. Incluso en la escena clave en la que Galter sale del hotel, después de un uso perfectamente medido de elipsis temporal donde acontece un trágico suceso, Melville usa un pequeño y sosegado plano fijo de ella bajando las escaleras del vestíbulo (cortado con un encadenado en el mismo momento en que Denise tropieza con un cliente) y tras salir a la calle luminosa, Melville sigue en trávelin a Denise acompañados de un tronador canto de gaviotas. Esta jovialidad de vida y luz, solo roto por el uso musical, en un momento tan perturbador es diametralmente opuesto a la escena más importante que se da entre Teresa y Max (Philippe Lemaire) en la playa donde la oscuridad lo inunda todo a pesar de liberar ese amour fou hasta entonces contenido.

Melville supo aprovechar el magnetismo que desprendía la pareja, que contrajeron matrimonio ese mismo año para urdir una trama llena de sospechas y deseos subyugados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chagolate con churros
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11 de octubre de 2017
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El primer tramo de la filmografía como director de Jean-Pierre Melville transcurre por los senderos del drama, que es un drama extraño, retorcido, de silencios, pasiones y situaciones peculiares, a veces teñidas por un cierto fatalismo, incluso por la sombra de la muerte: "El silencio del mar" (Le silence de la mer, 1949), "Los niños terribles" (Les enfants terribles, 1950) y "Cuando leas esta carta" (Quand tu liras cette lettre..., 1953), marcan esta etapa, una etapa de hallazgos, de crecimiento y afianzamiento personal, y de búsqueda de un cine propio, que desde entonces hasta el final estará marcado por un insobornable pesimismo y por una honda percepción de la vida.

En el caso que nos ocupa, "Cuando leas esta carta" -título en español derivado de la traducción del título en francés; no me consta que se llegase a estrenar en España- es un intenso drama con una importante carga sexual entre los personajes, y con unos ribetes de "thriller" y de "film noir" que anuncian la posterior deriva del cine de Melville hacia este campo, a partir de "Bob el jugador" (Bob le flambeur, 1956), su siguiente largometraje. Los planes que trazan, peor o mejor, los personajes de esta historia, se tuercen o se malogran, y el retiro del convento parece un refugio seguro frente a lo azaroso de la vida en Cannes, la ciudad donde transcurre la acción. La venganza tramada por la protagonista, muy bien encarnada por Juliette Gréco, se vuelve contra ella, y en cierto modo hay un choque de caracteres, el del personaje religioso y recto y el del personaje zarandeado por la vida que decide tentar al anterior, que Melville ensayará de nuevo, con mejores resultados -realmente óptimos- en un trabajo posterior que para mí es una de las cumbres de su carrera, "Léon Morin, sacerdote" (Léon Morin, prêtre, 1961).
Pedro Triguero_Lizana
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28 de febrero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
34/12(25/02/19) Interesante a secas este melodrama de amour fou con dosis de cine negro realizado por encargo por el maestro galo Jean-Pierre Melville (una de las pocas que dirigió y no escribió), y del que no acabó satisfecho. Obra en los antropólogos del cineasta de “El confidente” o “El samurái” atisbarán algunas señas del artista, ello en el manejo del espacio como metáfora claustrofóbica del alma, en el club nocturno sombrío que retrata (escenario mantra en muchos de sus películas posteriores), el poder del azar como deux machine de nuestras vidas, pero en general resulta un tanto arrítmica en un tropel de subtramas que se abren y dejan in media res, para en el tercio final desembocar en un triángulo amoroso apresurado y aparatoso. Este es un relato de resonancias fatalistas, de emociones contenidas, de sentimientos velados, con un halo de tragedia latente cubriendo todo el metraje. A partir de guión de Jacques Deval, fue la película que Melville aceptó a regañadientes para demostrar era capaz de hacer una película comercial. Hasta este punto, en 1953, considerado burlonamente un aficionado; se le veía como ejercicio puramente intelectual. Esta película, una coproducción internacional, fue despreciada por los directores de New Wave y por el propio Melville como una venta a intereses comerciales. El primer tramo de la filmografía como director de Jean-Pierre Melville transcurre por los senderos del drama malsano "El silencio del mar" (1949), "Los niños terribles" (1950) y esta que me ocupa, luego comenzaría una camino en el thrller polar francés donde vertería un sino pesimista sobre la condición humana. Destacaría de este film a la actriz y cantante Juliette Greco (soy yo el único que encuentra un enorme parecido de ella con Maria Callas?) con una actuación magnética y Philippe Lemaire como su contrapunto, un badass serpentil. La película, esta era una producción franco-italiana y algunos de sus actores eran italianos sin un conocimiento práctico del francés: Yvonne Sanson, por ejemplo, tuvo que ser doblada por Nathalie Nerval una vez que concluyó el rodaje.

Thérèse Voise (Juliette Gréco) es una novicia en un convento rural francés, a punto de tomar sus votos finales cuando sus padres mueren en un accidente automovilístico. Ella regresa a Cannes para dirigir la papelería familiar y vigilar a su hermana menor, Denise (Irene Galter). Mientras tanto, Max (Philippe Lemaire), un mecánico cuyos pasatiempos son el boxeo y las mujeres, seduce a una casada adinerada Irène Faugeret (Yvonne Sanson), que vive en una suite en el Hotel Carlton, cuando se cruza con las hermanas Voise…

El film divaga entre varias historias que se van cruzando haciendo que el espectador se sienta un poco confuso sobre hacia dónde va la cinta: Al inicio muestra dos subtramas en las que por un lado vemos a Therese siendo sacada del convento por mor de tener que cuidar de su hermanita que se ha quedado huérfana, y además tener que cuidar el negocio familiar de una papelería; Por otro lado está Max, un joven y apuesto recién llegado a Cannes, un vividor cazafortunas, que busca el placer de las mujeres junto a poder sacar dinero de turbios negocios; Hasta que los destinos de la benjamina de los Voise (Denise) y Max se cruzan, desencadenando un coctel de tormentas pasionales soterradas.

Es una cinta con mucha carga de testosterona, con abusos a las mujeres, violaciones, suicidios, con imágenes sexuales explícitas muy adelantadas a su tiempo (los pechos de una joven se ven sin problema, y es que estamos en Francia y no en USA con Código Hayes), donde solo las féminas duras sobreviven. Es un relato envuelto en la ambigüedad moral, donde no hay personajes buenos íntegros, ni malos absolutos, pero donde se nota poca autenticidad y frescura natural en algunos lances, me refiero por ejemplo al romance Therese-Max, muy apresurado, tanto que atropella, no hay orgánicamente gradualidad, se siente por imperativo del guión. Quizás debían haber perdido menos tiempo en la primera mitad, en una subtrama de Max con una ricachona, que a la postre no tiene peso alguno, mero apósito, que aunque sirva para definir al protagonista, lo que hace es comer tiempo a lo importante.

Melville contrapone el carácter de las dos hermanas, ello gracias a la labor del cinematógrafo parisino Henri Alekan (“La Bella y la Bestia” o “Vacaciones en Roma”): Therese una recta beata, y Denise ingenua y despreocupada, esto lo potencia el realizador con Alekan en el modo de objetivarlas, donde la ex aspirante a monja es (en muchos casos) enfocada de modo expresionista, con poca luz, envuelta en sombras, con contrapicados; mientras a Denise la retrata con mucha luminosidad, reflejando su carácter abierto y jovial. Esto maravillosamente agrietado en la escena en que la cámara tras la elegante elipsis en que Denise ha sido “forzada” por Max y la vemos bajar cual zombi por las escaleras del hotel en un plano fijo, y ya en la luminosa calle, la sigue el foco con un travelling distante, cual voyeur, mientras de fondo se oye el canto distorsionador de gaviotas, creando un halo trémulo; Este tramo mencionado enfrentado a otra escena climática acontecida a media luz nocturna, Therese ha seguido a Max hasta la playa, cubriendo de dramatismo trágico este encuentro; Y es que al puesta en escena juega un papel fundamental para crear este clima de estado de ánimo turbio que proyecta, donde destaca el gran trabajo mencionado del cinematógrafo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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