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Tiempos de alegría y dolor

Drama Es la historia de Shiro Arisawa y su esposa Kiyoko desde sus inicios como empleado en el faro de Kannonzaki, donde en 1932 ambos se juraron amor eterno en una pequeña habitación. Destinados a instalarse a lo largo de sus vidas por distintos faros de todo Japón... (FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
29 de abril de 2008
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Le concedería a esta película un 7,5 porque he dudado entre Buena y Notable pero el exceso de metraje hace que a veces se pierda el apetito por la película. Aún así, la actuación de Hideko Takamine es excepcional como la banda sonora y la fotografía. La identidad y evolución de la pareja Orisawa es única: sus avatares a lo largo de su vida los superan cada uno desde su personalidad pero a la vez se compenetran. Keisuke Kinoshita logra darle a cada uno su propia personalidad, desarrollándose magistralmente durante toda la película y ayuda además que la historia se concentre gracias a su trabajo donde se debe muchas veces de encontrar sola la pareja.
Ghammakhur
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10 de julio de 2021
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay una canción que toda la vida persigue al trabajador que cuida de que los faros estén en condiciones para guiar correctamente a los barcos, esa canción habla de iluminar caminos y de la soledad de su trabajo. Ser faro es sinónimo de ser guía y tanto en tiempos de paz como durante la guerra, durante la época en que "Tiempos de alegría y dolor" se desarrolla, los barcos no tenían otra manera de asegurar su localización que no fuera mediante la luz de los faros. En parte es precioso pensarlo; porque, ¿cuántos barcos habrán sido orientados gracias a esos faros?; y a la vez es triste, porque la vida del farero es siempre ir de un lado a otro, dejando amigos atrás, cambiando de destino continuamente.

La película intenta ser épica, y en parte lo es supongo, porque va de los inicios de una pareja con su primer traslado hasta que los hijos toman el camino que el destino les depara. Aparece Hideko Takamine, la musa de Naruse, y ya sólo por eso merece la pena. Puede que irse a más de dos horas sea excesivo, puede que aparezcan demasiados personajes secundarios, pero es que la vida de un farero y su familia es mucha vida, con una guerra cruel encima, el frío de Hokkaido, la soledad en cualquier montón de piedras a la que llaman isla, problemas de familia, exceso de trabajo, mal remunerado seguro, y como señala el título de la película, muchas dosis de alegrías pero también de dolor.

No es una obra maestra, está lejos de ser una de las mejores de la historia de Japón, pero es seria y coherente. Si el espectador es seguidor del cine japonés clásico es una más, una que merece la pena.
Luisito
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