Haz click aquí para copiar la URL

Una mujer es una mujer

Comedia. Drama. Romance Una stripper quiere tener un bebé. Sin embargo, no consigue convencer a su novio, razón por la cual decide entonces pedir ayuda a su mejor amigo... (FILMAFFINITY)
1 2 3 4 >>
Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
8 de diciembre de 2009
38 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Descarada, coqueta, irracional, pasaje de ternura y frescura en pequeñas danzas incompletas, sonrisas, parpadeos rápidos y conquistadores, vueltas y más vueltas para volver a la idea inicial, por toda locura tiene un gesto de genialidad, es una mujer encantadora, no hay más.

Inciso:

Aparece Jean Paul Belmondo, se fuma un cigarrillo, desaparece en su presentación de fiel amigo enamorado, yo ya no me quiero ir de aquí.

Continuemos...

Ella baila, ella se desnuda y suele cantar en ese lugar donde trabaja y su ropa puede cambiar gracias a una puerta que ni siquiera da tiempo a estornudar.

Todos juntos vamos a ese piso que comparte con el novio que no quiere que tengan un niño. Y se quieren y nos lo demuestran, y ella busca un modo de cocinar lo que desea (mil preguntas son válidas para el quien es quien alimenticio) y él escucha el fútbol español y vive la vuelta ciclista con una bicicleta en marcha en su propio salón. Y en plena disputa llaman al amigo de ambos para que sea él quien ocupe el lugar de padre ante el deseo de ella.

Inciso:

Belmondo entra en el piso y Anna decide que el hombre que haga la cosa más extraordinaria será con quien ella se vaya. Brialy pone un huevo y Belmondo boxea contra el aire. Yo sigo queriendo quedarme aquí. Ella también se queda en casa tras dar tres portazos.

La película sigue...

La pareja tan unida se detesta y discuten a través de los títulos de los libros. Ella habla con una amiga y las escuchamos mientras vemos a todas esas personas individuales y únicas que pasan por la calle mientras ellas permanecen desaparecidas para el objetivo. Ella se encuentra con el eterno amigo en un bar.

Inciso:

Tras charlar animadamente con Belmondo y él pregonar su verdadero amor, le pide una moneda para poner una canción de Charles Aznavour y él fuma, ella contempla todo y nada, y la foto sigue sobre la mesa, mientras la música suena y sólo puedes pensar, ¿acaso ella no es una adorable lianta mujer?

Los enredos perduran en esta divertida y fresca película, donde el paso de los minutos se convierte en grandes descubrimientos y pequeñas anécdotas que ir desgranando en toda situación. Porque hay mucho más que conocer, yo no soy quien para desvelarlo, las sorpresas son mejores compartidas, pero el secreto lo guardo a la espera del gran descubridor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
mnemea
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7 de octubre de 2014
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
CINE:

"Estamos en un mundo en el que Colón era Georges Méliès". Edgardo Cozarinsky.
--

Decir una verdad y una mentira es lo mismo, no te cambia el gesto; dice Angela (Anna Karina) en la película. Para Godard el cine es así, una verdad y una mentira conviviendo como si no hubiera diferencia entre ellas.

Por eso, él cuestiona su lenguaje y su ficción, juega al cine sin vestirlo de mímesis o suspensión voluntaria. Si hacer cine es mentir, Godard propone ser conscientes de ello para hacer verdad de la mentira. Es decir, todos los recursos están tratados desde el homenaje y el amor al cine; la mentira del cine se convierte así en la verdad de la cinefilia, la deconstrucción y la ironía. Los actores miran a la 4ª pared, se hace un uso caprichoso del montaje y la música delatando la farsa, se muestran los pespuntes de estructura de la trama ("A la altura del acto tercero la heroína duda... Es lo que Moliere llamaba suspensión"), el cine se presenta intertextual con insultos que son portadas de libros y citas literarias que pronuncian el pensamiento de los personajes, se rotulan intertítulos en el doble juego de un supuesto narrador omnisciente…

Siempre la mano urdidora de la película −director− presente, la condición de lenguaje y de ficción delatada en su artificio. Todo remite al collage, a porciones de lenguaje transversales que se filtran no siendo unidad comunicativa, sino un sistema de acordes y desacuerdos a través de una suma de elementos y géneros cinematográficos.


REALIDADES:

Godard no pretende pasar por el aro de las credulidades, su cine está dentro del propio cine; es una celebración y delación del hecho cinematográfico mismo. Mezcla referencias y géneros desde la hipérbole naïf y la gamberrada plenamente consciente de la parodia que lleva implícita toda afectación. El francés, así, engola la voz y se llama a sí mismo "obra maestra". Y puede hacerlo, porque su cine es un mundo construido a través de piezas cinéfilas y artísticas. No es naturalista, no pretende hacerse pasar por “verdad” narrativa. Porque la verdad es lo mismo que la mentira. E incluso cuando enarbola el “realismo” (llegó a afirmar que este film suponía el encuentro entre el musical y ¡el neorrealismo!), es neorrealismo y es cinéma vérité. Es decir, en Godard el “realismo” está tratado como un elemento plenamente fagocitado por el cine. No son realidades las que enseña sino géneros cinematográficos. Y cualquier género es susceptible de ser tratado de forma tan falsa como los supuestamente más falsos (ciencia ficción o musical).


GÉNEROS Y REFERENTES:

"No sé si esto es una comedia o una tragedia".
--

Por eso, lo que a priori parece un homenaje sui generis al musical acaba siendo una macedonia de frutas: mixtura de musical, comedia romántica, drama, etc. Choque dialéctico de referencias y géneros en constante pugna, organizados como la orquesta que afina al principio del film. Elementos que van relacionándose e interactuando cual instrumentos a medida que el metraje se desarrolla entre planos editados con la agresividad de un fraseo jazzístico (abruptos saltos de montaje, cortes arbitrarios de sonido).

En ese tótum revolútum, el musical clásico se encuentra con el cinéma vérité. La mezcolanza se explica en esta frase de Godard sobre el personaje de Michel Piccoli en la película El desprecio: "A character from Marienbad who wants to play the role of a character in Rio Bravo". Es decir, el cine como fiesta de disfraces; el cine como mundo aparte donde cabe todo lo que sea cinematográfico.

Y ahí cobra sentido el juego de abalorios de unas referencias que se multiplican: L'opéra Mouffe (Agnes Varda), Cyd Charisse y Gene Kelly, Bob Fosse, CinemaScope, los colores chillones de Minnelli, Belmondo se llama Alfred Lubitsch (remitiéndonos al director de otro film −Design for living− sobre el ménage a tres bandas)…


MUSICAL:

El realizador francés juega con el musical señalando la artimaña que supone una narración que se interrumpe para que Fred Astaire baile. Así, Godard introduce coreografías de plano fijo y postura absurda. O el momento 01:19:35 ( http://www.youtube.com/watch?v=iN8ZEAdNZsc ) en el que Anna Karina anda al ritmo de la música, se deja mecer por el musical, sigue su rumbo, la orquesta llena el plano... ella nos da la espalda y cuando debe empezar a cantar, remarca la quiebra del desarrollo normal del film sin disimulos, espetándonos un "no sé qué decir".


EL FABULOSO MUNDO DEL CIRCO:

Y pese a todo, pese a las capas de ironía autoconsciente, pese a la impostura y la humorada, Godard se permite momentos de ternura y confesión que llenan el film (las emociones de Angela, su ansia materna, su instinto de mujer). A ello coadyuva la sencillez de la trama central (el realizador consideraba que la vida y su verdad habitaba en la simplicidad y la ficción: "Through theatrical imagination and fiction one arrives at the reality of life"). Siempre desde la máscara y la boutade de enfant terrible, el director a ratos pareciera el clown que llora corriéndosele el maquillaje después de un recital de caídas, tartazos y chistes (probablemente malos).
Bloomsday
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
13 de mayo de 2010
24 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que agradecer al mundo del cine que nos haya dado sujetos tan altaneros y presuntosos como Godard. Gente que ha roto con la concepción tradicional de hacer cine y se atreve a incluir recursos novedosos, impactantes, chocantes, simplemente diferentes a lo habitual. Por eso es un pretencioso, según algunos. Y por eso se odia a otros tantos directores actuales que van de transgresores y, en cierto modo, se han visto influidos por el estilo del francés. Una cosa es cierta: marcó tendencia y es por eso por lo que hay que valorarle.
Fuera de este alegato pro Godard, ‘Una mujer es una mujer’ se construye paulatinamente, con un ritmo pausado, y poco a poco el espectador va conociendo a los personajes, más allá de ese mundo absurdo en el que parece que viven. Porque los protagonistas de la película son excéntricos y singulares. Ella sólo quiere tener un hijo (me molesta un poco la concepción de la mujer como mera procreadora) y hará lo posible por llegar a ello. Una mujer manipuladora, enamorada de su pareja pero que hará ver cierto interés en el amigo de su pareja si así logra su objetivo.
Cómo está narrado el relato, a nivel formal, respalda la afirmación de aquellos que dicen que Godard es un pretencioso. Porque se inventa formas de usar el sonido, graba escenas larguísimas sin diálogos, fracciona el orden de las palabras de los interludios explicativos y hace que los actores interactúen con el público, entre otras cosas. Personalmente, lo que más me gustó, por su extravagancia, fueron las discusiones de enamorados, lámpara arriba, lámpara abajo, entre Karina y Brialy hablando mediante libros.
“No sé si esto es una comedia o una tragedia” dice Brialy mirando fijamente a cámara y continua “pero sé que es una obra maestra”. Amigo Godard, aquí hay que reconocer que te pasaste de listo. Tu película no es una obra maestra aunque te jactes de ello. Es una historia simpática, que te deja con una sonrisa en la boca. Poco más.
Monchita
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
26 de junio de 2010
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras esa obra clave, con la cual el cine cambió, que es "Al final de la escapada", Godard se embarca en un proyecto donde superpone su personalidad a la de la propia obra.
El argumento es original, y un tanto rompedor, una mujer que trabaja en un lúgubre cabaret quiere tener un hijo, a partir de ahí, conflictos de pareja, terceras personas, y un estilo muy particular que salpica todo, quizás demasiado.
Godard está omnipresente en un film, lleno de guiños, miradas a cámara, referencias culturales, homenajes a Truffaut, y a Aznavour, pero sobre todo al propio Godard, que en un momento de la película hace decir a sus protagonistas "No sé si es una comedia o un drama, pero lo que si es, es una obra maestra". Quizás fue aquí donde Godard inició esa leyenda sobre sus escasos problemas de autoestima.
Fuera de todo esto, la película resulta original, se deja ver, a veces los golpes de timón de Godard te distancian un poco, y aparecen momentos de originalidad tales como que aparezca un parisino más interesado por oír la retransmisión radiófónica de un Madrid-Barca que por hablar de tener hijos con su pareja, situación esta que parecería impropia en una película de Godard, que para compensar, hace discutir a la pareja en silencio y dialogando a través de las palabras que aparecen en las portadas de los libros que tienen en casa. Todo muy sorprendente la verdad.
Por último reseñar a la actriz Anna Karina, una presencia atractiva, sensual, fresca y que como ya hizo Godard con Jean Seberg en "Al final de la Escapada" consigue que te medio enamores de ella.
Curioso divertimento
zymu
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
29 de marzo de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mis años de estudiante —o, como dice mi suegra, “cuando era feliz y no lo sabía”— me inculcaron que juzgar el pasado a la luz de una —pretendida— superioridad moral contemporánea suponía incurrir en una falacia de bulto. La batallita viene a cuento —o quizá no, pero ahí queda— de alguna que otra airada reseña con que he topado respecto a esta “Une femme est une femme”, donde se la tacha de machista con toda la rabia que el epíteto —palabra comodín de actualidad, como en su día “revisionista”, “madridista” y la cíclicamente de moda “fascista”— acostumbra a concitar. Cegados (y cegadas) por el fervor de las buenas intenciones, olvidan, o tal vez lo desconozcan —quiero creer que no—, que en 1961 eran machistas “Un femme est une femme”, Godard su director y la sociedad francesa toda, porque machista era un mundo occidental en el que los futuros artífices de mayo del 68 llevaban aún pantalón corto. En su extremo más absurdo —¿qué extremo no lo es?—, la referida severidad ahistórica deslegitimaría la tentativa siquiera de admirar, pongamos por caso, las pirámides de Guiza, en tanto levantadas a costa del trabajo esclavo de miles de infelices. La verdad, ateniéndonos a criterios tales, casi cualquier obra de arte premoderna resultaría condenable.
Estoy de acuerdo en que, con independencia del “zeitgeist”, la de “stripper” es una profesión cosificadora del cuerpo femenino y, en ocasiones —demasiadas, porque una sola ya lo es—, vinculada al tráfico de personas; por ende merecedora de un rechazo sin matices. Lo que no comparto, porque no alcanzo a entenderlo, es qué pueda haber de reprochable en el deseo de ser madre que alberga la protagonista. Que la maternidad se haya vuelto sospechosa de connivencia con el heteropatriarcado da la medida de los niveles de paranoia que nos estamos acostumbrando a soportar. Encierra, además, otro absurdo, en su caso de corte biológico: los varones no podemos quedarnos embarazados. Estoy seguro de que, de lo contrario, muchos —entre los que me incluyo— estaríamos dispuestos a poner ese granito de arena en la pervivencia de la especie humana. Pero, de momento y mientras la ciencia no corrija tamaña desigualdad, va a tocar seguir apañándose como hasta ahora. O puede que se trate de algo, a mi juicio, peor que la mera estulticia dogmática, del elitismo “petit bourgeois” subyacente a consideración de que reproducirse es una cosa “lumpen”, hobby de analfabetos subsidiados sin nada más elevado que hacer que procrear criaturas igual de prescindibles.
Con perdón de la extensa digresión sociológica —o sociologicista, por no abandonar el trillado sufijo y sus implicaciones—, es evidente que “Une femme est une femme” no está entre las obras máximas de Godard. Sin embargo, no le faltan elementos de mérito. Sus jóvenes intérpretes hacen gala de una frescura rayana en el amateurismo. Pura, encantadora “Nouvelle Vague”. No en vano, Anna Karina se alzó con el premio a la mejor actriz en la Berlinale. Me abstendré de hacer referencia alguna a su estremecedor atractivo físico porque en lo que va de reseña debo de haber cubierto el cupo de enemigos correspondiente a este lustro. Eso sí, la amo más que a mí mismo. Ese guiño suyo con que la película echa el telón contiene más "sex-appeal" que todo el porno rodado y por rodar, en esta y en futuras eras geológicas. El color, vivaz como la manera que tiene Anna Karina de estar en el mundo, es sencillamente hermosísimo. Y los jugueteos de Godard con el sonido y las rotulaciones constituyen estimulantes travesuras dadaístas que, naturalmente, han provocado urticaria a varios usuarios de la página. Finalmente, el París de hace casi sesenta años atesoraba una belleza decadente que la conversión en parques temáticos y sus franquicias ubicuas han robado a todas las grandes capitales europeas.
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 3 4 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow