Alice y Martin

Film realizado por André Téchiné ("Los juncos salvajes", 1994). El guión es de Olivier Assayas, Gilles Taurand y André Techiné. Se rueda en exteriores de París y Cahors (Francia), Granada (España) y en plató, con un presupuesto modesto. Producida por Alain Sarde para Les Films Alain Sarde, se proyecta en público por primera vez el 23-X-1998 (Valladolid).

La acción tiene lugar en una población de la campiña francesa, Granada y Paris, en 1997/98, a lo largo de algo más de un año, tras un prólogo sobre la vida de Martin Sauvagnac (Loret) con su madre, Jeanine (Maura), hasta los 10 años, y otro sobre su vida con el padre, tres hermanastros y la madre de éstos, Lucie (Villalonga). A los 20 años abandona la casa del padre con prisas y se traslada a Paris, donde se instala en el piso que su hermanastro Ben (Amalric) comparte con Alice (Binoche), violinista, de unos 30 años. Martin encuentra trabajo como modelo fotográfico.

El film suma drama psicológico y romance. El protagonista es un muchacho problemático, que no se lleva bien con el padre y que encuentra dificultades para integrarse con normalidad en la segunda familia de éste, que acoge a Martin con frialdad y prejuicios. Su trabajo en Paris le proporciona una situación económica desahogada y el amor que siente por una mujer le da estabilidad emocional. Ésta se ve alterada súbitamente por un conjunto de factores inesperados. Con la ayuda de flashbacks se evocan problemas de relación con el padre, un hombre frío y autoritario; con el hermano Ben; con la segunda familia del padre que lo somete a un trato marcado por los abusos psicológicos; con sus inseguridades y su debilidad personal; con su afecto por una mujer mayor que él; con su aprensión a la locura, etc. El análisis de las relaciones de Martin con su entorno se apunta mediante trazos breves y elípticos, narrados de acuerdo con un orden poco claro que mezcla hechos de presente y de pasado, frustraciones antiguas y nuevas, sin dibujar una línea adaptada a la fácil comprensión del espectador.

Los caracteres de los personajes no se presentan definidos con precisión. La acción en algunas situaciones parece falta de explicación y clarificación. La información que se da del protagonista es abundante, pero le falta orden y claridad. La sistemática narrativa es deliberadamente compleja y desconcertante. Techiné opta por dejar en manos de la interpretación del espectador el entramado de hechos y relaciones que conforman el drama.

Queriendo rebuscar en el sentimiento de culpa, Téchiné construye una película que va de más a menos. Conforme se van encajando las piezas resulta todo más tedioso hasta llegar a una última media hora que es pesada e infinita.

El fallo principal, creo yo, es que nunca llegamos a entender demasiado el carácter reservado y huraño del protagonista. Tampoco su relación con una Juliette Binoche que si bien al principio me parece real, luego igual que toda la trama, me resulta artificiosa e inverosímil. Casi ningún personaje está bien esbozado y sólo en algún momento gozamos con una buena fotografía.

Me da la sensación que a mitad de rodaje un diluvio convirtió el guión en papel mojado.

En base a un turbio argumento, el veterano autor A. Téchiné dirige una película tan cargada de pretensiones como carente de mensajes clarificadores. Un uso inexplicablemente confuso de las elipsis, convierte en incomprensibles e incompletas las motivaciones personales de los personajes, con la salvedad hecha de las de su protagonista, así como la evolución de los lazos personales. De entre toda esta amalgama de sentimientos más o menos sinceros, ideas mal expresadas y confusos guiños intelectualizados, sólo subyace una cosa: el natural talento interpretativo de Juliette Binoche, lástima que aquí quede desaprovechado.

Tango.
Chabrol. Truffaut. Freud y Dostoievski. Francia, familia, dolor, niñez, pérdida, inconsciente, represión, crimen, castigo, paternidad, herencia, descendencia.
Es increíble lo mucho que me gusta y, a la vez, los numerosos fallos que la encuentro, constantes, gruesos.
Es una película excesiva, desmadrada, que peca de ambición y se pierde por el camino varias veces, se atraganta y empacha, se desvía y yerra, se pasa, exagera, declama, vocifera, pierde el sentido, la fe y la discreción, se vuelve loca y desbarra de mala manera, se amelodrama y enfolletiniza, se psiquiatriza y engolfa, se echa a perder, da hasta un poquito de vergüenza, pero es un amor para siempre cuya única moral es estar juntos, pase lo que pase, a pesar de todo, eternamente.
Ella se protegía del mundo hasta que llegó él y la sacó de su concha y la amó a morir y la hizo muy feliz, pero para un amor así, a tumba abierta, sin medida ni freno ni cálculo ni miedo, hay que ser especial, de verdad, hay que estar tocado del ala, herido de muerte, tener necesidad del absoluto, estar muy solo y perdido. En esos extremos, en ese conflicto, aparece Granada, vivan las coproducciones, y como no podía ser de otra manera todo se va a la puñetera mierda, ya tenemos el lío perfecto, España es la perdición de Francia, es lo que pasa, no hay ningún remedio.
Pocas máximas se cumplen en la vida, la excepción siempre es la regla, pero hay una que siempre es segura, la que dice que toda aquella película en la que aparezca Juliette Binoche será buena, manque pierda, aunque solo sea únicamente por ella, por su belleza, exquisitez y sensibilidad, por su elegancia y generosidad, por toda su fragilidad y mucha personalidad, por su amor y dolor, por ese aura de soledad necesitada de calor y protección, por su fuerza y distinción. Dios te salve Julieta, llena eres de gracia... Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre... Ruega por nosotros, pecadores... Amén.
Téchiné es muy francés y muy especial también. Con las señas de identidad ineludibles de su país y con una clara marca propia o huella en el camino. Películas densas, quebradas, luminosas, dolidas, vitalistas, poéticas, juveniles, iniciáticas, sexuales, apasionadas, que pretenden y hasta pueden ser grandiosas a su manera callada y desesperada, desequilibrada y rota.

Es difícil crear un mundo propio y unos personajes bien definidos que se amolden a él, pues en ese ejercicio de creación narrativa estos dos elementos tiene que ir de la mano, unidos como cuerpo y alma.

Alice et Martin tiene momentos de intensidad visual donde se palpa por instantes ese mundo donde podrían vivir esos personajes. Personajes que al mismo tiempo poseen cualidades que se podrían ensartar en cualquier buena historia. Pero ahí está el problema, ambos, personajes e historia van por separados en la intención de querer contar más de lo que se puede en esos 127 minutos de filme.

Alabar la capacidad de Techiné para crear momentos de gran lirismo y escenas visualmente potentes, además de un buena elección de los temas musicales.

Interesante interactuación entre Juliette Binoche y Carmen Maura y destacar a Mathieu Amalric en su personaje secundario.