La sangre en la tumba de la momia

Esta historia de la Hammer me pareció poco intensa y plagada de clichés innecesarios sobre el mundo del Egipto faraónico, que la gente con poco interés en este mundo no va a entender, pero para los acostumbrados a los misterios de esa maravillosa cultura nos chirrían los oídos porque mezcla cosas inconexas e inventa otras sin ton ni son.

No logra enganchar puesto que se hace pesada y poco rítmica. La trama no tiene lógica diegética y por momentos es aburrida, cosa que es aún más imperdonable en una película cuyo fin (según parece) es el entretenimiento e inquietar al espectador.

En definitiva, concluir indicando que lo mejor con creces es la banda sonora y algún flashback currado. Floja. Las hay mejores de la mencionada productora británica.

Con un título más propio de un tema del grupo de la movida "Los Nikis", este modesto filme de la Hammer británica -ya cuando iba cuesta abajo con películas de serie B- adapta una novelita de Bram Stoker, que no solo escribía de vampiros, aunque la historia no era muy afortunada. Primeramente aquí no hay momias (ver spoiler) sino una señora voluptuosa en un bikini faraónico dentro un sarcófago así tal cual, en animación suspendida. La tal Tera, sacerdotisa de algo y objeto de la atención de los protagonistas junto a su alter ego que es la hija del saqueador - perdón, arqueólogo- británico, están interpretadas por un espectacular bellezón que apenas se prodigó en el cine llamado Valerie Leon. De hecho, este es su único filme como protagonista y no lo hace nada mal.

Recientemente he visto una posterior adaptación televisiva estadounidense de 1997 y resulta chocante ver los mismos nombres de personajes aunque completamente distintos, al igual que algunas situaciones pero, en general, sin nada que ver entre ambas películas. Ésta de la Hammer, con su falta de ambición y su limitado presupuesto, es, sin embargo, notablemente mejor que la mencionada película yanqui.

Toda la realización tiene un tufillo a telefilme de alguna serie setentera británica de la época. Fotografía nada destacable. Música de ascensor. Apenas cuatro figurantes. Algún ramalazo de personalidad del director, sobretodo en la escena del manicomio y el robo de un objeto. Pero, en general, nada destaca de una película que buscaba explotar el tema faraónico tras haber quemado a la momia original.