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La escurridiza, o cómo esquivar el amor

Romance. Drama En un suburbio de París con viviendas de protección oficial, la cámara de Kechiche sigue a un grupo de chicos que viven las batallas típicas de la edad. Se trata de una mirada nueva y fresca de los suburbios franceses que han protagonizado recientemente unas violentas revueltas que han puesto en jaque a la sociedad francesa. (FILMAFFINITY)
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
5 de mayo de 2006
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando se celebró la última entrega de los premios César franceses dos nombres sonaron meses antes como posibles ganadores: Los chicos del coro ( peliculón, ya tardáis en verla) y Largo domingo de noviazgo (del director y la protagonista de Amelie). Pero sorprendentemente el metraje que se hizo con los principales galardones (mejor película, dirección, guión y actriz revelación) fue esta gran película del director y guionista Abdellatif Kechiche (Nadie tiene la culpa).

La protagonista Sara Forestier comentó en la rueda de prensa que el realizador tardó 14 años en poder llevar a cabo el proyecto, ya que a ninguna productora le interesaba la vida de un grupo de adolescentes barriobajeros.

La escurridiza o cómo esquivar el amor cuenta la intención de varios jóvenes que habitan en los suburbios de París de realizar una obra teatral en su colegio. Lydia es la promotora del proyecto y Krimo, un marroquí tímido y con una reputación que mantener, quiere participar en la función para poder acercarse a ella y conquistarla.

Es increíble que una premisa tan sosa pueda desembocar en un producto tan óptimo. Las juveniles interpretaciones de los protagonistas (sin contar con casi ningún actor profesional) muestran con gran realismo el estilo de vida del extrarradio parisino, con sus discusiones quinceañeras típicas y sin necesidad de caer en el dramatismo extremo y las ilusiones frustradas (algo típico de este género).

La realización con cámara en mano, el uso de pocos escenarios y la falta de banda sonora nos acerca aún más a ese pequeño mundo tan próximo que la sociedad se empeña en ignorar y evitar. El filme refleja la cara b de la quema de coches “sin sentido” que intentan hacernos ver los medios de comunicación. Una de las mejores películas de estas navidades, ideal para ver acompañado de tu novio/a. No te defraudará (espero).
Gonso
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3 de enero de 2010
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ni la primera ni la última, las películas que toman como mayor eje la puesta en escena teatral se reproducen al infinito. Por suerte, se puede afirmar que existen excelentes propuestas de este tipo: allí donde se cala la emoción contenida de cada actor, un primer plano, incluso un plano detalle puede transmitirle al espectador una empatía que durará días y, porque no, toda una vida en la memoria. Al margen de ésto, La escurridiza no es uno de esos casos.

Existen numerosas formas, variables, maneras narrativas para comunicarnos un estado de ánimo, una atmósfera, una situación determinada. Tanto en el cine como el teatro, los registros están, y esperan ser utilizados. La escurridiza se presenta ante el espectador como una película viciada de "tics": dilata las situaciones durante lapsos de tiempo que pueden llegar al hartazgo y transforma esta característica en una falencia crónica que atenta directamente contra el mensaje tan interesante que se propone transmitir.
La profesora de teatro decía: "el amor está condicionado por el origen social"; y esta premisa es el eje sobre el cual da vueltas la obra. Da vueltas utilizando el choque, el enfrentamiento y el griterío. Parece no cansarse, una situación lleva a la otra en una sucesión de causas y efectos gemelos entre sí; todo es igual, una escena imita a las otras.
Historia de amores contrariados que sin aviso y gratuitamente nos expone la violencia policial (¿A qué venía en este asunto?), que solo se proyecta hacia tantas otras violencias que pueblan el argumento: la violencia del amigo de Krimo; la violencia entre las adolescentes; la violencia de una profesora de teatro decididamente anti-profesional que estalla como gaseosa batida cuando falta el talento. El problema surge cuando se pretende marcar un contexto real francés pero utilizando un objetivo completamente distinto, la escena de la policia puede ser muy legítima desde un punto de vista real, pero esta desfazada dentro de una trama que se dirige hacia otro lado.
Sin silencios, esos que saben utilizarse tan bien tanto en el cine como en el teatro, de pronto La escurridiza se distrae y deja en primer plano a una Magalí sufriendo en silencio al descubrir que Krimo ya no gusta de ella. Su desengaño silencioso vale mucho más que cinco, seis y hasta ocho escenas que me dejaron los oídos perjudicados.
Juan Rúas
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2 de octubre de 2006
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segundo largo del franco-tunecido Abdellatif Kechiche ("La flaute à Voltaire"), que interviene como guionista y director. Se inspira libremente en la obra "Le jeu de l'amour et du hassard", de Pierre de Mariveaux (1688-1763). Se rodó en el barrio periférico de Franc-Moison (Paris), con un presupuesto modesto. Nominada a 6 César, obtuvo 4 (director, película, guión y actriz revelación). Producida por Jacques Ouaniche, se estrenó el 7-VII-2004.

La acción tiene lugar en un suburbio parisino multiétnico, de población trabajadora, con predominio magrebí, en la primavera de 2003. Narra la historia de amor adolescente de AbdelKrim "Krimo" (Osman Elkharraz) y Lydia (Sara Forestier), ambos estudiantes quinceañeros. Lydia ha sido la promotora de la idea de que en la fiesta de fin de curso se represente la obra "El juego del amor y la fortuna", de Mariveaux. Krimo, de pocas palabras y algo tímido, propone a su amigo Rachid (Rachid Hami) que deje sustituirle en el papel de Arlequín, para poder así declarar a la protagonista (Lydia) su amor.

La película ofrece una descripción objetiva y sincera de un grupo de compañeros de clase, adolescentes, de diferentes étnias, que comparten juegos, sueños, diferencias personales, chismes, rumores y amistad. La tensión dramática se basa en la presencia en el barrio de grupos rivales, las discusiones tensas entre Frida y Lydia, la frustración del idilio de Magalie y Krimo, la hiperprotección que Fathi dispensa a Krimo, sus intervenciones en uso y abuso de su mayor envergadura física y la presencia de la policía, que actúa con violencia desproporcionada e irritante. La ignorancia de ésta se pone de manifiesto cuando al registrar los bolsillos de Lydia encuentran un ejemplar de Mariveaux, que manejan como si de una novela boba se tratara. El lenguaje de los chicos, recogido de la misma calle, ofrece una combinación rapidísima de expresiones vulgares, malsonantes y de aparente agresividad, de hecho muy liviana, que oculta fragilidades y dificultades de comunicación. No habla de los estereotipos habituales de las historias al uso referidas a la población trabajadora inmigrante. Se evitan las situaciones de violencia extrema y se opta por captar la realidad normal de un grupo de chicos y chicas que son, sobre todo, adolescentes.

La música, de Nicolas Waschkowski, aporta melodías festivas de acordeón, a las que añade canciones de Zahouania, Aiwa, Isabelle Olivier y Luis Vargas ("Corazón, corazón"). La fotografía, filmada en grana parte cámara en mano, se ajusta a una estética esencialmente realista y trata a los actores con no disimulado cariño. El guión construye una historia de amor verosímil y verista, que rebosa ternura y encanto. La interpretaciòn, a cargo de actores no profesionales en su mayoría, traspira naturalidad y autenticidad. La dirección construye un relato austero y documentalista.

La película sorprendió al público y a la crítica. Obtuvo un notable éxito de taquilla.
Miquel
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27 de abril de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conocí a Kechiche gracias a una queridísima amiga que, sabedora de mi sensibilidad, me recomendó fervientemente la película "Cus Cus". Pude verla finalmente hace unos años gracias a las computadoras y no se equivocaba. Pero, alejado ya de las salas cinematográficas (aqui ni vale la pena el unico cine que hay), no supe de él más. Hasta que llegó "La vida de Adele", la mejor película en muchos, muchos años. Nunca una cámara fue tan a fondo como con este hombre. Pero, insasiable como soy, busque más de él luego, y llegué a esta esquiva. Seguramente la he visto con subtitulos que no son de lo mejor (el lenguaje debe tener mucho de slag y no es facil de traducir) pero entendible de todas maneras. Y si algunas críticas de por aqui hablan de cierto caos, de ciertas incoherencias... es de gente que no tiene idea de lo que es esa vida marginal. Ese vivir en permanente estado de frustración, de imposibilidad, de discriminación, de incapacidad de pensar, de expresarse además, de violencia que ni siquiera saben cómo manejar, todo esto unido a la adolescencia... no puede esa gente desde sus cómodas casitas juzgar lo que se muestra aqui. Hay caos si, hay escenas recurrentes (porque demuestran esa incapacidad, esa desorientación!!!!!!). Pero hay, por sobre todo eso, una gran lección: EL ARTE SALVA. Estos chicos, con todos sus miedos, con todas sus limitaciones, con todos sus temores, unidos para llevar adelante una obra teatral, PUEDEN. Y Kechiche no se ahorra detalles para mostrarnos la evolución. Hasta con esa profesora que los va guiando con maestría (y hasta estalla en un momento por la impotencia de la falta de iniciativa, de capacidad de alguno). En definitiva, una película más que recomendable,además con actores que no son profesionales en su mayoría, pero están magníficos.
ulderick
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27 de junio de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una comunidad de barrios parisinos con olor a cuscús y legumbres, alejados del "Chanel" y los "Louis Vuitton", un grupo de adolescentes viven sus días más inciertos y dubitativos con el amor de fondo y el teatro de excusa.

El tunecino Abdel Kechiche se introduce por las grietas suburbiales para presenciar en primera fila el deambular de los jóvenes residentes, escupidos a la calle por la poca confortabilidad de sus pisos-jaula y por la escasa relación familiar (separaciones, horarios de trabajo...).
Interesante el planteamiento del director al colocar el amor, como si de un pañuelo rojo se tratase, en el centro de la soga de la que tironean los dos jóvenes protagonistas. El objetivo de él es aprehenderlo, como única solución, para rellenar su vacío existencial; el de ella es considerarlo un objeto valioso, atractivo, pero más peligroso que eficiente y, sin duda, un freno para sus futuras libertades.
Krimo es instinto y corazón. Lydia, una elegante y reflexiva gacela.
Sinhué
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