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Mr. Wain

Drama Cuenta la historia real del británico Louis Wain, un artista, inventor y empresario, que hizo todo lo posible para cuidar de sus cinco hermanas y su madre. Dos eventos cambiaron su vida para siempre: conocer a Emily, el amor de su vida, y adoptar a Peter, un gatito perdido. Los dos se convertirán tanto en su familia como en su inspiración para pintar las extraordinarias imágenes de gatos que lo hicieron mundialmente famoso.
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
4 de octubre de 2022
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mr Wain es un biopic sobre Peter Wain, dibujante y escritor inglés del S XIX cuyo tema tanto pictórico como literario fueron los gatos a los que amaba.

El guión trata de su faceta familiar y como como dibujante mientras no muestra en ningún momento al escritor prolífico como lo ha sido. De cualquier forma la película hace un tratamiento de manera bella, respetuosa y simpática.

La película alterna secuencias divertidas presentando las extravagancias del pintor con otras más dramáticas y tristes hasta las lágrimas.

Quizás el guión pone demasiado énfasis en marcar la excentricidad antes que la perspicacia y sutileza de un artista que supo retratar como pocos a los gatos como también pudo manejar el color con una presteza indiscutible. Toda pintura de Wain rebosa de color y alegría.

El guión peca en varias ocasiones de errores de ambientación y referencias anacrónicas. Por ejemplo en una de las primeras escenas se hace referencia a las vacaciones, beneficio que no existía en la época representada (fines del S XIX). Otro error garrafal es incluir a personas de color compartiendo en igualdad de condiciones con blancos tanto en Inglaterra como en Nueva York cosa que era imposible siquiera de imaginar. Recordar que hasta mediados del S XX las personas de color ni siquiera podían ingresar a bares, restaurantes ni usar los transportes destinados a los blancos.

Linda y emotiva película que deja una sensación de simpática tristeza.
egis
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10 de octubre de 2022
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Louis Wain vivió 78 años, que se extendieron en su memoria desde la intensidad de los tres años fugaces pero eternos en que fue feliz porque amó y fue amado por la que fue la persona más importante de su vida. Dio y recibió a raudales lo que en el filme es metáfora de "electricidad". Amó y fue amado con tanta fuerza por Emily Richardson, que esos pocos años que pasaron juntos cuando él tenía 23 y ella 33 lo fueron todo, y para paliar el cruel dolor de la pérdida desató con fuerza sus sentimientos en el arte, y concretamente en el arte de los gatos, donde el gatito Peter fue el heredero de tanto amor y germen de toda una saga de originales pinturas de gatos por las que se haría famoso. Una forma de llevarla a ella dentro por siempre.

La película desarrolla la biografía del artista de modo muy sensible alternando con momentos casi oníricos. Mezcla una trabajada dirección artística, con una lograda ambientación, fotografía de mérito y una música de ensoñaciones clásicas, junto a un guión que varía en sensaciones según progresa cronológicamente el tiempo en la vida del protagonista. Tras una introducción de los personajes y la época atractiva, se viven los momentos más poéticos y emocionales durante los minutos de su relación con Emily y la llegada a sus vidas del gatito Peter. Después baja algo el listón de las emociones fuertes para ahondar más en la crónica dramática del resto de su vida, y finalmente el desenlace trae de nuevo un poso de belleza y poesía a la pantalla.

El desarrollo argumental tiene por tanto algunos altibajos que quizás restan un poco al resultado final al haber cambios bruscos de tratamiento de la historia también con un ritmo diferente en la narración, pero no deja de ser vista en su conjunto como una buena obra tratada con ternura, con interpretaciones en general notables, donde además de la fundamental expresividad mezcla de la inocencia, inseguridades, tormento interior y forma de mirar el mundo que le rodea del protagonista al que da vida Benedict Cumberbatch, cabe destacar a la actriz que interpreta con aplomo, resignación e ilusión a Emily (Claire Foy) y al actor Toby Jones que encarna con bondad y admiración al director de periódico que se convierte en su amigo. Así durante las casi dos horas de metraje entre todos nos dejan algunos momentos en que la electricidad del protagonista se descarga sobre el patio de butacas entre los espectadores, haciendo tal vez escapar alguna que otra lágrima.

Me quedo con dos planos que valen toda la película y resumen el amor y el arte que la impregnan como impregnó la vida de Wain, plasmados ambos en fotogramas que dan la sensación de ser hermosas pinturas. La imagen de Emily, Louis y el gato Peter sentados en un tronco entre la naturaleza cerca del agua mientras contemplan el paisaje, y la imagen del último plano con el que se cierra la película.

"Este es nuestro lugar. Aquí es donde estaré cuando me necesites".
Pedro
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13 de noviembre de 2021
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me enorgullece decir que mi relación con esta película ha ido progresando adecuadamente.

El principio no es, per se, malo. Ni mucho menos. Tiene una cierta energía que le da una inercia peculiar, muy al estilo de la película quintaesencia británica, solo que sin llegar a la diabetes cómica de casos como The Personal History of David Copperfield, de Iannucci. A esto debe sumársele el hecho de tener en plantilla actores del tamaño de Cumberbatch, Foy o Colman, que sirve de narradora para esta historia.

Sin embargo, el estilo visual, a pesar de ser lo más interesante de todo el conjunto, me tenía algo contrariado. Ahora que he terminado de ver toda la película, puedo concluir (y, de hecho, concluyo) que Sharpe ha sabido crear algo propio que sabe mostrar sus influencias, pero en esos comienzos, las primeras tomas de contacto que he mantenido con la película, me resultaba algo redundante. La mención obligatoria es Wes Anderson, aunque tampoco quedaría desubicada en la filmografía de otros tantos como Bruno Dumont o Julian Schnabel, en especial si la comparamos con la excelente At Eternity's Gate que, curiosamente, tiene ciertas hebras que pueden hilarse con lo que sucede en la película de Sharpe.

Y ya no es solo que me resultara, en cierta forma, cacofónica, es que me parecía excesiva. Cada plano es una maravilla, en eso no hay tutía, pero la velocidad en la que un plano dejaba irse para convertirse en otro, y así ad infinitum, durante todo el metraje me saturaba. Hay escenas con una construcción preciosa, cuidada, relevante y profundamente estética, solo que en el esquema planteado en la película se me antoja más como un gangbang de obras exquisitas que no una verdadera consistencia estética que verdaderamente aporte a la obra.

Tampoco me parecía lo más maravilloso del mundo esa poco conveniente sinergia existente entre los excesos visuales y lo estrictamente narrativo. Hay escenas que contienen demasiada información. Tal vez pueda entenderse esto desde el punto de vista de que estamos observando a un señor que no está ya de forma natural en sus cabales progresar hacia una situación de locura aguda, pero tampoco tenemos que negar que eso es un caramelito para el guionista avispado que puede aprovechar esta idea para meter tantos datos como uno quiera y justificarlo tras una fachada de conveniente locura.

Así avanzaba la película, con cierta contrariedad por mi parte, pero todavía motivado por esa "inercia eléctrica" que parece recorrer la película de cabo a rabo. Eso y la maravillosa actuación de Benedict Cumberbatch, claro, que está teniendo un año maravilloso con este filme y la francamente interesante The Power of the Dog. Y no perderé la oportunidad de decir lo maravillosos que me han parecido los cameos de Richard Ayoade y Nick Cave, y lo poco que me ha convencido la aparición de Waititi en ese minuto. Me da que le estoy cogiendo manía.

Decía que así seguía, en un cierto estado de hipnosis ante una película que hasta ese momento no me parecía la gran cosa, hasta que por alguna razón todo ha comenzado a evolucionar y volverse algo severo e intrigante, un viraje que aprovecha los cambios de la vida de nuestro protagonista para llevar la película por derroteros distintos, aunque siempre manteniendo esa fascinación por lo estético.

No es un cambio especialmente grande, y debo decir que adolece de lo que podría llamarse un problema tonal ante el que no sé muy bien cómo reaccionar, si soy sincero, pero supone una diferencia lo suficientemente notable como para que mi impresión de la película comience a inclinarse hacia espacios más positivos. La vida de Louis Wain, pobre hombre, trastabilla hasta encontrarse en los más recónditos espacios del infierno emocional de aquellas personas que cuando creen que lo han perdido todo, la vida muestra de nuevo sus garras y les enseña que no existen verdaderos extremos: siempre habrá algo peor. Aunque puede tener mis más y mis menos con la clásica teoría aristotélica del autor/artista como alguien que, necesariamente, tiene que verse profundamente herido por la existencia, no me termina de chirriar dentro del contexto de The Electrical Life of Louis Wain, porque, como dice la máxima filosófica, "shit happens". Se traza una relación intrínseca entre la obra y el artista en la que se van retroalimentando y formando un tándem que impide que nuestro protagonista pierda el último surco de sanidad mental. Aquí el empuje que determinaba el porvenir de la película se convierte en fuerza emocional que (y consideradme sorprendido) me emociona. Evidentemente tira del viejo truco de la música orquestal para que la hostia duela más, ¡claro! Y también es cristalino el hecho de que esto denota una preocupante falta de confianza del creador en su obra, pero lo cierto es que me ha llegado. Ya sea por la construcción del personaje de Wain en manos de Cumberbatch, el stendhalazo que me ha pegado al ver el paisaje o que me he acabado creyendo el viaje que ha realizado este personaje (en especial en la última parte del segundo acto y el tercero), he acabado convencido de lo que he visto.

Tiene algunos problemas con los que no sé si puedo reconciliarme, como todo lo comentado o el simple hecho de que se enmarca en este subgénero tan moderno cuyas películas suelen comenzar con la infernal frase "esto es una historia verídica" y todas sus igualmente diabólica variantes, pero The Electrical Life of Louis Wain me ha absorbido. Me he sentido acompañado por un estilo vibrante, que evoluciona para bien, durante estos 111 minutos de cinta. He quedado impresionado por el trabajo de Cumberbatch. He sonreído con algunos de los cameos y me he dejado llevar por el fluir magnético de las cosas. Sin ser perfecta, la película de Sharpe cumple uno de los principales y más honrosos cometidos del séptimo arte: emocionarte entreteniéndote.
Innisfree
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10 de junio de 2022
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Homenajear a un artista en un film ha dejado de ser novedoso. Es más, está hasta demasiado trillado. Por eso, merece atención el estilo vibrante de Mr. Wain al rendir tributo al famoso personaje del siglo XIX, ya que es, a su manera, original.

Will Sharpe envuelve la vida del pintor en un contenido visual muy próximo a su propia obra. De este modo, cada plano está compuesto de infinitos detalles, colores y composiciones que hacen que parezca, en sí mismo, un cuadro. La superposición de un plano sobre el siguiente, aunque puede acabar agotando por los excesos, ayuda a que el espectador aprecie esa belleza sobre la que tanto hablan los protagonistas. Incluso aunque a veces pasan a cámara lenta, el público percibe con nitidez la trepidante –y eléctrica– actividad de Louis Wain –no solo la que llevaba a cabo físicamente sino también lo rápido que circulaban sus pensamientos–.

El vínculo entre la pareja es uno de los puntos fuertes de la película, así como la magistral interpretación de Benedict Cumberbatch, que luce sobre todo el conjunto. Por ello, a pesar de las irregularidades del guion, la audiencia puede disfrutar enormemente con esta historia inspiradora que invita a mirar y a captar lo bonito del mundo en el que vivimos.

www.contraste.info
Revista Contraste
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15 de octubre de 2022
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como concluyera el insigne William Shakespeare con el proverbial tino que tanto le caracterizaba (claro está, de no haber sido "el hombre de paja", ágrafo y putero, que los antistratfordianos afirman que realmente fue): "Cuando llega la desgracia, nunca viene sola, sino a batallones".

El director Will Sharpe plasma tal realidad en "The Electrical Life of Louis Wain", un biopic atípico en el buen sentido del término, alérgico a convencionalismos, que va a tumba abierta para el deleite de los sentidos, con la originalidad como estandarte, adaptando el malditismo de Louis Wain. Un enigmático, caricaturesco y atribulado pintor con una resiliencia inaudita, admirable, laudable. Hasta su último estertor bregó con la adversidad, contra viento y marea en el caos e inmensidad de la vida, con el pincel cual extensión de su propia alma, atormentada y torturada por los inclementes designios de un destino caprichoso, para capturar, pese a todo, la indudable belleza de la vida y pasar a la posterioridad como el autor de cientos, millares de adorables, profundos y exóticos dibujitos de encantadores mininos. Porque más allá de los dolientes acontecimientos que padeció tan aquejado individuo, los cuales desarman y derriten, dejándote con el corazón en un puño, "The Electrical Life of Louis Wain" es una película hipnótica que, en esencia, viene a recordarnos que hay demasiada belleza en esta vida como para perdérsela; y depende de cada uno de nosotros capturarla, compartirla y conectar con terceras personas en este mundo, a menudo, cruel e inhóspito.

Una descarnada historia sobre el dolor; un profundo dolor del que es imposible escapar. Nos encontramos ante el veraz retrato de un juguete roto, un muerto en vida, una carcasa humana que dio todo de sí por el prójimo hasta perder los cabales y acabar desquiciado. Pero, asimismo, nos encontramos ante una historia de amor. Pero no uno cualquiera, sino un amor genuino y enternecedor. También hay paladas de sensibilidad y un plantel de actores absolutamente entregado (fantásticos Cumberbatch y Foy), como timoneles de un barco que en otras manos menos diestras hubiera naufragado en el abismo del ridículo, pero que en las suyas surca la mar embravecida con pasmosa habilidad, haciendo de esta peculiar travesía una experiencia sumamente grata, reconfortante y emotiva, en particular, para aquellos espectadores desdichados que han vivido bien de cerca los estragos de la muerte y a quienes, desde entonces, no dejan de perseguirles sus tormentos.
John Doe
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