Roma

Excelente guión. De esos que no te deja indiferente, que al final de cada diálogo te da la impresión de haber aprendido un poquito más de la vida, o por lo menos te recuerda algo que sabías pero que tenías olvidado. El personaje de Roma inolvidable. La madre más admirable de la historia del cine.
Es de esas películas en las que te cuesta un poquito entrar, pero que una vez que conoces a los personajes, sólo deseas saber más de sus vidas. Lo único en lo que me parece se pinchó un poco es la duración. No necesitaba ser tan larga. Creo que con veinte o treinta minutos menos hubiese sido más redonda.
Sobre los actores, yo diría que han estado perfectos. Aunque no estoy seguro del todo porque muchas veces ocurre que el guión es tan bueno y el personaje tan interesante, que creemos que el disfrute se debe a la interpretación.
Por último, para que no decepcione a nadie, no la recomiendo para pasar un rato entretenido sin buscar profundidad. Esta película es para ver sin prisa, para dejarte llevar por sus diálogos y para disfrutar con sus personajes.

El director de una de las mejores películas "Martin Hache", nos vuelve a deleitar con "Roma", un nuevo derroche de dialogos coherentes, bien construidos y que te dejan boquiabierto, es impresionante la naturalidad que consigue, gracias a un buen guión y auna excelente dirección de un reparto de actores y actrices de lujo, donde todos, por más minima aparición que tengan es extraordinaria.

Las escenas entre Sacristan y Juan Diego Botto, los consejos y reflexiones del veterano escritor te harán sentirte en el salón donde transcurre la acción, ya que la ambientación es tan intimista que te acabas introduciendo a fondo en la historia.

La parte nostálgica está contada con el toque justo para no resultar edulcorada ni fria, quizas flaquea un poco en la última etapa.

Como cualquier película de Aristarain te aconsejo que la veas con papel y lápiz para anotar las maravillosas frases que nos ofrece.

Roma son dos películas con un ensamble lógico pero no del todo armónico.

Por un lado un amargo escritor diseñando su salida de escena, en contrapunto con un asistente que esta empezando su carrera. En este juego se ponen de manifiesto los puntos en común que unen a dos separaciones diferentes y recelosas por distintos motivos una de la otra.

Por el otro lado, la infancia y juventud del escritor en proceso de retiro, recordadas con la excusa de la publicación de una autobiografía.

Esa primera película goza de una notable actuación de Sacristán, haciendo del malhumorado escritor un personaje simpático y generador de empatía. El desarrollo de esa historia (la relación del escritor con el tipeador) es breve y predecible, pero aún así agradable de seguir.

La segunda película (el recorrido por infancia y juventud) tiene muchos altibajos y muchos lugares comunes. La construcción de personajes parece muy estereotipada (los universitarios, los militantes, los chupacirios, los rebeldes, etc ) desprovista de la complejidad apropiada. Por otra parte también hay una idealización repetitiva de los años ’60 y ’70. En ese sentido me recordó a Los Soñadores de Bertolucci. Con una diferencia en contra de Roma: las referencias culturales en la película de Bertolucci son sostenidas por discusiones y argumentos, mientras que aquí parece un catálogo editorial de autores (en su forma más patética en la caminata del protagonista con Renee). La supuesta influencia de la madre, Roma, parece quedar plasmada en el sacrificio económico para que el egomaníaco protagonista pueda vivir lejos del país. Antes de eso, Roma es uno más de los personajes secundarios que en la poco problemática estructura del relato sólo sirven para dar el pie para las supuestas respuestas brillantes y libertarias del protagonista.
Con su alusión obligada a la represión ejercida desde los aparatos estatales la película cierra de forma abrupta el relato autobiográfico, dejando la sensación de incompletitud.

Magnífica película, sin duda una inesperada y grata sorpresa la que me he llevado con este film, me ha encantado de principio a fin. Además de entretener adquiere formas sentimentales y muchas secuencias de gran carácter poético, tan profundo que van directamente al corazón. El cine argentino me está sorprendiendo cada vez más, ya me fascinó el sueño de Valentin donde no dude en ponerle el diez, o lugares comunes, otra obra maestra de Aristarain.
Este director es uno de los más grandes en lo que a sentimentalismo se refiere, tiene una virtud especial en el diálogo sin duda, deja de lado frases simples y consigue unos discursos nunca oídos que resultan de lo más conmovedor.
A pesar de estar muy bien escrita no hay que dejar de lado su guión, corretísimo en toda la película. El film tiene detalles estupendos, y aunque es larga deseas más, disfrutas un montón, te engancha cada vez más.
Adolfo es un Crack, he visto tres peliculas de este y las tres me han encantado. Como veis, uso muchos adjetivos y todos buenos, pues faltan para elogiar a esta película. Excelente.

Una película interesante pero mucho más floja de lo habitual en el estupendo Aristarain (aquí ayudado en el guión además por Mario Camus aparte de la habitual Kathy Saavedra).
Cuenta el encuentro entre un joven periodista aspirante a escritor (Botto) y un escritor ya consagrado y aislado del mundo y de sus recuerdos (Sacristán), que activará en el segundo la moviola de toda su vida...
Aristarain vuelve a sus temas de siempre: el valor de los viejos ideales pese a la sensación de derrota constante al defender éstos frente a un mundo que es todo lo contrario; la necesidad de llevar a cabo precisamente una Revolución pendiente para cambiar todo esto; la influencia de la música (clásica y jazz) y el cine, que junto a los recuerdos son asideros para seguir en la brecha; la presencia del desarraigo del emigrante; la melancolía...
La película dura dos horas y media, no está mal, pero tiene altibajos y nunca es demasiado potente/creíble la importante presencia/ausencia de la Madre (Susú Pecoraro - Roma).