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La avispita Ruinasa

Comedia Ruinasa es un holding de negocios dedicados al ocio y, por qué no decirlo, al vicio. Pero estos negocios están a punto de ir a la quiebra. Para evitarlo, puesto que está su prestigio en juego, se hace cargo de ellos una empresa que se dedica a dar protección a distintas bandas de gángsters. Sin embargo, como no son especialistas en este tipo de afanes, las empresas van a peor y se dan cita para tratar de encontrar soluciones. (FILMAFFINITY) [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
8 de marzo de 2009
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por muy condescendiente que quiera uno ser con películas de este tipo, con esta es imposible, es mala en todos los apartados habidos y por haber.
La historia es penosa y ridícula, las actuaciones son de vergüenza ajena (en el caso de Jesús Puente es hasta cierto punto comprensible, pero lo de José Luis López Vázquez y José Sazatornil, el uno como desastroso contable y el otro como cornudo investigador es de vergüenza ajena, supongo que para no desentonar con el tono del film), las referencias al sexo son casposas y cutres, y menos mal que no nos castigan con ningún desnudo, pues en este caso eso es lo que seria, un castigo.
No merece la pena ni como curiosidad arqueológica.
tiznao
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3 de agosto de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodada con poco cuidado y con escasa altura cinematográfica, la película resulta de interés escaso y apenas despierta la curiosidad del espectador.
El argumento carece de originalidad, transita por el camino de lo anodino y su sentido del humor tiende a mostrarse parco y chabacano.
Por otra parte los gags no acreditan verdadera comicidad sino que se componen de chascarrillos poco afortunados.
Las situaciones aparecen siempre teñidos por una pátina de vulgaridad nada atractiva y, finalmente, su estructura narrativa presenta notables deficiencias.
ABSENTA
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26 de junio de 2015
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La picaresca española de usar sin el menor atisbo de vergüenza desgracias, coyunturas e incluso biografías tranversales para bajo una aparente forma de producto denuncia mazo de comprometido ganar visibilidad, hacer caja o ambas ahora se manifiesta de manera torpe y mediocre. Baste recordar Los Lunes Al Sol, el documental Ciutat Morta y cualquier otro documental sobre la ETA para negar con la cabeza. No obstante, a finales de los setenta y de los ochenta esta misma picaresca, lo que se llama en el medio de toda la vida explotation, daba lugar a productos mucho más entretenidos, arriesgados y, por qué no admitirlo, valiosos. No es lo mismo Xavier Ortigas y Xapo Ortega subiéndose al carro de la cómoda marea denuncia del ahora (a costa de Patricia Heras) que una persona de derechas de toda la vida como Mariano Ozores (en sus muy recomendables memorias Respetable Público niega esa condición en una de cada dos páginas sin que nadie se lo pida) arroje reflexiones bastante opuestas a las que se le suponen de base en la estimabilísima Los Enérgeticos –que de drama rural tocante a la problemática de las expropiaciones en el marco de la transición y la crisis del petróleo cambia a producto denuncia anti corporaciones, anti nepotismo y apesebramiento en las administraciones y anti todo en general sin hacer uso de desgracia alguna real asociada a alguien con nombre y apellidos, todo desde la ficción- o ya, años después, realice la inenarrable pelotazo Nacional, obra maestra del exponer esa anomalía genética que predispone al español a participar en pufos, estafas y lo que sea.

A falta de un biopic sobre Mario Conde o Emilio Rodríguez Menéndez -y sin ser estrictamente eso, pues muchas cosas se obvian, otras se ficcionan y se recoge sólo un determinado lapso vital del oligarca-, La Avispita Ruinasa es la película española definitiva del género. Al menos hasta que se haga otra -a poder ser con Francis Lorenzo interpretando a Teresa Rivero o a un pagaré de Nueva Rumas-a que comprenda toda su vida. Gran parte del mérito, obviamente, es de la propia figura real en la que se basa, la de Don Jose María Ruiz Mateos. Un potentado que a buen seguro es la única persona en el mundo hijo y padre a la vez de dos entes diferentes ambos llamados Zoilo, algo inédito hasta en las mitologías griegas. La clásica figura de hombre hecho a sí mismo, ese constructo ejemplarizante que hoy se denomina emprendedor de éxito, que de la nada consigue construir un holding empresarial de carácter familiar cuya estructura, de tan compleja que torna, termina por trascender lo piramidal para parecer más bien la representación de un polímero fractal, en consonancia con ese hexágono que usa de logo para Nueva Rumasa. Una proyección del sueño de todo español de hacerse rico levantando un emporio que, por circunstancias, de ser indisociable de todo aquello que hoy criticamos –banca, tratos de favor, contabilidad de fantasía, suspensiones de pagos sostenidas en el tiempo, etc etc- pasó a oponerse diametralmente a ello: sus mails a Emilio Botín son todo un ejemplo de ensayo crítico por correspondencia en forma de amenazas punibles, y sus performances secretas y espontáneas por toda la geografía nacional disfrazado de Superman -estando el hombre en búsqueda y captura- se anticiparon varios años a la giraldilla reivindicativa y a lo que hoy se denomina cosplay.

Con semejante biografía hasta el más tonto de los Trueba te hace algo digno, claro. En este caso el encargado de guionizar y dirigir fue José Luis Merino, eterno desconocido que en su abundante haber tenía musicales, thrillers, spaghetti westerns, hispano giallos y hasta una aberración al servicio de Loreto Valverde llegó a facturar. La Avispita Ruinasa es una comedia de vergüenza ajena extrema, el clásico exponente de ese humor de derechas sin gracia que factura Alfonso Ussía cuando se cree Chesterton y que tan bien representa el Grupo Risa. De hecho es lo más parecido que pueda imaginarse a una hipotética película del infame grupo presuntamente cómico. Ahora bien, el que no haga de reír, el que no cumpla con el que es su cometido de base, no quita para que sea un film fascinante en muchos otros aspectos. El más destacable y el que más se aprecia de primeras es la sensación de caos que contagia a uno al verlo: ritmo frenético, sensación constante de planificación y puesta en escena ausente, deficiencias técnicas a los niveles más elementales… todo es un desastre absoluto, pero lejos de resultar molesto confiere cierto aire hipnótico al film toda vez que hace imposible dejar de verlo. Aunque a veces esto, lo de verlo, sea dificultoso en la más literal de las acepciones porque ni iluminar las escenas de interior del casino ha sabido hacer el equipo técnico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jark Prongo
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