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En el umbral de la vida

Drama Cecilia (Ingrid Thulin) sufre una hemorragia interna cuando sólo lleva tres meses de embarazo. En la habitación del hospital conoce a Stina (Eva Dahlbeck), cuyo bebé nacerá con retraso, y a Hjördis (Bibi Andersson), que espera un hijo ilegítimo y ha intentado abortar. (FILMAFFINITY)
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
30 de julio de 2008
19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres mujeres embarazadas, tres realidades distintas y un denominador común: El nido.
Bergman disecciona esas tres realidades con agilidad e intensidad.
-La mujer como dadora de vida que ante un aborto espontáneo se cuestiona la relación con su marido, y por ende la negación de una futura maternidad en una desgarradora confesión a la enfermera.
-La mujer como "madre", un deseo compartido con su marido, prototipo de nido-feliz.
-La mujer como albergue de un "alien" al que aborrece, con problemas y sin pareja.
Vida y muerte discurriendo con toda naturalidad en la habitación de un hospital.
Victoria
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5 de julio de 2012
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera película de Bergman cercana a lo que el director denominaría "cine de cámara", con pocos actores, en un espacio físico reducido y en un tono profundo e intimista.
Se aleja bastante del halo teatral de sus trabajos anteriores ("Sonrisas de una Noche de Verano", "El Séptimo Sello" y "Fresas Salvajes") y, con un aire realista cercano al documental, avecina el tratamiento estético de su trilogía sobre "el silencio de Dios" situandose cerca de la antesala de "Persona". En ella podremos comprobar que muchos tics, que posteriormente aparecerán en películas como "El Silencio" (mi favorita) o "Persona", ya se encuentran presentes en este largometraje... como esos monologos femeninos tan del gusto del director.

El guión de "En el umbral de la vida" fue escrito por Ula Isakson, y revisado minuciosamente por Bergman, basándose en un relato propio de la escritora. Ambos volverían a trabajar juntos en el guión de "El Manantial de la Doncella" un año después.

Aqui Bergman nos muestra un brillante estudio sobre la vida, la muerte y, sobre todo, los miedos (a la maternidad, al aborto, al compromiso, al vacío, a la familia). La película posee una sinceridad brutal, con algún que otro golpe totalmente crudo y dañino muy propio del director, pero siempre dejando un halo de esperanza en su desenlace.

En su momento la película recibió grandes elogios por parte del público y la crítica, incluso Carl Bjokman (crítico de la época) reconoció que era lo mejor que Bergman había hecho hasta la fecha. Ganó tres premios en el Festival de Cannes de 1958 (Mejor Director, Mejor Actriz - compartido entre las protagonistas - y Mejor Guión) y después de un recibimiento aplaudido por todo lo alto, cayó en el mayor de los olvidos, ensombrecida por la nominación al oscar de "Fresas Salvajes" poco después del estreno de ésta, y el éxito mundial de "El Manantial de la Doncella" al año siguiente.

Todo el elenco de actores (a excepción de Eva Dahbeck) repetiría en la siguiente película del director, "El Rostro", rodada prácticamente a continuación. En el reparto destacan de sobremanera Ingrid Thulin y Bibi Andersson (cuyo papel estaba inicialmente destinado a otra Andersson: Harriet) que están brillantes en unos personajes magníficamente pefilados. El guión (con un pequeño bajón hacia la mitad) posee una gran profundidad psicológica, e incluso con alguna escena realmente enternecedora y emocionante.

Esta película muestra a un Bergman a punto de llegar a su cima artística. Un placer para los sentidos.
borja murel
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6 de enero de 2010
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres situaciones con un nexo común, el primer hijo desde el punto de vista materno, dan pie a Bergman a desarrollar una exposición de las diferentes situaciones desde las que las futuras madres afrontan el momento, mostrando de paso (quizá sea una lectura y no una intención) la fragilidad e indefensión de nuestra llegada a la vida (dependemos de la suerte y de la voluntad de nuestros padres). El origen afectivo de cada una de las historias es contrapuesto: el matrimonio feliz ilusionado, la pareja en crisis para la que llega un punto de inflexión y la madre soltera y sola que no desea al niño.

Como es habitual en Bergman, la película dibuja extensamente las personalidades y especialmente los sentimientos de las tres mujeres sin filtros suavizantes, basándose casi únicamente en el diálogo en una habitación de hospital casi desnuda, recordando quizá futuros montajes como Secretos de un Matrimonio (también lo puede recordar vagamente la relación Thulin - Josephson). Existen algunos momentos bien conducidos, como el seguimiento del parto o la escena de Max von Sydow, que aunque insignificante en su aportación (subrayar el concepto de pareja feliz e ilusionada), da cierto calor a lo que hasta ese momento es una película demasiado fría y un tanto distante.

La película es por momentos interesante, pero irregular y a mi criterio no alcanza el nivel esperado de Bergman tanto en exposición como en interpretación, con, por ejemplo, un secundario Erland Josephson que no está al nivel habitual. La primera media hora cuenta con la mayor intensidad interpretativa del personaje de Ingrid Thulin, pero no transmite con toda la contundencia esperable (pese a un gran esfuerzo en el intento) su ira y su frustración, algo que por otro lado suele ser el punto fuerte en Bergman y sus actores.
Puercoespín
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22 de marzo de 2023
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Miedos con olor al mañana. Corredor de la vida. Voyerismo en territorio restringido. Batallas de creación. Trincheras del porvenir. Aislamiento con frustración salvadora. Deseo, derecho y disfrute. Dolor, duelo y desdicha.

Bergman se atreve con temas acallados. Libera maquillajes contemporáneos y los somete a juicios de valor interno. Sus dosis de pesimismo y esperanza son expuestos desde la feminidad. Un ejercicio empático entre mujeres y curiosidad desinteresada entre hombres. El plano y la luz despiertan ansiedad y soledad. Los diálogos se apoyan en las imágenes para reforzar la introspección de cada uno de los casos que expone. Se siente más estática y teatral que trabajos anteriores. Sus últimos minutos fuerzan situaciones demasiado explícitas.

Debe ser vista con los ojos del ayer y la mente del mañana.
La puerta de Tannhäuser
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29 de marzo de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguramente nunca el limbo que separa la vida de la muerte fue tan bien representado como en el hospital donde se encuentran las tres protagonistas de esta historia.
Tres mujeres que compartirán los diferentes enfoques y tratamientos sobre una de las etapas vitales más arduas a la par que hermosas, el llamado "milagro del nacimiento".

La filmografía de Ingmar Bergman está regada de joyas inmortales (como "El Manantial de la Doncella", "Persona" o "El Séptimo Sello"); también cuenta con una buena lista de títulos que, sin llegar a la categoría de obras maestras, poseen un valor indiscutible para el universo cinematográfico (caso de "Como en un Espejo", "Gritos y Susurros" o "La Hora del Lobo"), y también hallamos interesantes trabajos que, eclipsados por otros de mayor envergadura, nunca captan la atención del público, no obstante trabajos de una notable calidad a reivindicar (como son "Noche de Circo", "Los Comulgantes"...o "En el Umbral de la Vida").
Producción concebida como película de cámara cuyo guión firma la autora Ulla Isaksson (quien más tarde escribirá "El Manantial..."), basándose en su propia novela "Det Vänliga, Värdiga", publicada en 1.954. Sin dar concesiones al exterior ni permitirse el lujo de "flashbacks" (más o menos como haría poco después en "Como en un Espejo"), Bergman se sirve de uno de sus más recurrentes elementos, el escenario único, donde desarrollará la acción durante todo el metraje. Ya desde los créditos iniciales nos atrapa entre las translúcidas puertas de la maternidad y el mundo invisible que pueda disponerse atrás nuestro, aquél que nunca veremos.

La atención recae sobre Anders y Cecilia, quien ha ingresado por severas complicaciones en el tercer mes de su embarazo. El terror se apodera de la mujer, tanto por la supuesta pérdida del bebé como por la asfixiante atmósfera del lugar (la siniestra camilla, el lento avanzar de las agujas del reloj, el aborrecible llanto del muñeco, las sábanas manchadas de sangre...), mientras se enfrenta a la indiferencia, incomprensión y frialdad de los doctores (normalmente hombres) y a una relación desprovista de verdadero amor, planteando Bergman una vez más su matrimonio clásico, por encima del cual planean las sombras de la incomunicación y la hostilidad disimuladas con amables pero falsos sentimientos.
Tras conocer la cara más negra de la historia, ésta se dividirá y dará paso a los personajes de Stina y Hjördis, centrándose así en la relación triangular de estas mujeres encerradas en el microcosmos de paredes blancas que es la habitación que han de compartir, manteniendo en ella una significativa relación (Stina volcará su instinto materno sobre Cecilia y Hjördis, mientras ésta siente en las dos primeras una imagen de madre sustitutiva). La desgracia y amargura se presentan en su forma más literal en Cecilia y Hjördis, la descarada joven aquejada por un embarazo no deseado incapaz de revelar a su madre (el eterno "bergmaniano" conflicto madre-hija) y abandonada por el padre del bebé que reside en su interior.

Stina, por su parte, será la viva imagen del optimismo, cuya sensación constante de euforia, que sin embargo oculta un tremendo pavor en sordina, aplastará a sus mortificadas compañeras; de hecho Bergman se permite un resquicio de luz y esperanza al presentar a ésta y su marido Harry como una pareja tocada de la mano de la felicidad (nada usual en su cine). Felicidad que no tardará en hallar su reverso de pesadilla a raíz de ese difícil parto con el que el sueco se empeña en mostrarnos lo doloroso e insoportable que puede llegar a ser el momento de la concepción (del sufrimiento se engendra vida, y viceversa).
En una sala apartada, unas jubilosas madres ignorantes de los pesares de las protagonistas, dan el pecho a sus bebés; se nos han presentado en su forma más dura y sincera las dos caras de la maternidad, y, por obra y gracia de Bergman, entre tanta aflicción y culpa siempre puede existir un atisbo de esperanza, la cual se extenderá inesperadamente a la situación final de Hjördis y quizá de Cecilia (Stina carecerá de esta suerte, un claro ejemplo de la imaginería torcida del sueco con respecto a los insondables caminos de la vida).

La luz (saturada por Max Wilen, quien desempeña un trabajo de fotografía brillante) violenta a los seres, mientras que la oscuridad les alivia y ayuda a liberar sus frustraciones; Bergman maneja una puesta en escena sobria y lúcida, sin alardes técnicos, incluso sin banda sonora, únicamente compuesta de los llantos de los bebés, las pisadas, los gritos y los diálogos, pronunciados por un notable plantel donde se encuentran habituales colaboradores como Erland Josephson, Gunnar Sjöberg y un Max Von Sydow extrañamente alegre (teniendo en cuenta los papeles que ha interpretado para el director).
Aunque nadie eclipsa al maravilloso trío de actrices principales, cada una fascinante en sus respectivos personajes (aunque resulte difícil afrontar a los de Bibi Andersson y Eva Dahlbeck, quien se hace desquiciante en ocasiones) destacando sobre todo una sufrida Ingrid Thulin, criatura atormentada y neurótica que se acostumbrará a aparecer de este modo en posteriores trabajos del director ("El Silencio", "Los Comulgantes", "Tras el Ensayo", "Gritos y Susurros"...).

Los seguidores de Ingmar Bergman aferrados a su etapa de salvaje ruptura estética y formal (los '60), en la que dio a luz a algunas de sus más inolvidables perlas, ciertamente (y muy erróneamente) no repararán en este pequeño, íntimo y realista melodrama de escenario único más propio de su primera etapa y situado en tierra de nadie al verse cercado por dos obras tan importantes como la ganadora del Oso de Oro en el Festival de Berlín "Fresas Salvajes" y "El Rostro".
Chris Jiménez
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