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El motín del Caine

Aventuras. Bélico. Drama El estricto capitán Queeg (Humphrey Bogart), un hombre aquejado de agotamiento nervioso y fobias neuróticas, asume el mando del Caine, un dragaminas norteamericano cuya tripulación carece de disciplina. En contra de la opinión de los demás oficiales, introduce cambios y toma medidas tan arbitrarias que la tripulación empieza a considerarlo un neurótico peligroso. Durante una tempestad, Queeg pierde el control de la nave; entonces, el ... [+]
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
23 de febrero de 2010
56 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
La he visto muchas veces y me parece una película muy buena, pero... hay algo en ella, algo ambiguo, que la lastra.

Veamos: la película trata de un motín en un barco de la Marina de los EEUU (no descubro nada, está en el título), pero se deja claro en el filme con líneas sobreimpresionadas que nunca ha habido un motín... en la Marina de los EEUU. ¿Qué quiere decir eso? Pues que desde la US Navy se participó en el rodaje de la película (de ahí que se pudiera rodar en los propios barcos y durante sus maniobras, etc con el consiguiente ahorro de $ ), pero con un mensaje que se dejó claro a los productores: “Colaboramos, pero debe quedar claro que rebeliones a bordo en buques norteamericanos no han existido jamás”. Da igual que se trate de ficción. El condicionante está ahí, y el director Dymytryk ha de apechugar con él; soportarlo, en definitiva.

Y ese condicionante, llamémoslo de esta manera, está planeando en el filme: sólo así se entiende las imprecaciones del letrado encarnado por Ferrer sobre la valentía del capitán Queeg, y todo el mensaje de la sobresaliente secuencia final, con el abogado borracho. Nuevo ejemplo de cómo se puede estar asistiendo a una escena brillante y emocionante, pero condicionada en un 100 % por los imperativos antes descritos.

Bogart está excepcional: da agonía verle con lo que sostiene en la mano cada vez que se pone nervioso; Van Johnson pone cara de estreñido demasiado a menudo, sobre todo en la parte final, pero tampoco carguemos demasiado las tintas sobre él; Fred MacMurray, a mi modo de ver, también está que se sale: su personaje manipulador está muy bien definido. Y E.G. Marshall, en su papel de fiscal, lo hace francamente bien. No nos olvidemos de un joven Lee Marvin, tan correcto como siempre.

Mención aparte merece José Ferrer: compone fenomenalmente su papel de abogado aparentemente descreído y a vuelta de todo, pero que valora sobremanera la honradez, de forma que dedicará todos sus esfuerzos en defender a su cliente, por encima de la opinión personal que pudiera tener. Por eso este filme suele proyectarse en ciclos que versen sobre películas de juicios y, particularmente, sobre el tema de la ética profesional de los abogados.

Tampoco dejemos de mencionar la secuencia de la tormenta: estará hecha con maquetas de la época y todo lo que queramos, pero realmente está muy pero que muy lograda.

Y efectivamente la historia de amor sobra completamente. Aquí vuelvo en cierta manera a lo que comentaba antes. ¿Por qué aparece dicha historia? Pues por presiones ¿De la Marina? No, en este caso, directamente del productor.

Y así se iba haciendo buena parte del cine norteamericano de estos tiempos: con presiones directas e indirectas de todas partes incidiendo en la tarea de unos guionistas y directores que bregaban con eso lo mejor que podían, saliéndoles en unos casos películas espantosas, y en otros malas o regulares.

A veces buenas. O incluso muy buenas.

Ésta pertenece al último grupo.
esteve
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15 de abril de 2010
23 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando vi por primera vez a Humphrey Bogart ante un consejo de guerra en el tribunal, jugueteando nerviosamente los balines entre sus manos, me impresionó. Y diferentes emociones llegaron a mí. Al ver su catarsis, sentí una especie de conmiseración hacia aquel hombre a punto de perder la razón. Pero también vi la fuerza de un hombre ante la adversidad en cumplimiento de su deber. A veces la sociedad es demasiado dura con alguien que raya en lo genial y la locura y el dictamen si estuvo bien o mal, es ambiguo. Muchas veces me he enfrentado a jefes neuróticos como el capitán Queeg y no es cosa fácil, relaciones en crisis. Solo queda admirar la actuación de un Bogart que me hizo recordar situaciones cotidianas de la vida en que la humanidad parece naufragar en sus miedos, aunque no sean capitanes de un dragaminas durante la segunda guerra mundial. Pues cada uno de nosotros ya tenemos nuestro “Pearl Harbor” dia a dia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
RAMON ROCEL
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2 de junio de 2007
19 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una victima de Mccarthy como es Edward Dmytryk se reconcilia con su país con esta película en lo que se presenta como un homenaje a la marina americana, a la lealtad y como no, a la madre patria, que no es Canadá (al final uno se harta de ver tantas barras y estrellas ondeando por todas partes).

Si bien el desarrollo de la película, el argumento, no aporta inicialmente nada digno de alabanza, hay ciertas cosas que salvan a este filme. Una de ellas, por ejemplo, puede ser el hecho de que Maurice Joseph Mickelwhite, apasionado con este film deseara que su nombre de artista fuera el de Michael Caine, homenajeando así este largometraje.

Tampoco nos podemos quedar sólo con esto, seamos serios, si bien y reiterando, el desarrollo de la acción se muestra débil en según que momentos (no necesitamos clases de psicología), la actuación de Humphrey Bogart (si, el malo de la peli) es buena, muy buena, su locura y su cordura mezcladas racionalmente, su mirada, su expresión cansada, no se deben menospreciar. A su altura encontramos a José Ferrer (el abogado) quién nos presenta, gracias a una borrachera, la verdad sobre el proceso derivado del motín; como no, una reflexión, patriótica en la que quizá es, por su contenido, por el significado del que dota a la película y al desarrollo de esta, la mejor escena del film (no pasemos por alto la de las fresas).

Nota a futuros directores/guionistas: Aunque podamos aceptar el amor y la guerra como los dos motores del hombre, no es necesario que en todas las películas bélicas haya por medio una historia de amor.
Totenkopf
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8 de enero de 2007
21 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra obra más de la llamada época dorada de Hollywood que ya estaba llegando a su final y se preparaba para dar paso a la que sería la etapa hortera de la industria, los años 60.
En esta ocasión, el film "El motín del Caine" trata de los sentimientos morales de un grupo de soldados yes la disposición a serle fiel la que es cuestionada en la película. Para ello, el guión, basado a su vez en una prestigiosa novela con el autor ganador del Pulitzer, prone una serie de circunstancias, todas ellas propensas y adecuadas para adentrarnos en el leitmotiv del largometraje, la crítica a un sistema jerárquico actual(el ejército) con un argumento cuanto menos interesante.
La llegada de un nuevo capitán a un barco desata el deshumor entre la tripulación,debido en parte al cariño que le tenían al antiguo comandante; situación que empeorará a medida que el nuevo mandamás introduce nuevos sistemas de conducta, algunos francamente duros y disciplinarios.
Ante tal situación y la observación de los oficiales de un extraño comportamiento en su superior provocará una "conspiración" para acabar de alguna manera con la tiranía.
No es de los mejores films de aquella época, ni mucho menos, pero la sóla presencia de Bogart ilumina la pantalla, y nos brinda como nos tiene acostumbrados una nueva brillante interpretación.
Como anécdota vale la pena decir que el film es el favorito del actor Michael Caine, de ahi su apellido.
Lo mejor:Bogart, sin duda alguna.
Lo peor: Un guión con sumos altibajos y que no acaba de enganchar del todo. Le convendría un mayor análisis en el comportamiento de toda la tripulación a bordo, y a la hora del juicio, estaría bien una historia estilo Grisham.
Verbal Kint
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11 de enero de 2009
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película, que no es redonda, contiene al menos la demostración de que Humphrey era algo especial. Hay que ver a todos los oficiales reunidos en la mesa, nada especial, la vista va de un lado a otro hasta que tropieza con una especie de cabeza gigantesca cincelada en un bloque de granito color carne, surcada de hondas arrugas, con ojos desorbitados y un labio fuera de control; Un tipo duro, ahora paranoico, que centra toda la atención del espectador siendo "un mal actor". La peli se deja ver, aunque por momentos es irregular sin que hayan demasiados acontecimientos dignos de mención, parece que se esté dejando pasar el tiempo de cualquier manera hasta el esperado motín, sin que se introduzca el asunto con maestría, aunque todo se perdonaría (pues el desencadenamiento fluye y contiene buenas sorpresas) si al menos nos ahorraran la historieta de amor, como bien han dicho el resto de buenos chicos que han criticado esta peli en filmaffinity. Yo recomiendo que antes de verla os hagáis con un editor de vídeo, aceleréis la reproducción y, cada vez que veais el puente de San Francisco, cortéis sin piedad hasta que vuelvan al barco. La peli no cambiará y puede que os suba del seis al siete.
Sin embargo, el final no está mal y merece la pena ver a Humphrey haciendo de chalado. Aún así, Edward Dmytryk se pasó un poco, Bogey sólo debería hacer de Bogey, ¿qué es eso de que juegue con canicas y no sea el héroe? ¡Eso ya lo sufrió él en sus inicios, cuando hacía de malo!
Bogey_encadenado
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