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Onibaba

Drama. Fantástico. Terror En el Japón medieval, la madre y la esposa de un guerrero esperan su vuelta del frente. Sobreviven engañando a los soldados perdidos en los campos, a los que asesinan para luego vender sus pertenencias... (FILMAFFINITY)
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
21 de noviembre de 2010
127 de 169 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Empezad el texto con un análisis filológico del título en su versión original. Onibaba viene del vocablo ryukyuense Oni, que significa 'mala' y de la palabra kanto 'baba', que designa el líquido que sale del hocico de los bóvidos. Juntos, expresan que el sujeto alberga aviesas intenciones.

2) Resulta de buen tono citar a algún erudito autóctono. Como bien señala Motori Norinaga en su obra capital 'El mito y el logos en el orificio de en medio', si te caes al hoyo te estozolas.

3) Conviene dejar bien claro que, en las cintas japonesas, el viento, los juncos y las aguas SIEMPRE sobreactúan.

4) Utilizad, genéricamente, la palabra 'chino' para hablar de cualquier cinta de filiación asiática. Frases como 'los chinos no la saben manejar' (la cámara, se entiende) denotan la superioridad intelectual del crítico feroz frente a las razas amarillas.

5) Desconcertad al lector con comentarios acerca de la incorrecta dicción de los actores japoneses en su idioma vernáculo. Es sabido que los 'chinos' gritan mucho y vocalizan mal.

6) No olvidéis incluir algún comentario satírico-burlesco; en ese sentido, es eficaz hacer bromitas con el nombre del autor: Kaneto Shindô, más conocido entre sus familiares por el apodo de Kan Sinô.

7) Si os asombra cómo, con un mínimo de elementos, el director inventa un hábitat real que es puro cine; nos muestra cómo se deshumanizan las personas en determinadas circunstancias de rigor extremo; inquieta con una presencia demoníaca que desfigura el alma y las facciones; dibuja el ansia de comer y fornicar a dentelladas; crea espacios al subir la línea horizontal; encuadra los planos con una brillantez extrema; ilumina de forma portentosa cuerpos, rasgos y lugares; levanta una mitología simple de lo primordial…

Si después de ver la cinta comprendéis que nunca olvidaréis ese agujero. Ni los juncos y las ondas infectadas. Ni la blancura de los pechos. Ni el peso muerto de la carne asesinada. Ni los gestos de hambre. Ni las miradas rebosantes de sudor. Ni la máscara adherida al rostro de la vieja –que no es vieja.

Ni el sonido mínimo y perfecto. Ni el uso casi abstracto del silencio.

Si, como digo, os sucede todo eso: negadlo sin contemplaciones. Un crítico feroz no puede andarse con sensiblerías.

8) Aunque saquéis todos los datos de esa fuente inagotable, JAMÁS citéis la Wikipedia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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31 de octubre de 2006
80 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia pequeña, sin grandes alardes. Intrascendente a priori. Pocos personajes, pocos escenarios. Y encima una declaración de intenciones previa, una señal luminosa para que el espectador sepa que se le va a hablar de lo primitivo del ser humano. OOOOOHHHH! ¡Gracias por el apunte!

Sin embargo Shindô se sobrepone a todo esto y consigue una realización sobresaliente. Una realización que muestra a través de las miradas, del sudor de los protagonistas, del viento y los juncos. Buenos movimientos de cámara (no necesariamente espectaculares) y, esta vez sí, espectacular y luminosa fotografía y composición del plano. Los encuadres son jodidamente buenos pero no se trata de recrearse en un esteticismo vano. Fondo y forma van de la mano, el poderío visual se encarga de enseñarnos con su simbología el camino que ya, de forma redundante, nos había marcado la perorata del principio. El camino hacia una película de terror. Sí, de terror. Los demonios interiores y más básicos, los instintos, el egoísmo. El terror más elemental en mi opinión.

Una guerra lejana. Un estrépito distante e intangible, un peregrinar de hombres que luego serán cadáveres sin dignidad, la pobreza, la lucha por la supervivencia sin reglas, el sexo...

Hay películas actuales (de calidad, no cualquier bodrio) que al minuto de estrenarse ya han envejecido más que ésta en 40 años.
Bloomsday
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22 de noviembre de 2010
58 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el primer minuto, “Onibaba” se presenta como una muestra de lo primitivo que late bajo la civilización. Y así es, tal cual.
Se presenta asimismo como un agujero que dura hasta hoy. Que podría estar llenándose de cadáveres hasta hoy.

El atractivo de la película es su apabullante fuerza visual, los planos compuestos con las vigorosas pinceladas de las masas vegetales, la revuelta pelambre de su contorno, el ritmo de su cimbreo constante, los focos hábilmente colocados para dibujar con blanco las figuras, en contraste con el cuerpo tenebroso de la fronda.

Tan elocuente es lo plástico que si se dispone de una concisa sinopsis se puede seguir la historia directamente en la versión original. Los concisos diálogos no encierran partes significativas del argumento: las voces, sus gritos y golpes de aire, funcionan como expresivo sonido, lenguaje animal, complemento supeditado a la imagen.

Con un mínimo de escenarios, la intensidad se acentúa hasta el paroxismo: hasta que un agujero en la tierra se convierte en el centro del mundo (como en los agobiantes cuentos de Poe, “El pozo y el péndulo”, “El gato negro”…); el agujero en cuyo fondo se amontonan esqueletos.
Es un mundo tal que una de las embrutecidas mujeres declara con plena sinceridad no haber visto nada realmente bello desde que nació.

Poco más que una choza en el pantano de un cañaveral que es como un animal vivo, una gigantesca piel que se agita y engulle a los humanos. Un animal tan hambriento como las dos mujeres en permanente busca de comestibles.

Se perdieron cosechas por las heladas tardías. El hombre fue a la guerra y no ha vuelto.

Están dispuestas a cazar samurais incautos que pasan cerca, sueltos, ricamente equipados: los otean y olfatean, casi hacen parada como un pointer. Donde un estraperlista, truecan la rapiña por saquitos de alimentos.

No hay ley en tiempos de guerra. El reglamento lo dicta la hambruna, gástrica y sexual, una lucha paleolítica por sobrevivir. Un perro es festín para cocinar en las llamas.

Sorprende el sexo a flor de piel, directo, sin envoltorios. Una salvaje energía circulando entre la vegetación ondulante: calor húmedo, mujeres desnudas. Se remueven mugrientas en el suelo de la choza pero las perlitas del sudor brillan en morse lujurioso.

Este microcosmos, de por sí áspero, primario, es tensado aún más por la plástica de la cámara, que corre como un animal por el pantano, chapoteando, enredándose en la vegetación, junto a las voraces figuras desnudas, y que aún incorpora algo más de horror al aparecer el samurai enmascarado, el misterio del rostro que se esconde bajo la careta demoníaca.
La máscara añade un elemento fantástico a un clima de terror que se derivaba de la mera realidad, reducida al grado bestial de la existencia, que no es poco terror.
Archilupo
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11 de marzo de 2006
37 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por fin añaden en filmaffinity alguna película del olvidado Shindo, pupilo de Mizoguchi. Onibaba es visualmente impactante y sorprendente, todo comienza así: un agujero, el viento agita los juncos durante un siglo perdido que no conocemos. A sus espaldas una guerra, a la que un hijo ha partido y una madre y su nuera (Jitsuko Yoshimura, sensual) sobreviven gracias a un foso donde arrojan a los soldados que asesinan tras desgarrarles sus vestimentas y armas que después venden. Un hombre vuelve pero no el esperado. Una madre que ya lo ha perdido todo excepto la compañia y una joven a la que se le presenta una segunda oportunidad.

La sientes como si observaras entre la maleza y te asfixia, tensión, erotismo, opresión, soledad y un simple deseo de supervivencia desatan los peores instintos del ser humano, entonces llega el contenido espectral del film con la aparación del samurai enmascarado y la nuera (fantástica Nobuko Otowa) desesperada y a la vez atraída por palabras de belleza del guerrero, algo que ella nunca ha conocido. Decide idear un plan para recuperar su única compañia y modo de supervivencia (ya que ella sola no se basta para matar a los samurais)...

Sus imágenes irradian un magnífico talento fílmico que es redondeado por la tribal música de Hikaru Hayashi. Un relato terrorífico sí, pero en su reflejo de la condición humana y unos deseos quizá más loables de lo que en principio parece. Sombría y espectral obra, unas de mis películas favoritas sin ninguna duda.
Mabuse
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21 de noviembre de 2010
24 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Onibaba es una película de culto muy poco conocida. Su minimalismo conceptual asombra: ambientación austera pero con gran fuerza visual.
Es una parábola sobre la Guerra y los demonios interiores. No olvidemos que Japón se estaba recuperando por aquellas fechas del colapso posbélico que sufrió después de la 2ª Guerra Mundial, donde los principios básicos en los que se asentaba la sociedad nipona antes del conflicto se resquebrajaron.
El entorno es enfermizo y hostil, propicio para desatar las pulsiones internar de estos personajes: el sexo anteriormente contenido y que se desbordará como un torrente, la necesidad del otro, y la deseo de sobrevivir en este lugar desolador en medio de una guerra feudal.
Su carga metafórica y alegórica es evidente, pero las interpretaciones pueden ser variadas, y de ahí su riqueza: un gran hoyo oscuro en la tierra, una máscara de demonio, dos míseras mujeres con un deseo sexual contenido hasta la locura, etc..
Personajes afectados por la guerra, donde la depravación moral, el horror y la muerte están influidos por unos factores ambientales hostiles que les vuelve salvajes. El sexo visto como una compensación necesaria ante esta degradación humana; sexualidad febril enfrentada a la muerte.
El título “Oni-baba” significa demonio en forma de anciana. Aparece en las fábulas clásicas para aterrorizar. En el film ejemplifica el demonio de sí mismo, la parte oscura que todo hombre tiene en su interior, porque su acciones marcarán su destino, y la máscara se aferrara todavía más en el rostro de forma dolorosa.Ya que enfrentarse a esos demonios interiores es una tarea angustiosa; el rostro siempre será el espejo del alma.
Herodoto
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