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Larga jornada hacia la noche

Drama Adaptación del drama teatral homónimo de Eugene O'Neill, que tiene un carácter claramente autobiográfico. Describe un ambiente familiar deprimente y explosivo: una madre, que después de una larga estancia en un hospital, se ha vuelto adicta a la morfina; un hermano sumido en el alcoholismo e incapaz de encontrar trabajo, y un padre insensible y mezquino que ha fracasado como actor, llevando la familia a la ruina. (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
14 de octubre de 2007
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación para la gran pantalla de la última pieza teatral escrita por el Nobel de literatura Eugene O’Neill, ‘Largo viaje hacia la noche’. Al igual que el debut cinematográfico de S. Lumet (12 hombres sin piedad), esta película es un paradigma de lo que podríamos denominar teatro filmado, ese tipo de cine compuesto por películas que, fieles a su fuente teatral, optan por unas formas audiovisuales sobrias y limitadas: decorado único, planos medios, numerosos fragmentos rodados en continuidad y una acción que recae exclusivamente en las soberbias interpretaciones del elenco. Prueba de esto último es que Katharine Hepburn obtuvo el galardón a la mejor actriz en Cannes (1962) y los 3 actores el mismo galardón exaqueo en categoría masculina.
FERNANDO BERMEJO
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14 de abril de 2009
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
A los amantes del teatro les gustará esta película además de contar con un reparto impresionante.
Si hay algo que destacar en esta película son las interpretaciones y con gran diferencia la actuación de Katharine Hepburn, sin duda es la que se come la pantalla, todos presentan un dominio impresionante pero en el momento en el que ella no está en escena se siente que falta algo, es una interpretación magistral.
Un guión muy buen pero a veces se habla demasiado sobre lo mismo, resulta a veces cansino, en mi opinión, sobran unos diez minutos de texto.
La puesta en escena es muy buena y los personajes genialmente descritos, cuatro personajes decadentes, los cuales se destruyen a sí mismos poco a poco, una familia destruida.
La película es muy buena para aquellos que amen las buenas interpretaciones por encima de los efectos especiales; la película está bien grabada y sabe captar el toque de cine de cámara sin alejarse del carácter teatral pero yo, como amante del cine de Bergman pienso que los diálogos avanzan de una manera demasiado rápida sin poder llegar a saborear algunos momentos, a excepción Katharine Hepburn, la cual consigue momentos ejemplares, con cambios brutales en la personalidad del personaje, sin duda la mejor.
Magistrales interpretaciones y buen guión, dirección, no es mala pero podría haber conseguido un ritmo mejor en los diálogos de los personajes.
manuel
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24 de agosto de 2009
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
284/11(23/08/09) Acentuada obra teatral autobiográfica del nobel Eugene O'Neill, adaptada a la gran pantalla por el gran Sidney Lumet, en la que nos envuelve en un clima opresivo, donde cuatro personajes nos deleitan con un día de sus "felices" vidas. Los cuatro personajes son un matrimonio formado Mary Tyrone (Katharine Hepburn), de carácter inestable, religiosa y drogadicta, el padre James Tyrone (Ralph Richardson), un actor retirado, avaro y despótico, el hijo mayor Jamie (Jason Robards), violento y alcohólico, por último el alter ego de Eugene O'Neill, Edmund (Dean Stockwell), un enfermizo aspirante a escritor, todos ellos conviven en una casa que da la impresión de su propia cárcel donde todas las conversaciones derivan en violentas discusiones, donde todos tiene algo que reprochar al otro, la tensión se puede cortar con un cuchillo. La historia es un duro retrato de una familia que se autodestruye dentro de su putrefacción moral, donde el simple hecho de encender una bombilla resulta la catapulta para atacar al "enemigo", se te queda mal cuerpo después de asistir a este tour de forcé que nos regalan estos grandes actores premiados en Cannes, aunque a Richardson lo encuentro demasiado teatral e histriÓnico, y digo demasiado pues todos resultan gesticulantes, con muchos aspavientos típicos de la escena teatral pero Ralph los supera a todos. La puesta en escena del film contiene todas las virtudes y todos los defectos del cine teatral, en el que solo hay un escenario, en donde abundan los primeros planos y con planos secuencias donde los actores dan lo mejor de si, con una gran fotografía de Boris Kaufman que ayuda a transmitir su seca y áspera atmósfera que no da un halo de esperanza. Cinta recomendable a los que gusten de gran teatro en cine. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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24 de marzo de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo bueno de tener una familia es que, dentro de ella, suelen brotar los más sólidos sentimientos. A nadie -con excepción de nuestra pareja o de algún amigo(a) especial- le perdonaríamos tantas cosas como las que podemos perdonarle a nuestros padres, a nuestros hijos o a nuestros hermanos. Y la mejor explicación para esto, es ese lazo de sangre que nos hace sentirlos como parte inseparable de nuestra vida. Y también cuentan las vivencias, donde se preservan momentos de confraternidad y de alegría, de solidaridad y buen ejemplo, pues esto hace que se aligeren las ofensas y los malos tratos que, por las largas cargas de amargura liberamos de repente, pero que sirven de alguna forma para desahogar nuestra impotencia.

Ávido de explorar el lado de sombra que indómito impera en tantos seres humanos y que, a él mismo dominó durante largo tiempo, el dramaturgo Eugene O´Neill, acude a sus más dolorosos recuerdos para recrear el alma humana, y desnudarla en toda su pesadumbre y en toda su grandeza. El conoció la pobreza; vivió la experiencia de una madre que se hizo adicta a la morfina tras su nacimiento, porque nunca aceptó la muerte de su pequeño Edmund, de dos años; y se formó en un internado católico donde sólo la lectura aligeró la pesadumbre de aquella escuela.

Tras un largo viaje por Suramérica, siguiendo a la compañía teatral de su padre, O´Neill se vuelve depresivo y alcohólico. Ve morir a sus padres y a su hermano Jamie, también alcohólico, en un período de tres años y, curiosamente -pero nada raro en la historia del arte-, tras esta larga y profunda escuela de dolor, Eugene queda preparado para el ejercicio de lo que de él esperaba el universo: ser autor de sensibles obras teatrales. Entonces, comienza a escribir incansablemente, y pronto, sus obras son llevadas a escena por incontados grupos pequeños y grandes. El premio Nobel de literatura y cuatro premios Pulitzer, avalan ahora su representativa obra.

La adaptación para el cine de Sidney Lumet sobre “LARGA JORNADA HACIA LA NOCHE”, tiene como mérito convincentes actuaciones de Hepburn, Richardson y sobre todo de Robards, pero su esquema se reduce, casi al cien, a teatro filmado. Sólo un plano con cámara giratoria que lleva a presentir emociones muy claras en su protagonista y ese magnífico alejamiento tras un plano entero de la familia (arruinado luego con ese regreso a primeros planos de c/u de ellos) dejan entrever un ejercicio fílmico más allá de los largos –y a ratos insustanciales diálogos- y hacen apreciable una obra cuyo mayor mérito es, quizá, que logra mostrar como las relaciones de familia, por más deterioradas que puedan estar, se mantienen a flote tan sólo por ese lazo de indesligable afectividad que ha echado raíces con el paso de los años.

Recomiendo verla con el estómago satisfecho, el corazón complacido y la mente sosegada… de no ser así, es muy probable que la repugnes.

Título para Latinoamérica: “VIAJE DE UN LARGO DÍA HACIA LA NOCHE”
Luis Guillermo Cardona
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24 de agosto de 2011
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una familia desgrana las miserias y odios acumulados durante años en el transcurso de un día y parte de la noche.
Familia formado por:
La madre, (C. Hepburn) drogadicta, beata y medio loca
El padre, (Richardson) ex actor venido a menos, con ínfulas y avaro hasta el extremo
Hijo mayor (J. Robards) borracho y vago
Hijo menor (Stockwell ) tuberculoso a punto de entrar en un sanatorio y el único cuerdo
Con la misma estética y director que 12 hombres sin piedad, sin embargo no resistiría ninguna comparación con esta última salvo en el apartado de las interpretaciones, magníficas de todos ellos,
incluida una Hepburn rozando el límite de la sobreactuación pero sin transguedirlo, ( de hecho en los papeles de loco, borracho o disminuido psíquico es muy dificil saber donde está el límite, pues estos mismos, en la vida real no lo tienen)
Después de ver la película uno se pregunta, ¿ como serán las cenas de nochebuena en esta casa?
narizrota
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