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La sociedad del semáforo

Drama Raúl Tréllez, dios del mugre, el único, el irreparable, un reciclador enajenado por la terquedad, la libertad absoluta y los caramelos, está empeñado en lograr con sus pocos conocimientos e improvisados dispositivos, que la duración de la luz roja del semáforo pueda ser controlada por él, el tiempo que quiera, para poder montar actos más largos entre malabaristas, lisiados y vendedores ambulantes y otros habitantes de un cruce de ... [+]
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
9 de enero de 2012
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo comienza de manera muy diciente: Un enorme trancón vehicular colmado de sirenas de ambulancias… Un reciclador que, sentado en cualquier calle de Bogotá, tenía esta imagen en su mente… El estrecho cauce de una quebrada que circula entre los tugurios que habitan los desheredados… La vuelta a casa en la que, limpiándose los zapatos, el reciclador pisotea la imagen de tres de nuestros -por entonces-, más cuestionados gobernantes (Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe y Andrés Felipe Arias. Este último ahora en la cárcel por los manejos del Agro-ingreso seguro)… Y enseguida, una gran maqueta con un esquema de semaforización de sofisticada apariencia que, sabremos luego, es el gran sueño de este chocoano llamado Raúl Tréllez, quien guarda la esperanza de conseguir retener los semáforos en rojo, para dar así más tiempo a los artistas de la calle (la sociedad del semáforo) de poder hacer dinero con el cual sobrevivir.

Cientos, quizás miles de improvisados artistas circenses: malabaristas, equilibristas, estatuas vivientes, escupe-fuego… (a los que se suma otro inmenso número de vendedores informales, y discapacitados de todo tipo), salen a las calles de nuestro país cada día, se ubican en un semáforo de abundante flujo vehicular, y toda vez que éste se cambia a rojo, hacen su espectáculo frente a los vehículos con la esperanza de que, los conductores, les regalen luego una simple moneda. Es una labor hecha a veces con descaro, pero honrada y difícil para la mayoría de ellos, además de que tienen que padecer el asedio policial y el maltrato de ciertos conductores que, con miradas o palabras cargadas de desprecio, los tratan como parias.

Pero, en un país donde mucho se pregona y muy poco se hace, y donde, por cada peso que se invierte en obras sociales, no menos de cinco van a parar a los bolsillos de la burocracia, la falta de oportunidades laborales es enorme y el pueblo se ve forzado a acudir a trabajos informales donde, cada tanto –llevado por la angustia y la injusticia-, termina saliéndose de sus cabales.

Significativo debut del director Rubén Mendoza, quien, con claro conocimiento y objetividad, consigue recrear la vida de estos marginados, capaces algunos de muchos actos indecentes, pero con mayor capacidad aún para ser solidarios, para sobreponerse a todas las adversidades, y para demostrar lealtad al amigo en los peores momentos. Queda plasmada la indiferencia del Estado frente a esta creciente problemática y el papel indecoroso que desempeñan algunos miembros de las instituciones llamadas a ejercer la justicia.

La impecable fotografía de Juan Carlos Gil, esa ambientación casi neorrealista que describe con exactitud el lado de sombra de nuestras grandes ciudades, esos cantos salidos de desgarradas y emocionadas gargantas, y ese puñado de personajes que consigue sensibilizarnos con sus actuaciones sencillas y naturales, pero que lucen salidas del corazón, hacen de “LA SOCIEDAD DEL SEMÁFORO” un filme importante y muy significativo.
Luis Guillermo Cardona
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25 de noviembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amigos colombianos: Yo, cinéfilo empedernido, descubrí el cine de ustedes gracias a una amiga de allí, que me recomendó entre otras "Los viajes del viento" "Los colores de la montaña", "La estrategia del caracol". Lo primero que se me ocurrió decirle después de ver sobre todo estas, es: "al cuerno todo el cine nacional!!!!!" (soy argentino). Estas películas me hacen sentir envidia de toda la fama, el éxito y reconocimiento que a veces tiene nuestro cine que, puesto a crear fantasías, o a elaborar obras poéticas, tiene buenas y sobradas demostraciones, pero cuando se mete con la realidad REAL... muy, muy pocas veces logra una muestra tan acabada, cruda y verdadera. Con decir que aquí se entronizó "Pizza, birra, faso" casi como la iniciadora del Nuevo Cine Argentino, y no es más que una historia de algunos personajes que lo único que tienen es su alma sucia, su falta total de códigos, su inescrupulosidad, su suciedad sin más. Ese pretendía ser el retrato de la marginalidad según nuestro stablishment cinematográfico. Verguenza ajena dan.
Qué gran diferencia con estas verdaderas obras mencionadas! Cuánta poética, cuánta verdad, cuánta realidad sin disfraces, sin tapujos, con sus buenas y sus malas, pero VERDAD!!!
Vamos entonces a "La sociedad...". Grato es saber antes de verla, que se trata de una opera prima. Se entienden así algunos desaciertos, cierta falta de continuidad en el relato (no critico a los actores, como se hizo aquí, ya que si en verdad son los personajes en sí, se representan a ellos mismos, sin vueltas, sin trucos, sin más. No creo que estuviera en la intensión del director otra cosa, que esperara grandes monologos, ni mensajes trascendentales a través de sus palabras, ni nada más allá. Simplemente, que SEAN). Por otra parte, ciertos delirios, ciertas escenas que parecen incoherentes, o que no aportan nada a la historia, veamos... soy poeta también, y quien entiende siempre a los poetas? Nadie. Simplemente, el poeta dice sus cosas, y al que le sirven, le sirven.
Personalmente, a mi me ha servido muchísimo esta película, y me hace esperar también más de este nuevo director.
ulderick
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8 de octubre de 2010
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película empieza con una escena para recordar en la historia del cine colombiano (cosa que hace que el espectador espere igual emoción o interés en lo que sigue del film, pero esta no lo logra).
Tiene una que otra parte interesante en la película, pero definitivamente veo que Mendoza se arriesga mucho en su opera prima, y no logra salir con éxito.
Es una película con un montaje malo, pareciera que fueran cortos apartes, que es lo mismo que pasa con el guion (en el que intenta retratar una jerga “interesante” de los habitantes de la calle) haciendo que los actores tornen los diálogos un poco absurdos, lo que hace que el espectador no se logre meter y enchufar en la película.

La película se nota que está hecha por un Mendoza que sabe de cine y que podría hacer algo mejor en un futuro (por algo gano la Residence de Cannes), la fotografía de la película es interesante, como otras películas que están pasando por un buen momento en el cine Colombiano.
Veo que la mayor falla de la película son las actuaciones, ya sé que son actores naturales y es difícil trabajar con ellos, pero lamentablemente las actuaciones son muy malas (algo que me parece indispensable en un Drama que quiere retratar el Caos).
Un logro de la película es la concientización de la gente con personas que habitan en la calle (ya sea para bien o para mal).

Esta película para muchos espectadores que se creen "interesantes y conocedores" logra una aceptación abrumante, mas por el boom que se dio en el preestreno (posiblemente por su rara producción) y por decir criticas alabadoras, escudándose en cosas como "que pocos la entendemos, "poética, grande, delirante" ¿?).

Es una película más que retrata la problemática de la sociedad en Colombia, vista desde unas generaciones de directores nuevos en el país.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
jorgedorado26
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1 de agosto de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atrevidísimo trabajo colombiano, raro en su esencia y estructura y realmente sorprendente que combina algunos elementos de absoluto maestro del cine con otros totalmente de principiante. Es, para empezar, una película con un montaje caótico, sin mucho sentido que dificulta y entorpece el seguimiento de la historia. El guión, aunque osado y curioso tampoco está bien distribuido y hay muchas partes de la película que directamente pasan a la zona donde del olvido del espectador. Tiene sin embargo un pequeño puñado de escenas memorables, magníficas, de las que te dejan absolutamente boquiabierto. Siguiendo con los fallos, los actores (creo haber leído que son un grupo de indigentes reales y no profesionales) dejan mucho que desear y no contribuyen a clarificar el guión, ni siquiera en algunas escenas determinantes. Pero pasemos al lado positivo, este chico llamado Rubén Mendoza se lanza en su opera prima con un bagaje de recursos técnicos y un dominio de la cámara exquisito, imprimiendo además un sello propio de director con primerísimos primeros planos desencajados, una utilización fascinante de la iluminación real (está rodada en video en escenarios reales y con luz natural) con contrastes de claroscuros magníficos y trávellings cámara al hombro que refuerzan la sensación de crudeza en determinadas escenas. Es además un mago en la utilización del sonido la música define y da consistencia a las escenas y los ruidos y elementos sonoros también ensalzan el contenido fílmico. Es una película portentosa técnicamente pero que se pierde e incluso se destroza en la inconsistencia de algunos elementos. Las localizaciones en las que se desenvuelven los personajes funambulistas, edificios en ruinas, basureros, la propia calle y los cruces Vemos pues aquí a un director con un futuro prometedor pero que en el presente tiene mucho que mejorar.
Palomitasconchoco
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9 de mayo de 2015
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La parte más sórdida de Bogotá aparece en toda su magnificencia. Los actores, aunque todos son naturales, muestran buena capacidad histriónica de manera que no se notan grandes baches de actuación. Pareciera una avanzada colombiana al neorrealismo y si no fuera por algunas deficiencias en el guión, podría ser un buen referente. Lástima que a la historia de los zapatos no le hubiera sacado más punta.
Edmundo
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