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Winchester 73

Western Dos jinetes llegan a Dodge City persiguiendo a un hombre. Es el Día de la Independencia, y la gente se arremolina en torno al premio del concurso de tiro, un rifle único: el Winchester 73. Lin McAdam, uno de los forasteros, gana el concurso, pero uno de sus contrincantes se lo roba y huye. El rifle va pasando de mano en mano: de un traficante de armas a un jefe indio y después a un forajido. Mientras tanto, continúa la persecución. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 62
Críticas ordenadas por utilidad
8 de julio de 2008
67 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última bala, igual que la cicuta o el haraquiri, están reservados para salvaguardar el honor. Si todo se va al traste, si nada surge como está escrito y quedamos vendidos ante el mejor postor, no estaría mal poder elegir tu entrada al reino de las sombras.

Winchester está llena de claves y de mucho humor. El humor lo ponen uno diálogos ácidos y ágiles. Siempre es por culpa de las faldas. Es uno de los pocos honores que directores de este género han regalado a las mujeres.

Lo que hace a Winchester un western especial es el hecho de contener mucho de otros western en su historia. Por culpa de un arma, adivinen cual, Mann borda una película donde caben muchas otras. Hay de todo en ella y todo en su justa medida.

El inicio es demoledor, de esos que en poquitos minutos nos dice una burrada. Como hizo Hawks con su “Río Bravo”. Y luego ya no hay marcha atrás. Trepidante persecución donde el arma va pasando de mano en mano hasta el duelo final.

Todo a cargo de un hombre que un con físico nada proclive para el western (excesivamente alto y delgaducho) se convirtió en la última bala de John Ford.
Chagolate con churros
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28 de julio de 2008
51 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer western, y primer film, de Mann con James Stewart. Escrito por Robert I. Richards y Borden Chase, desarrolla un argumento de Stuart N. Lake, gran conocedor de la biografía de Wyatt Earp. Se rueda en exteriores de Tucson (Arizona) y en los platós de Universal Studios, con un presupuesto ajustado. Producido por Aaron Rosemberg, se estrena el 12-VII-1950 (EEUU).

La acción principal tiene lugar en Dodge City y en territorio de Arkansas, a lo largo de unos pocos días, a partir del 4-VII-1876, primer centenario de la independencia del país. Lin McAdam (Stewart) anda en busca del pistolero Dutch Henry Brown (McNally), asesino, ladrón y cazarrecompensas, con el propósito de darle muerte para vengar a su padre. McAdam es hombre recto, airado y obsesivo.

El film desarrolla un relato de odio, persecución y venganza, más bien propio del cine negro. Largometraje nº 19 de Mann, es el tercer western de su ciclo de 11. La narración se estructura en forma de itinerario circular y se apoya en dos hilos conductores: el seguimiento de un rifle Winchester 73 que cambia de manos sucesivamente y la persecución implacable del pistolero Brown por el obsesivo McAdam. La variedad de episodios confiere a la obra un aire de grata complejidad y atractiva densidad. La narración es fluida, está dotada de buen ritmo y se beneficia de la eficacia expositiva de Mann. Los episodios incorporan motivos característicos del género: competición de tiro, ataque indio, intervención de la Caballería, etc. Se dedican referencias a iconos del Oeste: Dodge City, general Custer, Wyatt Earp, Caballo Loco, etc.

Bajo la batuta de Mann, la obra adquiere gran dinamismo y una admirable intensidad. La historia de aventura, conquista, lucha y supervivencia, deviene absorbente y apasionante. Las relaciones entre los personajes muestran sus situaciones límite: viven poseídos por la angustia y la desesperación. No es fácil, ni cómodo, ni placentero, vivir en el Oeste. La vida se ha de ganar cada día, cada momento, cada instante. La supervivencia es cosa de los más fuertes, los más hábiles, los más rápidos.

Particular atención merece la protagonista femenina, Lola (Winters), explotada, prostituida, marginada y desalojada de la ciudad los días de fiesta por hipócritas razones de falsas apariencias. Abandonada y terriblemente sola en su amargura de mujer, de desplazada y de víctima, se valdrá por si misma. La fortaleza no es sólo cosa de hombres.

La música, de Walter Scharf, ofrece cortes breves, orquestales, de viento y metal, que hablan de tareas épicas, luchas encarnizadas, dramas humanos. La fotografía, de William H. Daniels, en B/N, presenta composiciones de fuerte contraste, abundantes trazos negros y contraluces emotivos. La cámara capta el dinamismo de la acción con encuadres rápidos, certeros y bien montados. Los parajes casi desérticos, desolados y opresivos, evocan el estado de ánimo de los protagonistas. Excelentes interpretaciones. Western memorable.
Miquel
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11 de mayo de 2006
43 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si lo que uno busca es un relato cuyos guionistas lo borden, este es el caso. La sempiterna historia de venganza mueve la narración, cuyo entramado de personajes y situaciones se cohesiona en torno a un oscuro objeto de deseo, un rifle Winchester de 1873, una obra maestra de ingeniería armamentística y un símbolo de eminente poder.

Además, es una película idónea para que el no iniciado en el western se adentre en el apasionante mundo cinematográfico del viejo oeste, pues se vale de una completísima galería de personajes y objetos tradicionales del género: jinetes, caballos, pistoleros, tramperos, el sheriff, revólveres, la diligencia, la chica del saloon, el tahúr, el traficante indio, indios, soldados de caballería, un forajido...
Kick'Em Ars
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6 de marzo de 2010
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mitos del Salvaje Oeste Americano reunidos en un western. La aparición ocasional del más duro sheriff que pisó aquellos territorios, Wyatt Earp, que a los veintitantos ya era respetado y temido por los maleantes de la zona donde él ejerciera su jurisdicción (en 1876 tenía sólo veintiocho años cuando fue destinado a Dodge City, Kansas, con lo cual se han permitido una licencia cronológica respecto a su edad, empleando a un actor maduro). Por otra parte, el protagonista es un rifle que hizo furor, el Winchester de 1873, un arma muy cotizada. Tanto, que cualquiera soñaba con poseer una.
Éste es un compendio de westerns de pistoleros expertos, un hombre en busca de venganza, otro que es el objeto de la venganza, un amigo leal, persecuciones por el desierto, rufianes que se hacen ricos vendiendo rifles de repetición a los indios, indios que pelean por su honor malherido y por su civilización agonizante, malhechores que asaltan bancos, una corista atractiva que se dirige con su prometido al rancho en el que quieren empezar una nueva vida, soldados del ejército de la Unión repartidos por el seco paisaje, tiros… Y un rifle que circula de mano en mano, sin auténtico dueño, aunque se lo ganara en justa competición Lin McAdams. El Winchester es un símbolo de la codicia material, del morbo de la muerte, del poder ilusorio, transitorio y traicionero del que muchos quieren apoderarse. Cayendo en malas manos, se sube a la cabeza y el incauto infame que cree ser su dueño sólo encontrará la perdición. El rifle de los rifles no se deja poseer por nadie que no sea digno.
Dará muchos tumbos por el desierto, buscando quizás al único hombre al que puede respetar.
Anthony Mann era perro viejo en este género y sus westerns huelen a genuina pólvora, tierra reseca, cactus, sudor de caballos y efluvios humanos en poblaciones obstinadas que no conocen la tranquilidad de un día sin disparos, riñas de borrachos, duelos sin cuartel, redadas ni robos. Uno tenía que ser muy aguerrido en el Oeste, si quería llegar al día siguiente.
Valientes y cobardes, honrados y tramposos, vanidosos y humildes, débiles y fuertes. El Oeste hacía su selección natural, cuando las leyes todavía eran un simple boceto que apenas unos pocos tenían agallas para cumplir y hacer cumplir.
El Winchester, casi como un ente animado, tendrá que elegir.
Y seguramente acabe eligiendo a quienes no lo persiguen como fin, sino como medio.
Vivoleyendo
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17 de enero de 2011
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que sea cierto lo que se dice de "Winchester 73", que incluye al menos ocho historias tan buenas que cualquier director italiano podría haber usado para hacer ocho películas diferentes. La sabiduría de Anthony Mann, para mí el verdadero protagonista, supone convertir esas historias en una única, y además de menos de 90 minutos, con el mismo factor común, ese rifle que da título a la película. Me gusta destacar ese formalismo, que el hilo conductor de la gran historia circular sea un arma de fuego, que el máximo y mejor símbolo de todo western, sea el verdadero foco de atención, el objeto que está detrás de todos los líos, el objeto que atrae toda la acción.

Añadiré que la escenas en las que se encuentran varios personajes acorralados por los indios es lo que más he detestado siempre de las películas del oeste, entiendo que en la época se recurriera mucho al indio malo con plumas y pinturas de guerra, para mí es un desacierto siempre, antes y ahora. Encuentro lógico su uso pero lo censuro. Todo lo demás está muy bien resuelto, incluso aquellos que no tenemos a Stewart como el gran actor que la historia del cine sí tiene. De manera que absolutamente recomendable, imprescindible diría para los que amamos el género, no ocupa la pantalla como otros grandes pero tiene de todo y entretiene una barbaridad.
Luisito
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