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Style Wars

Documental Documental que profundiza en los cuatro elementos del Hip Hop, en la ciudad que lo vio nacer, Nueva York. El breakdance, el djing, el mcing y el graffiti son los componentes de esta cultura urbana, centrándose en el graffiti este documental. Las amistades y enemistades que surgen entre los graffiteros, su visión del movimiento, la opinión de sus familias, y de los afectados por sus actos, desde los responsables del transporte ... [+]
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
30 de enero de 2009
27 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Henry Chalfant y Tony Silver fueron los primeros en darse cuenta y documentar que NY estaba en guerra.
Pero estaba vez no estaba implicado el gobierno con su administración de turno, ni lo que se disparaban eras balas o misiles. La guerra consistía en una competición por ver quien se dejaba ver más en los muros y trenes de la ciudad.

Estropean la ciudad, decían unos, no son más que vándalos, exclamaban otros. Pero en realidad todo iba mas allá, consistía en que las clases mas humildes y desfavorecidas estaban reclamando su espacio publico en la ciudad y lo estaban tomando (de una manera nada violenta como es dibujando) y además les permitía mantenerse alejados de las calles y de lo que a veces conlleva estar en ellas.

Chavales cuyo futuro hubiera sido la delincuencia y la cárcel, encontraron una forma de expresarse, una forma de superarse a si mismo y a los demás, ya fuera bailando break o pintando graffiti. Lógicamente las autoridades lo tacharon rápidamente de ilegal (como hacen con toda actividad que ellos crean "subversiva") pero eso nunca les ha importado lo mas mínimo.
Muchos de ellos ahora son artistas famosos que han transcendido los muros y exponen en importantes galerías. Pero, no se engañen, el graffiti de verdad no esta en los museos, sigue en las calles, y allí seguirá mientras haya chavales dispuestos a mancharse las manos de pintura y gastarse su sueldo en botes. Y es una enfermedad que se extendió por todo el mundo y que engancha.
Como dice un grafitero en una entrevista que leí: cuando realmente te das cuentas de que estas enganchado a esto, es cuando estas delante del juez y estas pensando en tu próxima pieza.
Tim_Dog
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8 de enero de 2009
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Style Wars sí es un fiel reflejo de la cultura Hip Hop, de los cuatro elementos que la forman (aunque trata algunos más que otros) y de la difusión social de la que el movimiento gozaba en aquella época.
En Style Wars se enfoca el tema desde varios puntos de vista, desde el grafitero que "bombardea" con su simple nombre hasta los auténticos genios que nos deleitan con auténticos "wild style", incluso podemos ver el punto de vista del que se dedica a limpiar los trenes y del político que soporta la presion de la urbe, exigiéndole soluciones. Es un documento realmente informativo, muy bien estructurado y que trata a fondo el tema en cuestión.
Desde el punto de vista social, me gustaría apuntar el contexto situacional y la época. Nos ubicamos en la cuna del movimiento HipHop de hace ya un cuarto de siglo, en esa zona se cuece toda la originalidad que caracterizó al movimiento en los '90 y evidentemente ese espíritu no es el mismo que reina actualmente, aunque como movimiento cultural hay que respetarlo. No todos los que hacen grafiti sienten el HipHop al igual que no todos los que fuman marihuana tienen un espíritu hippie.
La globalización y la excesiva comercialización son tentaciones muy difíciles de esquivar.
Manuelinho
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4 de marzo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy en día, un documental como Style Wars (Style Wars, 1983) puede parecernos una obra totalmente pueril e innecesaria, que no deja de explicar un tema que todos conocemos de sobra, como es el tema del Graffiti contemporáneo (porque hay que aclarar que Graffitis ha habido desde tiempos del Imperio romano). Sin embargo, aunque a pesar de que hoy en día nos pueda parecer un fenómeno totalmente conocido, en la década de los ochenta era aún un movimiento marginal, que precisamente empezaba a despegar. El filme, que firman conjuntamente Henry Chalfant y Tony Silver, sirvió para dar a conocer a todo el mundo la subcultura que se estaba fermentando en aquellos momentos en los barrios más pobres de Nueva York.

El filme se centra en las pintadas que se ciernen especialmente sobre los trenes de Nueva York (olvidémonos de paredes y muros, que son más bien residuales en el filme), y que están siendo graffiteados por una serie de jóvenes provenientes de los barrios más pobres (muchos de ellos, aunque hay que decir que no todos, son afroamericanos). El filme se centra en estos personajes, sobre los que recae el peso de toda la película. Sin embargo, también hay hueco para que los dos directores introduzcan ciertos debates sobre el propio tema que son los que elevan la categoría del filme por encima de la media, como es el debate ético de este movimiento o si hay una voluntad artística detrás de todo lo que generan.

Hay también una importante contextualización del fenómeno, que nos muestra el panorama cultural y social de donde provienen todos estos jóvenes. El filme nos muestra su procedencia social (generalmente de clases sociales muy bajas) y como intentan sobrevivir en las calles. Pero lejos de los tópicos de hoy o la cara más oculta, el filme elogia este modus vivendi, que según desarrolla el filme no está relacionado con la violencia o el Ghetto, sino que lo que intentan es llevar su expresión a otros niveles. Por este motivo no sólo encontramos el Graffiti, sino que también aparece el baile del Break o la música Rap, que son elementos que forman una parte indisociable de esta subcultura.

Style Wars es un documental que no acosa con una indiscriminada voz en off (aparece pero en contadas dosis), sino que principalmente se dedica a dejar que sean los propios protagonistas (especialmente graffiteros) los que se expresen por sí mismos. Con una gran cantidad de testimonios, los dos directores simplemente introducen ciertas preguntas, pero donde realmente está el desarrollo es en la respuesta de estas, y en la manera en cómo se expresan todos los participantes del movimiento. En muchas ocasiones, sólo colocando la cámara en el lugar preciso, se consigue rodar la secuencia adecuada.

El filme abre también caminos interesantes, que van más allá de la mera descripción del movimiento. Por ejemplo, se desarrolla los diferentes tipos de Graffiti que existían en aquel momento y espacio (Bombing, etc…) y como se relacionan los miembros de una y otra comunidad (juntándose cuando les amenaza un graffitero que se dedica a destrozar sus obras). Pero sobre todo, lo más interesante del filme es cuando abre especialmente dos debates, en los que el espectador puede él mismo intervenir.

Uno de ellos es el ético. ¿Es lícito que se estropee el mobiliario urbano, que en realidad forma parte de todos los ciudadanos de Nueva York? El filme nos muestra opiniones contradictorias, con comentarios que provienen tanto de gente acomodada que utiliza los trenes (clase media que se desplaza hacia su lugar de trabajo, en líneas generales) como los defensores, obviamente la mayoría de ellos Graffiteros, que definen su obra como una extensión de su propio yo (de ahí la utilización de seudónimos) o incluso como una forma de reivindicarse ante la marginación.

El segundo debate lo encontramos en el contenido artístico. En aquellos momentos se empezaban a fraguarse las primeras exposiciones de este arte (Es justo cuando el nombre de Basquiat aparece a salir del anonimato) y la pregunta de si eso era o no arte. Hacia el final de la propia película, llegamos a ver una exposición sobre obra conjunta Graffitera y ahí volvemos a ver el debate en su máximo esplendor. Lo que parece evidente, más viéndolo con perspectiva, es que el Graffiti también ha entrado en el ámbito comercial, incluso en algunos aspectos cometiendo más de una contradicción (¿Cómo se puede exponer en privado lo que se había pensado como obra pública?). En definitiva, el Movimiento que en un principio nació como símbolo de insurgencia ha quedado fagocitado por diversos elementos.

https://neokunst.wordpress.com/2015/03/04/style-wars-1983/
Kyrios
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20 de octubre de 2008
9 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
La madre del chico negro es la piedra miliar de este documental, no tengo ni idea de cómo se llama, ni siquiera soy capaz de asegurar que sepa restar y sumar, pero lo que sí es indudable es que dio en el clavo. Su acierto aparecía cuando confesó que no podía hacer otra cosa que partirse el culo al escuchar a su hijo (un graffitero tan pajillero como adolescente con un bigotito ridículo debajo de la nariz), explicando con orgullo las intríngulis morales e ideológicas que tiene escribir su pseudónimo en espacios públicos para que lo lean él, sus amigos y los neoyorquinos. Si llega a saber la madre lo de las guerras entre graffiteros, su mandíbula fácil acababa desencajada.
Las tribus urbanas, sean cuales sean, son infantiles y artificiales. Nunca he seguido una, pese a que la tentación y el miedo al rechazo social siempre ha estado ahí, pero decidí hace años que hacer y vestir lo mismo que un montón de gente no me definía en la sociedad, sino todo lo contrario, me desenfocaba metiéndome en el mismo saco lleno de mierda mediocre.
Aún así, el documental tiene mucho encanto, porque muestra de forma fidedigna parte de la cultura hip-hop. Tal cual lo vimos en Microcosmos, en “Style Wars” ves a un montón de hormiguitas correteando por la calle, meneando el culito, saludando a otras hormiguitas, cagando en las esquinas, recogiendo migas de pan en los parques y haciendo graffitis en los trenes, en los túneles, en las paredes, en su cuarto (bueno, esto sólo lo hace el del bigotito debajo de la nariz), en hojas de papel, bailando un poco, pronunciando jerga incompresible, etc. Viendo este documental podemos percibir que en este mundillo repleto de paletos hay bien pocos con verdadero talento y sí mucho asociado analfabeto funcional.

(En el spoiler no revelo nada, sólo hay un anuncio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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