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Corridas de alegría

Comedia Miguel, fugado de la cárcel a dos meses de cumplir su condena, sólo piensa en vengarse y en encontrar a su amada Diana. Lía a Javier, trilero dicharachero con un descapotable-cafetera, en un viaje por Andalucía tras la pista de la doncella desaparecida. Por el camino, una sarta de encuentros inclasificables y personajes a cada cuál más descabellado. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
22 de julio de 2023
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta noche (21-22 julio) he tenido la suerte de ver esta peli en La 2. De otra manera, habría tardado mucho en llegar a ella. Y no me arrepiento, aunque en el coloquio previo ya amenazaban un poco con que el espectador fuese flexible al verla para poder disfrutarla. Mal asunto...

Pero qué película. En algunos momentos me he reído a carcajada limpia. Vayamos por partes. La sinopsis:

Un chuleta sevillano se escapa del talego, conoce a un trilero, quema un puticlub y, antes de quemarlo, roba bicarbonato, porque, según él, tanto comer judías pintas le ha destrozado el estómago. Él, el trilero y una prostituta inician un viaje por la Andalucía occidental (hacia el mar, por supuesto) en busca de la Diana (no la de Montemayor, sino su parienta). Entre tanto, se paran por ahí a beber, a ronear y a liarla, mostrando las carencias y vergüenzas del sistema español de la época. Encuentran a gente, la pierden, la reencuentran, pierden el coche, lo interceptan...

En todo esto hay ecos de muchas «road movies» clásicas, incluso anticipaciones. Pero también hay una declarada sátira de estados, al estilo de Gracián o Cervantes. Pero todo aderezado con mucho canalleo, flamenco, flamenco-rock, gente auténtica y diálogos naturales.

El apartado musical es increíble. De García Pelayo había visto Manuela (basada en un libro, por cierto) y era una delicia en ese sentido. Aquí se repite. Incluso al principio, con el trilero, hay un cameo del Silvio. Según creo haber oído, G.P. venía del videoclip. Y no me sorprende. Sabe lo importante que es la música para construir una buena escena.

Hay una escena grabada con el helicóptero, similar al inicio de Manuela, y también hay un marinero que dice ser apasionado de los helicópteros (por cierto, ecos de El último deber, de Hal Ashby, en esta subtrama). En el guion existen ciertos guiños o correspondencias internas o externas que me han hecho gracia. Por ejemplo, el título de mi crítica. Esa frase la dice el prota, Miguel Ángel Iglesias, cuando se llevan arrestado al marinero. En la vida real, Iglesias fingió tener fobia al verde para librarse de la mili. Su compi, el trilero, es el hermano del director y fue mánager de grupos como Triana o Smash, donde estuvo el Silvio, que hace el cameíto: el único capaz de ganar a un trilero. Y el propio Iglesias estuvo en algunas de esas bandas. Me parece una maravilla que esos elementos se juntaran para hacer algo así. Pero eso son factores ajenos a la película. Sigamos.

Hay ecos visuales, al menos, así me lo parecen a mí, de muchas otras películas. Por ejemplo, juraría que en El lute 1 o 2 hay un plano en el que Arias aparca un coche en un poblado gitano, y juraría que ese mismo plano es casi exacto a uno en el que el prota va a un poblado gitano en nuestra peli. Hay muchas cosas que me son familiares, aunque no puedo justificarlas ahora mismo como es debido, sin cotejar.

Una de las cosas en las que más me fijo: la naturalidad en los diálogos. Cumple. Cumple muy decentemente, aunque a veces parece exagerado, pero yo no sé cómo hablaban los quinquis de Sevilla en los ochenta. La intención es buena. En cambio, a menudo hay un problema con el sonido, que también sucedía en Manuela, y es que parece que algunas escenas están dobladas. El sonido parece no haber sido captado a la vez que la imagen. No soy especialista en sonido. Pero basta con ver que los labios no están sincronizados con la voz.

Otro punto fuerte que tiene es el humor. La escena en la que interceptan el coche robado es para morirse. Tumban a dos civiles y le dicen al tipo que les robó el coche que se cante algo. Este no sabe cantar, pero sabe contar chistes. Y se pone a contarles un chiste de mariquitas, sin pies ni cabeza, a los dos guardias civiles, en ese casposo tono de los cuentachistes andaluces de la época. Una maravilla. Son elementos que parecen sacados de un cómic. Parecen inspirados en Fritz, el gato y sus aventuras de drogas y folleteos, y se anticipan al Maquinavaja. Igualmente, hay una escena donde el prota, su amigo algo más pringado y una prostituta rubia, deciden robar un maletín de cocaína a un malote. ¿No hizo eso años después Tony Scott con el guion mutilado de Tarantino en True Romance?

Pensando, no logro acordarme de una tradición PREVIA de «road movies» en España. Incluso Viaje a ninguna parte es posterior. Sólo se me ocurre Los farsantes (1963) de Mario Camus, que marca un itineraro de perdedores. Más allá, tendría que irme a Italia con Il Sorpasso. Pero ahora mismo, no se me ocurren referentes fuertes previos (que seguro que los habrá). Quizás Con el viento solano podría entrar en esta categoría, pero son géneros distintos, aunque reúne algunas características similares relativas al lumpen. Pero, siendo la de Camus cine pre-quinqui, yo no diría que Corridas de alegría, por época, fuese cine quinqui. Me parece algo totalmente distinto al concepto de cine quinqui. Nada que ver, por ejemplo, con Deprisa, deprisa, del 81, u otras más infumables. Llamémoslo «comedia quinqui»...

En cualquier caso, volviendo a la película, me parece un guion auténtico, con las ideas claras. En algunos momentos aburre alguna de las paradas (la del maestro y la del yate, por ejemplo), pero pasan rápido. La fotografía es cojonuda. Algunos planos, como en Manuela, son muy significativos a nivel estético y semiótico (el hecho de que los personajes duerman casi siempre lindando a una fiesta en la habitación contigua, por ejemplo), etc. No creo que sea una película casposa, como hacían ver en el coloquio previo, diciendo que era una forma lumpen de retratar a los lumpen... Creo que es más elaborada y capaz de lo que puede parecer.

No es un peliculón que te cambie la vida. Es cómica y, por tanto, deforma su realidad. Pero tiene muy claros los moldes que homenajea, y es sincera con lo que retrata, y divertidísima; además de constituir un retrato delicoso de un mundo que, lamentablemente, como el Madrid de los golfillos de Saura o tantos otros, ya no existe.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Silvio de Arabia
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9 de septiembre de 2021
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
No puede con el tiempo. Es insulsa y es totalmente prescindible. He de decir que cuenta una historia bastante inverosímil, nada graciosa y que a mí, sólo me mantuvo el interés el ver la época de los 80´. Sus coches, sus gentes, sus ropas, sus calles, etc. No se puede resaltar más.

Un individuo llamado Miguel pasea por Sevilla, conoce a un trilero e inician una búsqueda de lo más extravagante. Van conociendo personajes y a algunos antiguos conocidos de Miguel, que resulta ser un fugado de la cárcel. Pasan por Setenil de las Bodegas, Rota, Cádiz y ver la España de los primeros de los 80´ es lo único que puede resultar interesante. Hay una banda criminal de segundo plano y un policía corrupto.
A parte, salen algunos desnudos en escenas también poco usuales.

En resumidas cuentas, poca cosa.
Schranz
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22 de julio de 2023
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo grado. Judías pintas.
Es increíblemente mala pero simpática, te gana, te aburre, te mata, te hace gracia, te/se acaba, te canta, te/ta/s, tu coño.
Ozores, Eloy de la Iglesia y Manolo Summers. Juan Antonio de la Loma.
Tiene esa libertad nouvelle vague, sueño tierno universo somero luminoso undergroud. Almodóvar andaluz sin melodrama ni nada, à bout de soufle sin suflé, a la pata la llana. Arrebato cochambroso.
Eso sí, posee el mejor personaje/actriz persona para variar de la historia del cine negro y del blanco del bueno, Volcaíta y na más.
Laberinto de pasiones. Ventura Pons. El aire fresco desinhibido amoral juguetón cachondo hasta que llegó la real democracia y mandó parar, ese interludio o paréntesis entre Franco y Felipón, sigue y suma, ese pequeño paraíso previo (el recreo de los infantes difuntos, la última cena comida opípara del ahorcado, un condenado ha muerte no se he escapado) a la disolución demolición, de bestias, animalario, zoolólgico, de toda índole y malsana condición abrevadero, matadero, esos efímeros nimios tristes inocentes polvos predecesores de estos abundantes felices histéricos estupefactos cansados industriales impersonales terroríficos lodos. La alegría dura duró poco, lo uno por lo otro, hasta que se dan dieron cuenta los que más saben de esto y se ponen o pusieron (control, orden) serios a la hora de hacer el bien a diestro y siniestro, de educar a toda la pobre gente en valores, de preocuparse por todos nosotros, todo para el pueblo y por el pueblo, a Dios pongo por testigo, (yo no, ni tú tampoco por supuesto) me amuelo.
Si no fuera tan indigente sería menos hermosa chabacana preciosa seguramente.
Striptease, esa obra inefable de la buena de Demi Moore, copió este singular colofón y alguna cosa más.
Dos en la carretera es calcárea calcaíta pero más fallida o Antártida o Fugitivas o incluso La dolce vita o La chica con la maleta, viajes al fin del día en ochenta mundos y medio, la iguana y su noche.
Yo diría que el mejor momento de la película se produce con el chiste eternamente postergado, te partes/mueres de la risa, humor mastodóntico a la par que muy fino.
El peor cuando desaparece volcaíta, a quién se le ocurre, fallo de garrafón garrafal guion, ni al que asó la manteca, de bruces.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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4 de noviembre de 2023
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García Pelayo en una de sus más famosas películas: mezcla de cine quinqui, erótico, canalla, de discurso anarquista, liberal y antisistema. Desmañada a conciencia, indefendible en lo puramente cinematográfico, repleta de libertad y extravagancia. Desfile de peculiares actores/personajes, entre ellos la transexual Carla Antonelli. Un canto a lo inclasificable, a lo sanamente surrealista, a la ruptura de lo establecido. Aceptable y muy entretenida.
kafka
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