La última gran estafa

Hacer un remake de una película prácticamente desconocida que pasó sin pena ni gloria parece una idea descabellada y, en éste caso, lo es. Alguien habrá visto posibilidades en la historia que cuenta la película y ha buscado un reparto de grandes actores y un director dócil que nunca ha despuntado pero no resulta problemático. Si uno husmea en la filmografía de George Gallo, no encuentra ningún título ni destacado ni destacable.
El cine dentro del cine es un género que a mi, particularmente, siempre me ha llamado la atención y, en éste caso, sus actores me parecen un gran acierto como cebo para llevar público a las salas. De Niro, Freeman, Lee Jones, Spano, Hirsch, Braff...veteranos y jóvenes dando vida a personajes divertidos y, en algún caso, estrambóticos. Gallo no es Edwars y The Comeback Trail no es S.O.B. pero, a los que nos gusta el género no nos defrauda. ¿Tendrá público en 2020 y en unas navidades tan atípicas? Mucho me temo que no y me gustaría no acertar porqué tanto los cines como los distribuidores necesitan éxitos urgentemente...la industria lo está pasando fatal y muchos cines podrían cerrar para siempre lo que sería una catástrofe para el séptimo Arte y para los que hemos crecido en la mágica oscuridad de una sala de cine.
La última gran estafa no es una obra maestra pero su propósito de divertir y entretener lo cumple con nota alta. Yo me he reído viéndola y he llorado escuchando los comentarios de mis compañeros de visionado que parecen a punto de tirar la toalla. Yo creo en la magia del cine y con actores como los que protagonizan esta comedia creo que podemos tener esperanzas.
Recomendable para los amantes del cine clásico y los seguidores de estos grandes actores y, en especial, un todo terreno como el extraordinario Robert De Niro que, a su edad, tiene dos películas en cartel.

Grandes actores para una película simplona pero, al fin y al cabo, es una comedia. No sé qué más esperan algunos.
Por más que se sepa cómo va a terminar todo, la película tiene momentos muy divertidos que me han sacado más de una sonrisa. Y de eso se trata una comedia.

Si no le pongo menos nota es por su brillante argumento, su original y currada ambientación y por un Robert de Niro que se esfuerza hasta lo indecible (en él) para que el circo no se venga abajo. Spoiler: no lo consigue.

Me reí leyendo su sinopsis, pero viéndola, ni una carcajada. "La última gran estafa" es un desastre de proporciones bíblicas, por lo que es y, sobre todo, por lo fácil que lo tenía, porque que no haga gracia como De Niro intenta matar, una y otra vez y sin éxito alguno, al protagonista de la película que produce para así cobrar el pastón del seguro es que algo se ha hecho muy mal. Pero muy mal. Ni los momentos "slapstick" producen gracia, al sucederse a cuentagotas y de forma muy artificiosa. Más simpleza y menos rollos, George Gallo.

A todo esto, a la película le cuesta horrores arrancar, tanto que durante la primera mitad no ocurre nada, y eso siendo una comedia, cuya base fundamental debe ser la ligereza. A Tommy Lee Jones le clavan un pestiño de personaje, Morgan Freeman aparece de uvas a peras, y para nada, y luego intentan colarnos que, en los años setenta, una chica joven, rubia, guapa y sin experiencia podía dirigir westerns... Por no hablar de un final que es de una dejadez extrema. Imagino que vieron cómo les estaba quedando todo y dijeron: pues de perdidos al río.

No deja de sorprender la capacidad de Hollywood para sacarse partido. La última gran estafa es el remake de un largometraje del mismo título dirigido en 1982 por Harry Hurwitz. Desconozco la obra original, pero la versión actual de George Gallo es una entretenida comedia que, sin ser excesivamente divertida, tiene suficientes atractivos como para ser tenida en cuenta en este 2020 tan desconcertante (por decir algo) en lo cinematográfico como en todo lo demás.

Indiscutiblemente, el principal atractivo es el trío de actores. Robert de Niro, Tommy Lee Jones y, en menor medida, por cuestión de metraje, Morgan Freeman están fantásticos en sus papeles. Sacan petróleo de su veteranía. Sin embargo, parecen haberse estudiado sus personajes con la ilusión y el empeño de quien aún tiene que hacerse un nombre. El resto del elenco, con el sobrino Zach Braff a la cabeza, están completamente a la altura para crear un universo compacto y verosímil.

Otro elemento atrayente es el retrato de un Hollywood en decadencia, durante los años 70, y de un grupo de profesionales del cine de tercera o cuarta fila, que anhelan codearse con las estrellas del momento mientras deben conformarse con un equipo de artistas noveles o en sus horas más bajas. Resulta muy fácil para el espectador adentrarse en ese mundo gracias a una dirección artística muy eficaz, que consigue aplicar al relato una pátina de nostalgia apolillada pero coherente.

En ese sentido, el film tiene algunas escenas especialmente logradas, como la visita a la residencia de ancianos o el casting para elegir el director. Con estos detalles y el buen hacer de todo el equipo, La última gran estafa parece insertarse en el catálogo de los cientos de películas de serie B que hicieron grande al Hollywood clásico como teloneras de las grandes superproducciones. Y aunque, como ya he comentado anteriormente, no provoca demasiadas carcajadas, despierta, que no es poco, una sonrisa constante.

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Me atrevo a aventurar sin datos que lo avalen que el homenaje que rinde George Gallo a Harry Hurwiz, a quien dedica la película con este remake de la cinta homónima de Hurwiz de 1982 tiene que ver con el paralelismo de sus carreras poco afortunadas como directores de películas y su éxito compartido como pintores.

237 años suman sus estrellas protagonistas y quien tuvo retuvo aunque la cinta y sus personajes anden a años luz de aquellas y aquellos que los consagraron. Hay que reconocer que se lo curran y están graciosos. Creo que hacia muchos años que no me reia más de tres veces con una comedia. Con una trama simple apela al cartoon más básico del coyote y el correcaminos haciendo mofa y escarnio del Hollywood más canalla y plagada de referencias a "Centauros del desierto".

El personaje de De Niro me recordaba a aquel que encarnaba el gran Jack Lemon en "La carrera del siglo" (1965 /Black Edwars) intentado cargarse por mil medios al guapo de Tony Curtis. Aunque Tomy Lee (con todos mis respetos) parezca una uva pasa. No se la tomen en serio y dejense llevar.

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