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52 martes

Drama Billie es una chica de 16 años cuya madre va a someterse a una operación de cambio de sexo. Durante el tiempo que dure el proceso, su madre le pide que sólo se vean los martes por la tarde. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
30 de junio de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El otro día —en El intermedio (La sexta)— entrevistaban a varios menores transgénero, término que sirve para hablar de las personas que están encerradas en un género sexual en el que no están nada cómodos y, sobre todo, al que sienten y piensan no pertenecer; una situación que termina derivando en el cambio de género, mediante la correspondiente transición global y personal. Un tema delicado por todo lo que implica, tanto psicológica como socialmente, según el entorno. De hecho, uno de los jóvenes decía en la entrevista que una socióloga con la que habló le dijo que si con el tiempo se arrepentía del cambio, sólo le quedaba tirarse por un puente. 52 martes habla de menores de edad, pero en este caso el término transexual se ha de aplicar a la madre de la protagonista, que está decidida a dar el paso definitivo para convertirse en hombre.

Me han llamado la atención las transiciones e imágenes que aparecen para dar paso a cada martes. ¿Problemas del primer mundo? Los hay de muchos tipos, claro. Todo depende de en qué jerarquía de la pirámide de Maslow nos encontremos. La perspectiva vital cambia una vez hemos cubierto ciertas necesidades básicas; en un momento dado de la pirámide, estas también dependen de la profundidad mental de cada persona, de su género, de su sexualidad, de las personas a su cargo, etc. Más allá de en qué lugar se encuentre cada ser humano, este siempre tendrá unas prioridades; si las cubre, intentará priorizar otras carencias o resurgirán otras que creía haber dejado atrás. Eso no significa que seamos unos superficiales, necesariamente. A veces, cómo afrontamos nuestros problemas es lo que diferenciaría a una persona (más) madura de una que no lo es tanto (al ejemplo de los chicos entrevistados me remito); mientras la primera, la madre, tiene problemas reales de sexualidad, la segunda, la hija, se los inventa en base a los de la anterior. Es lo que en esta película se denominaría como “relación materno-filial”; la madre, pensando que lleva toda la vida sintiendo ser lo que no es, mientras la hija, que idolatra a su madre desde recién nacida, se pregunta si su madre alguna vez la quiso tener. ¿Qué más da esto último? Cuando naces ya no puedes esconderte; al menos tu madre está intentando ser feliz, ahora, y contigo…

Oigo un eco, creo que nadie me está escuchando.

Leo en algunos sitios que la estructura y el enfoque de la película es lo que da el plus de calidad a este producto australiano. Bien entonces, espero impaciente a que alguien realice la película de los miércoles; coincidiría, además, con el día que usaba yo para reunirme con mi progenitor a la edad de la protagonista. ¿Cuánto he conectado con 52 martes? 15 martes, aproximadamente (se hace un poco larga, casi dos horas de duración). No me interesa casi nada de la historia de la hija (la protagonista, al fin y al cabo), siendo más interesante, bastante más, lo que le ocurre a la madre, al padre accesorio o incluso el espacio dedicado al buenrollismo sensato del tío materno. En cualquier caso, se trata de un producto aceptable, con carácter y con ese toque intimista y delicado que tanto se lleva últimamente. Recomiendo verla, es un tema interesante y está tratado con sinceridad, creo, aunque —obviamente— remite con frecuencia a otra película de similares características y temática, la alemana Romeos (Sabine Bernardi, 2011).

En ciertos momentos, sobre todo al principio, la cinta juega con una idea que no es tal; eso es trampa, aunque te lo vas suponiendo pronto. La propia atmósfera del filme te lleva a ello. No deja de ser una obra estéticamente más destinada al público joven y adolescente, el cual debe sentirse atraído por lo que ve y, quizá, salir de la sala de cine un poco más sereno y ubicado, en relación a sus padres, sean del género que sean, sean adoptados, deseados o accidentales.
Fendor
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9 de enero de 2016
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película está dividida por carteles que hacen referencia al día en que nos encontramos y al día, en orden, de los 52 días que se supone que madre e hija se van a encontrar mientras dure el tratamiento del cambio de sexo. Hasta ahí muy bien, pero resulta que lo que serían 52 secuencias, o escenas, de la estructura fílmica están a su vez divididas en otras partes, o secuencias, que a veces son un conjunto de planos sin demasiada significación. Muy original, muy moderno, ¿pero contribuyen a contar la historia? ¿Sabemos en cada momento donde nos encontramos y con quien? En cuanto a los diálogos son totalmente sincopados, como corresponde a una planificación sincopada también, y por lo tanto no hay razonamientos coherentes entre los personajes y parecen tontos soltando ideas sueltas. ¡Y mira que el tema es para hablarlo en profundidad! Sobre todo entre madre-padre e hija. Han sido dos horas de mi vida desperdiciadas. Aunque pensándolo bien, no han sido tan desperdiciadas si con esta crítica consigo que otras personas no pierdan el tiempo que he perdido yo.
Del Mar
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6 de diciembre de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Dónde está mi madre?, pues, lo quiera o no, la necesito.

La transexualidad a través de los ojos de una adolescente que adora y admira a su madre, con la que siempre a convivido desde la separación de sus padres, a la que ha contado sus secretos, con quien ha compartido intimidades, ahora en plena transformación física y emocional por estar sometiéndose al agresivo y duro proceso de cambio de género sexual y cuya relación, con su pequeña, se limitará a un breve tiempo todos los martes durante un año, duración del enrevesado trayecto.
Y es ese peculiar y novedoso formato el que elige Sophie Hyde para narrar su intimista y personal historia, esos exiguos y limitados espacios, 52 en concreto, a que se reduce todo lo que antes era magnitud enorme de cariño, comprensión y confianza sin límite de tiempo ni espacio; a través de esa nimiedad compartida, insuficiente para una chica en transición hacia el periodo adulto, se expone el cambio que irá sufriendo la joven según transcurren las semanas y observa el devenir de su querida madre, ahora futuro interrogante padre.
Una hija que desea la felicidad y dicha de la referida, al precio que sea, y por la cual acepta sus decisiones, sus cambios y alternancia de estados de ánimo complejos, estando a su lado, escuchando y observando, siendo testigo silenciosa en primera fila, sin perderse nada de una madre que olvida sus funciones como tal, pues está inmersa anímicamente en todo lo que tiene lugar en su cuerpo y mente, y que no es capaz de observar esa transformación que también está viviendo su retoña, paso del aprecio, roce e interés a la banalidad, distanciamiento y desapego de quien toma conciencia de su libertad de acción y desenvoltura, pues nadie hay que se preocupe, vigile o tome autoridad parental sobre ella, ese decisivo momento de toma de control, poder y fuerza sin estar preparada para ejercer dichas armas, en el peliagudo desarrollo en el que está inmersa.
Sólo que durante todo el periodo, en esos excesivos martes -la cinta se alarga en demasía- interesa más la madre que la hija, quien dejará de ser mujer por sentirse hombre acapara el ojo de la pantalla pasando Billie, la hija que asume sin prever las consecuencias, momentáneamente a segundo plano, el caos hipnótico que desemboca en rebeldía de experimentar sin medida no atrae hasta bastante avanzado el relato, al compás que tu atención se mantiene y desvía al proceso doloroso que tiene lugar en la persona adulta; su novedosa y atrevida expresión narrativa -realmente se filmó, únicamente los segundos días de la semana, durante 12 meses- y la veracidad y naturalidad de las interpretaciones no dan para captar la motivación plena del espectador, no al menos hasta avanzada bastante la relación materno-filial.
Es difícil saborear el mareo y desdén sentimental de la hija, su ineptitud y limitaciones para hacer frente a todo lo que se le viene encima, esa dejadez y desaparición de una figura ensalzada nunca más presente, hallando vacío e ignorancia hacia su persona en ese difícil momento de maduración y crecimiento; tu visión se acopla los sucesos pero no le saca todo su jugo y potencia, un mínimo indeseable de nimiedad ante una exhibición que no se saborea en plenitud, conciencia de su singular y exclusiva crónica, de su rareza plasmada pero no de su pleno disfrute y asimilado gozo.
Añoranza de haber sentido más emoción, reproche de una eventual desconexión sensitiva que no debería surgir, lamento de divergir de la espléndida propuesta, la motivación hacia la pareja en cuestión juega por etapas, no se perpetua serena y estable; espinosa su recepción y querencia, dificultosa percepción del dolor, rechazo, desprecio de la joven por esa evaporada madre, ya no real ni disponible en ese audaz, peligroso e incógnito probar lo que la vida le traiga.
La mentira como elección para desplegar todas sus ocurrencias, la tentación de coger y probar platos distintos sin ningún apetito, la huella que deja la crianza y su educación, tanto si es firme como si es ésta se ausenta, pero siento admitir que cierta desgana se apoderó de mi, al no poder abrazar y degustar con entereza la importancia y trascendencia de lo novelado.
El atrevimiento de ser original es digno de ser aplaudido, innovación siempre dispuesta a ser apoyada, el problema es cuando divaga, se pierde y no causa todos los efectos esperados; puede que sea justo por ello, por ser distinta y singular, pero siento que no mueve con acierto transmitido todas sus fichas pues el resultado no cambia, es el mismo, cortes intermitentes en una escisión, cuya densidad permanece más que su añorada unión.
La inspiración y tendencia que de ella se desarrolla es meritoria y estimable, aunque no logra explosionar toda su bravura y fuerza, su vasto sentimiento se queda en medio de su camino sin ser completamente absorbido, cautivado o celebrado.

Lo mejor, el atractivo e interés de la propuesta.
Lo peor, no sacia ni colma como se tenía previsto.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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10 de junio de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La transición de la madre de una joven de 16 años a hombre, es vivida por ella con aparente aceptación pero aparecerá el drama pronto. La adolescencia también es una época de cambio en que se transita a la edad adulta y la joven verá similitudes con el cambio de su madre.

El drama familiar se aborda con intensidad con toda la problemática que genera el proceso de una persona transgénero. Un esfuerzo por analizar con detalle esos caminos difíciles de transitar para esta adolescente australiana. La directora Sophie Hyde, elige grabar sólo el martes de cada semana esto genera un formato original que marca todavía más el interés por la transformación paulatina y también por el crecimiento personal de la joven con sus amigos. Actores no profesionales que nos acercan al formato de documental, al diario, un interés por la verosimilitud de los sentimientos que nutren esta ficción.

https://cineparatodas.wordpress.com/2015/06/09/52-martes-transfeminismo/
AFRI
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16 de diciembre de 2014
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Saben los que me leen y me conocen que no suelo citar los premios al referirme a ninguna categoría artística, prefiero, aunque suene torremarfilista, ceñirme a la máxima juanrramoniana. Pero al informar sobre un festival, lógicamente, el tratamiento es distinto, y los galardones sí influyen en las expectativas, o decepciones, que genera una película.

Al comienzo del REC 2014, allá por el jueves 4 de diciembre —una vez acaban estos actos ¡qué lejanos se hacen! ¡Cuánto tiempo parece haber transcurrido desde su inicio a su final! En fin, el tiempo, que es muy malo— se proyectaron dos películas que quedaron bastante olvidadas, justificada e injustificadamente: "Quod erat demonstrandum" (Andrei Gruzsniczki, 2013), fuera de concurso; y "52 Tuesdays" (Sophie Hyde, 2014). Y he escogido ocuparme de la opera prima de la directora australiana.

Estos son todos los galardones que le han otorgado desde su estreno: Augie Award, de la Australian Writers’ Guide, a Matthew Cormack, guionista; Crystal Bear y Siegessäule, de la Berlinale; Audience Award, del Melbourne Queer Film Festival; Directing Award, en Sundance; y el Bill Sherwood Award, del Toronto Inside Out Lesbian and Gay Film and Video Festival, como mejor ópera prima.

Los distintos jurados del REC decidieron no otorgarle ningún premio, aunque por lo que pude oír, entre el público gustó bastante, pero este también votó por otra. Observando la lista de trofeos, hacen referencia, en su inmensa mayoría, a la lectura más sencilla de la película, es decir, al cambio de sexo de una mujer, concretamente, una madre, divorciada, de una adolescente.

En mi opinión, y desviándome del tema más evidente, "52 Tuesdays" utiliza una fórmula, muy explotada hoy en día, y al fin y al cabo, siempre, y es intentar vender algo viejo como nuevo. Y de acuerdo, “nihil novum”. Parece que a Hyde le gustó demasiado también otra ópera prima, la de Steve Soderbergh, "Sex, Lies and Videotape" (1989); y si hablamos de los tríos de amigos, la herencia, influencia, precedentes y exégesis nos puede dar para un tomo. Incluso, el ritmo y formato acaba siendo casi de episodio de serie, por lo que tendríamos todas las temporadas condensadas en una película. Y es por ello, que también sería cuestionable el funcionamiento de la estructura circular.

Vamos allá. Nos encontramos en la actualidad, en Australia. Unos padres divorciados al poco de casarse, pero bien avenidos y con sus vidas ya rehechas, tienen una hija adolescente, Billie (Tilda Cobham-Hervey), de 17 años, responsable, madura, simpática, amable, obediente; una buena chica que acepta los modernos estereotipos que son sus padres divorciados, y que es también el compañero de piso de su madre, su hermano, un rockero cuarentón con vocación de treintañero eterno.

Pues Billie siempre había vivido con su madre (Del Herbert-Jane), pero cuando esta decide convertirse en hombre, decide que su hija viva con su padre, Harry (Mario Späte). La adolescente no lo acepta de buen grado, y prefiere engañarse a sí misma pretendiendo que digiere ese tremendo cambio como algo banal; pero no puede estar separada de su madre, a la que quiere y con la que ha tenido hasta ese momento una estrecha relación de amistad; por lo que también la acompañará a sus sesiones con el psicólogo y hará todo lo posible por facilitarle el proceso y mostrarle su apoyo. Pero el trato siempre será el mismo: se encontrarán todos los martes por la tarde. Los 52 martes que tiene el año. De ahí el título, y de ahí el formato de la película, porque solo veremos lo que ocurre cada martes entre madre e hija; entre la muchacha y sus nuevas amistades; y entre el nuevo padre y su recién estrenada identidad y novia (Danica Moors).

Pero lo que no sabrá la madre, ahora padre, ahora James, es que su hija, que sale a las 22h de su casa, se encuentra con unos amigos hasta las 00h, Jasmine (Imogen Archer) y Josh (Sam Althuizen), precisamente, en el local de ensayo de su tío, que se lo presta tan tranquilamente para pasar el rato con sus colegas. Demuestra Hyde una gran sensibilidad al mirar a la joven de 17 años, ya que por primera vez, Billie tiene un espacio y unos amigos propios, por primera vez no es la “hija de”, ni la “sobrina de”, por primera vez puede ser una mujer en sí y por sí misma.

Reseña completa en: http://www.relatoenmarcado.com/2014/12/15/el-riesgo-de-florecer/
Polimnia
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