La pimpinela blanca

La crudeza de la posguerra en Italia no sólo propició la aparición del movimiento neorrealista, sino que alimentó géneros como el melodrama o el criminal. Una variante cómica habitual de este último es la del pobre hombre confundido con un peligroso delincuente que debe arreglárselas para sobrevivir a su inmersión en el hampa. Como su título indica, el modelo de La primula bianca va a ser el folletín. Y así, nos encontramos con una huerfanita romántica y animosa, con un valeroso caballero de la justicia, con un grupo de villanos dispuestos a cualquier maldad y, sobre todo, con un héroe cuya principal virtud es la ingenuidad. Sin embargo, la acción no se sitúa en las postrimerías del XIX, sino en la posguerra, mostrando –aunque sea en segundo término- el clima de pobreza material y de miseria moral en que ha quedado sumida Italia tras los avatares bélicos. La cinta nos proporciona, además, la ocasión de ver a Carlo Campanini en un papel protagónico, en vez de servir de portor, como tantas veces, a la comicidad surreal de Totò o Macario. Está estupendamente respaldado por otros dos solidísimos actores: Andrea Cecchi y Carlo Ninchi.