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El viaje de los comediantes

Drama Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Grecia sufre la ocupación de las tropas nazis. En esas circunstancias, una compañía teatral realiza una gira por el país, aunque sus representaciones se ven continuamente interrumpidas por los conflictos políticos. Por otra parte, una de las actrices intenta vengarse de su madre a la que responsabiliza de la muerte de su padre. Su hermano, un partisano, la ayudará a satisfacer sus propósitos. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
12 de marzo de 2009
33 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al decir, por ejemplo, “Colón llega a America en 1492”, un historiador utiliza el llamado ‘presente histórico’. Licencia parecida usa Angelopoulos al convertir todo tiempo en presente, fundir lo pasado y lo actual, a menudo en el mismo plano: los personajes entran en una calle por un extremo y cuando salen por el contrario se encuentran en otra década.
El juego temporal se mueve por los tres niveles de la narración: la obra fija que representa la compañía teatral ambulante (“Golfo, la pastora”, de Peresiades), interrumpida toda vez por algún acontecimiento sobrevenido desde la Historia, un nivel más. El tercero es el mito de los Átridas, que se interpreta y actualiza en la vida de los comediantes, ellos mismos llamados Orestes, Electra o Egisto, e involucrados también en la deriva de su país.

El planteamiento brechtiano marca gran distancia: lo más cercano es un protagonista coral, el grupo de actores que se mueve con baúl a cuestas por los escenarios del protagonista mayor: la memoria colectiva. Ésta contiene los avatares de Grecia entre 1939 y 1952, periodo sacudido por tres guerras y la intervención de tropas italianas, alemanas, británicas y norteamericanas, hasta la campaña del mariscal Papagos. En ese 1952, los fatigados cómicos salen de una estación de tren y empieza la película. Cuando tras innumerables bucles temporales vuelvan a salir de la misma estación, igualmente fatigados, estarán en 1939.

La amplitud con que está concebida la película en todos sus parámetros tiene el fuste de las tragedias clásicas.
Si son varios los planos-secuencia que comienzan en una época para desembocar por sortilegio en otra, también abundan los hechos que se narran fuera de campo (como un bombardeo aéreo que interrumpe la función sin que la cámara deje de enfocar al desierto escenario), o los planos que apuran la profundidad de campo hasta lo inverosímil, como cuando las sombras de los partisanos pasan ante el bar Picadilly en fiestas.
El modo en que los movimientos de cámara apuran los complejos espacios escénicos, la tenue y sublime belleza cromática, la perfección de las ambientaciones, la luz (siempre nublada, crepuscular o nocturna) exactamente calibrada, el paisajismo cargado de drama, la composición concienzuda que propicia escenas magnas (como la del baile de Fin de Año del 46, impresionante, antológica), las numerosas elipsis, las masivas coreografías, los movimientos multitudinarios, el manejo ambicioso y magistral de todos los recursos fílmicos, rodando sin guión, a partir de notas sueltas y clarividencia, ese modo alcanza por momentos nivel majestuoso.

Los espectadores no griegos estamos condenados a una doble melancolía, por la inevitable condición de extranjeros ante la historia interna de Grecia, que se nos aparece laberíntica, y por echar de menos una obra de semejante épica sobre la reciente historia de nuestro propio país. En España puede acercarse “El viaje a ninguna parte”, pero de lejos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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1 de noviembre de 2008
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sé bien que hablar de Theo Angelopoulos puede ser como predicar en el desierto. Pero si encima lo hacemos de "El viaje de los comediantes", la más radical y larga de sus películas, la cosa se complica aún más. Es comprensible: la duración media de los planos es de tres o cuatro minutos y son siempre generales; la acción se demora continuamente; la película hace un recorrido por la historia de Grecia entre 1939 y 1952 —de la dictadura del general Metaxas a la del mariscal Papagos (conquistada en las urnas con el eslogan electoral «Autoridad, disciplina, anticomunismo y reconstrucción», ¿alguien da más?), pasando por los cientos de avatares que sufre Grecia durante y después de la Segunda Guerra Mundial— sin hacer ninguna concesión al conocimiento que el espectador tenga de ésta, mezclando diferentes momentos cronológicos en el mismo plano. Todo ello, respuesta a un enfoque político–didáctico que huye del juicio individualizado, pero que afronta desde el ensayo poético la (triste) realidad de un país que es diseccionado de arriba abajo para dejar en carne viva las miserias que marcan el periodo referido. El método narrativo de Angelopoulos —que tiene sus referentes en el teatro de Bertolt Brecht y el cine de Antonioni y el húngaro Miklos Jancso, a su vez influenciado por el italiano— es audaz, pues, al no hacer énfasis en ninguno de los comediantes que dan título a la película, el procedimiento empleado se convierte en radicalmente opuesto a los utilizados —mecanismos basados en la identificación— por el cine clásico, lo que convierte al film en poco asequible al, digamos, espectador medio; incluso al espectador formado. Para mí, el descubrimiento de "El viaje de los comediantes" en un ciclo que la Filmoteca Española dedicó al cineasta griego hace unos nueve años —mientras Barça y Madrid disputaban su enésimo derby— supuso uno de los momentos de mayor emoción estética de mi vida, repetido poco después con el estreno en Madrid de "La mirada de Ulises" (1995). No ha sido así con el resto de su obra, pero sólo con estas dos obras maestras es suficiente.
Gonzalo
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28 de noviembre de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay duda de que el director Theo Angelopoulos es un gran referente del cine de autor y si se quiere valorar su estilo, es necesario ver esta película la cual es, quizás, muy larga y, en su primera parte, hasta incomprensible pero, a pesar de eso, su interés tiene una connotación única e inolvidable. Y es que dichas características tienen su explicación en el muy peculiar montaje realizado que no respeta necesariamente el orden preestablecido por el guión ni racionaliza la cantidad de tomas y que tampoco inserta de manera convencional los saltos en el tiempo.
Este último aspecto técnico viene a ser el más interesante porque lo ejecuta en un mismo plano secuencia de dos maneras: moviendo la cámara lentamente de un lado a otro en la locación escogida, para lo cual Angelopoulos construye escenarios especiales que hacen que la acción se divida, se bifurque o se añada; o simplemente utilizando una cámara fija donde son los actores los que entran y salen del encuadre en la misma escena.
En lo que atañe a la trama estrictamente, la cinta discurre al ritmo itinerante y de los avatares de la compañía teatral que por espacio de por lo menos 14 años recorren el país con una anodina representación cuya acogida no les deja ni para comer. Por supuesto que lo más importante ocurre detrás y fuera de escena entre sus integrantes donde se pueden apreciar historias de infidelidad, celos, traición, enfrentamientos, venganza, odio y hasta de muerte, varias de cuyas escenas se confunden en un tono igual de histriónico al de la obra teatral. Angelopoulos hace un contrapunto entre el número de “Golfo, la pastora”, el drama humano y el drama histórico de su país el cual se convierte en una ópera bufa en las escenas del año nuevo, el encuentro con los británicos y la celebración matrimonial. Todas las vicisitudes contextuales se hacen a los ojos de los comediantes, dos de los cuales representan, en un momento dado, al director y van, en dos oportunidades, de narradores, hablando directamente al ojo de la cámara, despojándose previamente de toda la impostura de su papel y transmitiendo los únicos momentos de compostura y orientación al espectador universal que reemplazan astutamente a las odiosas glosas y anotaciones en la pantalla. El resultado es sorprendentemente logrado teniendo en cuenta el riesgo y el extremismo de la propuesta. Es una película que exige revisión permanente para seguir sacando conclusiones y en eso basa su éxito.
GUSTAVO
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11 de julio de 2010
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película me hizo pasar un rato muy especial en el cine. Valoro profundamente obras maestras como esta. Escogería a la película como una de las mejores que he visto en mi vida dentro de la temática de la guerra.
"El viaje de los comediantes" tiene de manera muy notoria una semejanza y una diferencia a las películas de guerra que se hacen en Hollywood y también en Europa. La semejanza es los temas bélicos que toca como son: el honor a la patria y la lealtad a los principios cueste lo que cueste, las secuelas físicas y psicológicas que deja la guerra, el martirio y sentimiento de impotencia que viven los civiles, etc. La diferencia sería que aquí los sentimientos de los personajes no se ven reflejados en el sonido y acción de escenas espectaculares sino en imágenes y dialogos minimalistas y sutiles.
El siguiente comentario podría ser erroneo. El paso del tiempo dicen que es una técnica en el cine. La cámara no enfoca de cerca los gestos de los protagonistas por horas desde el inicio. Quedaba con ansias de ver de cerca la actuación de los protagonistas durante esas dos o tres horas. Sentí gran emoción cuando vi a los protagonistas con la cámara cerca de sus rotros expresando sus sentimientos después de este largo periodo. Hacer esperar al espectador a ver como muestran sus sentimientos los personajes hace que los aprecies mejor y que te cautive de manera especial.
José Antonio
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6 de noviembre de 2008
15 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
266/02(05/11/08) Después de ver "esto" lo único que puedo pedir es que me den el premio al cinéfilo con mas aguante, porque aguantar estos insufribles 231 minutos de insufrible aburrimiento es para mi una experiencia por la que espero no volver a pasar, ha habido momentos en los que he pensado en pedir que alguien me pegara el tiro de gracia para acabar con mi sufrimiento, solo se me ocurre que está hecha como elemento de tortura psicológica, para no dejar marcas exteriores.
Planos eternos en los que el silencio reina para una historia contada al revés, argumento que comienza en el 1.952 y acaba en el 1.939, para contarnos bajo el mayor de los tedios un trozo de la historia de Grecia con el hilo conductor de una compañía de teatro que intenta representar un clásico griego pero es interrumpida una y otra vez, intenta ser una metáfora de cómo era el país heleno. Recomendable para torturadores con muy mala leche. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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