La lotería del amor

Una historia intrascendente. Unos actores monísimos, atildados y hasta bienolientes. Un marco incomparable. Deliciosos y chispeantes dialógos que, bien mirado, ni van a ninguna parte ni tienen demasiada gracia. Y lo más importante de todo: algún que otro apunte de crítica social convenientemente neutralizado para que resulte del todo irrelevante (al estilo de "Ocho apellidos vascos", por poner un ejemplo al azar). El resultado sería una refescante comedia veraniega si no fuera porque la vi un día particularmente caluroso, en un autobús traqueteante y sin aire acondicionado, con una pasajera al lado que, so pretexto de que hacía mucho calor, se empeñaba en enseñarme el ombligo (y, sin ser ningún especialista en ombligos, yo diría que lo tenía muy bonito), durantel el trayecto Cáceres- Madrid. En tan adversas circunstancias, la verdad oculta tras el oropel sale a la luz y la película resulta tan refrescante como un polo de pimientos del piquillo.

No quiero ser mal pensado pero, ¿no será por eso que, en estas fechas estivales, cuando la cartelera se llena de comedias "refrescantes", en los pocos cines que aún no han cerrado ponen tan alto el aire acondicionado?

Y que Charles Crichton me perdone, que tiene películas muy bonitas.

Un famoso latin lover se encuentra estresado por su popularidad entre las mujeres, y decide cambiar su papel en los estudios por el papel de un famoso perro actor, al cual le han organizado la lotería del amor, ni más ni menos que un concurso dónde la agraciada (antes una perra, luego una humana) se casa con el objeto a subastar.
Entusiasmado con la broma y que le reporte pingües beneficios, viaja a Italia, dónde conoce a una matemática, muy entusiasmada con enseñarle cálculos y probabilidades acerca de sus conquistas.

De verdad, qué sofoco. Buenos actores para una película que no se sabe si es un musical o no, pero en todo caso irrelevante. Estás ahí viendo y oyendo sandeces durante una hora y media y se te hinchan los pies de puro aburrimiento. Está lleno de ... no está claro si son alucinaciones o sueños que la alargan sin piedad porque no tenían ni idea de cómo aprovechar lo que ya tenían contratado y/o pagado. Si hay alguna crítica -a la publicidad, o a la ludopatía, o a la idolatría de los iconos del cine, o a la inteligencia femenina, no sé- es tan ingenua que no merece ni un pensamiento pequeño. Y para rematar, el final es completamente previsible.
Voy a poner los pies en agua fría a ver si se me pasa.