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El inmoral Sr. Teas

Comedia Mr. Teas es un dentista ambulante que un día queda maravillado ante la figura de una mujer... (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
8 de febrero de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los comienzos de Meyer, ya hábil y pleno de inteligencia para adentrarse en los terrenos que adoraba. De gran osadía y hoy un film casi histórico: es una sucesión,en falso documental, de desnudos femeninos y de exaltación del cuerpo, sin contar para nada el intelecto. A finales de los 50 nada menos, una apoteosis del voyeurismo y una especie de apretencioso y cachondo documental antropológico, un viaje al fantástico mundo del exuberante escote femenino pedaleando con el simple, aparentemente ingenuo y timorato Mr.Teas, que se dedica a repartir dentaduras a clínicas dentales.
Este Mr,Teas recuerda lejanamente a Tati y el guión, socarrón e inteligente, desparrama discursos sin más, pero dónde el único pretexto es la apoteosis bucólica, en la oficina, de la belleza del cuerpo femenino, con sátira/ridiculización final, en plena lógica, del mundo de la psiquiatría.
¿Cuántas películas ha inspirado el señor Meyer en el virtual e impersonal mundo tecnopornográfico actual?. Y no es que Meyer menosprecie las capacidades del género femenino; más bien al contrario las otorga un papel preponderante y de "superioridad" en no pocos de sus mejores títulos. Solo que, en no pocas ocasiones, quiere centrarse exclusivamente en lo pura y excitantemente físico/sensual/sexual.
Buenos episodios los de los sueños. Dura lo justo. Con ella nace la "nudie movie" con todos los honores.
kafka
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12 de junio de 2022
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¿Cómo pudo un humilde fotógrafo que venía de familia pobre y de ser soldado en la 2.ª Guerra Mundial convertirse en todo un héroe de la libertad de expresión en la hermética y conservadora sociedad norteamericana?
Pues pudo, y por eso y más cosas es recordado. Su nombre: Russell A. Meyer.

Sólo hace falta conocer la anécdota que le sucedió de joven, cuando filmaba a su bien proporcionada vecina desnudarse y los padres de ésta le descubrieron y se ensañaron con él, para saber que se trataba de alguien que se enfrentaría constantemente a la sociedad a causa de su obsesión por el cuerpo femenino. Esa sociedad será la de unos EE.UU. donde cada vez hay más libertad sexual, las estrellas clásicas han sido sustituidas por las sensuales "pin-up girls" y ya se ha publicado la primera edición de Playboy con Marilyn Monroe en la portada.
Tras regresar de la guerra, Meyer es un fotógrafo de modelos que se une al empresario Peter DeCenzie con la intención de hacer un film que explotase el desnudo de la mujer como aún no se había visto en el país; con un presupuesto ínfimo y un equipo "amateur" emplea una semana de producción para dar rienda suelta a la fantasía de un hombre, interpretado por William Teas, también fotógrafo y compañero de guerra. Un hombre reflejo del humilde y algo pusilánime ciudadano medio, que recorre las calles en una rutina estresante, en esta ocasión como repartidor de dentaduras; pero en su camino se cruza con lo inesperado...

El narrador (el famoso guionista y productor Edward Lakso) describe al protagonista indulgente y resignado en su periplo diario (acompañado de una banda sonora "jazzística" desquiciante), y enfatiza la sorpresa de esto último: la impresionante colección de hembras que van de acá para allá, muchas exhibiendo unas figuras sólo posibles en los sueños. Teas, quien podría ser la versión descarada de un Charles Chaplin o un Jacques Tati, debe lidiar con esta exposición constante, esta hiperestimulación, la misma con la que lidia la sociedad de su tiempo. Reprimido por el comportamiento civilizado y la moral de dicha sociedad, sólo alcanza a observar y poco a poco a dejar volar su imaginación.
Meyer, influenciado por la valentía de "...Y Dios creó a la Mujer", va más allá de la fijación de Hughes por resaltar el escote de Jane Russell, se olvida del llamado Código Hays, cada vez más caduco, y despoja de intenciones educativas o cualquier otro propósito a su obra, al contrario que muchas películas eróticas o situadas en campos nudistas. Coge su cámara y rueda un sueño, usa planos y encuadres rarísimos y colores vivos para dar esa sensación de fantasía ilógica e idealiza a la mujer hasta el límite de que un hombre pierda el juicio, mientras crea un fuerte nexo entre el entorno natural y el instinto animal del ser humano.

Este entorno es el único lugar donde el bueno de Teas puede liberar realmente sus deseos tras tanta presión dentro del frívolo mundo "civilizado", incluso echará por tierra la poca moral que le queda pasando de mero "voyeur" a capturar con su cámara las bellezas del cuerpo femenino, como el mismo Meyer haría. Así, su viaje de descubrimiento irá evolucionando y aumentando en perversión y placer, aunque tenga que volver al ambiente urbano; la consulta dental no es un paraíso, más bien el lugar donde la hiperestimulación termina por ejercer sobre él un efecto de dislocación, de no ser capaz de discernir entre fantasía y realidad, a partir de su operación dental.
También, en la primera secuencia onírica, Meyer cruza por primera vez humor absurdo, erotismo y violencia, su "marca de la casa" en años futuros; el narrador habla de la psiquiatría como el mejor remedio moderno para ayudar al hombre, ¿o quizás es la mejor arma para reprimir sus irreprimibles instintos primarios? El segundo viaje fuera de la ciudad es el canto definitivo a la comunión de esos instintos con la naturaleza; el joven director se burla de los films nudistas/naturistas creando con los árboles, los ríos y la exuberante vegetación un entorno bucólico donde dar rienda suelta a la fantasía erótica, sin subterfugios de ningún tipo.

Este tramo es por desgracia muy largo y repetitivo, hasta el bostezo, pero sirve para que el anterior nos transmita sus intenciones, con el desenfado y la ingenua depravación por bandera. Estamos ahora inmersos en el sueño de Teas, si bien él nunca participa ni media entre el trío de deseables señoritas que corretean y disfrutan del idílico, "edénico" paisaje, señoritas que son las mismas que cada día se ha ido cruzando hasta desbaratar su sentido común; junto a él observamos y nos dejamos llevar por esta maravillosa visión que nos ha regalado la vida...
Tiempo después las mujeres de Meyer destacarán por poseer un carácter dominante y una agresiva sexualidad, pero por ahora son meros objetos de deseo, si bien su actitud es mucho más poderosa que la de los hombres, quienes en su debilidad se someten a ellas o se aprovechan de la situación. Al protagonista no le queda más remedio que aceptar su obsesión en un hilarante pero significativo colofón de esta sátira sexual que luego daría muchos quebraderos de cabeza al director y a DeCenzie, al tener que partirse la cara con esos comités de censores los cuales les atacaban en todas las ciudades y estados por donde pretendían hacer circular la película.

Pero ambos se las ingeniaron y poco a poco mucho público asistió a los cines donde la proyectaban...hasta superar en 63 veces el presupuesto, figurando, porque es de ley, entre las obras independientes más beneficiosas de la Historia. Para un espectador actual todo lo visto aquí resultará naïve, tontorrón, un show infantil...
No obstante esto se filmó en 1.959, conquistándose una nueva frontera con respecto a la libertad sexual, la quiebra de la moral y los valores conservadores en EE.UU., igualándose por fin con la audacia europea. Parece mentira, pero todo eso lo hicieron el sr. Teas y Russ Meyer, inauguradores con honores del "sexploitation".
Chris Jiménez
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28 de octubre de 2015
1 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este tipo de cine, donde el único fin es mostrar mujeres desnudas no me dice NADA en absoluto, así que le doy la nota más baja posible. La película tiene la calidad que podría tener un anuncio televisivo, el protagonista, ni siquiera es un actor profesional, así que... salvo las espectaculares mujeres que aparecen, nada que destacar.
dark_priest
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